«Las cosas, por sabidas, se olvidan». Con esa premisa desarrolló el filósofo y comunicador venezolano Miguel Ángel Pérez Pirela la edición 308 de su programa Desde Donde Sea, dedicada en esta ocasión a mostrar que el conocer verdades escandalosas –a menudo acalladas por las corporaciones mediáticas–, no se traduce en cambios sustanciales en los modos de operación de Estados Unidos y otras potencias. 
 
Asimismo, en el tramo final de la emisión, el experto usó el caso del fundador de Wikileaks para ilustrar cómo sigue en marcha el proyecto histórico del fascismo: acallar el pensamiento, tal y como ocurrió hace casi un siglo atrás cuando un tribunal italiano condenó al intelectual marxista Antonio Gramsci. 
 
A diez años de Wikileaks, nada ha cambiado 
 
Pérez Pirela refirió que hace 10 años, Wikileaks publicó un tramo de 779 archivos secretos de la prisión militar de Guantánamo administrada por Estados Unidos, que revelaron la existencia de una red mundial de detenciones arbitrarias adelantada en nombre de la fraudulenta «Guerra contra el Terrorismo» iniciada por George W. Bush en 2002. 
 
Forzadas por las circunstancias, las autoridades estadounidenses reconocieron que las autoridades estadounidenses estaban encarcelando a miles de personas procedentes de Asia Central, Oriente Medio, África del Norte y otros lugares del mundo, a pesar de que sabían que no eran culpables de ningún delito terrorista e incluso, de ningún otro crimen.
 
Según consta en los documentos difundidos por Wikileaks, estos prisioneros fueron víctimas de una nueva frontera sin ley, en el que las personas eran capturadas –a menudo tras haber sido vendidas a la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA, por sus siglas en inglés) por las autoridades locales–, recluyéndolas en secreto en prisiones de «sitio negro» y transportadas al otro lado del mundo, donde permanecían detenidas indefinidamente en la prisión de la Bahía de Guantánamo, que en 2011 ya se había convertido en sinónimo de tortura estatal. 
 
De esta manera, explicó, tras «cuatro comunicados importantes», Washington acusó al fundador de Wikileaks, Julian Assange, amparándose en a Ley de Espionaje, destacando el hecho de que «es la primera vez que se aplicó una legislación draconiana contra un editor».
 
Aludiendo a la versión oficial, relató que los fiscales estadounidenses que buscan la extradición de Assange en Gran Bretaña sostienen que «el crimen» de exponer el régimen de detención ilegal de su gobierno, debería ser castigado con hasta 40 años de prisión en una instalación de máxima seguridad, con condiciones análogas a las de Guantánamo. 
 
Recordó, asimismo, que estas acciones siguieron a las publicaciones relativas a los registros de guerra en Irak y Afganistán del Ejército de Estados Unidos, que dejaron al descubierto la comisión de miles de asesinatos ilegales y violaciones de derechos humanos, así como 250.000 cables diplomáticos que revelan golpes de Estado, operaciones ilegales de vigilancia y otros muchos abusos de derechos humanos en todo el mundo. 
 
Además, puntualizó que los archivos fueron proporcionados a Wikileaks por Chelsea Manning, «la valiente denunciante del Ejército estadounidense», cuya hazaña le valió el encarcelamiento durante casi siete años en condiciones de tortura, según asegura la ONU, bajo la administración Obama, y aunque finalmente fue liberada, fue detenida nuevamente por la administración Trump, en un intento fracasado por obligarla a dar un falso testimonio contra Assange. 
 
En ese orden, precisó que la administración de Obama, en la que el actual presidente estadounidense, Joe Biden, sirvió como vicepresidente, fue tan hostil a la publicación de archivos sobre Guantánamo como a las publicaciones anteriores de Wikileaks. 
 
Concretamente, aludió al comunicado del entonces presidente estadounidense aparecido en el diario The New York Times, en el que declaró que los documentos habían sido «obtenidos ilegalmente y permanecían clasificados».
 
En el mismo texto se informó que el gobierno estadounidense había informado a los abogados de los detenidos en Guantánamo que tenían prohibido teclear en cualquiera de los archivos, incluso después de haberlos publicado en el internet. 
 
El también director de LaIguana.TV destacó que en 2008, en su campaña por la reelección, Obama se comprometió en cerrar Guantánamo, algo que todavía no sucede. Tres años después, en 2011, Guantánamo seguía en uso y Obama intensificaba la guerra ilegal de Estados Unidos en Afganistán y abría nuevos frentes en Medio Oriente y el norte de África, incluyendo Siria y Libia. 
 
A su juicio, una conclusión irrefutable que se desprende de lo divulgado por Wikileaks, es que se demostró que todo Guantánamo tiene una infraestructura fundamentalmente defectuosa y que solo unas pocas docenas de prisioneros están genuinamente acusados de implicaciones terroristas. 
 
«Hay pocos terroristas demostrados allí. El resto son hombres y niños inocentes que han sido apresados por ‘error’ o que son soldados de infantería talibanes ajenos al terrorismo. En Guantánamo podría estar usted, podríamos estar nosotros, podría estar cualquiera, porque no hay que ser terrorista demostrado con un juicio, o al menos sospechoso de serlo para estar allí. Basta que alguien pueda ser simplemente un testigo –cercano o lejano– de un terrorista o de un acto de terrorismo, según los Estados Unidos, alguien que pueda dar una información sobre el terrorismo a los Estados Unidos para que los encierren», ilustró al respecto. 
 
En todo caso, redondeó que los archivos –que incluyen entrevistas, evaluaciones e informes de inteligencia sobre los prisioneros preparados por la Fuerza de Tarea Conjunta de Guantánamo del Pentágono entre 2002 y 2009– proporcionaron la anatomía de un crimen colosal perpetrado por el gobierno de los Estados Unidos contra 779 prisioneros que, en su mayoría, no son ni han sido nunca los terroristas que el gobierno de Estados Unidos quisiera que creyéramos que son. 
 
Empero, este ‘modus operandi’ no ha sido siempre así, sino que comenzó con el siglo, más específicamente con presunta «lucha contra el terrorismo» que emprendieran las sucesivas administraciones estadounidenses, tras la caída de las Torres Gemelas en 2001. 
 
Entonces surgió «esta voluntad manifiesta de Estados Unidos de profundizar aún más su rol de gendarme universal» en donde los grupos adversos a la Casa Blanca o a sus gobiernos acólitos en el orbe, son tildados de entrada como «terroristas» y atacados como tales. 
 
Desde su punto de vista, Guantánamo tiene todo que ver con esta construcción semántica según la cual, el terrorismo autorizaría a los Estados Unidos y a potencias como Gran Bretaña o Francia para actuar impunemente en todo el planeta. 
 
Para ejemplificar este accionar forajido, recuperó el caso del camarógrafo de Al-Jazeera, Samid A-Haq, quien fue arrestado en Pakistan y retenido en Guantánamo durante seis años. 
 
Según los archivos, el propósito de su encarcelamiento era obligarlo a «proporcionar información sobre el programa de capacitación de la red de noticias Al-Jazeera, el equipo de comunicaciones y las operaciones de recopilación de noticias en Chechenia, Kosovo y Afganistán», situación que, con pocas variantes, se repitió en miles de detenidos, quienes fueron arrestados después de haber sido vendidos a la CIA por terceros a cambio de dinero en efectivo y luego retenidos indefinidamente por Estados Unidos, en un intento por convertirlos en informantes. 
 
Como parte de la operación para justificar el continuo encarcelamiento de personas, Pérez Pirela comentó que los carceleros cultivaron un conjunto de fuentes en Guantánamo que supuestamente les proporcionaron «pruebas» contra cientos de otros reclusos. 
 
Las víctimas, añadió, incluían a ciudadanos de naciones aliadas a Estados Unidos, incluso a ciudadanos británicos y, de acuerdo con los archivos, casi una centena de presos quedó padeciendo graves trastornos psiquiátricos, como resultado de los tratos brutales a los que fueron sometidos.
 
De esta manera, señaló para redondear esta idea, las publicaciones de Wikileaks galvanizaron la hostilidad popular hacia las guerras neocoloniales en Medio Oriente y Asia Central, así como los ataques a los derechos democráticos, en tanto expusieron no solo la criminalidad de George W. Bush, sino la de Obama, Biden, y la países aliados como Gran Bretaña o Australia. 
 
Para explorar otra arista del caso, Miguel Ángel Pérez Pirela subrayó que en su día, los medios buscaron ahogar el impacto de las revelaciones de Wikileaks, asentándose en las declaraciones infundadas de los prisioneros que figuran en los archivos en las que se cuentan historias sobre el alcance global y las ambiciones de Al-Qaeda, aunque algunas de esas confesiones hayan sido obtenidas «evidentemente bajo coacción».
 
A este respecto, mencionó que en 2011 el diario New York Times, que previamente se había asociado con Wikileaks, ya mostraba entonces una posición decididamente contraria, uniéndose a la campaña que avanzaban las agencias de inteligencia estadounidenses en contra del sitio y de su editor en jefe, Julian Assange. 
 
Diez años después, los archivos no han perdido relevancia, porque continúan las guerras lideradas por Estados Unidos en todo el mundo y Guantánamo sigue de puertas abiertas. Del mismo modo, el brutal ataque a los derechos democráticos con el que se asocia a Guantánamo, se está expandiendo en la medida que todo el mundo responde a la creciente oposición social a través de formas autoritarias de gobierno, como puede apreciarse en países de América Latina. 
 
Por ello, dijo para cerrar este punto, si se quiere entender muchos de los desmanes que actualmente cometen los Estados Unidos, Israel, Gran Bretaña e incluso, países latinoamericanos como Colombia, hay que desempolvar el caso Wikileaks que ha sido, como tantos otros, silenciado.
 
Los ‘Panama Papers’: la investigación que reveló que la CIA se financia con el narcotráfico
 
En opinión de Pérez Pirela, los ‘Panama Papers’ ilustran perfectamente cómo verdades escandalosas –convenientemente acalladas por los medios tras su divulgación–, no se traducen en sanciones concretas para los responsables de graves crímenes.
 
En este caso, la investigación periodística conocida en español con el nombre de ‘Los Papeles de Panamá’ reveló en 2016 la existencia de una enorme trama de evasión fiscal internacional en la que estaban implicadas muchas élites adineradas del más alto nivel.
 
El escándalo, recordó, fue tal que produjo «encarcelamientos masivos y a una profunda revisión de los sistemas penales y legales» en muchas naciones, «tras ser publicados inicialmente en 109 medios de comunicación de todo el mundo».
 
De todo lo expuesto, se recuerda muy particularmente que salió a la luz que la CIA financiaba sus propias operaciones en el extranjero a través de programas secretos de tráfico de drogas, ello con el propósito de eludir la supervisión de los órganos electos.
 
Tras el barullo, desde Washington se aseguró que gran parte del organismo fue disuelto o disuelto, si bien esto no ha podido corroborarse plenamente. 
 
El caso, de los muchos que fueron comunicados, cobra especial relevancia, al menos desde su óptica, porque una de las metodologías fundamentales que utiliza los Estados Unidos para atacar, bloquear, invadir o desestabilizar países es acusarlos de narcoestados.
 
Estados Unidos y Alemania espiaron durante décadas a otros países
 
Hay quien sostiene, apuntó el filósofo venezolano, que cuando se alude a eventos acaecidos en fechas como 2002, 2009 o incluso 2016, se está haciendo referencia a un pasado remoto que poco tiene que ver con el aquí y el ahora. 
 
Sin embargo, para despecho de quienes se apoyan en esa tesis, refirió que en 2020, durante el confinamiento más severo por la pandemia de COVID-19, el diario estadounidense The Washington Post destapó el mayor escándalo de espionaje de la CIA, que junto con el Servicio Federal de Inteligencia de la entonces Alemania Federal, «leyó durante décadas las comunicaciones cifradas de aliados y adversarios». 
 
En ese sentido, detalló que en estas revelaciones quedó claro que la agencia llevó a cabo este espionaje a través de Crypto AG, compañía suiza que tras construir máquinas de comunicaciones en la Segunda Guerra Mundial, pasó a prestar servicios a la CIA y a más de 120 países, incluyendo Irán, India, Pakistán, El Vaticano y algunos países de América Latina. 
 
Pero lo que no sabían esos clientes es que Crypto AG era propiedad de la CIA y del Servicio Federal de Inteligencia de Alemania Occidental –acaso uno de los secretos mejor guardados de la Guerra Fría, aseveró el Post– y manipuló los dispositivos para escuchar las comunicaciones más secretas de 120 países.  
 
De acuerdo con el diario, la CIA consideraba este secreto como su jugada maestra, pues los gobiernos extranjeros estaban pagando un buen dinero a Estados Unidos y Alemania Occidental para que sus comunicaciones más secretas fueran leídas por al menos dos –y probablemente hasta cinco o seis países– extranjeros.
 
Específicamente, desde la década de 1970 se aplicaba un minucioso espionaje de las comunicaciones de sus clientes, si bien el Servicio de Inteligencia alemán abandonó el procedimiento a inicio de 1990, al considerar que implicaba demasiados riesgos.
 
En contraste, la investigación comprobó que la CIA continuó con el espionaje hasta 2018, año en el que la agencia vendió sus acciones de Crypto AG, puesto que su importancia en el mercado de la seguridad cibernética era mucho menor que al que tuvo en los tiempos de la Guerra Fría. 
 
«En cada uno de los momentos en los que esas informaciones hicieron tanto ruido, el resultado fue siempre el mismo: no pasó nada. O, en todo caso, las consecuencias no fueron de la magnitud de los crímenes evidenciados», reflexionó Pérez Pirela.
 
A su juicio, esto sucede porque los principales medios de comunicación informan sobre determinados asuntos durante un tiempo muy breve –con Wikileaks o los ‘Panama Papers’, los medios internacionales terminaron silenciando estos graves asuntos–, salvo que estén pagados por alguien para hacer lo opuesto, como sucede en el caso de Venezuela, donde se ha demostrado, como denunciara la vicepresidenta Delcy Rodríguez, que se pagó a empresas para que construyeran matrices de opinión antigubernamentales, usando millones de tuits. 
 
En ese orden, indicó que LaIguana.TV y Desde Donde Sea perseguían romper ese círculo vicioso de la desinformación y de la sustitución en el discurso de los temas relevantes frente a los contingentes, e incluso, innecesarios. 
 
«A contrapelo y tomando en muchos casos riesgos importantes, nosotros desempolvamos verdades que han sido ocultadas, que son ocultadas, que son acalladas. En este andamiaje, en esta arquitectura comunicacional internacional, hay temas que toman gran relevancia incluso cotidianamente, como el caso de Venezuela, que al fin y al cabo sirven como especie de cortina de humo para acallar otros temas que nos atañen», aseguró. 
 
La amnesia conveniente de «la comunidad internacional» y Venezuela
 
En el espíritu de ilustrar cómo la amnesia conveniente de ciertos gobiernos sobre sus propias falencias o crímenes, es el sustrato sobre el cual se asientan señalamientos infundamentados, el analista citó extensamente una recopilación de denuncias y exigencias de personeros de la llamada «comunidad internacional» para con el gobierno de Venezuela que realizara el periodista e investigador francés Romain Mingus:
 
-El presidente Macron ordena al presidente Nicolás Maduro no reprimir a la oposición, pero se olvidó de las 3.200 detenciones y los 2.000 heridos vinculados a la represión contra los Chalecos Amarillos en el 2019 en Francia. 
 
-El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez osó dar ocho días al presidente Nicolás Maduro para convocar elecciones, pero olvidó que está en su puesto por una moción de censura y no por elecciones libres. 
 
-Trump se cansó de acusar a Nicolás Maduro de no ser legítimo por haber sido electo con tan solo 30,45% de los electores inscritos, pero olvidó que solamente 27,30% de los electores estadounidenses votaron por él. 
 
-El presidente colombiano, Iván Duque, vocifera contra la narcodictadura venezolana, pero olvidó que el 65% de la cocaína en el mundo está siendo producida en Colombia bajo los auspicios complacientes de las autoridades de este país. 
 
-El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, está preocupado por los Derechos Humanos en Venezuela, pero resulta que olvidó su declaración, donde califica como organizaciones terroristas a los movimientos sociales que se oponen a su política.
 
-En esta hipocresía planetaria, el expresidente de Argentina Mauricio Macri, se cansó de culpar a Nicolás Maduro de corrupto, pero olvidó que es su nombre el que precisamente aparece en la lista de los Panama Papers.
 
-En esta lista de la infamia del doble rasero internacional, Portugal cuestiona la crisis que empujó, según la ONU, al 7,2% de los venezolanos a migrar, pero olvidó que 21% de los portugueses tuvo que abandonar su país para vivir en el extranjero, según la misma fuente. 
 
-En este recuento de la doble cara internacional tenemos que hablar del Reino Unido, donde los dirigentes denuncian amenazas a la libertad de expresión en Venezuela, pero olvidaron que contribuyen a mantener retenido al periodista Julian Assange, sin ningún alegato jurídico real. 
 
-Bélgica se preocupa de la situación económica en Venezuela, pero olvidó que en Bruselas las empresas como EuroClear retienen 1.250 billones de dólares pertenecientes al Estado venezolano, afectando seriamente la disponibilidad financiera del país. 
 
De Antonio Gramsci a Julian Assange, el proyecto del fascismo es el mismo: silenciar el pensamiento
 
Pérez Pirela destinó la última sección del programa a reflexionar sobre la verdadera agenda tras el encarcelamiento injustificado de Julian Assange en el Reino Unido y las pretensiones que tiene Estados Unidos de extraditarlo para recluirlo, si posible de por vida, en una cárcel de máxima seguridad como Guantánamo.  
 
En primer término, insistió que lo que sucede cuando la verdad sale a flote porque alguna persona decide alzar su voz y, con pruebas en la mano, desmontar la hipocresía mundial, sucede siempre lo mismo: hay terribles consecuencias, para la persona, como hoy sucede con el exeditor en jefe de Wikileaks, sobre quien se está aplicando «la estrategia diabólica de asesinarlo a cuentagotas, lentamente».
 
Para desarrollar los argumentos, echó mano en primer término de los datos aportados por el analista belga Vladimir Caller, quien recordó que en enero de 2021, la opinión pública no fascista y alineada a los intereses de Estados Unidos, se entusiasmó cuando una la jueza británica anunció la decisión del tribunal de Londres de no extraditar a Julian Assange a Estados Unidos, alegando que temía por la salud física y mental del acusado en caso de extradición, mencionando incluso los riesgos de suicidio. 
 
Sin embargo, Caller sostiene que esta decisión es una maniobra a los intereses reales de la Casa Blanca, porque con aunque la jueza rechazó temporalmente la extradición del fundador de Wikileaks, en realidad perseguía, en caso de ser necesario, organizarla mejor y a su debido tiempo, evitando el coste político de una medida decididamente impopular.
 
«El objetivo de quienes se oponen a Assange es y sigue siendo silenciarlo para siempre, vivo o muerto», sentencia el investigador belga y en ese orden, recuerda un dato histórico que sirve de comparación: en 1928, Michel Isgro, Fiscal del Tribunal Especial Fascista de Roma, concluyó la lectura de la sentencia que condenaba al líder comunista Antonio Gramsci a 20 años de prisión por «incitación a la rebelión», con la frase: «debemos impedir que este cerebro funcione». 
 
Bajo el punto de vista del comunicador venezolano, aunque la frase «da escalofríos», sin duda alguna, «es sincera», porque lo que se trata de hacer a nivel planetario es silenciar y amputar nuestros cerebros», como puede comprobarse rápidamente a partir de un examen superficial de lo que caracteriza el accionar de las grandes potencias hegemónicas, de los medios de comunicación trasnacionales, de la represión –dura o blanda– o de las redes sociales». 
 
De este modo, apuntó, «el proyecto universal del fascismo es precisamente ese que estaba en la sentencia contra Antonio Gramsci: debemos impedir que este cerebro funcione» y todo aquel que se atreva a decir la verdad, «termina siendo asesinado, acallado, vejado, insultado o injuriado».
 
Por esto, insistió, la decisión de la magistrada británica sobre el caso de Assange tiene un objetivo idéntico: silenciar su cerebro y solo se diferencia del Fiscal italiano que condenó a Gramsci en la forma, ya que aquel mostraba menos perversidad y más franqueza que la sentencia de la justicia británica.
 
De otro lado, para Vladimir Caller, en el caso de Assange también se aplicó la falsa ilusión de pensar que Joe Biden sería más humanitario que Trump, pero la figura favorita del Estado profundo en los asuntos más importantes, siempre fue y seguirá siendo Biden y los demócratas, no Trump, y este Estado profundo –la conjunción de Wall Street, el Pentágono y el aparato mediático– es el que quiere a toda costa el pellejo de Assange, el que quiere su silencio definitivo, el que quiere su muerte cerebral, sin indulto alguno. 
 
Por ello, recordó el analista político, fue Biden quien 2010 usó todo su poder político como vicepresidente de Estados Unidos para descartar cualquier asociación entre la labor informativa de Assange con la libertad de expresión y los delitos políticos y, en su lugar, conseguir que se calificaran como actos de espionaje e incluso, de terrorismo informático. 
 
Según Fidel Narváez, quien ejerció como cónsul de Ecuador en el Reino Unido entre 2010 y 2018 mientras Assange permaneció en la embajada de Londres, «Assange es la víctima por autonomasia de nuestros tiempos, de torturas, de perjuicios psicológicos, de atentados contra su pensamiento» y en ese orden realizó un conjunto de consideraciones que Pérez Pirela relató extensamente.
 
Narváez sostiene que la acusación en contra de Julian Assange es por un delito político no sujeto a extradición, puesto que publicar información clasificada y verdadera no es un crimen. 
 
Agrega que nunca hubo una divulgación imprudente de nombres, nadie ha sufrido consecuencia alguna por las publicaciones de Wikileaks, que son información verdadera y de relevancia histórica. 
 
Además, el diplomático ecuatoriano recuerda que no fue Wikileaks la instancia que primero publicó los cables diplomáticos sin redactar, pero solo Julian Assange es perseguido. Y aunque nunca ayudó a Chelsea Manning a acceder a información de seguridad nacional, no tendrá un juicio en la corte de espionaje de los Estados Unidos, será sometido a condiciones inhumanas en ese país y corre un alto riesgo de suicidio. 
 
El exconsul denunció que Assange y sus abogados fueron espiados ilegalmente por los Estados Unidos, lo que imposibilita cualquier juicio justo y sostuvo que su país entregó ilegalmente material de Assange a Washington, incluyendo documentación de su defensa legal. 
 
Expuesto este caso, Pérez Pirela se permitió reflexionar acerca de lo que se hace con la información que se tiene para hacer algo distinto y qué importancia se le otorga a lo que se sabe dentro de la construcción del sentido social, dominado por las formas hegemónicas impuestas desde las trasnacionales. 
 
Contradictoriamente, explicó, pese a que en la actualidad la humanidad tiene acceso a la información de un modo nunca antes visto, «nunca como hoy hemos tenido tan poco acceso al pensamiento» y, antes bien, se nos estupidiza. 
 
Ante esta realidad, señaló, pudiera entonces concluirse que los hechos contundentes, no son suficientes para hacer cambiar la opinión de alguien y que tenemos todo un sistema de defensa cognitiva para proteger nuestras percepciones preexistentes, nuestra visión del mundo y lo que queremos preservar de él. 
 
Así las cosas, aseveró que estamos en una guerra epistemológica y por eso es tan importante el tema de la Filosofía del Conocimiento, de la Epistemología, pues esa guerra epistemológica se vale de semiótica, semántica, de sentidos, de signos y de símbolos para domesticar el pensamiento.
 
Así, ilustró, aunque sea espectacular ver bombas cayendo en la Franja de Gaza o a Policías disparando cohetes contra ciudadanos colombianos, las verdaderas bombas que caen no son visibles, como ocurre con la educación privatizada que no llega a todos,  o con los signos que nos vehiculan a través de redes sociales, que desvían la atención de los asuntos importantes, necesarios y urgentes. 
 
Para concluir, comentó que la investigadora australiana Kathleen Johnston asegura que «el hecho de que la clase plutocrática y las agencias gubernamentales colaboren entre sí para manipular la forma en que el público piensa, actúa y vota, es un hecho indiscutible que ha sido investigado y documentado durante décadas, pero la gente no lo ve. No entienden lo violento y asqueroso de que la gente poderosa esté jugando activa y deliberadamente con nuestras mentes todo el tiempo». 
 
Según ella, todo esto es tan extraño y depravado como cualquier teoría conspirativa sobre el control mental de los nanoboots 5G, pero como la gente está acostumbrada a ello, no es capaz de verlo. 
 
Johnston sostiene que ante todo lo que sabemos, está bien ser un periodista duro o un experto analista de conspiraciones, pero como lo que ella llama ‘la gran revelación’ ya ha ocurrido, «la verdadera diferencia la marcarán los artistas, la creatividad».
 
«Debemos salir de la cárcel simbólica, del Guantánamo epistemológico en el que nos quieren encerrar, que por medio de simplismos y estereotipos, quieren seguirnos hablando de lo que no es urgente, de lo que no es importante, de lo que no es necesario», sentenció. 

 

(LaIguana.TV)