Lo más terrible de la libertad de expresión opositora no es que haya individuos que abusan de ella. Lo peor es que una porción de la sociedad se sienta indignada respecto a un caso específico, pero por una conducta que ha sido recurrente, a la que ha aplaudido por años.

Basta escudriñar un poco en el historial de las dos personas que difundieron opiniones infamantes contra un paciente de covid-19 para comprender que este no fue, ni lejanamente, la primera víctima de sus injurias. Son haters (odiadores) consumados y muy celebrados.

Antes de acusar al enfermo de estafar a quienes cooperaron en la recaudación digital (gofoundme) para su tratamiento, los dos sujetos habían perpetrado acciones similares casi a diario, con el respaldo de un público que coincide con sus puntos de vista.

Esa audiencia debe estar identificada con las opiniones de los dos personajes, pues de otro modo no los habrían convertido en influencers ni podrían autodenominarse comediantes o humoristas.

Más allá de los dos nombres que, infelizmente, han salido a relucir en este caso en particular, se puede analizar el fenómeno en forma más general. Ellos forman parte de una corriente, una tendencia que abarca al periodismo, el show business y, sobre todo, las redes sociales.

Se han hecho famosos (y algunos, ricos) destilando odio contra los adversarios políticos y –lo peor del asunto- contra los partidarios de la Revolución Bolivariana, en particular los más pobres, los excluidos, los marginados.

Uno de los rasgos repetitivos es la celebración de la enfermedad y la muerte. Desde que aparecieron como “generación” de opinadores y humoristas han festejado los problemas de salud y la muerte de numerosos venezolanos, siendo el más destacado, desde luego, el comandante Chávez.

También han convertido en chiste las muertes de Luis Tascón, Danilo Anderson, Lina Ron, Eliézer Otaiza, Willian Lara, Clodosbaldo Russián, Robert Serra, Carlos Escarrá y Darío Vivas, entre muchos otros.

A veces, las ráfagas de odio parten de fake news, como cuando se estrelló una avioneta en Charallave y los periodistas e influencers lo celebraron porque supuestamente los pasajeros eran chavistas, incluyendo familiares de Diosdado Cabello, y la nave “venía cargada de oro”.

En el caso del enfermo de covid-19, una de las implicadas ofreció disculpas luego de que falleciera el paciente acusado de aprovecharse de la pandemia para pedir dinero. Pero respecto a las ignominias anteriores ni ella ni nadie se ha disculpado ni tienen pensado hacerlo.

De esas otras vilezas tampoco se han arrepentido quienes les dan like y los elevan al rango de formadores de opinión pública. Y mientras haya gente que aplauda y celebre a estos seres bípedos implumes, ellas y ellos seguirán animando a su galería.

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)