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“Es que estamos en Venezuela”, suelta un muchacho alto y delgado, no mayor de 30 años, quien trabaja en el Terminal de Pasajeros de Barquisimeto —en el occidente del país—, cuando un grupo de personas le reclaman en la noche del último miércoles de mayo que actúe ante los especuladores.

 

Dos de las mujeres que se quejan amenazan con impedir la salida de las unidades, en vista de que han estado esperando para salir a Maracaibo, capital del estado Zulia, pero mientras avanzan las horas el costo del pasaje se ha encarecido. De seis de la tarde a la medianoche, el precio subió de 600.000 bolívares a un millón 100 mil, solo pagaderos en efectivo.

 

La cola para viajar a Maracaibo es bastante larga, pero apenas llega un autobús en el que podrán montarse solo quienes consiguen puesto después de un intenso forcejeo.

 

Los colectores  desde las ventanas de las unidades advierten que no permitirán que viajen con maletas, pero todos en la fila, mujeres y hombres, llevan enormes paquetes y cajas que tendrán como destino final ciudades de Colombia.

 

“Es que no llevan maletas, llevan la mudanza”, responde un señor con suéter rojo y gorra en la que se lee 22 R, también funcionario del Terminal de Pasajeros de Barquisimeto, cuando le piden que haga algo ante la situación que pasadas las nueve de la noche se observa en el terminal.

 

Entre los viajeros está un señor alto, Javier, de 45 años, quien pretende trasladarse con un televisor usado de 27 pulgadas –modelo viejo-, porque en Venezuela obtendría 35 millones de bolívares, pero en el vecino país podría cobrar el doble. Asegura que la semana anterior cruzó la frontera con un TV Led, pero perdió 100 millones de bolívares porque la pantalla llegó rota.

 

Delante de él, unos tres hombres resguardan unas bolsas de plástico que también aspiran a vender en alguna localidad  colombiana. Ellos y los otros van repletos de mercancías de todo tipo para ganar el ‘sueño suramericano’, volver a sus casas en Venezuela con millones en las cuentas bancarias para enfrentar, al menos por unos días, la hiperinflación.

 

Hace dos semanas atrás, Mariana, de 40 años, se trasladó a Maracaibo para visitar a unos familiares y asegura que solo pagó 300.000 bolívares. Esta vez tiene que volver a ir a esa ciudad y la ha sorprendido el cobro excesivo que la obligó a gastar 1.000. 000 en efectivo. Para acceder a esos billetes, tuvo que pagar una tasa de 300 %.

 

La queja de las mujeres y tres o cuatro personas más ante los funcionarios de la central de transporte no sirvió para nada. Siguen llegando las busetas que no admiten otra forma de pago, solo efectivo y, entre gritos los irritados pasajeros las abordan, algunos incluso aceptan hacer de pie el recorrido extraurbano que puede demorar unas siete horas.

 

“Saquen los billetes grandes (de alta denominación) para terminar más rápido”, exige el colector a los viajeros dentro de la unidad mientras cuenta las cantidades que uno a uno va entregando. Todo va cayendo en un morral tricolor de los que distribuye en escuelas públicas el Gobierno nacional, pero el destino del dinero seguramente será uno o más compradores dispuestos a dar hasta 300 % por obtener el  tan necesitado efectivo.

 

Un muchacho de no más de 20 años se pasea con una bolsa casi transparente colgada de su brazo llena de billetes por el terminal La Bandera, ubicado en Caracas.

 

Allí, a las 11:00 de la mañana un boleto para Maracaibo oscila entre  un millón y 1.500.000  bolívares en efectivo. Las taquillas de las líneas exhiben letreros en los que se lee: “No hay pasajes” y “No hay punto”, pero los vendedores de varias edades sí ofrecen tiques para varios destinos del territorio nacional.

 

En un espacio de la estación de autobuses, varias personas permanecen en cola con el interés de adquirir pasajes en una línea gubernamental (misión Transporte) con precios más bajos, pero alguien asegura que espera desde hace cuatro días para poder irse a la capital zuliana.

 

También en un terminal privado, ubicado en el municipio Chacao, aguardan ansiosos un grupo de pasajeros, que duerme en las instalaciones intentando cazar un boleto.  Alguien afirma que han elaborado listas por las que la línea tendría aseguradas sus salidas a Maracaibo para los próximos cuatro días. 

 

Otros 2.000.000 de bolívares en efectivo pagarán luego en ‘carritos’ –vehículos sedán- para llegar desde Maracaibo a  Maicao, en el vecino país.

 

En “La Bandera” la señora que a las 11:00 de la mañana cobraba 1.000.000 para Maracaibo, comienza a pedir, 200 mil bolívares más  pasado el mediodía. La hora de salida se anuncia para las 2:00 de la tarde, pero ella al igual que los otros choferes no ceden cuando se les plantea que no se dispone del efectivo para obtener el boleto.

 

Uno de ellos asegura: “Son 4.500 por 15.00”, es decir, la garantía para viajar sería pagar 4.500.000 de bolívares por transferencia que permitirían obtener un millón 500 mil en efectivo para abordar el transporte colectivo, pero advierte que solo será posible efectuar la transacción a través de dos bancos.

 

A casi las  2:00 de la tarde, cuando ya una buseta con rumbo a Barquisimeto está repleta, un vendedor asegura que todavía queda un puesto. Se trata de la escalera del bus. Alguien, ante el desespero, la aborda con 400.000 bolívares en efectivo para el conductor –más 50. mil  para el vendedor- en la mano, pero ni su nombre, ni su cédula de identidad han sido solicitados, así que no estará incluido en el listín que antes de partir verá un funcionario.

 

Todos guardan silencio cuando casi al abandonar “La Bandera” el funcionario pregunta a los viajeros cuánto les han cobrado por el pasaje, solo una señora, quizás en complicidad con el chofer y después de la advertencia lanzada minutos previos al arranque dice: “Señor, nos cobraron 170 (mil)”, pero, sin duda, tuvieron que desembolsar una cantidad muy superior para llegar a su destino. Callados, así iniciaron el viaje.

 

(Panorama)