Muchas de las experiencias que la humanidad ha tenido que vivir en los últimos meses y la forma como las personas han respondido ante ellas aparecen en las páginas de la novela La peste, del escritor y filósofo argelino-francés Albert Camus. 

Esta obra y el pensamiento de su autor, fueron analizados en una nueva emisión de viernes de filosofía, la sección especial de Desde Donde Sea, el programa del filósofo y comunicador venezolano Miguel Ángel Pérez Pirela. 

La peste forma parte de una amplia tradición de autores diversos que han tratado el tema de la pandemia. Un autor existencialista francés (aunque a él no le gustaba esa etiqueta): el escritor, dramaturgo y filósofo Albert Camus. Nació en 1913, en Argelia, recibió en 1957 el Premio Nobel de Literatura (sí lo aceptó, a diferencia de Jean-Paul Sartre) y murió muy joven, en 1960, en un accidente de tránsito. Era un pieds-noir, es decir, un francés nacido en territorios de ultramar”, planteó el presentador. 

Puntualizó que, en 1940, en plena Segunda Guerra Mundial, Camus entró en la Resistencia francesa, participó en la fundación del periódico Combat y publicó El extranjero, ambientado en Argelia, que es considerada una de las obras fundacionales del existencialismo francés, una novela que le dio fama internacional. En ese tiempo también debutó como dramaturgo, con su pieza Calígula. 

“Su obra maestra fue La peste, parte de la tradición de libros sobre el tema de las pandemias. Se basó en un brote de peste en 1931 que tuvo solo 76 casos, es decir que, en cuanto a la dimensión de la crisis, él inventó una epidemia de peste en la ciudad de Orán y reflexionó sobre los terribles efectos que puede tener una crisis de salud colectiva. A través de la novela, representó las diferentes reacciones del ser humano ante la muerte, las desgracias y el desastre. Por eso, este libro tiene una grandísima actualidad”, sostuvo. 

Filosofía del absurdo

“Camus es llamado el filósofo del absurdo porque quería responder a la pregunta de por qué estamos aquí. Pensaba que de manera continua a lo largo de la vida hacemos cosas sistemáticamente frustrantes, tal como en el mito de Sísifo, el personaje condenado a subir una gran roca a través de una empinada cuesta y que, cada vez que lo logra, la piedra vuelve a rodar hacia el fondo, por lo que debe reiniciar la tarea. Reflexiona sobre lo monótono de nuestra existencia. Se pregunta si tiene sentido la vida. Esa pregunta da lugar al concepto del absurdo. Dice que tratamos de darle sentido a la vida, aunque no lo tenga. Lo absurdo está entonces en tratar de buscar y encontrar un sentido que la vida no tiene”, expuso.  

Según Camus, la respuesta a la pregunta sobre el sentido de la vida, conduce a tres respuestas. La primera es el nihilismo, que se expresa mediante el suicidio, que el autor no la considera válida porque es vitalista; la segunda respuesta es la creencia religiosa, refugiarse en una fe, pero Camus no es creyente, así que tampoco la considera apropiada; la tercera es la pura aceptación del sin sentido de la vida. Es su respuesta fundamental para vivir en el absurdo de la existencia. 

Advierte que quien trata, neciamente, de darle sentido a la vida termina experimentando el sufrimiento. Plantea que por más absurda que sea la vida, hay que aceptarla y vivirla. 

Pérez Pirela ofreció a su audiencia la explicación de la filosofía del absurdo que da el personaje de un profesor de Educación Media en la serie catalana Merlí, que transmitió Netflix, a la que calificó como recomendable. En la escena, el docente explica que para Camus solo hay un problema filosófico realmente serio: el suicidio. Hacemos las cosas de forma rutinaria. El absurdo deja de serlo cuando lo aceptamos tal como es. Solo se suicida quien previamente ha tratado de darle sentido a la vida. 

“No podemos entender La peste, sobre la reacción de quienes no estábamos preparados para eso. Vivíamos en el hedonismo y no esperábamos que se paralizara el mundo, cuando de pronto estuvimos frente a la situación límite, lo que Karl Jasper, en alemán, llamó grenzsituation”, observó Pérez Pirela. 

Para aportar elementos fundacionales del pensamiento de Camus, puso al aire un breve video en el que se plantea que en Camus tuvieron gran influencia los deportes de equipo: “Esa potente sensación de esperanza, de exaltación que acompaña las largas jornadas de entrenamiento hasta la celebración del partido, ganado o perdido”. Afirmaba el escritor que la escasa moral que aprendió, la obtuvo en los escenarios teatrales y en los estadios de fútbol, que fueron su verdadera universidad.  

El presentador indicó que Camus comenzó la universidad en Argelia y la dejó por motivos de salud. Cuando llegó a París, encontró un círculo muy elitista de Filosofía, encabezado por quien era un rey de la intelectualidad de París, Jean-Paul Sartre, que siempre lo descartó por verlo como pieds-noir y por la falta de credenciales universitarias. 

Ruptura de Camus y Sartre

El Equipo de Producción de Desde Donde Sea dio con un video en el que se resume la polémica entre Albert Camus y Jean-Paul Sartre, una de las más célebres y densas de su tiempo.  

Reseña el narrador de esa pieza audiovisual que “Camus, en El hombre rebelde, sorteando las modas y rehabilitando la ética, se opone rotundamente a la filosofía que justifica el crimen en nombre de una historia endiosada. Los intelectuales de izquierda parisinos, entonces adoradores de la historia, interpretan un buenismo sospechoso, apolítico. Una violenta crítica del libro se publica en Les temps modernes, dirigida por Jean-Paul Sartre. Sorprendido, herido, Camus responde y Sartre decide romper”. 

El video muestra el toma y dame: 

Sartre: “Yo condeno los campos de concentración. Pero condeno igualmente la explotación que los capitalistas y los burgueses procuran hacer con ello”. 

Camus: “Señor director, no se decide sobre la verdad de un pensamiento según si es de derechas o de izquierdas. Y menos aún según lo que la derecha y la izquierda deciden hacer con ello. Si finalmente la verdad estuviera en la derecha, yo estaré ahí”. 

Sartre: “Mi querido Camus, nuestra amistad no era fácil, pero la echaré de menos. Dígame, Camus, ¿qué misterio hace que no se puedan discutir sus obras sin quitarle las razones para vivir a la humanidad?”.

Camus: “Digo textualmente que Marx ha mezclado en su doctrina el método crítico más válido con el mesianismo utópico más contestable”. 

Sartre: “Puede que haya sido usted pobre. Pero ya no lo es. Usted es un burgués como Jeanson y como yo. Le queda lejos su parecido con San Vicente de Paúl o con una hermanita de los pobres. Y la miseria no le ha hecho ningún encargo. ¿Y si su libro sólo fuera testimonio de su incompetencia filosófica? No me atrevo a recomendarle El ser y la nada. Leerlo le parecería inútilmente arduo. 

Camus: “Estoy un poco cansado, como los viejos militantes que nunca se amedrentaron ante las luchas de su tiempo, de tener que recibir sin tregua, lecciones de eficacia por parte de censores que nunca hicieron otra cosa que colocar sus sillones en el sentido de la historia”. 

Sartre: “Era usted la admirable conjunción entre un hombre, una acción y una obra. En 1944, su personalidad fue el porvenir, en 1952, es el pasado. Ya sólo vive a medias entre nosotros. Espero que nuestro silencio haga olvidar esta polémica”. 

“¡Qué maravilla! –repitió varias veces Pérez Pirela-: dos grandes pensadores, con ideologías opuestas, debatiendo. Sartre, de izquierda, quien terminó su vida vendiendo periódico, reivindicando las luchas de Cuba, apresado por sus provocaciones al aire libre; Camus más cercano a la derecha liberal. Sartre, de la élite académica y Camus, formado en el periodismo, en la dramaturgia y en la literatura”. 

Como lo evidencia este tipo de confrontaciones, Camus hizo siempre fuertes críticas a los intelectuales, siendo él uno de los más grandes intelectuales de la historia. 

En un nuevo video, el propio Camus dice que no se siente a gusto en la sociedad intelectual, siempre se siente culpable, como si estuviera violando alguna norma. Eso le afectaba su naturalidad y, luego, sin naturalidad, se aburría a sí mismo. 

Pérez Pirela apoya esa crítica al mundo intelectual enfocado como clan, como círculo que se mira el ombligo, una deformación que continúa vigente. Señaló que Camus, agotado de ese mundo, terminó sus días yéndose al sur de Francia, huyendo de París. 

Premio Nobel

Cuando aceptó el Premio Nobel de Literatura hubo una gran polémica porque muchos vieron en esa entrega una acción política de apoyo a la metrópoli francesa. Consignó otro material histórico con fragmentos del discurso de aceptación del galardón: 

“Al recibir la distinción con que ha querido honrarme su libre Academia, mi gratitud es más profunda cuando evalúo hasta qué punto esa recompensa sobrepasa mis méritos personales. Todo hombre, y con mayor razón todo artista, desea que se reconozca lo que es o quiere ser. Yo también lo deseo. Pero al conocer su decisión me fue imposible no comparar su resonancia con lo que realmente soy. ¿Cómo un hombre, casi joven todavía, rico sólo por sus dudas, con una obra apenas desarrollada, habituado a vivir en la soledad del trabajo o en el retiro de la amistad, podría recibir, sin una especie de pánico, un galardón que le coloca de pronto, y solo, a plena luz?”.  

“Indudablemente, cada generación se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no podrá hacerlo. Pero su tarea es quizás mayor. Consiste en impedir que el mundo se deshaga. Heredera de una historia corrompida —en la que se mezclan las revoluciones fracasadas, las técnicas enloquecidas, los dioses muertos, y las ideologías extenuadas; en la que poderes mediocres, que pueden hoy destruirlo todo, no saben convencer; en la que la inteligencia se humilla hasta ponerse al servicio del odio y de la opresión—, esa generación ha debido, en sí misma y a su alrededor, restaurar, partiendo de amargas inquietudes, un poco de lo que constituye la dignidad de vivir y de morir”.  

Literatura, filosofía y pandemia

Luego de estos pasajes por la vida de Camus, quiso profundizar en el tema de la relación entre literatura, filosofía y pandemia. Citó el artículo Lecturas sobre la peste más allá de Camus, de Tereixa Consteila, publicado por El País de España. 

“De la gripe española al científico que inventó la vacuna contra la peste, la literatura se ha servido de epidemias, reales o ficticias, para contar lo mejor y lo peor de la humanidad. Diversos autores han abordado epidemias del pasado, ya sea como elemento central de un estudio histórico, como decorado para una ficción o como elemento central de una biografía. Más allá del clásico siempre citado de Albert Camus, La peste, cuyas ventas se incrementaron de nuevo al inicio de la actual pandemia, las enfermedades contagiosas están presentes en numerosos títulos”. 

La lista elaborada por esta autora, contiene las siguientes obras: 

El jinete pálido. 1918: La epidemia que cambió el mundo, de Laura Spinney (Crítica, 2018). En 2015, la OMS hizo ciertas recomendaciones que, a día de hoy, todavía no han llegado a la Casa Blanca ni a la sede de Vox. Desde ese año los nombres de las enfermedades no se vinculan a lugares, personas, animales o alimentos concretos. Es pecado para la OMS decir virus de Wuhan o gripe porcina. Pero si cuesta erradicar usos actuales, resulta misión casi imposible desterrar lo de la gripe española, a la que se consagra este ensayo. La gripe española fue bolchevique en Polonia, brasileña en Senegal y alemana en Brasil. Spinney señala que, si prosperó lo de gripe española, fue por la censura de la prensa de las potencias enfrentadas durante la Primera Guerra Mundial, donde se informaba de los casos ajenos, pero no de los propios. 

Peste & Cólera, de Patrick Deville (Anagrama, 2014). Alexandre Yersin fue el descubridor del bacilo de la peste durante la epidemia de 1894 en Hong Kong y también el inventor de la vacuna que liberó a la humanidad de una de sus principales guillotinas. Deville convierte su vida en un hipnótico material literario, deudor de unos tiempos en los que la bacteriología necesitaba exploradores del cuerpo tan osados como el Dr. Livinsgtone lo fue de África y tan modelo de Yersin como Louis Pasteur. A pesar de su gran contribución a la salud de la humanidad, el científico franco-suizo no tuvo mayores glorias, más allá de quedar unido para siempre al bichito: Yersinia pestis. 

La larga espera del ángel, de Melania G. Mazzucco (Anagrama, 2011). Los últimos 15 días de la vida de Tintoretto dan pie a una novela en primera persona que es a la vez un retrato histórico de Venecia, una indagación psicológica en la paternidad, una historia de la vida cotidiana y una crónica de los días en los que la peste viajaba por los canales. 

La cuarentena,de J. M. G. Le Clézio (Tusquets, 1998). Después de registrarse casos de cólera, el pasaje del barco Ava, que cubría la travesía entre Marsella y Mauricio, es obligado a desembarcar en la isla de Plate para controlar el brote. El paraíso de las agencias de viajes convertido en un presidio de cuarentena. Provistos de medios raquíticos, la evolución de los personajes es un crudo ensayo sobre antropología. Cuando los barcos desaparecen del horizonte y cada día es la penúltima decepción, surge la potencia transformadora del miedo, capaz de desatar una reacción y su contraria. 

Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago (Alfaguara, 1996). Una metáfora que, cuando se publicó, lo mismo podía valer para el sida que para el abandono de los mayores. En la novela de Saramago, la ceguera llega sin avisar y produce un deslumbramiento blanco permanente. Los afectados son confinados en campos de internamiento sanitarios para preservar el bien común. De nuevo, desfilan lo mejor y lo peor de la especie. Como en las guerras. 

El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez (Literatura Random House, 1985). Con un olor a almendras amargas en la habitación de un cadáver arranca la obra sobre amores a varias bandas entre Florentino Ariza, Fermina Daza y Juvenal Urbino. Al menos cinco décadas devocionales del primero hacia la segunda, casada con el tercero. Alrededor de las fiebres del corazón, una epidemia de cólera que trata de combatir el doctor Urbino. 

Pérez Pirela destacó y recomendó leer las dos últimas novelas referidas, muestras de la genialidad de sus autores. Desde la audiencia se añadió Casas Muertas de Miguel Otero Silva, que aborda el azote del paludismo en el llano venezolano. 

Recapitulando, dijo que cada escritor, cada filósofo, ha tomado el tema de la pandemia o de las epidemias, como un laboratorio antropológico para mostrar cómo reaccionamos y sacamos lo mejor o lo peor del ser humano, como lo expresó el filósofo Blaise Pascal. 

“A esta altura les pregunta a ustedes si se esperaban que durante un año y medio iban a estar encerrados a causa de una pandemia”, interrogó al público. De inmediato comenzaron a llegar respuestas que coincidieron en que fue un acontecimiento absolutamente inesperado. 

Orán versus la realidad actual

Se propuso entonces comparar los eventos ficticios ocurridos en Orán, en la novela La Peste, con la realidad de nuestras ciudades actuales. 

“Orán aparece descrita como una sociedad moderna afectada por circunstancias extraordinarias que alteran todo su estilo de vida. Y eso es exactamente lo que nos ocurre actualmente. Quería explorar qué le sucedería a una sociedad si un brote llegaba a un punto de no retorno, como el que nosotros estamos viviendo”, expresó, encontrando las primeras coincidencias. 

“La novela está escrita en forma de diario. La identidad del narrador se mantiene anónima y solo al final de revela el nombre. Es como si el lector se topa con el diario y a través de la lectura descubre el horror que se vivió durante la cuarentena. Algo que nos daría muchísimas luces, encontraríamos muchísimas similitudes. La rutina de una sociedad no le deja ver el peligro que tiene enfrente de sí. Una enfermedad termina con el hedonismo en el que se vive. Se pasa del hedonismo, a una sobrevivencia primaria”, añadió al cotejo. 

“La novela comienza con la descripción de esta ciudad, que podría ser cualquier ciudad actual: moderna y cerrada sobre sí misma, con un ritmo de vida que la hace solo apta para los sanos. El médico Bernard Rieux llega a la conclusión de que se trata de un brote de la peste bubónica que está atacando la ciudad. Describe la peste, que bien podría ser la que nosotros hemos vivido. Se cierra la ciudad, nadie puede salir. Es aislada del mundo por motivos sanitarios. Se cortan las comunicaciones, incluso las cartas, se afecta el comercio y comienza a surgir una crisis económica. No hay transporte, los ciudadanos comienzan a sentirse encerrados, la presión del confinamiento y a sentirse como esclavos en sus propias casas”. 

Siguen las comparaciones: “Comienzan a presentarse muertes. Muchas más que antes. Algunos se desesperan e intentan salir y dejar la ciudad. Se rebelan y comienzan a quemar todo, a protestar y la ciudad se vuelve un caos, tal como ha pasado en algunos países en estos meses. Hay anarquía y desespero –subrayó-. El Estado intenta poner orden. Hay fusilamientos. Se apagan las luces a cierta hora de la noche. Se hacen entierros en fosas comunes. No se permiten los funerales. Se incineran los muertos. La gente tiene miedo de infectarse con el humo, las autoridades dejan los cadáveres en las calles hasta que se pudran”. 

Tal como ocurrió en todo el mundo, se genera un ambiente de soledad, cercano a la depresión colectiva. “Llega la Navidad y no se puede celebrar por falta de comida a lo que se suma el frío y la oscuridad”.  

“En la parte final de la novela, comienza a ceder la epidemia. Se reabren lo bares, cafés, cines, bajan los precios de los productos, pero el miedo sigue. Muchos tienen miedo a comenzar de nuevo su vida, de regresar a la normalidad. Una intuición fundamental de Camus. Miedo a la libertad”, reseñó el moderador. 

Algunas reflexiones

Pérez Pirela comenzó a presentar algunas conclusiones. La primera de ellas es que, para Camus, en el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio. “Es un gran planteamiento acerca de la solidaridad. Asegura que es más fuerte que los instintos puramente animales en una situación límite”.  

La segunda conclusión es que la gente no canta victoria como debería porque siempre existe el miedo latente del regreso de la peste. La tercera es que la gente termina por olvidarse de la pandemia y regresa a la normalidad, mostrando respeto por las víctimas. 

Citó el artículo La peste: Albert Camus en los tiempos del coronavirus, donde el autor, Rafael Narbona (portal El Cultural), en el que explica qué nos enseñó esta novela: 

“Que las peores epidemias no son biológicas, sino morales. En las situaciones de crisis, sale a luz lo peor de la sociedad: insolidaridad, egoísmo, inmadurez, irracionalidad. Pero también emerge lo mejor. Siempre hay justos que sacrifican su bienestar para cuidar a los demás. Publicada en 1947, La peste intenta ser una respuesta al dolor desatado por la Segunda Guerra Mundial. Ambientada en Orán, narra los estragos de una epidemia que causa centenares de muertes a diario. La propagación imparable de la enfermedad empujará a las autoridades a imponer un severo aislamiento. Todo comienza un dieciséis de abril. En esas fechas, Orán es una ciudad con una vida frenética. Casi nadie repara en las existencias ajenas. Sus habitantes carecen de sentido de la comunidad. No son ciudadanos, sino individuos que escatiman horas al sueño para acumular bienes. La prosperidad material siempre parece una meta más razonable que la búsqueda de la excelencia moral”. 

Comentó el conductor del programa que, ciertamente, hemos visto estas miserias tanto en lo individual y en lo colectivo, con países disputándose vacunas y materiales médicos y de protección. 

“El covid-19 o coronavirus ha impulsado a muchos lectores a releer o a leer por vez primera La peste, buscando recursos para afrontar el largo exilio en casa impuesto por las autoridades sanitarias. La enfermedad siempre está ahí, pero pensamos que solo le concierne a los otros. Ahora es asunto de todos. Nuestra campana de cristal se ha agrietado. No somos invulnerables”, prosigue el autor del artículo. 

Destacó Pérez Pirela la importancia del concepto de tiempo que maneja Camus en esta novela, advirtiendo que la pandemia ha trastocado completamente nuestra visión al respecto. 

“Camus señala que la irrupción de una epidemia letal nos hace meditar sobre el tiempo. Normalmente, no percibimos su espesor, el abanico de posibilidades que contiene cada minuto. Solo hay una forma de comprender su carga fructífera: ‘sentirlo en toda su lentitud’. Esa experiencia se hará asequible para todos con la peste, pero la incertidumbre y el miedo transformarán la lentitud en parálisis, estancamiento. El tiempo no se adapta a nosotros. Somos nosotros los que debemos aprender a experimentarlo en toda su plenitud. El tiempo es el barro del que estamos hechos. No podemos permitir que pase de balde, sin producir frutos. No es posible volver atrás. El tiempo perdido es irrecuperable”, plantea Narbona. 

Apuntó el moderador que uno de los problemas que ha emergido en estos meses de pandemia es la soledad de la gente que no sabe vivir sin compañía porque no se soportan a sí mismos. 

“Los espíritus verdaderamente grandes nos sitúan en el umbral de los interrogantes. No nos dan respuestas. Nos incitan a que –desde nuestra soledad– pensemos y recorramos nuestro propio camino. Camus nos cede la palabra, invitándonos al recogimiento. El que no sabe estar solo desconoce lo que es la verdadera libertad. Debemos buscar al otro por anhelo de fraternidad, no para huir de nuestros miedos. No hay que lamentar el aislamiento impuesto por las autoridades. Es una buena oportunidad para explorar nuestra intimidad y buscar un sentido a la vida”, concluye el artículo citado. 

“Es esta la gran propuesta filosófica de Camus: no buscar al otro para huir de nuestros miedos. Es la clave para estar bien con nosotros mismos y a partir de ahí es que podemos salir de la soberanía física. Platón decía que pensar es hablar consigo mismo. Muchas personas no piensan porque no hablan consigo mismas. El confinamiento ofrece grandes oportunidades para formarse, para cultivarse, para aprender cosas nuevas. En mi caso, lo he utilizado para aprender a tocar saxofón, aparte de esta locura de dar clases de filosofía los viernes por la noche”, bromeó. 

En los minutos finales hizo un paréntesis para agradecer el artículo de Flavia Riggione (Flavia de Sordo) titulado Por donde Pérez Pirela y publicado en el portal Aporrea, en el que explica cómo se acercó al programa Desde Donde Sea y lo que ha significado para ella. 

“Ha sido una caricia intelectual y un espaldarazo para este programa. Es importante porque casi siempre prevalece el silencio, la envidia. Tu artículo nos ha inspirado mucho para ser cada vez mejores. A varios de los integrantes de este equipo se nos aguaraparon los ojos. Agradezco la honestidad y lo bien escrito del artículo. Nos has dado fuerza, nos echaste gasolina”. 

Acotó que el mérito del programa no corresponde solo a quienes lo emiten, sino también a las personas que hacen parte de la audiencia cotidiana. “El nivel ético, de respeto, de pensamiento en esta comunidad es muy alto, como pocos en Youtube”, sentenció. 

Para finalizar y antes de reponer el video que plasma la polémica Camus-Sartre, consignó una frase de Camus que conmovió especialmente al Equipo de Investigación: “La amistad puede convertirse en amor; el amor en amistad, nunca”. 

(LaIguana.TV)