Este domingo 11 de abril tendrán lugar procesos electorales en Ecuador, Perú y Bolivia. Pese a la preocupación sanitaria existente por el sensible incremento de las tasas de decesos, las mayores desde el inicio de la pandemia, las autoridades decidieron seguir adelante y, de un lado, han implementado medidas de contención, al tiempo que se definieron protocolos biosanitarios para disminuir el riesgo de contagios entre los votantes. 

A este respecto, el comunicador y analista político venezolano Miguel Ángel Pérez Pirela expuso a la audiencia de Desde Donde Sea los escenarios esperados en las distintas contiendas. 

Así, refirió que en la segunda vuelta de los comicios presidenciales de Ecuador se vaticina empate técnico entre los dos candidatos, porque ninguno de los dos convence a los indígenas y la mayor parte del electorado es menor de 30 años; en Bolivia, el Movimiento Al Socialismo (MAS) se disputa tres departamentos con aspirantes que pertenecían a sus filas y en Perú se imponen la desmotivación y el desencanto ante las élites de distintas índoles, por lo que analistas no temen augurar que en un par de años estarán otra vez destituyendo o enjuiciando al presidente y asumiendo el Ejecutivo un miembro del Congreso.

Indígenas, jóvenes y abstencionistas: los verdaderos decisores de las elecciones ecuatorianas

Pérez Pirela indicó que el venidero domingo tendrá lugar la segunda vuelta entre el izquierdista Andrés Arauz y el derechista Guillermo Lasso. Arauz, respaldado por el expresidente Rafael Correa, se impuso en la primera vuelta con 32% de los sufragios, mientras que Lasso cosechó 19%, en medio de un empate técnico con el candidato «indigenista» Carlos «Yaku» Pérez que logró resolverse más de un mes después, cuando el Consejo Nacional Electoral rechazó la solicitud de impugnación de Pérez, que acabó perdiendo el segundo lugar con Lasso por 32.000 votos. 

Estos resultados, explicó, ya permitían vaticinar que lo obtenido en la primera vuelta resulta insuficiente para que alguno de los candidatos se impusiera cómodamente en el ‘ballotage’. 

El pronóstico parece estarse cumpliendo, puesto que diversas encuestas y análisis divulgados en cadenas como RT han proyectado un empate técnico entre Arauz y Lasso, con una consistente –pero pequeña– ventaja del primero sobre el segundo. Así, la encuestadora Market estimó 50% de las preferencias de votos a Arauz y 48% Lasso, lo que en términos prácticos equivale a unos 70.000 sufragios. 

De otra parte, reflexionó el experto, este escenario es todavía más comprometido para el correísmo, puesto que, en 2017, cuando presentó una candidatura unida –la de Lenín Moreno– obtuvo 39% en la primera vuelta y 51% en la segunda, mientras que Guillermo Lasso acaparó 28% y 48,8%, respectivamente. 

En pocas palabras, el correísmo creció 12% entre un evento y otra, mientras que el candidato derechista logró conquistar a 20% más de los electores y si ese escenario se replica en el presente, Guillermo Lasso será el próximo presidente de Ecuador, puesto que indígenas y estudiantes no están convencidos por ninguna de las propuestas, lo que hace difícil realizar algún pronóstico confiable.

Desde otro ángulo, en 2021 esta capacidad de crecimiento es clave, puesto que la votación disminuyó en la primera vuelta, en comparación con la elección de 2017. En la primera vuelta, los candidatos que pasaron a la segunda vuelta acumularon globalmente 4,8 millones de votos, mientras que 5,7 millones de electores no optó por ninguno de los dos, razón por la cual el abstencionismo se erige como una de las fuerzas decisoras en este proceso electoral. 

De otra parte, el también director de LaIguana.TV refirió que la mitad del electorado ecuatoriano tiene menos de 30 años, pero ninguno de los candidatos tiene la certeza de poder conquistarles en la segunda vuelta. 

Lasso, conservador, neoliberal y cuya imagen acusa desgaste, ha apostado por bajarse de las tarimas, sentarse en mesas redondas con estudiantes y mujeres y proyectar una imagen fresca a través de la plataforma TikTok. 

Por su parte, Andrés Arauz, aunque joven –35 años– no ha conseguido identificación entre sus pares, pero tampoco entre los indígenas, con quienes el correísmo ha tenido una relación muy tensa. 

Para superar estos escollos, el candidato izquierdista ha tratado de despolarizar el discurso en torno a la figura del expresidente Correa y desplazarlo hacia el neoliberalismo, en un intento por acaparar votos entre los indígenas, campesinos y populares que no le favorecieron en la primera vuelta, sin descuidar la base dura del correísmo, en sectores populares de la costa del país. 

En resumidas cuentas, todo parece indicar que voto indígena no es afín a ningún candidato  y la oferta electoral no convence a los votantes menores de 30 años, que son la mitad de todos los electores. 

Adicionalmente, detalló el experto, no puede dejarse de lado que en las elecciones de 2017 hubo altos niveles de abstención y en esta no se pronostican mejores, puesto que, además de lo antes descrito, ha de sumarse la pandemia, cuyos devastadores efectos sufrió la población ecuatoriana durante la primera ola, lo que sin duda constituye un factor de desmotivación para acudir a las urnas, dado el riesgo de contagio. 

En Bolivia, el MAS se enfrenta con antiguos copartidarios

En las elecciones regionales de Bolivia, Pérez Pirela comentó que los candidatos del partido Movimiento Al Socialismo (MAS), organización política a la que pertenece el actual presidente, Luis Arce, tendrá que enfrentarse con antiguos miembros de sus filas en tres de los cuatro departamentos. 

Adicionalmente, el gobierno boliviano deberá lidiar con la presencia de la misión de observación electoral internacional de la Organización de Estados Americanos (OEA), pese a que esta instancia orquestó un golpe de Estado contra el expresidente Evo Morales Ayma. 

Sobre el último punto, el analista destacó que el presidente del Tribunal Supremo Electoral de ese país, Salvador Romero, anunció que el plazo máximo para la entrega de los resultados del cómputo final es de una semana e indicó las misiones de observación electoral para definir los lugares y modalidades en los que desplegarán a sus observadores.

En los departamentos de Chuquisaca, Tarija y Pando se repetirá la votación para la elección de gobernadores, pues el pasado 7 de marzo ningún candidato alcanzó la mayoría de votos ni superó a su rival más cercano por más de diez puntos, condiciones estas necesarias para ser proclamados como ganadores, de acuerdo con la legislación vigente en ese país. 

Haciendo referencia a datos compilados por el portal France24, el comunicador señaló que Bolivia tiene 9 departamentos y tras el proceso del 7 de marzo, cinco de esas regiones eligieron a sus gobernadores, tres de los cuales pertenecen al MAS. 

En procura de otorgar mayor gobernabilidad a Arce, el MAS intentará imponerse en las cuatro regiones que le fueron esquivas en la primera vuelta, los departamentos de Chuquisaca, Tarija, Pando y La Paz, pues a pesar de haber conquistado 240 alcaldías en la primera vuelta, estas no están ubicadas en las principales ciudades.

El portal francés contextualiza que las elecciones se enmarcan en las tensiones de Bolivia con la OEA a raíz de la detención de la exgobernante de facto, Jeanine Áñez, sobre quien pesan acusaciones por terrorismo, sedición y conspiración en la causa denominada «golpe de Estado». 

De su parte, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) exhortó a las partes para que los comicios se desarrollaran en paz y atendiendo las medidas de seguridad para evitar contagios por COVID-19.

Como dato no menor, el partido gobernante rivaliza en tres departamentos con aspirantes provenientes de sus filas. En El Alto, pese a que es considerado bastión del MAS, el candidato masista perdió contra la expresidenta del Senado, Eva Copa, una antigua militante que ahora hace vida bajo las banderas de Jallalla, mientras que en La Paz, la disputa es entre los aymaras Franklin Flores (MAS) y Santos Quispe (Jallalla). 

Perú: la desconfianza en las élites y el presagio de nuevas crisis políticas

Para la realización de los comicios presidenciales del próximo 11 de abril, la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) definió una estrategia de voto escalonado para minimizar contagios por COVID-19, durante las 12 horas previstas para la jornada, que iniciará a las 7 de la mañana.

Así, ilustró el analista criollo, las personas vulnerables, como adultos mayores, personas con discapacidad o embarazadas, deben ir a votar entre las 7 y las 9 de la mañana y luego se establecieron horarios específicos en función del último dígito del documento de identificación, el DNI, que han sido ampliamente difundidos por los medios. 

Con estas elecciones, explicó, se trata de poner fin a la inestabilidad política que sacude al país desde la destitución del expresidente Martín Vizcarra el pasado mes de noviembre, pero, a juzgar por las estimaciones de las encuestas, ninguno de los 18 candidatos tiene una intención de voto que permita pronosticar un resultado, al punto tal que el más popular apenas acumula el 10% de la intención de voto.

A lo antes dicho se suma que la pandemia impuso serias limitaciones al desarrollo de la campaña e inclusive, cuatro candidatos se contagiaron de COVID-19. 

Este desalentador panorama fue interpretado por diversos analistas peruanos, cuyos aportes recuperó Miguel Ángel Pérez Pirela para ofrecer a la audiencia un croquis de las implicaciones del escenario vaticinado por las encuestadoras. 

Con ese propósito, citó extensamente pasajes de un artículo publicado por el periodista Daniel Salazar en The Washington Post, quien narrando en primera persona, aludió a datos concretos a partir de los cuales solamente es posible concluir que falta mucho para encontrar la salida en el largo túnel de inestabilidad política por el que atraviesa la nación andina. 

En este punto, Pérez Pirela aludió a una pregunta que se formulara Salazar y que, en su juicio, apunta al meollo de la situación: «¿se puede culpar a a los peruanos por no esperar nada de las élites que los gobiernan o controlar a las instituciones que guían los designios del país, ya sea desde la academia, el mundo de los negocios o la prensa?». 

Según él, estas élites «que, pese a verse a sí mismas como líderes de opinión y presentarse como periodistas o analistas, hacen las veces de asesores en las sombras de candidatos y presidente; élites que pagan en Perú un canal de televisión dedicado a promover fraudulentamente el uso del medicamento Ivermectina y a organizar agasajos camuflados de entrevistas a sus candidatos presidenciales favoritos».

Por otro lado, puntualiza que «Perú es un país donde la corrupción es considerada el principal problema (60,6%) frente a la delincuencia, con 41,8%, según el reporte del INEI y uno de los moderadores del debate presidencial oficial fue un periodista conocido por trabajar manejando temas para la comunicación de Odebrecht. 

Recordemos que Odebrecht es responsable del mayor escándalo de corrupción en América Latina en los últimos años y en el Perú se ha tratado de muy bajo perfil, pero ha traído abajo a un presidente y ha puesto a otros tres bajo la mira, además de a dos alcaldes de Lima, una candidata presidencial y a varios de los principales empresarios del país. 

En Perú, las élites hablan de defender el modelo, pero viven ajenas a los mínimos de transparencia, responsabilidad y rendición de cuentas que exige cualquier sociedad democrática medianamente funcional», concluye el periodista peruano.

Para complementar lo dicho, el analista político puntualizó que la politóloga de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Kathy Cegarra Díaz, coincide en esta lectura –la de Salazar– y agrega algunos elementos como la desigualdad, que divide a la población en sectores más y menos afectados, por lo que asegura que «buena parte de la ciudadanía está pensando más en sobrevivir que en votar». 

Desde su punto de vista, la proyección más preocupante es la del Congreso. En el caso de exongresistas, la elección se define el mismo 11 de abril y como lo exige la Ley de Organizaciones Políticas, cada partido deberá pasar el mínimo del 5% de votos a nivel nacional para hacerse de un lugar en el hemiciclo.

De acuerdo con los últimos sondeos publicados, el próximo Parlamento peruano se presenta aún más atomizado que el actual, con unos diez o doce partidos que podrían ganar escaños, lo que impacta directamente sobre la capacidad de maniobra del Ejecutivo, muy dependiente del Legislativo. 

Para concluir la edición, Pérez Pirela citó las reflexiones del analista peruano Gonzalo Banda Lazarte, quien al referirse acerca de la ultraatomización del parlamento, precisa: «esto es como un ‘déjà vu’: pareciera que los congresos peruanos entran cada vez más fraccionados, elección tras elección y eso lleva, de manera muy válida, a pensar en nuevas crisis. Esa película ya la vimos y termina con presidentes que tienen que ceder ante la presión del Congreso. Si un Congreso como los pasados ya era malo, imaginemos un Congreso con diez o doce bancadas: eso es ingobernable. ¿Con quién se podría aliar el presidente electo para tomar decisiones y gobernar, si hay diez o doce segmentos en el Congreso?».

(LaIguana.TV)