En esta edición del Desde Donde Sea Filosófico, motivado por los acontecimientos más recientes en Colombia, donde el Estado ha reprimido duramente manifestaciones antigubernamentales detonadas por la dura situación económica que ha dejado la pandemia, Miguel Ángel Pérez Pirela intentó responder a la pregunta: ¿por qué el pueblo se somete a la servidumbre voluntaria? a partir de las ideas del filósofo renacentista Étienne de La Boétie (1530-1563)
 
Este autor, a pesar de haber vivido solamente 33 años, legó un libro que, a su juicio, es fundamental, aún en el presente, intitulado De la servidumbre voluntaria. 
 
El sugerente título, en su opinión, contrasta con la noción extendida de que toda servidumbre parte de una violencia física, en una opresión, –piénsese por ejemplo en la dialéctica del amo y el esclavo que definiera Hegel o en las ideas de Marx–, agregó. 
 
Así, explicó Pérez Pirela, De La Boétie sostiene que los pueblos y los individuos se someten a otro –el tirano–, no a partir de una servidumbre obligada por la violencia de las armas, sino que lo hace voluntariamente, lo que implica que, de algún modo, en el pueblo existe un germen del sometimiento voluntario al tirano.
 
Adicionalmente, apuntó que la línea de pensamiento que abrió este pensador francés sentó las bases del anarquismo y abrió un debate aún no concluido dentro de la Filosofía Política contemporánea, que inclusive se extiende a los terrenos de la Antropología Política, específicamente en reflexiones como las que se encuentran en La sociedad contra el Estado, libro de la autoría de Pierre y Heléne Clastres.
 
Con base en sus investigaciones de los modos societales de los yanomami que habitan la Amazonía venezolana y brasileña, estos antropólogos definen dos modos de vida: la organización estatal, moderna, que se soporta en el aplastamiento de la libertad individual –véase Hobbes, por ejemplo– y otra no estatal, lo que se asemeja al planteamiento de La Boétie, en el que el relacionamiento del individuo está fundamentado en el aplastamiento por el tirano. 
 
Las preguntas que guían la reflexión de De La Boétie y su contexto de enunciación
 
El también director de LaIguana.TV precisó que para cuestionar el fenómeno de la sumisión voluntaria, De La Boétie realizó un ejercicio teórico de lucha contra el autoritarismo a partir de preguntas como: ¿por qué existe la servidumbre voluntaria en fuerza mayor que la amistad entre los hombres? ¿Por qué la relación tiene que ser de servidumbre, de dominación? ¿Por qué esa lógica amo-esclavo signa toda relación humana? ¿Por qué el deseo de libertad del individuo llega a aceptar la figura del Estado aunque sea opresora? y, en última instancia, ¿por qué el pueblo forja sus propias cadenas? 
 
En su criterio, no puede dejarse de lado que Étienne de La Boétie responderá a estas interrogantes desde su posición de hombre del Renacimiento, tiempo histórico en el que se pone pone al centro de la discusión al Hombre, se retoman las ideas clásicas –griegas y latinas– en un marco de gran erudición, aparecen nuevos inventos y se produce una explosión en el arte. 
 
Tampoco puede ignorarse, como signo epocal, que La servidumbre voluntaria es un texto contemporáneo de El Príncipe (Maquiavelo), cuya función ha sido ampliamente discutida por historiógrafos, algunos de los cuales aseguran que estas obras fueron escritas con un interés deliberadamente político, es decir, para que se divulgaran en el pueblo, aprovechando la invención de la imprenta, cuyo papel en la difusión del conocimiento dentro de Europa es incuestionable. 
 
Las trayectorias que apuntan hacia la respuesta sobre la servidumbre voluntaria
 
En relación con el camino de la respuesta que traza De La Boétie, Pérez Pirela puntualizó que si se asume que la libertad es inherente al ser humano, es inevitable que se ponga en cuestión que los individuos otorguen poder a otros y se sometan al conjunto de sus normas y leyes. 
 
Justamente este cuestionamiento hizo preguntarse al autor francés si siempre es necesario someterse al poder político o, desde otro ángulo, si una sociedad que carezca de poder político es regulable. 
 
En este punto, advirtió que cuando De La Boétie alude al poder político, se refiere a la vigilancia, que opera permanentemente en el seno de la sociedad ante el temor de la aparición de cualquier poder exterior a ella, un aspecto que sería precisado y detallado contemporáneamente por Michel Foucault en su concepto de biopoder. 
 
De este modo, en su opinión, las ideas de Étienne de La Boétie se erigieron como un paradigma Moderno contra el autoritarismo, pues sostendrá que el deseo de libertad contra un poder implica en sí mismo un deseo de vigilancia constante de ese mismo poder, puesto que los seres humanos nacemos en una cultura de la opresión, en la que el sometimiento voluntario está determinado por la educación que se le inculca a los pueblos. 
 
Por otra parte, si el pensador renacentista aseguró que «los tiranos solo son grandes y fuertes por el motivo único que nosotros estamos de rodillas frente a ellos», entonces cabe preguntarse por qué obedecemos al tirano. 
 
«Porque nacemos ya en la servidumbre. Todas las cosas que aparecen como naturales al hombre, son aquellas que en realidad nos acostumbraron desde la infancia», responderá en primera instancia De La Boétie. O, lo que es lo mismo, pero expresado de manera más sintética: «la primera razón de la servidumbre voluntaria es la costumbre». 
 
Más precisamente, en De la servidumbre voluntaria, sostiene que «los hombres que fueron criados en la sumisión, se acostumbran a la sumisión misma. Sus ancestros también fueron sumisos. Los hombres que fueron criados en la servidumbre, se contentan en vivir así como nacieron. Hay entonces que tener piedad de aquellos que jamás conocieron la libertad y que ni siquiera oyeron hablar de la libertad. Quienes no han sabido de la libertad, no se dan cuenta de lo malo que es ser esclavos. Lo peor es que no nos podemos quejar ni siquiera de una libertad que no conocemos», citó extensamente Pérez Pirela. 
 
Empero, si bien la reflexión anterior explica por qué los hombres viven en esclavitud, no explica por qué los hombres se convierten en esclavos, que es acaso la pregunta central de la reflexión de De La Boétie, destacó. 
 
En todo caso, cuando el autor hace referencia a la esclavitud, no alude necesariamente a la captura y sometimiento de pobladores que luego serían trasladados para trabajar duramente en los enclaves coloniales europeos, sino que apunta hacia los fangos de la subjetividad humana, signada por esclavitudes de toda laya, que en tiempos contemporáneos están acompañadas de declaraciones sobre la libertad del ser humano. 
 
«Somos esclavos de tiranos que aseguran que estamos en democracia, somos esclavos de instituciones sociales de las que no logramos liberarnos en toda la vida –matrimonio, familia, Estado, democracia–, e incluso puede pensarse que somos libres porque nos dejan votar», ejemplificó Pérez Pirela.
 
Retomando las trayectorias que recorre Étienne de La Boétie para determinar el por qué los hombres se convierten en esclavos, destacó que si bien la primera respuesta el autor apunta al establecimiento de la esclavitud por costumbre, en la segunda dirá que alguien sometido a un tirano se convierte en miedoso cuando se pierde la libertad, pues al perder esta, se pierde la valentía. 
 
De esta manera, puntualizó que para el autor, libertad y valentía –entendida esta como la capacidad de resistirse, de decir «no»– son pares indisolubles, por lo que cuando «deja de sentirse el fuego de la libertad, que hace despreciar –o relativizar– incluso el peligro», se abandona la búsqueda de la muerte digna y se cede el paso a la cobardía, terreno en el que se asienta la servidumbre. 
 
Así las cosas, para De La Boétie, el Hombre se complace de esta servidumbre y descubre en ella el placer. «Si los hombres no desprecian la servidumbre, es que en el fondo, la desean», apunta, de donde se desprende que la servidumbre solo existe porque es voluntaria.
 
En su opinión, la tiranía es una especie de cáncer que gangrena el cuerpo social. De esta manera, «los pueblos son siempre desconfiados de quien les ama, de quien les hace bien, pero los pueblos siempre se muestran simples ante quienes los engañan». 
 
Sin embargo, para que la institución de la servidumbre se mantenga, el tirano debe valerse de «drogas sociales», de espejismos distintos que permitan recrear el deseo de la servidumbre voluntaria, tal y como lo hicieran los antiguos romanos, que desarrollaron estas coerciones en el más alto nivel, por medio de banquetes privados y públicos muchas veces al mes. 
 
«El tirano, en la antigua Roma, repartía harina, repartía vino y el pueblo estaba agradecido, sin saber que el dinero con el cual se hacían esos regalos eran del pueblo mismo y que los tiranos simplemente se habían apropiado de él. Lo más irónico es que la muerte del tirano causa en el pueblo disgusto, visto que se recordaba de las fiestas públicas, de la harina y el vino que él les regalaba», explica De La Boétie en De la servidumbre voluntaria.
 
A los tiranos no hay que combatirlos, basta con no obedecerlos
 
En cualquier sociedad, es claro que quienes tienen mayor margen para ejercer el poder, son muchos menos que aquellos que sufren sus efectos. Si se habla de la tiranía, el pueblo, aún más numeroso que el tirano, tendría teóricamente la capacidad de derrumbarlo, pero esto no suele suceder a menudo. 
 
Con base en esta premisa, De La Boétie se preguntó qué es lo que protege al tirano, qué es aquello que lo perpetúa. En primer término, aseverará que su protección no depende del ejercicio de la violencia armada, sino que esta es solamente un mecanismo para mantener a las masas alejadas de él, porque, aunque lo quisiera, el tirano no podría detener a un pueblo armado. 
 
Visto de esta manera, el tirano asegura su seguridad con las pocas personas a las que les da escucha. 
 
«Son siempre cuatro o cinco personas quienes mantienen al tirano, cuatro o cinco que tienen a todo el país servil», dice De La Boétie. Estos serían sus cómplices y conforman una estructura de pirámide, pues de cada uno de ellos depende otro conjunto mayor, situación que se replica sucesivamente hasta llegar a la base, conformando de este modo un sistema piramidal de vigilancia en el que todos los grupos y estados de la pirámide, los miembros sufren de la maldad del tirano. 
 
Esta última aserción es la que permite que, por lo general, se cumpla que «el pueblo acusa más rápidamente a los cercanos del tirano que al tirano mismo», a quien se le perdonan los fallos.
 
Con todo, como la De La Boétie entiende la servidumbre como un asunto voluntario, entonces es posible librarse del tirano. Empero, la respuesta que ofrece, aunque fácil de comprender, resulta muy difícil de aplicar: «No hay ni siquiera que combatirlo, basta solo de dejar de obedecerlo. Basta con no darle nada, basta con no hacer nada con él, pero tampoco contra él». 
 
En la práctica, explicó Pérez Pirela, se invita a ignorarle, a no combatirlo de modo alguno porque esta acción legitima su poder, en tanto al reconocérsele como adversario, se le reconoce como alteridad, puesto que, queriéndolo o no, trabaja para sus placeres, para su seguridad y lo alimenta. 
 
Por esto, dijo para concluir, De La Boétie sentencia que «si el pueblo deja de sostenerlo, el gigante va a caer como un gran Coloso, porque los pies del tirano son el pueblo», puesto que es su obediencia la que lo estructura como tirano. 
 

(LaIguana.TV)