En esta edición del viernes filosófico de Desde Donde Sea, el filósofo y comunicador venezolano Miguel Ángel Pérez Pirela expuso los fundamentos de la filosofía de Søren Kierkegaard (1813-1855), pensador danés que es considerado el padre del existencialismo e influyó en la obra de filósofos como Friedrich Nietzsche, Martin Heidegger o Jean-Paul Sartre. 
 
En obras como «Temor y temblor» (1843), «O lo uno o lo otro» (1843), «La enfermedad mortal» (1849), «El concepto de angustia» (1844), «Diario de un seductor» o «Ejercitación del cristianismo», expuso antes que nadie –y a contrapelo de posiciones metafísicas como las de Hegel o Kant– que lo estructural del ser humano es su existencia.  
 
Los fundamentos de la filosofía existencialista de Søren Kierkegaard
 
A este respecto, Pérez Pirela explicó que para Kierkegaard, el individuo es precedido por su existencia y por las decisiones que toma, cuyas consecuencias no pueden atribuirse a su historia o a un espíritu absoluto, como sostenían otros pensadores decimonónicos como Kant o Hegel, por citar un par. 
 
El filósofo danés ofrece un punto de vista centrado en lo humano, entendido esto en términos de autorrealización. De esta manera, apuntó, su filosofía puede valorarse como una respuesta de lo humano frente a la avalancha de cambios que trajo consigo la Revolución Industrial. 
 
Empero, precisó que si bien el tema había acaparado la atención de personajes como Karl Marx, la respuesta de Kierkegaard no puede ser más distinta, puesto que desde su punto de vista, lo importante es la existencia del ser humano, que fundamenta en una angustia existencial que se alimentó de la desilusión que sufriera de los mandatos éticos que imponía la Iglesia Luterana en su Dinamarca natal. 
 
En su juventud, relató el también director de LaIguana.TV, Søren Kierkegaard se enamoró de una joven llamada Regine Olsen y llegó a comprometerse con ella, aunque a pocas semanas de la boda decidió poner fin al compromiso por considerar que el matrimonio representaba un obstáculo para su deseo y aunque mantuvieron el contacto hasta la muerte del filósofo, pese a que ella se casó con otra persona, este evento representó la principal fuente de inspiración de su influyente filosofía.  
 
Desde el punto de vista epistemológico, Kierkegaard sostenía que la verdad era relativa, sin que ello implicara una suerte de relativismo cartesiano. En su lugar, aseguraba que la verdad era subjetiva y no podía ser administrada por ninguna otra subjetividad. 
 
Esta noción, apuntó el filósofo venezolano, resulta imprescindible para comprender que la fe, antes que certeza, es siempre duda, porque al no tener lugar una mediación entre el individuo y Dios, es imposible saber lo que puede esperarse ante lo divino. Dicho de otro modo, esto significa que ninguna doctrina puede otorgar certeza de la existencia de Dios y, por tanto, la duda no es un hecho criticable, sino un elemento intrínseco de la fe. 
 
Sin embargo, Kierkegaard no es partidario del ateísmo y a ese respecto, diría: «Quiero creer porque dudo de Dios, porque si realmente supiera que Dios existe, no lo buscaría en las cosas». 
 
De este aforismo se deriva uno de los conceptos fundantes de la filosofía kierkegaardiana: el salto de fe, que puede definirse como una decisión que el ser humano toma en un marco de incertidumbre y que deriva en una suerte de vértigo, que no es más que una consecuencia de la libertad de elegir. 
 
Para ilustrar el alcance del acto de fe, Kierkegaard apela al conocido relato bíblico de Adán y la manzana. Así, argumenta que cuando Adán decide comer la manzana, da un salto de fe, pues transformada la decisión en acto, su condición se transforma de no-pecador a pecador. 
 
En lenguaje filosófico, puntualizó Pérez Pirela, esto quiere decir que para el danés, la angustia precede a las consecuencias de una decisión ética. En el caso elegido, antes de comerse la manzana, Adán ignoraba el mal y solamente sabía que no debía comerla. Ante esto, detalló, surge la pregunta: ¿Cómo puede conocerse lo malo, si el concepto es desconocido antes de la decisión? 
 
En otras palabras, bajo el punto de vista de Kierkegaard, toda decisión pone al individuo frente a la incertidumbre y es esa condición la que ocasiona la angustia, que se genera en el momento anterior al dar el salto de fe hacia lo desconocido y es entera consecuencia de la libertad de elegir que posee el ser humano. 
 
De esta manera, las decisiones hacen libre al ser humano, pero también lo hacen enteramente responsable de lo que decide. Por ello, la angustia que entraña todo proceso de decisión es consecuente con la condición humana y de allí que pueda asumirse que la libertad no se limita a hacer aquello que provoque a cada individuo, sino que trae aparejado el asumir las consecuencias que supone el disponer de la posibilidad de elegir. 
 
Libertad, angustia y verdad en Kierkegaard 
 
Søren Kierkegaard sostendrá que la libertad está determinada por la posibilidad de elegir, por lo que la existencia de los seres humanos encarna infinitas posibilidades y esto se traduce en un vacío absoluto. La libertad, entonces, es lo que surge para hacer frente a ese vacío. 
 
Dirá también que la angustia y la muerte forman una dicotomía, puesto que la muerte, al ser la no-posibilidad, la posibilidad de que en algún momento el ser humano no tenga frente a sí ninguna posibilidad, pone fin a la angustia y con ella, a la libertad. 
 
Con base en lo anterior y en apego a su formación teológica cristiana, sintetizó Pérez Pirela, Kierkegaard, asevera que la única posibilidad infinita es Dios. 
 
A su parecer, estos conceptos dan cuenta de la existencia un compromiso, antes que todo, con lo que el ser humano decide, pues este debe decidir permanentemente y sus decisiones terminan por definirlo en el devenir.
 
Así las cosas, en el marco de esta propuesta filosófica, reflexionó, la verdad no puede entenderse sino como una experiencia subjetiva, puesto que cada uno la experimenta de un modo intransferible y es imposible comunicarla. 
 
El pensador danés definió tres esferas de existencia, superpuestas e independientes entre sí, que pueden evolucionar a lo largo de la vida de una persona. En primer término, definió la vida estética, a la que asume como efímera; en segundo lugar, señaló la posibilidad de una vida preocupada por la ética, por la propia existencia, por lo absoluto, por el vacío y, finalmente, la vida vida preocupada por la religiosidad. A la vida ética y a la vida religiosa las separa un acto de fe. 
 
Las consecuencias de la libertad de elegir: crítica a la filosofía del absoluto de Hegel
 
Pérez Pirela mencionó que en abierta crítica al concepto de historia absoluta de Hegel, en la que el ser humano se prefigura como un engranaje dentro de la máquina, Kierkegaard asegura que la libertad de elección define la propia vida, porque la vida consiste en elegir y es a través de sus elecciones que el ser humano desarrolla su existencia, define su ser y la historia que deja tras sí. 
 
Adicionalmente, le otorgará un carácter inevitable a las elecciones, puesto que los seres humanos no pueden escapar de ellas y permanentemente se ven obligados a decidir. Ello sucede inclusive, cuando se decide no hacer nada, porque esta alternativa implica también la elección de una moral. 
 
Sobre la base de esta reflexión, dirá que la elecciones revisten un carácter de moralidad porque siempre debe elegirse entre lo justo y lo que da placer. Así, si se parte del principio que no siempre lo que da placer es lo justo, el carácter moral de toda elección se asienta, para Kierkegaard, en esa tensión. 
 
De otra parte, si filósofos como Hegel o Marx otorgaban un peso casi absoluto a las condiciones históricas en las que tiene lugar la existencia, el pensador danés sostendrá que las condiciones en las que el ser humano elige, dependen solo del ser humano y no del contexto, con lo que la responsabilidad recae exclusivamente en el sujeto que decide, idea que resultará fundamental para el pensamiento liberal que le sucederá. 
 
Además, si se considera que para Kierkegaard cada elección parte de «cero», aspectos como el pasado o la historia personal no influyen en el proceso de elección, una noción que casi un siglo después Sartre utilizará para sustentar su concepto de «mala fe», según el cual el individuo sí sabe lo que está decidiendo, pero prefiere ignorarlo y en su lugar, achaca la culpa a factores externos como el inconsciente, la historia –personal o epocal–, etcétera.
 
El padre del existencialismo considera que como la vida transcurre de decisión en decisión, la existencia humana está determinada por la angustia de la libertad y justo a consecuencia de esto, aparece el vértigo existencial, que se sustenta en la idea de que no hay nada ni nadie que separe al ser humano del vacío de su existencia. 
 
En tal sentido, cuando dice que Dios lanzó a los seres humanos al mundo, permitió que cuestionaran la corrección de las decisiones que inevitablemente están destinados a tomar, pero también los condenó a estar solos frente a la responsabilidad que han de asumir por las consecuencias de sus decisiones y es entonces cuando aparecen el miedo y la angustia, que podrían conducirlos a la desesperación. 
 
Por tanto, para Søren Kierkegaard, la libertad de decidir genera miedo, porque puede conducir al ser humano tanto al bien como al mal, sin que se pueda responsabilizar a un tercero por las decisiones que este ha de tomar, puesto que las decisiones traen consecuencias, que convertidas en acciones, hacen nacer el vértigo de la libertad. 
 
El vértigo de la libertad «es una especie de droga», en tanto que los seres humanos, al acostumbrarse a ser libres, a decidir constantemente, a ser responsables de sus decisiones, se embarcan en un movimiento que resulta indetenible. 
 
Para concluir, Pérez Pirela refirió que el pensamiento de Kierkegaard es libertario y aunque se fundamenta en el dolor, el temor, el miedo, el dolor y la angustia, pone la existencia del individuo en el centro de toda discusión. Sin embargo, su filosofía también ha sido utilizada para fundamentar planteamientos asociados a movimientos  hiperindividualistas y neoliberales. 

 

(LaIguana.TV)