La creciente escasez de diésel ha puesto a Venezuela al borde de un precipicio. Analistas coinciden en que se trata de un escenario inédito que podría derivar en una catástrofe humanitaria de grandes proporciones.

Por ello, la periodista Inna Afinogenova, adscrita a la agencia rusa RT, realizó un trabajo de investigación en el que se exponen detalladamente las consecuencias sobre la vida cotidiana de los venezolanos que traería consigo la falta de disponibilidad de esta clase de combustible, así como quiénes, finalmente, son los responsables de esta nueva situación de crisis.

Afinogenova no niega las dificultades que diariamente ha de sortear el pueblo venezolano, ni tampoco la migración masiva de miles de personas, que se han visto forzadas a abandonar el país producto del deterioro sostenido en las condiciones de vida, pero ello, en su juicio, no es razón para dejar de lado, datos duros en mano, que hay otras realidades a menudo poco mencionadas que explicarían tanto la actual escasez de diésel como otras situaciones, de las cuales la más evidentemente relacionada serían los problemas para conseguir gasolina durante el último par de años.

La escasez de diésel afecta, principalmente, a la gente «de a pie»

La comunicadora sostiene que la «creciente escasez de diésel» podría afectar a los venezolanos comunes y corrientes, «tal vez mucho más que cualquier otro problema que hayan enfrentado en los últimos años».

Sobre esto, el sociólogo y profesor de la Universidad Central de Venezuela Ociel Alí López, fue particularmente apocalíptico en sus predicciones, pues dijo a Afinogenova que «si se han visto imágenes catastróficas de Venezuela, las que están por llegar podrían ser mucho peor».

La investigadora rusa apunta que los efectos de la falta de diésel tocarían áreas esenciales como el transporte público superficial –con lo que las personas tendrían dificultades para adquirir alimentos y medicinas, así como para desplazarse a sus sitios de trabajo– y, más todavía, la disponibilidad de insumos.

«Los vehículos de carga pesada que distribuyen insumos desde puertos y aeropuertos al resto del país, así como de transporte de animales vivos hacia mataderos, quedarían básicamente parados. El 85% del diésel que se consume en vehículos va al transporte de mercancía. En Venezuela, como toda la mitad norte de Suramérica, la red ferroviaria es escasa», explica.

López, por su parte, coincide y destaca que «en la medida en que esta situación se vaya agudizando», la comida quedará represada en los sitios que se produce y «en las ciudades va a comenzar a haber una tremenda escasez».

La periodista destaca que «buena parte de la energía eléctrica en el país se genera con fuentes térmicas, que actualmente dependen casi enteramente del diésel. En el este y centro del país, la electricidad la surte fundamentalmente la hidroeléctrica del Guri, pero en el oeste, la falta de diésel puede dejar a la población con cortes eléctricos más severos de los ya existentes».

Y aunque lo antes dicho ya sea suficientemente grave como para encender todas las alarmas, precisa que «las clínicas privadas y algunos hospitales públicos del país cuentan con plantas eléctricas de respaldo que se activan de emergencia ante un corte eléctrico», casi todas dependientes del diésel, lo cual es todavía más preocupante porque hay una pandemia.

El origen de la escasez de diésel: de nuevo, las sanciones de Estados Unidos

Es un hecho que, hasta ahora, Venezuela no había experimentado escasez de diésel, pero como suele ocurrir en un país tan polarizado, las explicaciones no lo son menos. Así, Inna Afinogenova puntualiza que hay quienes sostienen que esta es una consecuencia de los «profundos cambios» que hiciera el entonces presidente Hugo Chávez sobre Petróleos de Venezuela, S.A. en 2003, mientras que otros aseguran que «la clave está en las sanciones aprobadas por Estados Unidos en años recientes».

Empero, Afinogenova rebate la tesis de la «corrupción y mala administración» de la estatal petrolera venezolana como causa eficiente para esta inminente escasez de diésel, alegando que de ser el caso, «lo más lógico es que los efectos se hubieran hecho notar relativamente rápido, en el lapso de dos o tres años después que pasó a controlarla el gobierno directamente», pero ello no fue así, porque según cifras de la Administración de Información Energética de los Estados Unidos, «la producción petrolera se mantuvo razonablemente estable durante los siguientes doce años (…), hasta 2015».

Asimismo, también es un hecho incontestable que «la producción de crudo de Venezuela, que venía a la baja desde 2015, redobló su derrumbe en 2017, cuando se aprobaron las sanciones más directas de Estados Unidos contra la petrolera estatal venezolana», lo que coincidió con la aparición de los primeros «altibajos» en la disponibilidad de gasolina.

La explicación, señaló, es que, a contrapelo de lo que hizo con el petróleo y la gasolina, Estados Unidos no había incluido al diésel dentro del paquete de sanciones. Según Elliot Abrams, uno de los artífices de esta política coercitiva contra Venezuela, con ello se pretendía «no regalar al gobierno venezolano la posibilidad de victimizarse».

«Si hasta el mismísimo Elliot Abrams, con un historial más que discutible en materia de derechos humanos tuvo su corazoncito en materia del diésel, consciente de los efectos que la escasez de este combustible tendría en el día a día de los venezolanos y cómo la medida podría volverse como un búmeran contra sus impulsores y defensores», reflexionó la periodista.

Empero, esta situación cambió en octubre de 2020, pues tras «los titubeos iniciales», Washington optó por incluir al diésel dentro del paquete de sanciones y pocos meses después, esta clase de combustible escasea en Venezuela y es posible que la escasez se agudice en el futuro cercano.

Aún detractores acérrimos al gobierno del presidente Nicolás Maduro, incluyendo el propio Abrams, abogan porque se retiren estas medidas contra el diésel y opositores locales «también la consideran innecesariamente cruel, políticamente inconveniente o ambas». Sin embargo, subraya Afinogenova, «otros consideran que, por cruel que sean, deben aplicarse», muy especialmente si se encuentran fuera de Venezuela o pueden sacar réditos de la política estadounidense, como es el caso de los dirigentes extremistas Leopoldo López y Juan Guaidó.

Ociel Alí López advierte, sin embargo, que estos discursos «más bien pueden hacer que el imaginario del bloqueo económico, de la responsabilidad y la culpabilidad de los Estados Unidos en la crisis venezolana, se posicione de manera definitiva», porque no se trata de asuntos abstractos, como la inflación, a los que es difícil atribuir un origen o un responsable.

«Con el tema del diésel es que el camionero, cuando va a abastecerse [se encuentra con que] no hay diésel. Y tú ves por las redes que sale Guaidó, que sale la oposición defendiendo esa medida», añadió.

Argumentos falaces y comparaciones fallidas

De su parte, Inna Afinogenova insiste en que «aceptar que hay una causa-efecto entre las sanciones y muchos de los problemas que enfrenta Venezuela, no te convierte en chavista ni aliado y defensor de Maduro, ni nada parecido».

En su opinión, no hay contradicción alguna entre señalar fallos y corrupciones en la gestión gubernamental, «con denunciar el peso de las sanciones económicas sobre la población». Por eso, aunque es verdad que «la petrolera estatal y la economía venezolana ya se tambaleaban por 2015 y 2016» y atribuir esto a las sanciones «no resulta muy convincente», no es apropiado decir que las sanciones no han tenido efecto alguno.

La analista también desmontó la especie según la cual el hecho de que Venezuela sea un país petrolero, es condición suficiente para que pueda producir diésel. Acerca de esto, recordó que PDVSA, «la empresa que debe procesarlo, enfrenta graves obstáculos para comprar repuestos o insumos», pero muy especialmente, cuestionó la comparación que suele hacerse con la capacidad de respuesta de Irán, otro país sancionado por Estados Unidos, y Venezuela.

«En Teherán han tenido más de 25 años de sanciones contra su industria petrolera como para aprender a sortearlas y Caracas no tiene ni cinco; sin olvidar lo poco adecuado de poner a Irán como ejemplo de sanciones que no afectan a la gente, cuando tras las impuestas en años recientes, todos sus indicadores económicos se derrumbaron», puntualizó al respecto.

Los datos aportados por Afinogenova muestran sin lugar a dudas que, de nuevo, lejos de afectar solamente «a altos funcionarios», las sanciones afectan a los venezolanos de a pie y, por tanto, es inadecuado usar la diatriba política para negar este hecho.

«Quien a pesar de tantas evidencias insista en que este tipo de sanciones internacionales no afectan a los habitantes de los países sancionados, le falta cerebro. Y al que las solicite o apoye, le falta corazón», concluyó. 

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(LaIguana.TV)