Cada vez que Jorge Rodríguez  hace una denuncia, acusación, revelación o señalamiento, los afectados y sus amigos y aliados de los medios de comunicación y las redes sociales tienen una respuesta automática: “Es que Jorge es mentirosísimo”, dicen.

Resulta irónico que el más prominente de los psiquiatras prestados actualmente a la política arrastre esta fama de mitómano perverso, pero más allá de eso –que es parte de nuestra picaresca- es necesario que «la opinión pública» juzgue con la mayor objetividad posible si el doctor Rodríguez, en verdad, miente (valga el juego de palabras).

Hagamos una selección de casos recientes y revisemos una por una esas denuncias, acusaciones, revelaciones y señalamientos que ha hecho a lo largo de los últimos años el actual presidente de la Asamblea Nacional. Anotemos cada caso, con algunos de sus detalles espectaculares, dramáticos, truculentos y, al lado, acotemos si con el paso del tiempo, lo dicho por él resultó ser verdad o fue desmentido. El cotejo de los dichos de Rodríguez y los hechos realmente ocurridos debería ser una suerte de dictamen serio sobre si el especialista en salud mental dice la verdad o engaña.

Es un reto interesante, sobre todo para algunos colegas periodistas que siempre dicen o escriben lo mismo: que a Rodríguez no se le puede creer ni el Padrenuestro.

(Oigo y leo a estos comentaristas y me inclino a pensar que quieren convencer a los demás de que este personaje miente continuamente. Pero más que a los otros, me parece que quieren convencerse a sí mismos. Pero ese es un tema colateral).

Empecemos con los casos.

El magnicidio de agosto de 2018.

Los dichos de Rodríguez. El entonces ministro de Comunicación e Información fue uno de los divulgadores de los detalles del caso. Dijo que todo se había planificado y dirigido desde Colombia. Mostró declaraciones de los autores materiales implicados y de algunos imputados como cómplices necesarios, incluyendo el entonces diputado Juan Requesens, quien explicó como gestionó el paso a través de la frontera colombo-venezolana de los aparatos que se utilizarían en el atentado (drones).  A pesar de la contundencia de las pruebas y testimonios, los impulsores de la tesis de que “Rodríguez siempre miente”, aseguraron que todo era falso, incluso la declaración de Requesens, en quien observaron síntomas de haber sido torturado, drogado o hipnotizado.

Los hechos. Toda la trama del magnicidio en grado de frustración fue confirmada luego por numerosas fuentes colombianas de inteligencia. En marzo de 2019, el canal de noticias estadounidense CNN en Español (cuya línea es furibundamente antichavista) publicó un reportaje que ratifica todos los detalles expuestos en su momento por Rodríguez. Una persona que participó en la conspiración, Rayder Alexander Ruso Márquez, alias “Pico” (que venía de participar en el intento de asalto al Fuerte Paramacay u Operación David),  explicó que  los entrenamientos y ensayos se hicieron en una hacienda de Colombia; mencionó que hubo reuniones con funcionarios del Gobierno de Estados Unidos luego del ataque y aseguró que el magnicidio fue frustrado por los detectores de señal telefónica del equipo de seguridad del Presidente, y que por ello el plan había fallado. Es decir, confirmó todo lo que había señalado Rodríguez en su momento.

Quienes juraron que el ministro había montado una novela respecto al magnicidio, reaccionaron acusando a “Pico” de ser un infiltrado.

Acontecimientos posteriores, como la trama de la Operación Gedeón y el muy reciente magnicidio del presidente de Haití, Juvenel Moïse, abonan a favor de la tesis según la cual Colombia es un floreciente centro de entrenamiento para magnicidios y atentados.

La quema de la ayuda humanitaria (febrero de 2019)

Los dichos de Rodríguez.  En su rol de vocero principal del Gobierno, dijo que la quema de las gandolas supuestamente cargadas con ayuda humanitaria, en la frontera, había sido obra de los manifestantes opositores que estaban del lado colombiano, pugnando por entrar a Venezuela, quienes arrojaron bombas molotov.

La versión sostenida por la oposición y por toda la prensa global (unificada en una misma estrategia) fue que los transportes habían sido incendiados por órdenes de Nicolás Maduro. Desde los gobiernos de EEUU, Colombia, Grupo de Lima y Unión Europea llovieron los señalamientos contra la increíble maldad de Maduro. Algunos medios, incluso, exigieron que se le juzgara por delito de lesa humanidad, dada la monstruosidad del crimen cometido.

Los hechos. Unos días después, en marzo de 2019, el diario estadounidense The New York Times rompió el cartel comunicacional al presentar una investigación que vino a confirmar lo dicho por el ministro y que ya habían señalado medios como Telesur, LaIguana.TV y órganos alternativos de Colombia: fueron los cocteles incendiarios de los opositores los que causaron la quema. El NYT, por cierto, culpó al gobierno colombiano de propiciar la fake new al manipular un video, suprimiendo los primeros minutos del incendio. De esa manera se indujo a los periodistas a creer que el siniestro fue causado por la fuerza pública venezolana.

Una vez más, quienes juran que Rodríguez expuso falsedades en este caso, nunca han retirado sus acusaciones. Pese a la fuerza de las pruebas, siguen acusándolo de haber mentido.

Los apagones de 2019

Los dichos de Rodríguez. En marzo, cuando el país entero quedó sumido en dos grandes apagones, el ministro de Comunicación e Información denunció que Venezuela había sido víctima de ataques de pulso electromagnético y cibernéticos dirigidos contra el cerebro electrónico del complejo hidroeléctrico del Guri y el Sistema Eléctrico Nacional.

Tanto EEUU como sus aliados opositores venezolanos calificaron estas versiones como fantasiosas y no faltó quien se las atribuyera a la vena narrativa de Rodríguez, pues aparte de su profesión médica y de su intensa carrera política, ha destacado como escritor de cuentos.

Los hechos. Apenas unos días después, el 27 de marzo, Donald Trump firmó una orden ejecutiva para proteger la tecnología e infraestructura del país ante eventuales ataques de pulso electromagnético, emisiones de energía de alta intensidad y radiación capaces de destruir total o parcialmente equipamiento eléctrico dentro de su radio de acción. Surge una pregunta lógica: si los ataques de pulso electromagnético son cosa de ciencia ficción y una falacia más de Jorge Rodríguez, ¿por qué EEUU estableció (por vía de decreto presidencial, es decir, con bastante urgencia) una normativa para defenderse de ellos?

En esa oportunidad se alegó que un ataque del tipo cibernético podía haber colapsado una parte del sistema, pero no todo. Sin embargo, recientemente, EEUU se vio afectada por una falla generalizada en los sistemas de suministro de combustible desde el golfo de México y en buena parte de la Costa Este, derivada, según los cuerpos de seguridad de un ataque cibernético contra el oleoducto Colonial. “El ataque ha exhibido la fragilidad de la red energética Estados Unidos ante los ataques ransomware, es decir, de programas maliciosos que encriptan y bloquean la información hasta cobrar el rescate”, escribió El País de Madrid.

Los incrédulos del ataque cibernético a la red eléctrica venezolana se mostraron muy crédulos con este otro, que afectó a EEUU.

Antes y después de la Operación Gedeón

Los dichos de Rodríguez. En el caso de la Operación Gedeón, la actuación del titular del Minci no se limitó a reseñar los hechos ya cumplidos, sino que antes de ellos había advertido, con muchos detalles, lo que se estaba preparando. En varias ocasiones, desde mediados de 2019, mostró incluso las coordenadas exactas de los campamentos en los que se estaba preparando una incursión contra Venezuela.

Como de costumbre, los adversarios de Rodríguez aseguraron que todo era una fábula, un pote de humo, una maniobra distraccionista destinada, por otro lado, a justificar acciones represivas contra la oposición.

Sin embargo, en enero de 2020 una patrulla policial en Magdalena detuvo a un venezolano con un notable cargamento de armas que iban con destino a Riohacha, localidad donde estaban emplazados los campamentos  denunciados por Rodríguez. Sus señalamientos empezaban a confirmarse.

En mayo de 2020 se produjeron los acontecimientos de la fallida invasión por Macuto, estado La Guaira, que fueron debelados por el gobierno en toda la línea.

Los detenidos, incluyendo dos exmilitares estadounidenses, confesaron todos los detalles y ratificaron que sus entrenamientos se habían realizado en Riohacha, justo donde Jorge Rodríguez había indicado.

El ministro se encargó entonces de ofrecer más información al público. Para ello presentó los testimonios de varios de los procesados, así como declaraciones a la prensa de uno de los cabecillas de la defenestrada maniobra, el general desertor venezolano Clíver Alcalá Cordones.

Pese al cúmulo de evidencias e indicios, la oposición nacional y global siguió diciendo que todo era un tinglado de mentiras de Rodríguez, a quien llegaron a calificar como “el Goebbels del régimen”.

Varios meses después del fracaso de la Operación Gedeón, el presidente de Colombia, Iván Duque, ofreció una rueda de prensa acompañado por altos funcionarios militares y policiales para informar sobre una operación en la que detuvieron a los venezolanos Rayder Alexander Russo (el ya mencionado “Pico”), a los hermanos Juvenal y José Sequea Torres y a Yacsy Alexandra Álvarez, a quienes acusaron de estar vinculados a hechos de desestabilización en Colombia, presuntamente por instrucciones del gobierno de Nicolás Maduro. Todas esas personas habían sido denunciadas ampliamente por Rodríguez como parte de la organización de Alcalá Cordones que trabajó en el intento de invasión de mayo.

Con lo dicho entonces por el director de la Policía Nacional de Colombia, general Óscar Atehortúa, se confirmó toda la denuncia del gobierno venezolano, aunque –de manera aparentemente paradójica- estuviesen acusando a Maduro de ser el jefe de quienes participaron en una operación cuyo fin era asesinarlo.

Según el general, en la operación, que requirió de cinco meses de investigaciones, intervinieron la Policía, el Ejército, la Fiscalía, Migración Colombia, la oficina de investigación de Estados Unidos y el FBI. Si le hubiesen prestado atención al ministro venezolano, podrían haberlo resuelto mucho antes y con menos parafernalia.

Los que no le creen ni el Padrenuestro a Rodríguez, le creyeron esta descabellada versión a Duque y sus subalternos.

Los desfalcos a Citgo, Monómeros y otros activos

Los dichos de Rodríguez. De manera sostenida, mientras fue ministro de Comunicación e Información y, a partir de enero, en sus nuevas funciones como presidente de la Asamblea Nacional, Rodríguez ha consignado pruebas de los múltiples casos de robo de empresas, fondos bancarios, oro y otros activos, perpetrados por el llamado “gobierno encargado”, que nominalmente encabeza el ahora exdiputado Juan Guaidó.

Especial énfasis ha hecho en los desfalcos más gruesos, que son los cometidos con las empresas Citgo (EEUU), Monómenos (Colombia), y con el oro depositado en Inglaterra. También ha hecho señalamientos sobre la apropiación indebida de los fondos de la “ayuda humanitaria” a partir de febrero de 2019. En todos los puntos ha presentado documentos, declaraciones y conversaciones entre los actores fundamentales de los hechos irregulares.

Los hechos. Los propios opositores, tanto en Venezuela como en los países involucrados en los robos se han encargado de ratificar punto por punto las denuncias de Rodríguez. Estas confirmaciones han estado a cargo de personajes como el “exembajador” de Guaidó en Colombia, Humberto Calderón Berti y polemistas como Patricia Poleo, Daniel Lara Farías y Alberto Franceschi, pero adquirieron particular contundencia cuando las plasmó el diario The Washington Post, en una investigación en la que nombra a dos empresarios radicados en Miami y designados por Guaidó, que estarían involucrados en una supuesta trama de corrupción, cuya suma alcanzaría los 40.000 millones de dólares.

En Colombia, en tanto, han llovido las confirmaciones sobre la forma cómo fue depredada la empresa binacional Monómeros por integrantes del llamado G4, que integran los líderes de Acción Democrática, Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo y Voluntad Popular.

Pese a todos estos golpes con cuñas del mismo palo, muchos dirigentes y militantes opositores -así como los periodistas que profesan una peculiar animadversión por Jorge Rodríguez- insisten en decir que “él siempre miente”.

Y hoy, seguimos en lo mismo

Así llegamos al momento actual. Rodríguez, desde la tribuna parlamentaria ha regresado como vocero oficioso del Gobierno con una sustanciosa denuncia acerca de lo ocurrido en los últimos días en la agitada Caracas de la Operación Gran Cacique Indio Guaicaipuro, en los centros de operación de la oposición radical (Estados Unidos, España y Colombia) y en otras naciones, como Haití.

Las denuncias apuntan a demostrar las relaciones carnales de la ultraderecha venezolana con el gobierno y el paramilitarismo colombiano y con los célebres líderes delictivos de ciertas zonas de la capital venezolana. Malas juntas por donde quiera que se les mire.

La reacción de los acusados y sus aliados ha sido la de costumbre: decir que “Jorge es un mentiroso incorregible”. Habrá que esperar para saber si los hechos irrefutables u otras fuentes (independientes o, quizá, opositoras) le dan la razón. Se oyen apuestas.

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)