El historiador Pedro Calzadilla, director del Centro Nacional de la Historia, está empeñado en que la lucha por la identidad se dé en la esfera del Poder Popular, mediante el registro de la historia de cada comuna.

 

Calzadilla, extitular de los ministerios de Cultura y de Ciencia Tecnología y Educación Superior, conversó con LaIguana.TV acerca de diversos aspectos relacionados con su oficio.

 

A continuación, una versión del diálogo que Calzadilla (Caracas, 1962) sostuvo con el periodista Clodovaldo Hernández:

 

-¿Se ha dado una prórroga para las postulaciones del Premio Nacional de Historia? ¿En qué consiste?

 

-Estamos en el proceso de postulaciones de la segunda edición de este premio. El año pasado se entregó por primera vez, luego de que fuera creado por decreto del presidente Nicolás Maduro. Es un galardón para reconocer la trayectoria de los maestros y las maestras de la historiografía, la docencia, la investigación y la difusión de la historia. Reconoce la trayectoria de al menos 30 años en la defensa de la memoria colectiva, de la identidad venezolana. Se prorrogó el período de postulaciones hasta el 30 de junio.

 

Explicó el entrevistado que la edición de este año rinde homenaje a Ramón Tovar, un historiador que lo recibió en 2017. “Es uno de esos seres que encarnan un tiempo y un proyecto que es más que académico, más que pedagógico incluso, un gran proyecto cultural que terminó renovando las perspectivas y las visiones de la historia. Él fue el gran promotor y divulgador del enfoque geohistórico, que vino a contribuir a la renovación de los estudios y de la enseñanza de la historia en Venezuela. Nutriéndose de avances de la historiografía en el mundo, Ramón Tovar plantea que no es posible estudiar el pasado sin analizar su relación con el territorio. Los pueblos y los seres humanos no hacen la historia en el aire, sino en un territorio con el que establecen una relación que termina por crear procesos específicos, que se expresan en el sabor local, con lo que ocurre en esa región, en ese terruño”.

 

Calzadilla, profesor titular de la Escuela de Historia de la Universidad Central de Venezuela, añadió que junto con la idea de la geohistoria, en Venezuela se desató, a partir de los años 80, el interés por el estudio de la historia local y regional, impulsado por sectores alternativos al Estado, que crearon la revista Tierra Firme, los congresos de Historia Regional y Local, que son antecedentes importantes del Centro Nacional de la Historia.

 

-El Estado bolivariano reivindicó el concepto de geohistoria, al punto de haberlo incorporado a la Ley Orgánica de Educación de 2009…

 

-Es correcto. La perspectiva geohistórica y sus escalas de realización de la vida humana, desde lo universal hasta la microhistoria,  no estaba enfatizado, no estaba explícito, sino que se incorporaron no solo a los estudios históricos sino también a la enseñanza de la historia.

 

Desafíos de la enseñanza de la historia

 

-El año escolar que está terminando ahora es el primero del nuevo currículum de Educación Media, que reformó a fondo el enfoque de las asignaturas de Ciencias Sociales. ¿Tienen algún balance de cómo ocurrió la adaptación?

 

-No tengo un balance de lo ocurrido en la puesta en marcha del nuevo currículum, pero tengo el criterio de lo que se procura con ese cambio y creo que sin duda constituye un paso adelante porque le da organicidad a áreas del conocimiento de la vida, de la sociedad, de los campos de estudio y de las perspectivas de análisis de esas sociedades que estaban antes desarticuladas. No hay un ser humano aislado que solo produce ni uno que solo piensa ni otro que solo ama. Todo está junto y esa unidad tiende a perderse cuando parcelamos el conocimiento. Por eso este es un esfuerzo muy valioso que tiene conexión y coherencia con el Proyecto Nacional Simón Bolívar, en el sentido de darle unidad a la nación alrededor de los procesos identitarios, de la identidad colectiva, que son como el nervio central de esa unidad.

 

-Uno de los problemas que tiene el país en general, y específicamente la enseñanza de la Historia, la Geografía y la Formación Familiar y Ciudadana es la falta de docentes. Ha disminuido mucho el interés de los estudiantes por estas carreras pedagógicas. ¿Cuál es la perspectiva entonces para la educación en estos campos?

 

-Es uno de los desafíos. Es curioso porque es un doble movimiento. Por una parte hay un despertar y un interés renovado por conocer la historia. Con el comandante Chávez hubo un reencuentro del pueblo con su historia, un ingreso del pasado no como pasado muerto sino como pasado vivo. Esa es una de las grandes contribuciones culturales de Chávez a nuestro pueblo. De allí nace la identidad y el fortalecimiento del orgullo de la venezolanidad. Eso, que es una realidad, no siempre es acompañado por las instituciones. Hemos visto en estos años de Revolución que las instituciones van a la zaga del pueblo, que lleva la delantera, lleva la vanguardia. Entonces, lo que se ha logrado debería traducirse no solo en una transformación del enfoque y de las maneras de ver nuestra historia, sino también en lo que ocurre en el aula. Ya sabemos que el 12 de octubre es el Día de la Resistencia Indígena y no el Día del Descubrimiento, pero todavía encontramos carteleras en las escuelas con el título de Día del Descubrimiento, las tres embarcaciones llegando y un indígena sumiso recibiendo a los conquistadores. Eso, que es lo viejo, convive con lo nuevo. Es una pugna entre las dos maneras de ver. Hay una disputa porque los procesos de transformación cultural no se hacen por decreto. Se puede cambiar una ley o la Constitución, como se ha hecho en Venezuela, pero eso es un postulado, una cosa a construir, que es lo que se está haciendo.

 

El entrevistado considera que un esfuerzo muy valioso es el que desarrolla la Micromisión Simón Rodríguez, un plan de formación y especialización de los docentes, donde la historia tiene un espacio muy importante. “El Centro Nacional de Historia ha estado muy cerca de esa experiencia. Es una auténtica cantera de formación del pensamiento nuevo, de una nueva ética, de un nuevo maestro. Es muy auspicioso, a pesar de que convive con una sensación de desinterés por la historia, sobre todo en los espacios universitarios tradicionales de formación de docentes”.

 

-La educación en el campo de la historia se enfrenta a los mismos problemas que en los demás campos. Uno de ellos es el auge de la tecnología, que si bien ha traído muchas posibilidades de investigación, también ha fragmentado el conocimiento y ha convertido a las personas en lectores de pequeños textos. ¿Cómo enseñar historia en una época en la que el principal medio de comunicación es el Twitter?

 

-Son los desafíos que tenemos.  Más que una adversidad, es un potencial. Si lo vemos en perspectiva positiva, es posible, desde los pocos caracteres de un tuit, movilizar a alguien para que se conecte con un libro de quinientas páginas. La lectura de un libro de quinientas páginas no depende de que exista o no ese otro recurso que son las redes sociales. No importa que haya una corriente que jale a la juventud y a los niños hacia un formato más directo. Son complementarios. Las redes sociales, lejos de ser una amenaza son una fortaleza. Un país no es lector o deja de ser lector porque tenga unas redes sociales que lo inhiban. De lo que se trata es de construir un pueblo lector, algo en lo que tenemos mucho por andar, aunque se ha avanzado bastante.

 

La historia comunal

 

-En la Escuela de Historia de la UCV, usted trabajó con la historia de los barrios. ¿Cómo se investiga y divulga la historia de una pequeña localidad?

 

-Fue una experiencia muy interesante. Fueron unas personas de Antímano a la Escuela de Historia a pedir asesoría para escribir la historia de su barrio. Un colega que los atendió quedó un poco desconcertado y me dijo que me encargara yo de hablar con ellos. Supongo que pensó que por ser chavista podía entenderlos. Me acerqué a ellos y me pusieron un desafío inédito. Eran parte de un comité de tierra urbana y, como un requisito casi burocrático, tenían que elaborar la Carta del barrio, una especie de levantamiento físico y cultural, geohistórico, de su localidad. Les recomendaban ir a las universidades a solicitar apoyo. Yo no supe que decirles porque nunca me lo había plantado ese tema ni como historiador ni como político. El pueblo sí se lo estaba empezando a plantear para avanzar en esa tarea. Entonces comenzamos a hacernos la pregunta de cómo se hace la historia de un barrio. Abrimos varios seminarios y se creó una línea de estudio sobre la reconstrucción de la historia de la pequeña localidad. Allí vuelve a aparecer Ramón Tovar y sus perspectivas: son tan legítimos los procesos de la historia universal como los procesos micro, y cómo todo tiene una relación.

 

Relató el caso del nieto de un campesino que había migrado a Caracas a comienzo de los años 30 para establecerse en una barriada. “Venía de una lugar de los Andes donde se producía café. La crisis  de los precios del café, que fue parte de la Gran Depresión del capitalismo mundial del año 29, arruinó muchas haciendas en Venezuela. Hubo una oleada de desempleo en las regiones cafetaleras. Ese señor fue parte de esa oleada y se vino a Caracas. Allí nacen sus hijos y luego sus nietos. Cuando el nieto hace el trabajo de reconstrucción histórica, se da cuenta de que él nació en ese barrio de Caracas como consecuencia del crac del 29, de la crisis del capitalismo mundial. Eso le permite verse en el lugar donde vivía, pero en relación con la historia universal.

 

Calzadilla precisó que esas experiencias con los pobladores-investigadores históricos dio origen al hilo conductor de la historia local, que es la referida a las comunas el proceso de construcción. “Es necesario registrar lo que está pasando, para el futuro, y para darle vitalidad, fortaleza, raíz. La comuna no debe ser un decreto administrativo o un proceso para la producción económica, sino que el lugar donde se está desarrollando tiene un recorrido, un proceso histórico e identitario que requiere atención”.

 

La pugna histórica perenne

 

-Hablando de la historia que se va escribiendo sobre la marcha, ¿cuál es su perspectiva de lo que ha pasado en Venezuela desde finales del siglo pasado y si puede hablarse de un retroceso de las fuerzas revolucionarias latinoamericanas, en vista de lo que ha ocurrido en el contexto internacional?

 

-Yo creo que es un error interpretar la caída de algunos gobiernos progresistas en el continente como un retroceso de los procesos emancipatorios, de liberación, en América Latina. Es un error porque si bien revelan situaciones específicas, cuando se observa el conjunto, se puede apreciar en Nuestra América (acota que le gusta más esa denominación que la de América Latina) se aprecia otro panorama, distinto en cuanto a la capacidad de los movimientos populares en la totalidad del territorio, los avances políticos. Lula no está gobernando en Brasil, pero hay una fuerza que no existía hace veinte años, en la calle, haciendo política, presionando, avanzando. Como todos los procesos históricos, hay avances y retrocesos, es normal, en ningún momento de la historia se ha visto un proceso que únicamente avance en línea recta. Siempre los pueblos van rescatando los derechos que le han arrebatado los grupos dominantes, pero en una historia de avance y retroceso, no idílica. En Argentina pasa lo mismo. No hay un gobierno un poco más progresista, como los de los Kirchner, pero hay un pueblo en la calle y organizado. En Colombia no está gobernando la izquierda, pero con el proceso de paz se han fortalecido opciones populares más progresistas. Por eso no tengo esa visión del fin del ciclo progresista. Tampoco creo que haya sido en esta etapa cuando iniciamos la disputa del poder con la derecha. No. Esa disputa siempre ha existido. Tiene quinientos y pico de años. Lo que pasa es que hay momentos en que se agudiza. Ahora estamos en una etapa diferente en lo cualitativo. En el siglo XIX estaba planteada. Luego de la Revolución Cubana entró en otra etapa en América Latina… En Venezuela, lo veo en perspectiva histórica: este es el mismo proyecto popular que arrancó con Bolívar, si no queremos irnos tan atrás. Es un proyecto que ha estado enfrentado por casi 200 años con otro proyecto, también histórico, que es el de la burguesía, el de la clase dominante. En la actualidad sigue existiendo, no está muerto, está vivo. Allí están sus representantes, sus ideas, sus cuotas de poder. Claro que es la primera vez que nuestro proyecto, el  popular bolivariano, ha tenido el poder político, pero no significa que sea un proyecto establecido. Estamos disputándonos la hegemonía con el otro proyecto, el conservador, el proyecto burgués.

 

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)

 

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