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Paradójicamente los barrios con la mayor cantidad de manifestantes en Baltimore tenían las tasas más altas de excedentes de casas vacías y, también, de más personas sin hogar, informa hoy The Washington Post.

 

Las manifestaciones en Baltimore han develado una profunda crisis de la vivienda que, despojada de su contexto histórico, parecería contradictoria, añade el Post.

 

Cerca de 3 000 personas están sin hogar en una noche cualquiera, en Baltimore. Más de 30 000 residentes de Baltimore experimentan la falta de vivienda en el transcurso del año. Y, sin embargo, las viviendas desocupadas dominan muchos de los barrios de la ciudad, y se estima unas 16 000 casas vacías cuyos alquileres no pueden pagar los pobres de la ciudad.

 

A esto se une los graves problemas de en salud pública, que ha servido para demostrar los efectos nocivos de ciertas políticas sociales y urbanas en Estados Unidos. Un dato significativo: la diferencia en la esperanza de vida entre dos barrios de Baltimore que se encuentran a cinco kilómetros de distancia es de 15 años.

 

La esperanza de vida en el barrio donde vivía Freddie Gray (Sandtown-Winchester) es inferior a la de Bangladesh. La esperanza de vida en Roland Park, cinco kilómetros al norte, es superior similar a la de Japón (país con la esperanza de vida más alta de mundo).

 

Baltimore fue una ciudad vibrante, próspera y rica a finales del siglo XIX cuando era uno de los puertos más importantes de intercambio con Europa. Allí se establecieron un buen número de industrias pesadas, incluyendo algunos de los astilleros más importantes del país.

 

Esto atrajo mucha inmigración incluyendo afroamericanos que huían de la represión de un Sur donde los linchamientos y la semi-esclavitud eran todavía comunes y emigrantes europeos (las colonias griegas o polacas forman parte de la historia de esta ciudad).

 

La deslocalización industrial de los años 60-70 provocó un rápido aumento del desempleo. Al mismo tiempo, en las ciudades americanas empezó el proceso denominado “huida blanca” (white flight): la población caucásica abandonó progresivamente el centro de las ciudades (inner cities) hacia zonas suburbanas en los extrarradios. La población en Baltimore pasó de 949.000 habitantes en 1950 a 622.000 en 2013.

 

El fenómeno de la huida blanca y la segregación de la población afroamericana están vinculados entre sí. La segregación es un problema porque concentra la pobreza y aísla a las minorías de los buenos trabajos, las buenas escuelas y un entorno saludable. El origen de la segregación se encuentra en las políticas y prácticas relacionadas con la vivienda y el urbanismo.

 

Las políticas de segregación fueron el pan de cada día para la población afroamericana durante finales del siglo XIX y gran parte del siglo XX. El redlining, punta de lanza de la segregación en EE UU, se inició en ciudades como Baltimore y Chicago. A través de esta política urbanística se delinearon mapas de las ciudades que puntuaban a los barrios en función de su “seguridad residencial”. Las ayudas a la compra de la vivienda, originadas en el New Deal y las leyes de estímulo posteriores a la II Guerra Mundial que daban créditos baratos a los soldados, sólo se daban para la compra de vivienda en aquellos barrios con altas puntuaciones, de mayoría blanca.

 

Una investigación de la Universidad Johns Hopkins en Baltimore rescató documentos de varias constructoras y promotoras que confirmaban la sospecha de que dichas empresas seleccionaban exclusivamente residentes blancos para las áreas de nueva construcción. Estas políticas estuvieron en práctica desde 1893 hasta 1948.

 

Barrios como Sandtown-Winchester, donde vivía Freddie Gray, u Oldtown/Middle East, donde está situado el prestigioso hospital Johns Hopkins, presentan indicadores de desarrollo social y de salud similares a países en vías de desarrollo.

 

Comparando estos barrios con otros de la ciudad como Roland Park, las diferencias se hacen aún mayores; las tasas de criminalidad, pobreza y desempleo entre 20 y 30 veces mayores, renta media 5 ó 10 veces menor, con 1/6 de la población en libertad condicional (sin tener en cuenta los que están en prisión), 15 años de esperanza de vida menos y tres veces más mortalidad infantil.

 

(Cubadebate)

 

 

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