En la más reciente edición del viernes filosófico en Desde Donde Sea, Miguel Ángel Pérez Pirela conversó sobre la apatía política con el profesor Nahuel Michalski, filósofo argentino asentado en la ciudad de Bariloche interesado en la Filosofía Política contemporánea que difunde saber filosófico a través de las redes sociales. 
 
La tensión entre las audiencias digitales y la producción de contenidos de calidad
 
Para antes de entrar en materia, Michalski inquirió acerca de la conformación del equipo que hace posible la difusión de contenidos en LaIguana.TV, a lo que Pérez Pirela respondió que el esfuerzo había partido de la premisa que la comunicación cambió y la existencia de plataformas 2.0 hace posible transmitir información relevante y debates con contenido sustantivo, para lo que tuvo que estructurarse un equipo con habilidades de diseño, redacción y manejo de tecnologías. 
 
De otra parte, destacó que el ecosistema digital impone la utilización de una narrativa distinta a la que era habitual en la comunicación cara a cara, muy especialmente en temas filosóficos, reservados hasta hace muy poco para cotos cerrados de especialistas, por lo que quien decide divulgar esta clase de contenido se mueve entre las complicadas aguas de hablar con la intención de ser oído, sin sacrificar por ello la calidad. 
 
Se trata, en su opinión, de «una filosofía de la ‘real politik'», pues hoy se pretende reproducir el agora en miles de personas y en una transmisión en vivo, cientos y hasta miles de personas acceden al contenido, lo que en cierta forma es un milagro, dada la hegemonía de los contenidos banales, suerte de tábula rasa con la que se pretende evaluar al resto. 
 
Michaski puntualizó que el pensador francés Jean Paul Sartre insistía en que el que un contenido fuera de muchos, no implicaba de modo alguno que este fuera mediocre y su interlocutor suscribió lo por él señalado y añadió que la acción de este filósofo en sus variadas formas –obras como el Ser y la nada, la literatura y hasta la venta de periódicos comunistas– pretendía democratizar el pensamiento de forma patética –del griego ‘pathos’, que significa «sentimiento fuerte»– y desesperada. 
 
La la apatía política como negación de la democracia
 
En función de la atracción de Pérez Pirela por el discurso sociopolítico y cultural más amplio que el que usualmente se ofrece desde la Ciencia Política o la Politología, el pensador argentino sugirió que justo charlaran sobre la apatía, la abulia y la despolitización. 
 
En parecer del venezolano, la apatía, que literalmente significa «sin-‘pathos'»– es una práctica esencialmente antidemocrática, si bien es vendida por el neoliberalismo y el capitalismo como lo opuesto, pero esta construcción que tiene su origen en la invitación de la Modernidad a desprenderse de la idea de Dios como universal y gestor absoluto de la vida, induce a los seres humanos a encerrarse en lo que Alexis de Tocqueville denominara «sus pequeños placeres vulgares», al margen de lo que sucede más allá de sí mismos.
 
De este modo, explicó, cuando la democracia se separa del ‘pathos’, se produce la apatía, ese encierro en los «pequeños jardines privados» tocquevilleanos donde, falsamente, se escapa a la política. 
 
La experiencia del sujeto político hoy
 
Desde el punto de vista de Nahuel Michalski, los aparatos teóricos de la Politología dejan de lado aquello que Walter Benjamin llamara la experiencia efectiva del sujeto. Anclado en ello, quiso saber cómo, en opinión de Pérez Pirela, se produce la experiencia del sujeto político en la actualidad. 
 
El también director de LaIguana.TV aseguró que en la actualidad, muchos pensadores han optado por separar, por la vía del desencuentro, el «yo» del «nosotros» contenido en la noción aristotélica de ‘zoon politikón’, que asumía la política como algo consustancial a la humanidad. 
 
A su parecer, se trata de un falso debate soportado en las lógicas individualistas surgidas en la la Modernidad, según las cuales es posible un individuo desafectado por lo político y que incluso se puede elegir entre ser o no político, mas esta tesis, que juzga equivocada pretende dejar de lado que el lugar de la política es el lugar del yo, que no puede separarse de su naturaleza política.
 
Para ilustrar hasta que punto las teorías que el liberalismo contemporáneo ha elaborado y defendido, son una falsificación, aludió a la pandemia, una situación que obliga a muchos individuos a mantenerse encerrados en sus casas y a gestionar amplias facetas de sus vidas a través de la tecnología, sin que ello signifique en lo absoluto la claudicación de espacios y mecanismos que le procuren alguna relación con la alteridad. 
 
La cultura del narcisismo, refirió, Christopher Lasch sostiene que el problema no es que el individuo sea individual, egoísta o autónomo, pues se trata de algo que siempre lo ha querido y, en su lugar, asegura que estas caracterizaciones son asumidas como imperativos categóricos dentro del sistema capitalista, aunque, como ha dejado al descubierto la crisis del coronavirus, se trate de elaboraciones falaces que no resisten el juicio de la realidad. 
 
Los cuestionamientos acerca de la conveniencia aparente de la despolitización
 
Al ser interrogado acerca del por qué surgen aserciones como «yo no soy político» o críticas acerca del abordaje de temas políticos en las escuelas, Pérez Pirela explicó que las raíces de esta posición son una herencia de la Modernidad, que intentó de reivindicar al individuo «libre» de su tiempo frente al individuo presuntamente aplastado del Medioevo. 
 
Recordó que en ese tiempo, el individuo y su cosmovisión estaban aplastado por la Iglesia Católica y su proyecto de reivindicar la existencia de un sujeto universal, que al ser obra hecha a semejanza de Dios, tenía la posibilidad de trascender tiempo y espacio para ser, a pesar de que ha quedado suficientemente demostrado que este discurso escondía una gran hipocresía, porque mucho del legado que se difundió como propio, pertenecía a otras culturas, de manera especial, a la árabe. 
 
Así, explicó, en su empeño por hacer comprender el individualismo como forma distintiva frente a la sujeción medieval, la Modernidad lo impuso como imperativo consustancial al accionar concreto de los seres humanos. 
 
Las expresiones discursivas del neoliberalismo y del neofascismo 
 
En intercambio de roles, Pérez Pirela pidió a Michalski que explicara la idea de «presión colectiva» como antítesis de los derechos individuales previamente referida por él. 
 
Ante esto, respondió que idea de la presión colectiva que está siendo encauzada por neoderechas que se presentan a sí mismas como representantes del ultraliberalismo, extrae su fuerza discursiva de los fascismos y totalitarismos del siglo XX, pues están instaladas en lo que Cornelius Castroriadis le dio por llamar imaginario instituido, es decir, categorías inconscientes en las que nadie piensa demasiado a menudo, porque se encuentran plenamente asimiladas en el discurso dominante. 
 
Por eso, aunque se ignore la diferencia entre la libertad positiva y la negativa, todo el mundo quiere ser libre y, siguiendo a Michel Foucault, el poder instrumentaliza ese deseo y construye narrativas falaces eficaces, que apuntan a la catalogación de la presión colectiva como algo externo, que irrumpe sobre la individuación para cercenarla. 
 
De su lado, apuntando hacia la noción de libertad, Pérez Pirela disertó en torno a dos situaciones de actualidad: las protestas anticonfinamientos que han protagonizado los jóvenes europeos y la propaganda neoliberal en que podría considerarse el país más proteccionista del mundo.
 
En relación con el primer punto, precisó que como generación, los jóvenes europeos han tenido que enfrentarse a problemas económicos derivados de su imposibilidad de contar con un empleo, pese a tener, en no pocos casos, altísimos niveles de cualificación. Al mismo tiempo, añadió, sus perspectivas políticas son escasas, pues desconfían de los partidos tradicionales cuyo discurso permanece anquilosado y ven en los nuevos partidos de ultraderecha, generalmente encabezados por personajes jóvenes y atractivos, con gran trabajo de marketing por detrás, una posible respuesta a sus crecientes demandas insatisfechas. 
 
En el marco de la crisis pandémica, estas personas, que se beneficiaron de la existencia de un Estado de bienestar fuerte que les garantizó asistencia sanitaria y educación gratuita del más alto nivel, hoy desdeñan de toda intervención estatal y defienden su derecho a protestar en nombre de sus libertades individuales y de su autonomía personal, aunque su actuación implique el perjuicio de muchos otros. 
 
Justamente por eso, desde su punto de vista, antes de liberal, su discurso es egocéntrico y narcisista y un efecto indudable de la imposición del individualismo como un imperativo categórico. 
 
De otra parte, aludió a la hipocresía de los Estados Unidos con respecto a las banderas del neoliberalismo: Estados mínimos, ausencia de nacionalismos y liberalismo económico e individual sin prácticamente límite alguno.
 
Empero, aunque puertas afuera Washington defiende el neoliberalismo y promueve acciones como los separatismos para debilitar a Estados cuyos gobiernos no se ajustan a la medida de la Casa Blanca, aguas adentro, la situación es muy distinta: muros fronterizos, banderas ondeando en cada esquina y una exaltación de la figura presidencial, que a menudo roza con lo heroico. 
 
 

(LaIguana.TV)