Karl Marx, a quien puede catalogarse como uno de los pensamientos más influyentes del último par de siglos, fue el autor elegido por Miguel Ángel Pérez Pirela para desarrollar en la edición del Desde Donde Sea filosófico de este viernes 12 de marzo. 
 
Marx, comentó Pérez Pirela, nació en Trier (Tréveris, Alemania) en 1818 y falleció en Londres en 1883. Su pensamiento estuvo ampliamente influido por la obra de Georg Hegel y se alimentó de la Revolución Industrial y de las ideas positivistas dominantes en ese tiempo y más precisamente, su filosofía se inscribe dentro de la corriente de los hegelianos de izquierda. El francés Paul Ricœur lo ubica, junto a Nietzsche y Freud, en la «escuela de la sospecha».
 
Refirió, asimismo, que Karl Marx es una figura aún muy polémica, que aunque muy citada, su obra es escasamente estudiada en profundidad y suele ser invocado maniqueamente tanto por sus detractores, como por quienes dicen abrazar ideales de la izquierda revolucionaria. 
 
En su juicio, la filosofía marxista es una filosofía del sufrimiento. Ello se explica porque es un hijo de su época que se involucró con el sufrimiento que se vivía en su tiempo: el que trajo consigo la Revolución Industrial, cuyo advenimiento implicó un cambio repentino y sustantivo para los seres humanos. 
 
Fue este tiempo histórico el que parió a los obreros industriales, que antes de ser tales, eran campesinos que trabajaban la tierra bajo condiciones de explotación, pero que mantenían una relación identitaria con el medio y el fruto de su trabajo. 
 
En contraste, el obrero industrial, llevado en masas a las nacientes urbes industriales, se constituyó en una pieza más dentro del gran engranaje de la producción, dejó de identificar consigo el fruto de su trabajo, dando lugar a un extrañamiento que el Marx denominará alienación. 
 
El centro de la reflexión marxista es el ser humano explotado, aplastado, utilizado como medio y no fin en el capitalismo, que tuvo en la Revolución Industrial la condición de posibilidad para expandir la producción a niveles nunca antes imaginados, al acelerar la escala del tiempo por medio de inventos como la electricidad, que permitieron que el trabajo humano se ejerciera prácticamente en todo momento. 
 
El Manifiesto del Partido Comunista y las bases de la filosofía marxista
 
El también director de LaIguana.TV precisó que desde una edad relativamente temprana, el autor desarrolló una vasta obra, entre los que se cuentan El Manifiesto del Partido Comunista (1848, escrito a cuatro manos con Friedrich Engels), La Ideología Alemana, Manuscritos económico-filosóficos, Contribución a la Crítica de la Economía Política, El 18 Brumario de Luis Bonaparte, Tesis sobre Feuerbach y El Capital.
 
En El Manifiesto se encuentran frases que denuncian la explotación y sus efectos y que por tal razón, son ampliamente conocidas, como por ejemplo: «son todos hombres, mujeres y niños, meros instrumentos de trabajo en, entre los cuales no hay más diferencia que el coste o, «El desarrollo de la gran industria socava, pues, bajo los pies de la burguesía, las bases sobre las que esta produce y se apropia de lo producido. Produce, ante todo, sus propios sepultureros». 
 
De otra parte, en su opinión, tampoco puede obviarse que porque en la filosofía de Marx se encuentran los gérmenes de la antifilosofía, es decir, una crítica a la Filosofía misma. Al respecto, es famosa su tesis once sobre Feuerbach: «los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos al mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo». 
 
Así las cosas, la filosofía de la praxis que inaugura Marx, plantea la transformación del mundo y no simplemente un ejercicio teórico, racional que describa cómo es la sociedad capitalista, puesto que es hija del sufrimiento de los obreros industriales, a quienes pretende dotar de herramientas para que transformen su situación.
 
Acerca del sentido de la historia en Marx, el filósofo venezolano apuntó que abreva de sus raíces hegelianas, al sostener que la historia de la sociedad humana es la historia de la lucha de clases, lo que implica que los poderosos han procurado mantener su control sobre el desvalido, haciendo su existencia desdichada. 
 
Por otro lado, para Marx, todo cuanto existe en el universo, es puramente material, por lo que quedan sin lugar todas las determinaciones metafísicas, incluso la idea de un Dios creador que ordena al mundo, noción aún presente en Hegel. 
 
La consecuencia de esto, detalló el experto, es que la sociedad y las relaciones humanas que en ella tienen lugar, se rigen por términos materiales. Más concretamente, se cimentan en la dialéctica del amo y el esclavo, lo que implica que no son igualitarias y la igualdad debe buscarse. 
 
Específicamente, en el capitalismo existen solamente dos clases sociales: por un lado, la burguesía dueña de medios de producción y del otro, el proletariado, que vende su fuerza de trabajo para poder sobrevivir.
 
De esta división antagónica se derivan dos estructuras que sostienen el andamiaje social:  la infraestructura económica que definen las relaciones sociales –de producción– y la superestructura, instancia que legitima las estructuras sociales basadas en la desigualdad.
 
Es justamente la legitimación de la explotación lo que dará lugar a la crítica de Marx y por esa razón, propone otra legitimación basada en la igualdad, que solamente puede tener lugar cuando se instaure una sociedad cuando se instaure una sociedad comunista, en la que una clase no explote a ninguna otra. 
 
La ideología como falsa conciencia
 
Otro de los conceptos marxistas abordados por Pérez Pirela en la sesión fue el concepto de ideología, que en palabras sencillas, puede entenderse como «una suerte de excusa» que usa la burguesía, en tanto clase dominante, para eternizar su poder sobre el proletariado y así eternizar sus privilegios. 
 
Empero, el filósofo alemán es cuidadoso y distingue entre dos clases de ideología: la política y la religiosa. La primera se fundamenta en la noción de que en el siglo XIX, la humanidad ya había alcanzado sus máximas cuotas de libertad, mientras que la segunda justificaría la explotación, asegurando que los designios divinos han hecho al mundo tal cual es. 
 
Marx contraviene estas aserciones y llegará incluso a tildar a la religión de «opio del pueblo», en tanto funciona como adormecedor e impide que los proletarios reconozcan su condición de explotación. 
 
Relaciones sociales, división social del trabajo, lucha de clases y alienación
 
Si se recuerda que para Marx, la historia de la humanidad es una historia de lucha de clases, eso significa, por un lado, que es la historia de la resistencia y por otra, que la condición primordial de la historia es la existencia real de los seres humanos.
 
De lo anterior, explicó Pérez Pirela, se deriva que para vivir, hay que satisfacer ciertas necesidades básicas, que si bien presentes en hombres y en animales, la satisfacción de dichas necesidades discurre por dos rutas distintas. 
 
El animal, de su parte, es pasivo, mientras que el hombre produce sus medios de subsistencia a partir de la razón y la imaginación, que usa para transformar la naturaleza por medio del trabajo, que es, en última instancia, el elemento diferenciador entre los hombres y los animales. 
 
Adicionalmente, los seres humanos necesitan establecer lazos con otros seres humanos y este primer vínculo, según Marx, es la resulta de la unión de los hombres y las mujeres para satisfacer sus impulsos sexuales y procrear. Una vez satisfecha la procreación, añade, la necesidad sexual se transforma en un nuevo vínculo: la familia. 
 
Con la familia que se instituye como base de la sociedad, se crean nuevas necesidades y es a partir de estas instancias colectivas que surge la conciencia social, indispensable para el desarrollo de la historia y del progreso, del que se derivarán los lazos laborales y la división del trabajo. 
 
Empero, siguiendo la línea de pensamiento desarrollada por Marx, la división del trabajo provoca la distribución desigual de la actividad laboral como de los productos que derivan de esa actividad, da lugar a la aparición de la propiedad privada y a la formación de las clases sociales. Con esta última aparece también la conciencia de clase, referida a los objetivos e intereses de cada clase social y pivote de la lucha de clases.
 
Si bien desde una perspectiva histórica las anteriores categorías se verifican el todas las sociedades que estudió Marx en su tiempo, enfocará sus críticas a la sociedad capitalista, que se distinguirá de sus predecesoras por estar dividida en dos clases antagónicas. 
 
La posición de los individuos en la sociedad capitalista estará determinada por la posición que tengan dentro del sistema de producción: la burguesía posee la propiedad de los medios de producción, lo que le permite comprar la fuerza de trabajo al proletariado, que ha de trabajar para sobrevivir, vendiendo lo único que le resta para vender –su trabajo–, a cambio de un salario.  
 
En el proceso de explotación surge la alienación, que Marx entiende como el fenómeno por el cual el hombre se siente ajeno al producto de su trabajo. Ello ocurre, desde su punto de vista, por dos motivos: en primer lugar, porque el producto, una vez que lo produce, deja de pertenecerle al obrero; en segundo, porque el obrero deja de reconocer como suyo la obra de su trabajo. 
 
De lo antes dicho se desprende que el obrero no hace lo que le es propio, sino que trabaje para que el burgués acumule capital, a través de la apropiación de plusvalía, es decir, a través de la apropiación de la riqueza que genera el proletario con su trabajo y que no le es pagada. 
 
Marx define tres formas de alienación: la del obrero respecto al fruto de su trabajo, la derivada del acto de producción mismo en el que el proletario es tratado como medio y no como fin y, por último, la alienación del hombre respecto del género humano, en tanto el trabajo alienado hace al hombre extraño a la naturaleza porque la destruye para producir, pero también se hace extraño a los demás hombres, porque entra en una competencia desleal con el resto de los seres humanos. 
 
Así, concluye Marx, la última clase de alienación es generalizada porque aliena al ser humano de todo su entorno vital. 
 
Pérez Pirela subrayó que de todos estos conceptos desarrollados, surge la necesidad ya no de reformar las instituciones burguesas, sino de revolucionarlas, siendo el proletariado el sujeto histórico llamado a concretar esa revolución. 
 
Por otro lado, si para Marx, toda propiedad privada es un acto de robo, por lo que al arrebatar al la burguesía su propiedad sobre los medios de producción, esta perdería el control que aún tiene sobre el proletariado. 
 
No en balde, su exhorto «¡Proletarios de todos los países, uníos!», puede una considerarse una síntesis adecuada del fin último de la filosofía marxista, para que no ocurra lo que agudamente señala en otro texto, refiriéndose a los grandes hechos de la historia universal, que aparecen «dos veces (…): una vez como tragedia y la otra como farsa». 
 

(LaIguana.TV)