Con más de 40 años bajo la influencia de una Carta Magna hecha a la medida del neoliberalismo, la represión a cualquier intento de alcanzar un Estado de bienestar para la población de una manera equitativa y justa, Chile tendrá la oportunidad de adaptar un marco jurídico que supere las viejas cicatrices abiertas por las estructuras conservadoras de los partidos tradicionales, y abrirse paso hacia el progresismo, feminismo, visibilización de los pueblos originarios y la inclusión en diversos niveles. ¿Lo permitirá la sombra del pinochetismo?

El triunfo sorpresivo de factores considerados de la izquierda y otras fuerzas ajenas al establishment y la vieja guardia política de derecha, reflejaron la importancia de la organización territorial, y desnudaron las carencias del liderazgo del presidente Sebastián Piñera, que no tuvo opción más que reconocer que ni el gobierno, ni los partidos tradicionales están «sintonizando adecuadamente con las demandas y anhelos de la ciudadanía».

A Piñera no lo quieren y se lo ganó a pulso con su orden de represión durante el estallido social de 2019, su oposición al retiro de las pensiones (una iniciativa altamente popular) y finalmente la percepción generalizada que se impone de que el gobierno no llega a los sectores más desprotegidos con la ayuda necesaria para enfrentar la pandemia de coronavirus.

Entre todo lo destacable dentro de los resultados de esta elección resaltamos que Chile se convertirá en el primer país del mundo en crear una constitución con paridad de género. Del total de los representantes, 78 son hombres y 77 son mujeres, un triunfo para el movimiento feminista que ha crecido considerablemente en Chile, esto sin incluir la votación por escaños de pueblos indígenas, las mujeres concentraron un 52,2% de las preferencias, equivalente a 2,9 millones de votos, lo que abre las puertas a la discusión históricamente pendiente por la igualdad de salario, la repartición de carga de los cuidados o el acceso igualitario de las mujeres al poder.

En la Constitución chilena no se consagran los principios de solidaridad y financiamiento colectivo, por ello los chilenos exigen más cambios de fondo, por lo cual el proceso constituyente que vivirá la nación austral estará lleno de voces jóvenes e ideas alternativas que deberán hacer frente a un proceso de privatización leonino de los recursos naturales. De hecho, Chile es el único país del mundo donde el agua es privada; incluso desconoce la salud y vivienda como un derecho universal, así como cualquier intento por  profundizar la obligación del Estado como garante del bienestar social de toda su población, solo a favor de los más ricos y poderosos, al punto de que, el 50% más pobre, es decir la clase media, media baja y pobre del país, solo accede a menos del 2% de la riqueza en Chile.

Chile reclama poder recuperar su confianza en la clase política, en el Parlamento, los partidos, las fuerzas armadas, la policía y el poder judicial. Los momentos en que despertó el pueblo chileno en 2019, con el estallido social y la pandemia por el nuevo coronavirus contribuyeron a desenmascarar la supuesta economía más sólida de la región, el modelo elogiado por los Chicago Boys y las recetas neoliberales de Washington, que ahora se topan con una epifanía de revertir un Estado deficiente contra las paredes bajo sus propias normas y respetando sus propias leyes, muchas de las cuales están a punto de desaparecer.

(LaIguana.TV)