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La crisis política y económica que atraviesa Venezuela, puede notarse en el deterioro que sufren los servicios que prestan las instituciones del Estado. El Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería (SAIME), fue la “tacita de plata” de la administración pública durante varios años de la revolución bolivariana, todo un ejemplo para muchos y envidia para otros.

 

El SAIME, sustituyó a la Oficina Nacional e Identificación y Extranjería (ONIDEX), que a su vez reemplazó a la ineficiente Dirección de Identificación y Extranjería (DIEX), que se llenó de vicios durante los años de los gobiernos adecos y copeyanos, anteriores al chavismo. El SAIME, llegó a ser una institución modelocon Dante Rivas a la cabeza, un geógrafo a quien el presidente Chávez, le confió la transformación de este organismo.

 

La gestión de Rivas hizo tan eficiente al SAIME, que el sistema de otorgamiento de documentos de identidad y pasaportes, prácticamente era automático, los llamados “gestores” casi desaparecieron e incluso se propuso la evolución a la “cédula electrónica”, un documento catalogado de “infalsificable” que aportaría datos como historia médica del portador, seguro social, licencia de conducir, tipo de sangre, etc. Pero el proyecto, aunque bien adelantado y justificado, nunca prosperó.

 

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