Arjé o arkhé, es el término griego antiguo para designar el origen del mundo. En la búsqueda de este principio de todo está el inicio de la historia de la filosofía occidental, la griega, 600 años antes de Cristo. Son los filósofos presocráticos y fueron ellos quienes en un primer momento se hicieron las preguntas sobre el origen del cosmos, entendido como universo en equilibrio. 

El Viernes Filosófico de Desde Donde Sea trató en esta oportunidad acerca de estos pensadores que precedieron a los clásicos griegos (cuyo emblema es Sócrates) a lo largo de unos 200 años. 

“Cuando hablamos de filosofía, hablamos de una tradición occidental de hace casi 3000 años. Esto no quiere decir que, paralelamente, no hayan existido otras corrientes filosóficas en nuestra América o en Oriente. Pero en este caso, hablamos de la Gran Grecia, que llegaba hasta Italia y Turquía”, aclaró, de entrada, el doctor en Filosofía y comunicador Miguel Ángel Pérez Pirela. 

Advirtió que hay muy pocos escritos confiables sobre los presocráticos que indiquen cómo elaboraron sus tesis y conclusiones. No se cuenta con la documentación necesaria para ahondar en su pensamiento. 

En aquel amanecer de la historia occidental, los pensadores se afanaron para establecer cuál era el elemento fundamental que hace que las cosas sean lo que son. 

“Este es el origen de la búsqueda del arqué, la esencia de todas las cosas. Hace 2 mil 600 años, en Grecia, nace la filosofía a partir de esa pregunta sobre el principio, el origen, el arqué del mundo. Cuando los seres humanos trataron de darle una respuesta a esa pregunta, más allá del mito, comienza el camino de la filosofía. Ese período va desde Tales de Mileto hasta Sócrates, sin incluirlo a él. Sócrates marca el inicio de otro período, aunque, como se sabe, no escribió, sino que Platón lo interpretó en sus diálogos. Los presocráticos fueron en total alrededor de 90 filósofos que aportaron sus cosmovisiones a lo largo de unos 200 años”, precisó.  

A juicio del expositor, los presocráticos protagonizan un salto fundamental. Hasta ese momento todo se explicaba a través de los mitos, de la doxa (opinión) y no de la episteme (conocimiento, ciencia). La gente creía que el mundo había surgido, por ejemplo, de una lucha de Zeus, del mal humor de Apolo o de una guerra entre los dioses. Eran explicaciones a través del mito, de la poesía, de la aproximación no científica. “A partir de Tales de Mileto, ya no son esas las interpretaciones simbólicas y subjetivas, sino que las explicaciones se buscan a través de la episteme, de la que deriva luego la palabra ciencia. La episteme se contrapone a la doxa, al mito, y trata de explicar el mundo a través de la razón y de la observación, por lo que estamos hablando también de la experiencia”. 

“Pasaron poco menos de 200 años hasta que llega el tiempo de Aristóteles, alumno de Platón, a su vez alumno de Sócrates. Aristóteles es el filósofo clásico de la experiencia, de la observación, de la inducción, el que plantea que hay que partir de los hechos particulares para llegar a la ley universal. En ese tiempo, el mundo helénico va abandonando lentamente las explicaciones de los dioses griegos y comienza a dar explicaciones epistemológico-científicas”, añadió. 

“Los presocráticos tienen un pie en la doxa y otro en la episteme. Lo interesante de este momento, 600 años antes de Cristo, son las preguntas que se hacen, más que las respuestas, aunque estas también son clave, desde luego. Fueron esas buenas preguntas las que marcaron el inicio de la historia de la filosofía. Los presocráticos tuvieron el mérito de hacerse primero que nadie estas preguntas. Quien se pregunta, duda. Quien se pregunta, cuestiona, busca una respuesta, es el filósofo”.  

Pérez Pirela hizo un inciso para recordar que en la Antigüedad el conocimiento era un todo. Todo hacía parte de una sola gran ciencia, que era precisamente la filosofía. En el tardío Medioevo y principios de la Modernidad, comienza la especialización del conocimiento; y a finales de la Modernidad, se produjo la hiperespecialización.  

“Yo he publicado artículos científico-sociales en revistas indexadas en los que planteo la conveniencia de un regreso a ese todo del conocimiento. Estoy en desacuerdo con la multidisciplinariedad y la interdisciplinariedad, me parecen fórmulas de diplomacia epistemológica. Propongo la indisciplinariedad, romper las paredes que separan a una facultad de la otra. No podemos conocer el todo desde la parte, sino asumiéndolo desde el todo. Por ejemplo, en mi universidad, la Sorbona de París, se le ha dado un doctorado en sociología a una mal llamada bruja, una astróloga. Fue un gesto de provocación de Michel Maffesolí. No se puede entender los fenómenos cósmicos, el cuerpo humano o el ser humano viéndolo todo desde una sola ciencia, desde una especialización. Si un biólogo examina con los ojos cerrados a una vaca y con una mano le toma una oreja y con la otra, una pata, puede terminar por pensar que una vaca es una oreja pegada a una pata”. 

Agregó que en la actualidad se forman grupos de trabajo holísticos en los que hay un teólogo, un biólogo, un físico, un sociólogo, un psicólogo y un matemático porque la realidad es compleja y hay que estudiarla como un todo.  

“En los presocráticos existía esa vocación del todo. Se interesaron en una cosmovisión, una visión del todo. En el griego antiguo, kosmos no es solo universo, sino también orden y equilibrio. Recordemos que la belleza en el arte griego, lo que luego los latinos llamarían pulchrum, era una cuestión matemática: el cuerpo bello se medía a partir de las proporciones, no era subjetivo. Los presocráticos se preguntaban de dónde viene el orden que experimentamos. El universo es ordenado y la filosofía es una especie de búsqueda racional, epistemológica de ese orden que rige el universo y al hacerlo, nos rige a nosotros también. La filosofía presocrática pretende dar orden al universo a partir de la razón. Qué linda, interesante y maravillosa empresa humana se propusieron los presocráticos, hace 2 mil 600 años”. 

Respuestas a la pregunta sobre el arjé

En su disertación, pasó revista a algunos de los pensadores presocráticos, específicamente en lo que respecta a la respuesta que cada uno de ellos dio a la pregunta sobre el arjé o principio fundamental:

Tales de Mileto. Se le considera como el primer filósofo, Nació (en 624 y murió en el 546 antes de Cristo) en Mileto, que hoy pertenece a Turquía, pero en ese entonces era parte de Grecia. “Tales propone, realiza la pregunta que podemos llamar genética, la original, la que rige toda la historia de la filosofía: ¿Cuál es el origen, el principio, el arjé, el arkhé? Él piensa que es el agua. Al decir agua, propone una postura llamada monismo. Mono quiere decir uno. La búsqueda de un solo arjé o arkhé”.  

Anaxímenes. También natural de Mileto, contradice a Tales, que al parecer fue su profesor, diciendo que hay algo que está ya en el agua, por lo que esta no puede ser el origen. Se trata del aire. “Anaxímedes tiene una característica muy particular y es que no solo dice aire, sino que explica por qué el aire es el principio primo. Lo hace a partir de dos procesos: la rarefacción, que es cuando el agua se calienta y deviene en fuego; y la condensación, que es un enfriamiento que lo hace devenir en nube, viento, agua”. 

Anaximandro. Otro nativo de Mileto, opinaba que el origen de todo no podía ser algo concreto, ni el agua de Tales ni el aire de Anaxímenes. “Da un salto muy interesante en el pensamiento presocrático. El arjé debía ser un elemento caótico, amorfo al que llamó apeirón que quiere decir ‘sin límite’ en griego antiguo. Es en potencia todas las cosas, contiene todos los contrarios sin ser ninguno de ellos. Una vez que las cosas salen del apeirón, se introducen en una especie de ciclo en el que los contrarios (frío-calor, día-noche) se hacen injusticia mutuamente hasta que retornan nuevamente al apeirón. Es un pensamiento muy metafísico y abstracto para su época. Se separa de Tales y va de lo determinado a lo indeterminado”.  

Pitágoras. No cree que el arjé sea algo material. Coincide en eso con Anaximandro. “Para Pitágoras, el origen del mundo son los números. Todo puede ser cuantificable, incluso antes de sus atributos, todo es contabilizable antes de que tenga su origen en el agua, el aire o el fuego. Antes es una cosa, dos, varias, muchas, etcétera”. 

Empédocles. “Termina con el monismo, con la explicación única de las cosas, plantea algo que es archiconocido, incluso en mangas japoneses y otras ficciones que tratan de explicar el mundo: los cuatro principios o elementos, que son el agua, el aire, la tierra y el fuego. Poseen características que se combinan entre sí y al hacerlo forman otros cuerpos y elementos nuevos. Algo raro es que sostiene que es el amor que une a estos cuatro elementos entre sí, mientras que el odio los separa. Es una explicación muy poética”. 

Parménides.Cambia el sentido de las respuestas. Es un precursor de la Metafísica de Aristóteles. El arjé está en el ser. Antes que cualquier cosa sea algo (alto, bajo, negro, blanco) es. Se crea una categoría que luego se conjuga en ente, ser, existencia. De ahí en adelante viene Ser y tiempo de Heidegger, el existencialismo de Sartre, incluso Shakespeare, con su to be or not to be. Lo resuelve con una frase simple: todas las cosas son; antes de ser algo, somos; antes de ser un número, somos. El ser es la reducción mínima de todo. Es simplemente una idea genial, primaria, genética, fundante, estructurante. El enunciado de la no existencia es una contradicción porque quien lo está enunciando, existe. Lo único que existe es la existencia. Cuando llega a existir la inexistencia ya existe. La semilla de toda la filosofía aristotélica está en Parménides: ente, esencia, ser, sustancia, accidente, existencia. Dicho en palabras de Aristóteles o de Santo Tomás de Aquino, el ser precede a sus atributos; la sustancia precede la forma y el ser precede la esencia porque sustancia y ser son, mientras la forma y la esencia lo que hacen es darle atributos a la sustancia y al ser. La enorme contribución que da Parménides a la filosofía y a la ontología es hacerse la pregunta ¿por qué existe algo en vez de nada? –enfatiza-. Parménides suma otro elemento a su análisis cuando se pregunta si este ser es cambiante o es siempre el mismo. Sostiene que todo es inmutable e inmóvil. El cambio no es más que una mera ilusión. Esto influye luego en la idea de la potencia y el acto de Aristóteles”.

Heráclito. Filósofo conocido por el panta rei y por la frase según la cual nadie se baña dos veces en el mismo río. “Aristóteles le decía “el Oscuro” porque era muy hermético, difícil de penetrar en su pensamiento. Contradice a Parménides al afirmar que todo se mueve, cambia, muta. Las cosas nunca son idénticas a sí mismas, todo está en movimiento. Plantea el fuego como origen. La base es la lucha de los contrarios (un principio que mucho después daría base a la dialéctica). Plantea el panta rei: todo fluye, todo cambia, nada permanece. Algunos dicen que son frases que Platón le atribuye a Heráclito. Es una filosofía de devenir. Nace el principio de no contradicción de la lógica aristotélica, que dice que ‘no es el caso de A y no A’. Una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo. Para Heráclito, las cosas son las mismas y al mismo tiempo son otras. Decía un profesor austríaco en Italia que uno se acuesta con un número de células y se despierta con otro porque hay una especie de huracán de células que mueren y nacen, que hacen que lo que vieron ayer de mí no sea lo mismo que hoy”. 

En el cierre de su conferencia, subrayó que los presocráticos fundaron una filosofía de la naturaleza basada en la observación y la razón y comentó que sus reflexiones abonaron el concepto de dios en el mundo griego, que es muy interesante. “Los clásicos lo definen como un motor que crea y mueve todo. Y entonces se preguntan qué mueve a dios, porque si dios se mueve, tiene haber algo que mueva a dios. Sobre esto profundiza luego Santo Tomás de Aquino en la Suma teológica cuando habla de la existencia de dios. Una de las teorías es que mueve todo pero no se mueve él mismo porque si lo hace dependería de otra cosa”.  

En interacción con la audiencia, se refirió a la forma como las teorías filosóficas de cada época pueden ser aceptadas o refutadas por la siguiente camada de pensadores, pero en cualquier caso, quedan dentro de las nuevas teorías. Para ejemplificarlo, mostró una matrioshka, una muñeca rusa que tiene en su interior una más pequeña y luego otra y otra. “Lo que siempre nos pasa es que cuando rearmamos todo, se nos queda fuera una pieza, y eso nos obliga a recomenzar”, puntualizó.  

Ante la disquisición de una participante, quien afirmó que la filosofía es la vida, Pérez Pirela expresó que la más grande de las actividades humanas es la duda. “Jorge Luis Borges dijo que la duda es uno de los nombres de la inteligencia. El filósofo se hace las preguntas en todo momento. El resto de las personas se las hace en situaciones de crisis, ante enfermedades, accidentes, cuando se hace contacto con la muerte. Con el estudio de la filosofía vivimos en esta aventura bella, hermosa, del pensamiento”. 

Al finalizar destacó que, como latinoamericanos siempre debemos tener en cuenta que, paralelamente a la actividad de los filósofos occidentales, otros pensadores se estaban haciendo preguntas similares en todas partes del mundo. “No podemos quedarnos en Sócrates, Platón y Aristóteles, debemos tener en cuenta a nuestros pensadores yanomami, caribe, wayuu, timoto-cuica. Y a los orientales, de los que poco conocemos. Cuidado con los propósitos colonialistas que buscan reducir todo el estudio a la filosofía occidental. El colonialismo destruyó ciudades enteras. Y hoy, en los medios occidentales como National Geographic o History Channel, se pretende que todo aquello que hicieron los no occidentales, fueron en realidad obras de alienígenas. Es el pensamiento colonialista: los únicos que pueden pensar y realizar grandes obras son los occidentales”. 

Durante el programa surgió una polémica incidental acerca de géneros musicales. Pérez Pirela recomendó estar atentos para no caer en lugares comunes y preconceptos. “A los que tengan prurito con el reguetón, el trap o el rap, les digo que lo mismo se decía en sus tiempos iniciales del tango: que era música de prostitutas y de gángsters en Argentina y Uruguay. Cuidado con los prejuicios en la cultura; cuidado con los lugares comunes y las músicas populares. Si revisamos el origen del jazz en Nueva Orleans y nos preguntamos quiénes eran John Coltrane, Thelonious Monk o Charlie Parker, veremos que eran heroinómanos, drogados, negros excluidos, maltratados. Louis Armstrong era uno de los pocos que podía llegar a tocar en algún lugar para blancos. Bad Bunny, al lado de ellos o de Ella Fitzgerald o Nina Simone, luciría como un santo caballero. Debemos tener mente abierta para analizar los fenómenos de forma fenomenológica, como diría Husserl”, manifestó. 

(LaIguana.TV)