Música y filosofía tienen mucho que ver. El tema ha estado presente desde los presocráticos hasta la filosofía contemporánea. Un vuelo de pájaro por la historia del pensamiento humano así lo demuestra y ese recorrido lo hizo esta vez Miguel Ángel Pérez Pirela, especialista en Filosofía y militante de la música. 

Fue un viaje de casi dos horas en Viernes de filosofía, la edición especial de su programa Desde Donde Sea. 

En la ruta, que comienza con Pitágoras en tiempos presocráticos y termina (por razones de tiempo) en Friedrich Nietzsche, el comunicador venezolano apeló no solo a su formación como filósofo sino también a su intenso contacto directo con la música, que data de los tiempos de niño cantor del Zulia y violinista adolescente hasta la actualidad, cuando se esfuerza por aprender a ejecutar el saxofón, de la mano del maestro Manuel Barrios. 

“La filosofía se divide en varios campos. Está la filosofía del conocimiento o epistemología; la filosofía política y ética; la filosofía teorética; y está la filosofía estética, que versa, trata y analiza la belleza. Es la filosofía de la belleza”, explicó, como punto de partida.  

“Los latinos decían De gustibus non est disputandum, que se traduce como que los gustos no se discuten, entonces cuando se habla de belleza de las personas o del arte todo queda en el campo de la subjetividad. Esto ha cambiado con los tiempos. Por ejemplo, bajo la estética de la modernidad, el pintor buscaba mostrar la redondez de la mujer (al estilo de Botero), mientras en la estética contemporánea, la mujer debe ser absolutamente delgada, casi anoréxica (la típica modelo de pasarela). Hay mucha discusión. El cristal que usamos determina nuestra idea de la belleza”, señaló. 

“Dentro de la estética, de la filosofía de la belleza, se encuentra la obra de arte como el non plus ultra, el ápice de la actividad humana, lo que nos diferencia de los animales. Tenemos, por una parte, esa capacidad de tender hacia un bien, hacia el valor, lo que funda la ética; pero otra característica humana distintiva es la búsqueda de la estética: el atributo de distinguir lo bello y lo feo –prosiguió-. El arte, el gran tema de la estética, es decir de la filosofía de la belleza, es una actividad humana que tiende hacia lo bello. Aunque nos tenemos que poner de acuerdo sobre qué es lo bello porque una obra de arte puede ser la pintura de Miguel Ángel en la capilla Sixtina o una res colgada del techo, como la que presentaron alguna vez los integrantes del grupo literario El techo de la ballena, en Caracas; puede ser una fotografía de Marilyn Monroe o una mujer de las de Botero, con grandes redondeces”. 

¿Qué es la música? 

Con fines didácticos, exploró un concepto de música. Dijo que ella hace parte de nuestra cotidianidad, la escuchamos ya en el vientre de nuestra madre y acompaña todo el quehacer humano. Es una especie de banda sonora, de acompañamiento de nuestras vidas.  

Precisó que, etimológicamente, música viene del griego musa, que eran las divinidades inspiradoras de los artistas. La musa de la música es Euterpe, que lleva una flauta. 

Es el arte de organizar de forma sensible y lógica una combinación coherente de sonidos y silencios, siguiendo principios de armonía, melodía y ritmos. Paradójicamente, una de las características fundamentales de la música es el silencio. 

Ofrendó varias frases definitorias de la música. La primera es de Arthur Schopenhauer, quien aseguraba que “la forma más alta de arte no es la poesía, sino la música”. 

Sydney Lanier, poeta y músico estadounidense, expresó: “La música es amor en búsqueda de palabras”. 

Giuseppe Mazzini, un político italiano, dijo: “La música es el eco del mundo invisible”. 

Friedrich Nietzsche pronunció una de las más célebres definiciones: “La vida sin música sería un error”.  

Louis Armstrong, trompetista y cantante de jazz, aportó lo suyo: “Los músicos no se retiran, simplemente paran cuando no hay más música en su interior”. 

Y Leonard Bernstein, compositor y director de orquesta estadounidense, la definió así: “La música puede dar nombre a lo innombrable y comunicar lo desconocido”. 

Puntos comunes 

“Tanto la filosofía como la música tienden a la universalidad, a pasar las fronteras, a ir más allá de las sociedades. Se abrazan en ser lenguaje común para todos los pueblos, buscan la armonía, la creación equilibrada, estética, bella. Un acorde busca la belleza a través del equilibrio y la armonía. Una idea desarrollada a partir de elementos dialécticos (tesis, síntesis, antítesis, bajo la óptica de Hegel) también tiene un elemento de belleza –aseveró-. Tanto la música como la filosofía buscan la bondad, el bien, el goce, el disfrute. Ambas tienden a la verdad”. 

“Hay acordes musicales y acordes mentales, de las ideas, tienen que ser coherentes para llegar a una conclusión plausible. Un acorde es un acuerdo epistemológico entre estética, belleza y bondad”, reflexionó. 

Para ahondar en la definición de música, presentó un video que aborda el tema de la antropología musical para entender que la música es propia de la estructura del ser humano.

Se señala que desde los primeros tiempos de la humanidad ha existido una relación evidente entre música y baile. Ambos han formado parte de la misma actividad. Esto ha cambiado un poco en la actualidad, sobre todo en la cultura occidental “civilizada”, pues las personas se encuentran en una sala de conciertos con los brazos en el regazo o quizá balanceándose apenas un poco. En cambio, la música es movimiento para la mayor parte de los pueblos del mundo. 

Pérez Pirela comentó que la visión contenida en el video es casi descolonial porque se critica que se nos coloque en una sala de conciertos (sobre todo en Europa y Estados Unidos) muy quietos, lo cual es antinatura y anticultura porque antropológicamente somos ritmo y el primer ritmo biológico es el del corazón. “Nuestro ser biológico se mide a través de palpitaciones. La música es intrínseca a la esencia humana. La primera música la escuchamos en el vientre materno y determina nuestro devenir cultural y hay una grandísima relación entre música y recuerdo en lo individual”.  

“El coctel música-filosofía es una droga dura, es un deporte extremo –subrayó-. ¿Se podría decir que le filósofo es músico y el músico es filósofo? Doy una respuesta poética de Schopenhauer: ‘La filosofía es música que se hace con el alma’. Y es que la música transmite ideas, además de sentimientos”.  

Tambores y matemática

Ofreció a la audiencia otro video que conceptualiza la relación esencial entre música y recuerdo (re, pasar una y otra vez, por el cordis, corazón). En este material, Wyclef Jean, un cantante y productor haitiano, dice que nació en un pequeño pueblo y solo recuerda el sonido de los tambores. “Estábamos en un ambiente pobre, a veces no sabíamos qué íbamos a comer o beber, pero de algún modo, cuando aparecían los tambores era como si lo olvidaras todo. Solo existían los tambores, los tambores”.  

El moderador expresó que es el mismo tambor de San Benito, que se toca en su natal Zulia (dio una breve demostración, usando el escritorio como instrumento) o los tambores de San Juan, una manifestación típica de estos días finales de junio en varias regiones del país. “Cada pueblo tiene su ritmo y la música es ritmo y melodía. Pero también es matemática. No lo digo yo, nos los dice Pitágoras. La Escuela Pitagórica plantea que la primera etapa del aprendizaje filosófico consistía en escuchar. Buscaban el reconocimiento del vínculo entre salud y música porque la proporción y el equilibrio de las notas musicales producen armonía y orden tanto en el cuerpo como el alma”. 

“Para Pitágoras (que vivió en un tiempo tan remoto como 570 al 495 antes de la era cristiana) la música no era otra cosa que un lenguaje matemático. Creía que todas las cosas eran números. Le interesaba el rol de las matemáticas en la música. Según la leyenda, Pitágoras, al ver martillando a un herrero y utilizando diferentes tipos de martillo, le llamó la atención que la armonía que era proporcional al tamaño de los martillos. Es el principio de la cuerda de un bajo o un guitarra. A partir del lugar donde pisas la cuerda, cambia el sonido, la armonía, el equilibrio”, acotó.  

Muchos años después, en la modernidad, otros filósofos avanzaban la siguiente idea: la música no es otra cosa que hacer matemática sin darse cuenta. 

Puso al aire otro video, en el que se cuenta que un investigador llamado Mick McCready cuenta que investigó el éxito de la música popular, analizando más de 30 millones de piezas musicales, dividiéndolas según 30 variables, una especie de rayos equis musicales. Descubrió que los éxitos siguen determinados patrones matemáticos recurrentes que el cerebro humano encuentra agradables. Un ejemplo, son los patrones matemáticos del hit de Sting If I ever lose my faith in you. 

La visión platónica y aristotélica

“Después de Pitágoras, vamos a saltar a Platón. Para él, la música es para el alma lo que la gimnasia es para el cuerpo. Es decir, que hay un acto interior (ética: bien o mal) y uno exterior (estética: bello o feo). En La República, Platón consideraba a la música como parte del entrenamiento emocional de los guardianes de la sociedad, que son los filósofos llamados a dirigirla. La educación debía formar a las personas en tres disciplinas: filosofía, gimnasia y música. Planteaba que las armonías lidias y jónicas debían ser prohibidas porque trasmitían la tristeza y relajación a los guardianes. Solo se debían permitir las armonías dóricas y frigias porque transmitían valor y templanza. Para Platón, a los filósofos había que tenerlos arriba, no bajarlos. Dijo que ‘toda conversación sobre la música debe llevar a lo hermoso porque es el alimento de la virtud, la ética y la moral’”. 

Por su parte Aristóteles dividió el conocimiento en ciencias teóricas, ciencias prácticas y ciencias productivas. Colocó la música entre las ciencias productivas porque su propósito es el divertimiento del hombre libre. “Contribuye al reposo, al placer, a la virtud de gozar, amar y odiar, eso sí correctamente. La música nos acostumbra a recrearnos correctamente. Nos refleja. El ritmo de cada uno es diferente. Divide la vida en tres categorías: vegetativa (aspectos rítmicos de la música expresados en el cuerpo); la sensitiva (aspectos melódicos); y la intelectiva (pensamiento armónico de la música y de sonidos simultáneos). El pensamiento es armónico. La construcción intelectiva tiene que ver con sonidos simultáneos armónicos. La única forma de expresar el pensamiento es la palabra dicha. Purifica las pasiones y provoca una alegría inocente y pura”. 

De San Agustín a la modernidad

Continuando con el recorrido, se refirió a la visión de Agustín de Hipona, para quien la única música válida era la que tenía letra bíblica. “Es sierva de la religión. Puede calmar lo más salvaje en nosotros. Tiene un valor educativo –detalló-. No olvidemos que con San Agustín estamos en el siglo IV, en el Medioevo”. 

Otro fragmento del video de National Geographic titulado Mi cerebro musical, explica cómo la música se produce y cómo la percibe el cerebro. “Es un hecho físico”, resumió. 

Ya en terrenos temporales de la modernidad, volvió con Schopenhauer, quien dice que la música nos libera de la tiranía de la voluntad. “Para lograr esa liberación, según este filósofo, tenemos la compasión, el ascetismo y el arte, que es creación. Específicamente en el arte, la forma más elevada es la música. Es una experiencia que nos lleva a un reino sin sentido. Nos da la sensación de estar con nosotros mismos en algo más allá de nosotros”.  

Schopenhauer ahondó en este punto, planteando que se trata de una experiencia atemporal que viven algunos artistas que son capaces de expresarlo. “Los que producen el arte auténtico, el que tiene que estar en contacto con algo más elevado, son los llamados genios. Una cosa es arte auténtico y otra cosa es la moda, que no es música ni es arte. Da una definición espectacular cuando dice que ‘la música es la presentación manifiesta de la esencia de la naturaleza’. Y entra a un tema fundamental para la música: el talento. Dice que con talento puedes llegar a un objetivo al que otros no pueden llegar. Con genialidad llegas a un objetivo al que otros no pueden ni siquiera ver. En la música solo el genio tiene la capacidad de percibir y transmitir lo eterno”. 

Pérez Pirela destacó que esta reflexión es importante para los que creen que la música es tomarse una selfie tocando dos acordes. “Sepan que no. Es estudio, dedicación, entendimiento e interpretación”.  

Continuó citando a Schopenhauer: “Alguien que se libera de la voluntad carece de eso que la voluntad exige para sobrevivir, por ejemplo, saber cómo funciona el mundo. Hay que ayudarlo a vivir en el mundo. Por ello, los artistas suelen se ineficientes en las cosas prácticas del mundo y suele aislarse de las otras personas”.  

De acuerdo con la visión del pensador alemán, todas las otras artes (pintura, escultura, drama, poesía) están por debajo de la música, que es el arte más abstracto y el que menos está dado a los conceptos.  

“Cuando leo estas ideas no puedo pensar en otra cosa que no sea la interpretación del jazz”, dijo el presentador y, a propósito de ello, anunció otro fragmento del video. En este material, el músico y neurocientífico Charles Limb diserta sobre los motivos por los que a la gente le fascina la improvisación en el jazz. A su juicio es porque pueden presenciar algo que se crea espontáneamente en ese lugar, algo que nunca antes se había interpretado y nunca más volverá a interpretarse.  

Limb hizo un experimento: poner a un músico de jazz a escuchar música e improvisar con un teclado mientras se le realizaba una resonancia magnética cerebral. Se demostró que la corteza prefrontal media se llenaba de actividad durante la improvisación. Según el científico es la parte que se activa cuando la persona cuenta algo autobiográfico. Eso coincide con que en el jazz se describe la improvisación como una manera de contar la propia historia musical, su sonido, su voz. Se despierta un sentimiento de identidad personal. Al mismo tiempo, el cerebro deja de censurarse y las zonas creativas se vuelven activas. La autoexpresión intensificada y la autocensura y la autoinhibición reducidas se relacionan con la improvisación.

Pérez Pirela contó que cuando comenzó con su aventura de aprender a tocar saxofón, algunas personas lo cuestionaron porque no cuadraba mucho con su rol de filósofo político. Explicó que antes de estudiar filosofía fue ejecutante de violín y desde niño, cantante de música polifónica (sacra, gregoriana y también popular) “No nos dejemos encajonar en que tú eres matemático o filósofo. La filosofía es la madre de todas las ciencias. No somos de ciencias o de humanidades, de conservatorio o de campo deportivo. Somos todo, somos seres holísticos. La disciplinarización, la normalización, la influencia de la llamada ‘escuela normal’ de inicios del siglo XX ha sido un límite. Las limitaciones de las disciplinas solo nos quitan, no nos dan”. 

Entonó pasajes de un canto gregoriano y preguntó: “¿Quién me prohíbe cantar? La polifonía es eso: la contribución de cada uno a una lógica general en cohesión social”.  

Otro video se enfoca sobre este aspecto. Se explica que, mediante el proceso de incorporación, el cerebro utiliza la potencia del ritmo para dar forma a los sentimientos y a los movimientos del cuerpo. Un científico entrevistado dice que el ser humano es el único capaz de sincronizar movimientos al compás de la música. Los chimpancés y elefantes pueden golpear palos individualmente, pero si un segundo sujeto de estas especies se suma, no pueden sincronizarse. Esta tal vez sea la clave evolutiva de la música. Para sincronizar a un grupo, la mejor manera de hacerlo es la música.  

Volviendo al paralelismo filosofía- música, relató que Wagner y Schopenhauer se inspiraron mutuamente para realizar sus obras. Las óperas Tristán e Isolda y Parsifal fueron influidas por el pensamiento de Schopenhauer. Nietzsche se inspiró en ambos cuando escribió El ocaso de los ídolos en el que ilustra el poder vitalista de la música. Es cuando dice que la vida sin música sería un error porque a través de la música se puede escapar, aunque sea momentáneamente, de la miseria de la vida terrena y contemplar la trascendencia.  

“Luego de inspirase en Schopenhauer, rompe con él al rechazar su pasividad contemplativa. Plantea que la música y el arte en general es una celebración de la vida. Por su potencial creador y positivo no puede ser negada”, expuso. 

Convidó al público a disfrutar del cantante inglés Sting hablando acerca de Thelonius Monk, sobre la complejidad de la música.  

El locutor del video dice que para Sting la música es un rompecabezas que él está decidido a resolver y cuánto más grande es el reto, más lo disfruta. “El cerebro es un músculo y disfruto el ejercicio. Me he sentido atraído por la música que me parece difícil. ¿Por qué es buena esa música? Quiero averiguarlo. Escuché una improvisación de Thelonius Monk en París. Me preguntaba, ¿qué es esto?, y trabajaba oyéndolo hasta que empecé a entender lo que hacía. Estaba al extremo del entendimiento humano. Era como un científico explorando los límites de lo que consideramos la música. Cuando lo entendí, empecé a disfrutar de esa música amarga y angulosa, me empezó a encantar”, fueron las palabras de Sting. 

Pérez Pirela comentó que Monk (a quien tiene como uno de sus jazzistas más admirados) era “un pianista con una grandísima complejidad melódica, que tocaba el piano como si fuera una tumbadora, un tambor”. 

Nietzsche: apolíneo y dionisíaco

Ya en el tramo final del recorrido, se concentró en un filósofo imprescindible en muchos sentidos, y particularmente en este campo de la filosofía de la música. Explicó que Nietzsche plantea dos principios ontológicos de la belleza: lo apolíneo y lo dionisíaco. 

Lo apolíneo viene del dios Apolo, que es luz y armonía. El principio apolíneo busca el orden, la belleza de las formas.  

Lo dionisíaco viene de Dionisio, que es la fuerza incomprensible del cosmos carente de forma y razón. 

El conflicto de la historia es el enfrentamiento entre estos dos principios, pues Apolo y Dionisio son hijos del dios Zeus. Cuando colisionaron generaron la cúspide más alta de la creatividad humana, que para Nietzsche es la tragedia griega. 

Lo apolíneo dominaba en la pintura, la escultura, la arquitectura y las leyes griegas, mientras el principio dionisíaco dominaba los rituales religiosos, el vino y la danza.  

En la tragedia griega, ambos principios coexisten y esto tiene mucho que ver con la música porque las líneas de ese género teatral son cantadas por los actores y el coro. 

“Para Nietzsche, en el arte no solo se juegan los gustos, sino la propia existencia de cada uno. La verdad terrible contenida en el arte es sostenible a través del velo de la belleza. En la tragedia griega ocurren los peores acontecimientos, se muestra lo peor del ser humano, pero con la belleza propia del canto. Para decirlo de otro modo, el arte y la música hacen soportable esta vida de mierda”, exclamó el presentador de viernes de filosofía. 

Cerró la disertación con otra cita de Nietzsche: “La música une todas las cualidades: nos puede exaltar, entretener, levantarnos el ánimo o romper el más duro de los corazones con los tonos melancólicos más suaves. Pero su principal tarea es guiar nuestros pensamientos a cosas más elevadas (…). El arte musical a menudo habla en sonidos más penetrantes que las palabras de la poesía (…). Una canción eleva nuestro ser y nos lleva hacia el bien y la verdad”. 

Y finalizó con una reflexión propia: “Quien piense que la música es solo diversión, no entendió nada”. 

El colofón musical fue una breve improvisación de Pérez Pirela con su saxo y luego el video de la pieza Cui cui night, del grupo venezolano Los Pecaya. 

(LaIguana.TV)