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El  talentoso cronista colombiano Alberto Salcedo Ramos logró romper el manto de silencio y distracción que la gran prensa mundial mantiene sobre la constante violación de los derechos humanos que se perpetra en su país, al publicar en el diario estadounidense The New York Times un texto titulado “La verdadera derrota de Colombia”.

 

Salcedo Ramos expresa allí que mientras los colombianos ponían todas sus ilusiones en el partido de octavos de final del Mundial de fútbol contra Inglaterra, en la Colombia profunda se incrementaba la dantesca cifra de personas asesinadas por motivos políticos.

 

Una de las voces más importantes del periodismo narrativo latinoamericano del momento, muy aficionado a los temas deportivos, Salcedo Ramos dijo que había pensado den dedicar su crónica a la triste derrota de Colombia en la tanda de tiros desde el punto penal, pero tuvo que cambiar de idea.

 

«Iba a escribir sobre todo eso que he mencionado, digo, pero cambié de planes porque hoy sucedieron en Colombia varios hechos trágicos que me obligan a poner esta derrota deportiva en su justo contexto. Hoy se conoció que en el Cauca, lugar donde nació Yerry Mina, autor del gol colombiano, fueron masacrados siete campesinos. En la región Caribe fue asesinado un dirigente comunal mientras veía el partido. Antes, una profesora había sido amenazada de muerte por un comandante paramilitar. Hace poco, en Medellín, varios asaltantes ingresaron en la vivienda de un periodista y hurtaron sus archivos y equipos de trabajo. En lo que va de 2018 han sido asesinados noventa y ocho líderes sociales», enumeró el escritor.

 

Añadió que «no pertenezco a la legión de quienes creen que amar goles y gambetas nos convierta en seres insensibles, pero es evidente que en Colombia el fútbol se ha usado, históricamente, para tender una cortina de humo sobre la impunidad de los verdugos».

 

Para finalizar su artículo, Salcedo Ramos, autor del libro La eterna parranda, expresó: «Ahora, cuando Colombia está volviendo a su guerra reciclada de siempre, sería frívolo lamentar una eliminación deportiva que viene a ser una minucia en comparación con el fracaso histórico del país. Propongo que, al menos por esta vez, nos ahorremos las lágrimas del fútbol. Necesitamos mantener los ojos despejados para interpretar mejor los nubarrones que se ciernen sobre nosotros».

 

(LaIguana.TV)