A casi un año del trágico repunte de contagios y muertes en la ciudad de Guayaquil, en Ecuador, América Latina comienza a sufrir los estragos por los severos picos de casos que alertan a las autoridades sanitarias, ante la aparición de las variantes brasileñas (P1) y (P2), y que en Venezuela comienza a mostrar su rostro más amenazante con el inicio de la segunda ola de contagios.

En aquellos meses de marzo y abril de 2020, Guayaquil no habría sospechado que enfrentaría lo que la propia alcaldesa de esa ciudad, Cynthia Viteri, calificaría como “una de las tragedias más grandes de la historia”, pues la falta de medidas de control por parte del Gobierno de Lenín Moreno y el déficit en el procesamiento de pruebas, serían parte del caldo de cultivo de la propagación rápida y descontrolada del virus.

El mundo no salía de su estupor al ver videos en las redes sociales de cadáveres abandonados en la vía pública, personas pidiendo ayuda con familiares muertos hace días en sus viviendas y cuerpos arrumados en morgues. Para finales de marzo de 2020, Guayaquil llegó a sumar el 51% de casos en todo el país.

Sistema de salud colapsado

La agencia AFP, en aquel entonces recogió un testimonio de un enfermero, quien contó el día a día del personal sanitario, aseguró que pasó de atender 15 a 30 pacientes en un turno de 24 horas: “Llegaba tanta gente que cuando los ibas a canalizar (con suero) se te morían prácticamente en las manos”.

Asimismo, los encargados de las morgues hospitalarias comenzaron a sufrir el colapso, pues solo cuando se apilaban seis o siete cuerpos es que los retiraban. Asimismo, este enfermero contó cómo las personas hospitalizadas se encontraban solas, sin la atención adecuada ante la atención ya insuficiente.

La pestilencia de los cementerios invadió todo

Pero para los que se salvaron de morir del coronavirus la situación no fue mejor, habitantes aledaños al Cementerio de Pascuales, en el noroeste de Guayaquil, se quejaban por la pestilencia proveniente del camposanto.

«Imagínese que cuando había un muerto, que en la semana pueden ser cinco o seis, la pestilencia llega. Ahora son bastantes, entonces, imagínese, eso está afectando en las vías respiratorias; los niños tienen malestar», recogió RT en un reportaje sobre testimonios de los afectados.  

Estos mismos vecinos contaron que cuando llevaron por primera vez contenedores con cadáveres habilitados para su conservación y transporte al camposanto, «los dejaban ahí afuera, a la entrada, al frente del Cementerio de Pascuales», en lugar de proceder a la sepultura, tal como se pudo constatar en un video vital donde los cuerpos se encontraban en bolsas en pleno cementerio sin enterrar. Así, los vecinos vieron como «salía agua y sangre al piso, gusanos incluso».

La otra tragedia: familiares no hallaron los cuerpos de sus seres queridos

Otra tragedia fue la que vivieron los familiares de los fallecidos, pues ya sea entre quienes murieron en hospitales o quienes fueron retirados de sus casas por los servicios fúnebres del estado, cientos de personas no eran halladas por sus familiares.

Luego de interponer denuncias ante la policía, muchos de estos dolientes tuvieron que echar manos  a la obra para recuperar los cuerpos de sus seres queridos de las mismas morgues de los hospitales, donde permanecían apilados, a riesgo de su propia vida.

Para septiembre de 2020, según reportaje del diario Primicias de Ecuador, todavía 41 cadáveres continuaban sin ser localizados.

(LaIguana.TV)