Almelina es una película concebida en el género híbrido del docudrama, en la que se cuenta la historia de la muerte de la enfermera Almelina Carrillo, durante la ola de violencia política de 2017. Fue ella la señora impactada en el cráneo con una botella de agua congelada.

 

LaIguana.TV conversó con su director Jorge Solé, y con su “padrino”, Carlos Azpúrua, en torno a esta cinta, que pretende ser una de trece narraciones cinematográficas de los crímenes de odio perpetrados durante los cuatro terroríficos meses de las guarimbas.

 

A continuación, una versión del diálogo que Solé y Azpúrua sostuvieron con el periodista Clodovaldo Hernández:

 

Solé: El brillo de los ojos del público

 

-¿En qué consiste exactamente el género del docudrama que se utiliza en Almelina?

 

-Es un género que nace de la necesidad de captar un público. Hemos hecho documentales durante cincuenta, casi sesenta años. Tienen su tiempo, su momento, su canal, pero nos hemos dado cuenta de que mucha gente distingue erróneamente entre una película y un documental. En realidad las dos son películas, una de ficción y la otra documental. Pero a la gente le brillan los ojos con las películas de ficción y, en cambio, no tiene muchas ganas de ver documentales. Claro que sí hay un público para documentales, que National Geographic ha aumentado, pero necesitábamos ir más allá de ese público. Queríamos hacer un documental sobre Almelina, que es el primer capítulo de una serie de trece sobre los crímenes de odio. El estilo que encontramos para que a la gente le brillen los ojos y quiera ver la película es el docudrama: hemos ficcionado parte de esa realidad documental.

 

Solé indicó que el asesinato que se relata en el filme es, sin duda, una realidad documental. “Son hechos públicos y notorios que aparecieron en TV, en prensa, en Twitter, en WhatsApp, en todos los medios existentes, algo sumamente triste, que fue parte de una realidad mucho más grande e igualmente triste: una cantidad de gente muerta y de familias destrozadas en nuestra nación como producto de una lucha política”.

 

-¿Almelina relata el caso de la enfermera golpeada con un objeto contundente en la parroquia Candelaria, cierto?

 

-Almelina Carrillo. Sí. Una botella de dos litros de agua congelada, ¡imagínate!, tirada desde un piso altísimo. El género documental es ayudado por una interpretación libre de la realidad a la que tuvimos que recurrir para registrar ciertos momentos que ni la prensa ni la televisión ni La Iguana habían registrado en ese momento. La película tiene trozos absolutamente reales. Por ejemplo, el momento en que la mujer es impactada por el objeto no es una recreación de ficción nuestra, es el video de un vecino del señor (Jesús) Juan Albi Zambito, que estaba filmando con un teléfono en el momento en que él tira la botella. Se ve como sale la botella, le pega a la mujer y ella cae, y el camarógrafo grita “¡Mierda, le pegó en la cabeza!”. Eso es absolutísimamente documental, real, pero por otro lado, la forma como Tulio (Hernández) ejerció influencia sobre Zambito para que él hiciera algo tan bárbaro, se presentan mediante unos diálogos que tuvimos que imaginar, hacer un guion, contratar actores que leyeron el libreto, propusieron cambios, igual que el director. Así se fue elaborando esa realidad que, por fin, estamos viendo.

 

-En la película se le atribuye mucha importancia a la autoría intelectual del hecho, pues quien aparece como el gran protagonista, aparte del hombre que lanza la botella, es el que lo incita a hacerlo, el personaje que representa a Tulio Hernández, el famoso “Sociólogo del matero”…

 

-Sí, él fue el que escribió aquel tuit en el que decía que “hasta materos se vale”… Pero la película en ese sentido es un poco más abierta. Cerca del final (aunque la película está viva: comenzó con 42 minutos y ya va por 46), se hace la pregunta “¿Quién mató a Almelina Carrillo?” Porque algún público dice que la mató quien tiró la botella. Otro público dice que hubo un actor intelectual que fue “el Sociólogo del matero”, quien escribía constantemente tuits indicando cosas que había que hacer, entre ellas dijo muy claramente que “cada uno de nosotros debe encargarse de uno del Plan Zamora para que esté militarmente derrotado”. Pero ¿había alguien por encima del señor Tulio Hernández, que le estaba reclamando, induciendo o pidiendo que hiciera eso? Porque a lo mejor hay un actor intelectual más intelectual que Tulio Hernández. Hay que recordar que Tulio Hernández era vicepresidente de un banco, el BOD, que inmediatamente lo despidió. Pero tal vez él tuvo influencias desde más arriba, y ese señor de más arriba tal vez tuvo llamadas de otros países. Es decir, que queda un poco difuso el último eslabón, el más responsable de todos los responsables, que no sabemos si es una persona o una organización. Sabemos que Almelina murió, y luego hay toda una escalera de culpabilidades que van hacia arriba, jerárquicamente, como en una relación de jefe a empleado.

 

-¿Para filmar la película tuvieron contacto con la familia de Almelina?

 

-Dos personas de las doce del equipo de Investigación tuvieron relación directa y recibieron información. Yo, personalmente, como director no he tenido aún el contacto. Estoy esperando el momento propicio para tenerlo. También tuvimos contacto con el que tiró la botella, en su centro de reclusión.

 

-¿Cómo puede verse la película?

 

-Por un lado está abierta la posibilidad de verla libremente en el canal Almelina de abril. Ese es el nombre por el que se nos puede encontrar en todos lados: email, Facebook, Instagram, Twitter. Youtube

 

-Ha habido recientemente un proceso de liberación de personas que se encontraban privadas de libertad por los hechos violentos de 2017. Ustedes, que estuvieron tan involucrados en los pormenores de estos casos, ¿qué piensan de esa liberación?

 

-Nosotros pensamos que donde manda capitán no manda marinero. Esa experiencia la tuve muy en directo y en vivo filmando una película científico-técnica para Intevep en un barreminas británico. Navegábamos en aguas cercanas al delta del río Orinoco haciendo prospección petrolera. Ese barco tuvo una falla en sus máquinas por lo que tenía que andar muy lentamente. En cierto momento, parece ser que el capitán le dio la orden al maquinista de que fuera “adelante a toda máquina”. Pero el maquinista no lo hizo porque la máquina andaba mal. Cuando llegamos a puerto, el problema casi se va a los puños porque el primer oficial increpó al maquinista por haber desobedecido la orden del capitán. El maquinista alegó que si le hubiese dado “adelante a toda máquina”, se habría fundido el motor. El primer oficial le dijo: “Eso no es cuenta tuya porque el capitán está allá arriba, viendo todo, y a lo mejor en ese momento había un destructor que se nos venía arriba y la única forma de salvarnos habría sido darle ‘adelante a toda máquina’. Tú, desde la sala de máquinas allá abajo no estás viendo la totalidad y por tanto es responsabilidad de él”… Si en este momento están diciendo que hay que liberar  a tales personas, bueno, el capitán sabrá por qué lo está diciendo. Es lo que siento que debe pasar en una organización social tan grande como una nación. El que manda, manda.

 

Azpúrua: La memoria del dolor

 

Aparte de su experimentado director, la película Almelina tiene un padrino de postín: el también cineasta Carlos Azpúrua, quien también ponderó las virtudes del género docudrama para contar este tipo de acontecimientos. “Esto viene revoloteando hace tiempo entre las proposiciones cinematográficas. La ficción es un género y el documental es otro, pero entre ellos surge un tercero que es el documental con ficción. Es extraordinariamente potente, por su capacidad de realismo y de percepción sensible, para narrar historias y hacer cine político”.

 

-¿Por qué ese rol de “padrino” de la película?

 

-Es una propuesta realmente significativa, importantísima y potente en las circunstancias actuales que estamos viviendo. Creo que los cineastas, los intelectuales, no hemos logrado todavía contar las contradicciones de nuestro proceso revolucionario. O bien se ha tratado en documental o en unos pocos intentos de ficción, pero estamos en deuda para poder interpretar, desde una percepción del arte, esas realidades, nuestros dolores, nuestras diferencias sociales, desde la muy particular crisis de la sociedad en este proceso revolucionario. Pareciera ser que la dinámica nos ha quitado el impulso necesario para ir al encuentro de esas realidades y contarlas de manera sensible a través del arte. Soy padrino porque me encantó este trabajo de Jorge Solé, que pone en valor el género de la ficción documental con una extraordinaria capacidad de reflexión militante. No  militante de una manera sectaria sino militante en el sentido de contribuir a la conciencia. Si hay algo en valor que tiene el arte es esa percepción sensible que nos haga crecer, que se convierta en vanguardia y pueda acompañar a los sectores populares en sus procesos de creación de conciencia. Almelina es una muestra extraordinaria de esa capacidad de crear conciencia sobre un hecho tan doloroso. Yo lo llamo la memoria del dolor. Hay qué ver los dolores que vivimos con la guarimba. Esta película trasciende ese dolor, lo pone en un contexto político, la ubica en su estrategia real.

 

Azpúrua se refirió a los diferentes niveles de responsabilidad que mencionó Solé. “Está el más sentido, el de los tontos útiles, los que fueron utilizados y los desecharon. Muchos de ellos están olvidados en las cárceles. Pero también están los que incitaron a ese odio, los que ordenaron esa incitación del odio, los que financiaron esas estrategias de violencia, y los que planificaron desde el punto de vista de la guerra no convencional. No tengo ninguna duda de que se trata de una estrategia absolutamente planificada por el imperialismo americano. Toda esa situación de violencia fue preparada para desestabilizar a nuestro país”.

 

-En Venezuela, así como hay una guerra económica y una guerra mediática, también hay una guerra cinematográfica. El público es expuesto a visiones muy duras del proceso bolivariano…

 

-Sí, por cierto, estuve viendo un documental sumamente perverso que se llama El chavismo, la peste del siglo XXI. Estuve estudiando su estructura porque es nuestro deber darles respuesta a esos productos en el combate de la comunicación, donde uno milita en función de la verdad. Al comparar estos dos materiales, Almelina tiene algo extraordinariamente potente: la verdad. En el otro documental, muy bien producido, con mucho dinero, pero en definitiva lo que muestra son las cloacas de la comunicación, y perdonen la expresión tan fuerte, porque toman textos del comandante Chávez para distorsionar sus apreciaciones y sus visiones de igualdad social, de dignidad de patria. Quienes aparecen allí son personajes como (Luis) Almagro, el gran derrotado en las estrategias para que el país sea intervenido; el expresidente español (José María) Aznar, quien tiene nada menos que la responsabilidad de haber contribuido al millón de muertos de Irak, junto con (George W.) Bush; y tenemos a este triste personaje que participó del paquetazo neoiberal de Carlos Andrés Pérez, que es Ricardo Haussmann. Cuando ves el prontuario de estos tres personajes, y sus argumentos absolutamente gastados y trillados y los comparas con la emocionalidad de Almelina, una vez más hay que rescatar la fuerza de ese género del documental-ficción.

 

-En Almelina, en uno de esos niveles de responsabilidad en el suceso, aparece un hombre a quien tú conoces, que incluso creo que trabajó contigo: Tulio Hernández, el llamado “Sociólogo del matero”. ¿Cómo ves a personajes como él, que parecieron experimentar una involución ideológica?

 

-Debo decir que me he sentido muy afligido. En una ocasión, en uno de los foros que hemos organizado para discutir la película, entré a la sala  vi la foto de Tulio. Eso me afectó porque,  medio de las contradicciones que genera la realidad que vivimos, debo decir que Tulio estuvo absolutamente cercano a mí, incluso en terrenos creativos. Nunca es tarde cuando la dicha es buena. Los seres humanos pueden evolucionar y comprender sus errores. Jodido está el que no sabe dónde está. Yo sé dónde estoy, y sé que mi lucha y mi compromiso están en función de mi dignidad y la de mi pueblo, como comunicador, lograr que nuestra lucha sea cada día más comprendida, acompañar al pueblo en sus reflexiones y en sus contradicciones. Lo de Tulio, de verdad, me duele muchísimo porque fue un gran amigo por mucho tiempo, pero bueno… ¿cómo hace uno cuando un compañero es capaz de ser una pieza de una maquinaria perversa que le está generando a nuestro país tanto dolor y tanta distorsión? Él es un especialista en marketing y orientación política, y asesoraba al BOD… Para mí es realmente dolorosa la posición que ha asumido Tulio. Y ahora, es lamentable que esté en España, asumiendo desde allá su defensa como valiente, sin tener en cuenta las consecuencias que, de una manera u otra generó su incitación a esos crímenes de odio. Me duele y es parte de lo que son estas contradicciones de los momentos de profundo cambio. Si tengo que escoger, lo hago por mi pueblo, por la verdad, y por la convicción de que podernos soñar un país distinto. En este momento tan particular, cuando estamos sometidos a una guerra atroz de cuarta generación, los comunicadores, los orientadores de la opinión pública y como elementos fundamentales de la percepción sensible a través de arte, no podemos sino asumir la responsabilidad que nos toca. Yo lo hago.

 

-¿Qué posibilidades de desarrollarse tiene el cine político en medio de las dificultades que sufre el país en materia económica? ¿El financiamiento estatal implica hacer algunas concesiones acerca del contenido de las películas?

 

-Tenemos unas dificultades tremendas, sobre todo en el campo de la producción. Basta imaginar cuánto cuesta la alimentación de un grupo de 25 personas durante seis semanas para filmar un largometraje. De ahí el valor que tiene la propuesta del documental-ficción. La película que realizó a muy bajo costo gracias a la veteranía del equipo de Jorge Solé y (José Gregorio González) “Cheo Gato”, el compañero que hizo la cámara y la fotografía. Es un verdadero valor poder hacer lo que ellos hicieron de una manera sumamente económica, porque interpretaron el cine documental en función del devenir histórico actual, conjugaron ficción y documental con una gran sensibilidad.

 

Azpúrua señaló que piensa seguir ese camino con una película del mismo género híbrido acerca del libro La cuestión colombo-venezolana, una compilación de trabajos de alto nivel académico, realizada por Miguel Ángel Pérez Pirela. “No lo digo porque esta entrevista sea para LaIguana.TV, sino porque es una obra muy valiosa que todos los venezolanos deberíamos leerla para tener conciencia de quién es el verdadero enemigo. En política hay que saber cuál es el enemigo principal, y entender que hay varias capas de enemigos. El principal nuestro es el imperialismo americano, obvio, está allí. Pero el segundo gran enemigo es la oligarquía y las mafias colombianas”.

 

Dijo que es necesario entender lo atomizada que se encuentra la población colombiana que se encuentra en Venezuela, lo que se evidencia en la bajísima participación que se registra en los procesos electorales y en quiénes resultan ganadores entre los residentes en Venezuela. “Es importantísimo que generemos reflexiones profundas sobre ese tema, y por eso estoy entusiasmado con la idea de hacer un docudrama histórico, con materiales de archivo. Tenemos acá el tema de un largometraje que, desde la visión venezolana, le hable al pueblo colombiano para tratar de crear un nivel de comprensión de una palabra clave: lealtad. La lealtad que nos merecemos nosotros los venezolanos”.

 

Azpúrua, quien también tiene entre sus asuntos pendientes la producción de una película sobre la Campaña admirable, advierte que en estos momentos es casi heroico hacer cine en Venezuela, debido a las dificultades económicas. “Hay que ajustarse a los momentos, hay que buscar alternativas y no dudo que esta del documental ficción es una potente y efectiva opción”.

 

(Clodovaldo Hernández/LaIguana.TV)

 

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