Este viernes 6 de agosto, en su programa de fin de temporada de Desde Donde Sea, Miguel Ángel Pérez Pirela ofreció una clase 2.0 sobre la filosofía de Paul Ricoeur, pensador francés contemporáneo que hace puente entre la fenomenología del alemán Edmund Husserl y la hermenéutica. 
 
Destacó que Ricoeur acompañó el siglo XX, incluidas sus dos guerras mundiales, el nacimiento de la Unión Europea, el Mayo Francés e incluso, la caída de las Torres Gemelas, punto fijado por los historiadores como conclusión fáctica del siglo anterior.  
 
Además, indicó que la propuesta de Ricoeur trata de desmarcarse del pensamiento racionalista cartesiano, que prácticamente desencarnó al ser humano, al concebirlo como «una mente que piensa». 
 
A contrapelo de esta posición, sostuvo, el francés dota al ser humano «de carne y sufrimientos», en buena medida a consecuencia de su experiencia en un campo de concentración alemán durante la Segunda Guerra Mundial, tiempo en el cual tradujo a Husserl. 
 
En relación con la historia vital de Ricoeur, detalló que se licenció en Filosofía en 1933 y en 1934 se trasladó a La Sorbona, donde conoció la fenomenología.  
 
Refirió, asimismo, que fue el filósofo Gabriel Marcel quien lo hizo superar la rígida metodología atada a la ‘epojé’ fenomenológica, que implica el aislamiento del fenómeno que desea estudiarse de lo que le rodea, pues Marcel aporta un componente existencialista a la fenomenología, al añadirle un componente relacionado con preocupaciones cotidianas de los seres humanos. 
 
Las bases de la filosofía reflexiva de Ricoeur
 
A partir de la frase: «Represento a la filosofía reflexiva que encuentra su desarrollo contemporáneo en la fenomenología de la cual surge la reciente hermenéutica», Pérez Pirela inició la exposición de los orígenes de la filosofía reflexiva que será la marca distintiva de Ricoeur. 
 
En ese sentido, señaló que su inicio puede fijarse con la noción socrática «conócete a ti mismo», que inaugurará una larga tradición en la que se inscriben filósofos tan dispares como Cartesio o Kant, específicamente en su Antropología. 
 
Sin embargo, matizó que si bien Ricoeur asume como fundamental para todo filósofo esta labor, no le convence que el límite de la filosofía reflexiva sea el conocimiento de sí mismo, pues esto puede conducir a pensar que el ser humano es solamente conciencia de sí, aislado de su entorno y la ‘otredad’. 
 
Por tal razón señaló que en su pensamiento ético, Ricoeur planteaba que el Hombre no es una isla, un pensamiento aislado, sino que es contexto que no puede dejar de lado al otro, pues este lo estructura. 
 
Como solución a este peligro de asumir el autoconocimiento como meta, Ricoeur sostendrá se puede exorcizar recuperando lo expuesto por Husserl en Ideas I, libro que tradujo al francés durante su encarcelamiento –que luego le servirá para obtener su título doctoral–, particularmente la metodología de la ‘epojé’. 
 
Con base en estos planteamientos desarrollará su primera gran obra: «Lo voluntario y lo involuntario en la filosofía de la acción», pero encontrará límites en la fenomenología para abordar temas como el mal, la ética, la libertad o la justicia. 
 
De todos estos asuntos, por su propia experiencia vital, se interesará especialmente el problema del mal en el ser humano, que será el que le conducirá a las aguas de la hermenéutica y, a la postre le permitirá definir su propio recorrido, que abreva de las dos fuentes.
 
La ‘epojé’, la hermenéutica y el estudio del mal
 
Para Pérez Pirela, la filosofía de Ricoeur no puede comprenderse sin pasar primero por el concepto de ‘epojé’, que es definida por Husserl como una puesta en suspenso, entre paréntesis, del fenómeno que se estudia, para descubrirlo en todas sus posibilidades y que implica no solamente poner entre paréntesis los doxas o doctrinas, sino la realidad misma.  
 
Aclaró también que la hermenéutica que Ricoeur suma a la fenomenología para construir su propia apuesta filosófica, significa literalmente «interpretación» y que gracias a esta adición, reparará en que cada persona sabe que es más de lo que cree saber de sí mismo. 
 
Con el propósito de ilustrar el funcionamiento de este concepto, comentó que Ricœur experimentó la inhumanidad en los campos de concentración y respondió a la terrible experiencia proponiendo una filosofía humanista, con particular énfasis en el estudio del mal. 
 
Según el punto de vista de Ricoeur, los seres humanos no hablan del mal en forma directa, sino que apela a recursos simbólicos como gestos o mitos. 
 
Dicho de otro modo, explicó el filósofo venezolano, los seres humanos mediamos el mal para expresarlo y lo hacemos a partir de algo que dice más de lo que se está diciendo. Tal será la manera como Ricoeur entenderá el símbolo, añadió. 
 
Así las cosas, el método fenomenológico se hace insuficiente para expresar el mal y el símbolo que lo expresa, que es «lenguaje quebrado», no estructurado, razón por la cual se hace necesario sumar la hermenéutica. 
 
En su búsqueda, Ricoeur se abocará al estudio de los mitos que hablan del mal porque son una de las vías para estudiar los símbolos, alegando que estos liberan el sentido en tanto superan al relato literal, lo que se apareja con lo desarrollado por Sigmund Freud al elaborar el corpus fundante del Psicoanálisis. 
 
De este proceso, apuntó el también director de LaIguana.TV, surgirá otro Ricœur, centrado en la interpretación del texto, en el lenguaje y en la comprensión de sí mismo. 
 
Texto, lenguaje e identidad
 
A propósito del texto, indicó que Ricoeur fue uno de los precursores de la filosofía interpretativa iniciada en la década de 1970, dedicándose especialmente al estudio de la problemática del lenguaje como discurso, que recupera los aportes de la Lingüística moderna sin que ello implique el abandono de la filosofía aristotélica y platónica, cuya importancia subrayará insistentemente. 
 
En su juicio, otro de los conceptos centrales de la filosofía de Paul Ricoeur es el de identidad narrativa, a la que entenderá como la historia que se cuenta en sí misma o lo que se cuenta sobre ella. 
 
Esta idea, que calificó como «fundamental», se asienta en la idea de un «otro» en el que se reconoce el «sí mismo» e impacta directamente en la manera como se concibe el trabajo hermenéutico.  
 
Así, para analizar un texto bajo esta perspectiva, Ricoeur dirá que hay que hacerse parte del texto, lo que significa que este es interpretable solamente en términos de la relación que se establece entre el lector y el texto. 
 
Entre las implicaciones que se desprenden de esta aserción, Pérez Pirela resaltó que en la filosofía de Ricoeur, la intención del autor y el sentido del texto dejan de coincidir y esto último se vuelve una dimensión más del texto, en la medida en que  el autor ya no está disponible para ser interpelado.
 
Además, precisó que mientras que el discurso hablado va dirigido en particular, en un texto escrito el mensaje va dirigido a un lector desconocido y, por consiguiente, es al lector a quien le concierne la apropiación del sentido del texto.
 
De lo anterior se deduce que la hermenéutica comienza cuando termina el diálogo, de modo tal que para Ricoeur, el lector está dentro del texto y solamente puede interpretarlo a partir de su propia experiencia, sintetizó. 
 
Por otro lado, el filósofo francés asume que en en la hermenéutica, la explicación y la comprensión son dos elementos que forman una compleja dialéctica en un proceso que es siempre inacabado, mas destacará que aunque se trate de un proceso sin fin, cuando se está frente al texto, es posible alcanzar una aproximación al proceso cognitivo sobre sí mismo. 
 
Pérez Pirela explicó que bajo un punto de vista lingüístico, Ricoeur acaba con la posición pasiva del lector frente la obra escrita y hace de ella un texto vivo, con potencialidades, que no está muerto y que espera la observación y la acción interpretativa del lector para renacer cada vez. 
 
Marx, Nietzsche y Freud: los «filósofos de la sospecha»
 
Una presentación introductoria de la filosofía de Paul Ricoeur no podía concluir sin hacer referencia a su calificación de Karl Marx, Friedrich Nietzsche y Sigmund Freud como «filósofos de la sospecha», a pesar de las evidentes diferencias que median entre ellos. 
 
A este respecto, el comunicador destacó que el pensador francés aseguraba que que en el momento cultural que atraviesa la humanidad desde el siglo XIX en adelante, esta «no podía no vivir bajo el régimen de la sospecha». 
 
La referencia al siglo XIX no es ni por mucho azarosa, puesto que se trató de un tiempo especialmente duro para la humanidad y aunque la obra de Marx se centrara en críticas a la Economía Política, Nietzsche fuera considerado un vitalista y Freud propusiera un modelo para la psique humana, todos tuvieron en común el haber cuestionado el mundo en que vivían con la pretensión de cambiarlo. 
 
Así, detalló, el trabajo de Marx dejó al descubierto los males y horrores de la industrialización, que como nunca antes condujo a millones de personas a la miseria y a la bestialización, y como respuesta propuso que la humanidad debía conducirse hacia una sociedad igualitaria en la que no existieran explotadores ni explotados. 
 
Adicionalmente, añadió que en ese tiempo se acabó por industrializar el propio mal, pues antes de la Revolución Industrial tal cosa no era posible.
 
De su parte, Nietzsche criticó la decadencia moral de Occidente y propuso al «superhombre» como estrategia de salvación, al tiempo que Freud revolucionó la noción de racionalidad humana, al presentarla como fundamentalmente inconsciente y regida por pulsiones. 
 
Otro rasgo común que descubre Ricoeur en los por él llamados «filósofos de la sospecha» es que los tres formularon aceradas críticas contra la religión y su papel en el estado del mundo que les tocó vivir. 
 
Marx apuntará hacia la religión calificándola como el opio de los pueblos, mientras que Nietzsche enfilará sus cañones hacia la  muerte del Dios construido sobre la base de la moral judeocristiana de Occidente, a la que estima decadente y Freud concibirá la religión como ilusión de un mundo protegido que permite crear la figura de Dios-padre, que da cuenta de la impotencia de los seres humanos para decidir con sí mismos y entraña una considerable dosis de represión.
 
Por ello, Pérez Pirela destacó que la sospecha tiene tras sí una gran dimensión política, una pretensión ineludible de transformar el orden de las cosas, algo que puede palparse muy directamente en la apuesta marxista de la sociedad sin clases o en la exigencia nietzscheana del ‘areté’ –virtud– encarnada en el «superhombre» para remontar la crisis moral de su tiempo. 
 
Para finalizar, puntualizó que entre los aportes de Ricoeur, considerados por los expertos como «conceptos claves y fecundos para pensar» resaltan: símbolo, metáfora viva, la paradoja entre temporalidades varias, la distinción entre mismidad y otredad, así como aquella entre ética y moral. 
 
La fecundidad de estos planteamientos viene dada porque dinamizaron discusiones que estaban estancadas, ofreciendo puentes entre la fenomenología y la hermenéutica, dijo para concluir. 
 

(LaIguana.TV)