Ha comenzado el diálogo entre el Gobierno y las oposiciones (como las llama el presidente Maduro, remarcando ese revelador plural) y en vista de que este podría ser un proceso largo y culebrero, es bueno hablar de los anteriores intentos, para tener una idea de lo que puede suceder, aunque tal vez suceda lo contrario… Creo que ustedes me entienden.

Lo que me propongo es dejar constancia de que algunas versiones sobre esos anteriores intentos oscilan entre lo ligeramente manipulado y lo groseramente mentiroso. Veamos:

El 2002, el crucifijo 


Groseramente mentiroso es, por ejemplo, decir que la pacífica, democrática y constitucionalista oposición venezolana ha clamado siempre por el diálogo, mientras el bellaco rrrégimen ha respondido con violencia, tiranía y arbitrariedad.

Si nos remontamos al año 2002, por hablar de un momento extremo, recordaremos que el comandante Hugo Chávez regresó de donde casi más nadie ha regresado (pongo el casi porque no conozco toda la historia política de la humanidad), de un derrocamiento organizado y planificado por el imperio de turno, en este caso Estados Unidos. Vamos a estar de acuerdo en algo: si Chávez no hubiese sido un militante del diálogo y de la paz, si hubiese sido el dictador que decían los medios que era, en lugar de sacarse un crucifijo de la chaqueta aquella madrugada, habría sacado una ametralladora y habría dicho: «Damas y caballeros carmoníacos, aprieten donde ustedes saben porque aquí manda Papá Montero». 

¿Y, saben algo?, creo que si hubiera ordenado mano dura, si hubiera dicho «yo con esta gente no tengo nada de qué hablar», habría tenido el respaldo no solo del chavismo civil y militar que acababa de restaurar su gobierno, sino de medio mundo porque, le habían dado un golpe de Estado y él los había derrotado a las 47 horas. ¡Tenía derecho, caramba!

Si queremos tener referencias históricas contemporáneas, basta con rememorar lo que hizo Rómulo Betancourt cada vez que hubo una intentona de golpe en su contra: plomo parejo, suspensión de garantías constitucionales y discursos con voz de tipo arrechito.

¿Y qué hizo Carlos Andrés Pérez después de las dos asonadas de 1992? Suspensión de garantías, preso Raimundo y todo el mundo, censura de prensa y represión a gran escala de todo aquello que oliera a izquierda.

De hecho, mucha gente que participó en la aventura del 11 y 12 de abril estaba segura de que Chávez iba a portarse como Betancourt y Pérez. Tal vez fue por eso fue que el «procurador interino» Daniel Romero, el hombre que leyó aquella ristra de «considerandos» del decreto de tierra arrasada, según cuenta la leyenda, ensució los pantalones en el fragor del contragolpe.

En algunos grandes medios de comunicación se quedaron esperando que el Chávez recargado los clausurara, llevara a los directivos tras las rejas o les pusiera unos señores con lápiz rojo para censurar noticias, como había hecho el demócrata CAP en febrero del 92. No me lo contaron. Lo vi en los rostros de algunos que estaban pasando por trances parecidos al del “procurador”.

Pero nada de eso pasó. Chávez sacó su crucifijo, invitó a la reconciliación de todos los venezolanos. Y, tristemente, la oposición política, militar y mediática entendió ese gesto como debilidad y rendición. Tan es así que unos meses después, políticos, militares y medios montaron el circo de la plaza Altamira y luego, se lanzaron con el paro-sabotaje petrolero y patronal.

Conclusión del episodio: Chávez, en el momento en que cualquier otro les hubiese pasado una larga y costosa factura a sus adversarios, les ofreció diálogo (hasta volvió a poner en sus cargos a los tecnócratas petroleros), pero los demócratas pacíficos le pagaron con salidas más violentas que castigaron al pueblo en general.

2003-2004, diálogo con resultados

Chávez volvió a salir victorioso del paro golpista y, a pesar de ello, aceptó sentarse en la Mesa de Negociación y Acuerdos con la mediación de la Organización de Estados Americanos, cuyo secretario general era el colombiano César Gaviria, quien (¡qué cosas tiene la vida!) en esa época lucía como el más obsecuente agente de Washington… pero es porque todavía no habíamos conocido a Almagro.

La famosa Mesa se reunió muchas veces y encaminó al país hacia el referendo revocatorio (del que, por cierto, se cumplen hoy 17 años).

Conclusión de este capítulo: es falso que los diálogos nunca han dado resultado alguno. El hecho de que a la oposición no le guste perder no anula este logro. El país asimiló lo ocurrido, Chávez concluyó su mandato y fue reelecto en 2006 y 2012.

2007, amnistía unilateral

No es cierto tampoco lo que dicen algunos opinadores y analistas, que Chávez solo “aparentaba negociar” cuando venía de una victoria y se sentía seguro.

En 2007 esto quedó desmentido cuando el comandante sufrió su única derrota electoral en vida, la del referendo de la reforma constitucional, y emergió de ese mal momento decretando la amnistía de casi todos los involucrados en los sucesos de 2002, 2003 y 2004, con excepción de los sentenciados por crímenes de lesa humanidad. Fue una concesión unilateral, posiblemente destinada a generar un clima de entendimiento, tras el fallido intento de modificar la Carta Magna.

2013, la lección aprendida


Pasemos al tiempo de Nicolás Maduro, que comenzó con Henrique Capriles (el actual adalid del diálogo) convocando a descargar calenteras contra el resultado electoral,  una directriz que costó 11 vidas en pocas horas de catarsis.

En ese difícil arranque, Maduro resolvió al estilo Chávez, demostrando haber aprendido la lección: mientras la oposición intentaba de nuevo calentar las calles y el empresariado aceleraba la guerra económica, él se dedicó a proponer concordia. Solo le faltó mostrar el crucifijo.

Conclusión de este tramo: no es cierto que Chávez dialogaba y Maduro se niega a dialogar, como han pretendido hacer ver algunos dirigentes y analistas de esos que hasta 2013 fueron rabiosamente contrarios a Chávez y después de su muerte se dieron cuenta de que era un estadista.

2014, palabra contra violencia


Con el nuevo año y tras una nueva derrota en elecciones de gobernadores, los dirigentes opositores supuestamente moderados fueron desplazados del puente de mando por los pirómanos. Ya en febrero estaban empezando a incendiar el país. 

Varios de los cabecillas cayeron en prisión, pero Maduro seguía proclamando el diálogo. Incluso, se realizó un encuentro transmitido en cadena nacional, en el Palacio de Miraflores, al que asistieron dirigentes como Capriles Radonski, Henry Ramos Allup y Julio Borges.

Conclusión: incluso durante los picos de la estrategia violenta opositora, el chavismo ha dejado puertas abiertas a la negociación y la reconciliación.

2016, negociar tras la derrota (de nuevo)

En diciembre de 2015, la oposición unificada logró la más contundente de sus victorias hasta la fecha en las elecciones a la Asamblea Nacional. En enero de 2016 tomaron la plaza parlamentaria con la poca delicadeza de un ejército de ocupación. Nada de cristos en la mano ni de llamados al diálogo: en seis meses, Maduro está fuera, dijeron.

A pesar de la carga agresiva de la nueva AN, el presidente sacó a relucir su experiencia de sindicalista, constituyente, parlamentario y canciller y trató de conciliar con un intransigente Henry Ramos Allup, quien estaba viviendo un segundo debut político.

Los esfuerzos por entenderse fueron inútiles. Ramos Allup estaba en modo Betancourt. El Parlamento bajo su mando andaba obsesionado por dar un golpe al estilo Paraguay u Honduras, barajando opciones diversas, incluso algunas ridículas, como la del abandono del cargo. Las peticiones de diálogo fueron presentadas por la prensa opositora como una solicitud de cacao por el presidente. 

En procura de un acercamiento, Maduro incluso pidió la intercesión del Papa Francisco, quien encomendó la tarea al cardenal Claudio Celli como su representante ante las partes. Eso favoreció que, ciertamente, hubiese reuniones entre octubre de 2016 y hasta enero de 2017.

Con el arribo al poder de Donald Trump, el liderazgo opositor se sintió “guapo y apoyao” y le sacó de nuevo el cuerpo al diálogo.

Conclusión del episodio: Es falso que Maduro no haya tratado de conciliar con la mayoría opositora en la AN. Lo intentó, pero era obvio que la oposición consideraba que desde el Legislativo iba a lograr lo que no había logrado por otras vías: sacar de cuajo al chavismo del poder.

2017, Constituyente contra (peor) violencia


Este año, con el troglodita Trump en la Casa Blanca, los extremistas volvieron por lo suyo y en esta oportunidad montaron tal orgía de violencia que casi precipitaron al país a la guerra civil.

Los del ala moderada (así llamada) aceptaron el nuevo arrebato y algunos hasta participaron en  la barbarie. Es conveniente dejar constancia de esto porque ahora hay varios de ellos, abrigados con piel de cordero, jugando un papel protagónico respecto a México y hay gente que se traga esa imagen.

Luego de varias semanas de atrocidades guarimberas, Maduro se jugó de nuevo la carta del diálogo y el voto, al proponer la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente. La oposición nada quería saber de soluciones pacíficas pues sentía que estaba ganando la pelea violenta, y que esta contaba con el respaldo de todas las fuerzas de la derecha global, incluyendo sus organismos internacionales y su maquinaria mediática.

Fue en este tiempo que se desarrollaron los esfuerzos para la pacificación encabezados por el expresidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero y el Gobierno de República Dominicana.

Como acto de buena voluntad, la Comisión de la Verdad de la ANC finalizó el 2017 con una serie de medidas de gracia que favorecieron a muchos de los participantes en los actos violentos. Estas disposiciones –necesario es señalarlo- tuvieron un rechazo firme de densos sectores del chavismo e independientes que sufrieron los desmanes de las guarimbas.

(Varios de los favorecidos por tales beneficios ya han reincidido en sus conductas, pero ese es otro tema).

Conclusión del año: a pesar de que la oposición estaba de lleno en la ruta insurreccional, hubo esfuerzos de diálogo.

2018, la patada a la mesa versión dominicana


La Constituyente frenó la violencia con la rapidez que un torniquete aplicado por una mano experta detiene una grave hemorragia. Entre agosto y diciembre de 2017 hubo elecciones de gobernadores y alcaldes con participación parcial de partidos opositores, aunque el discurso de la boca para afuera era el de boicot total a los procesos electorales convocados por al ANC.

A pesar de todos los pesares, avanzaba el diálogo de Dominicana y así comenzó el año electoral presidencial 2018, con la auspiciosa perspectiva de un acuerdo. De manera teatral se esperó hasta el último minuto para patear la mesa. Lo hizo Julio Borges, luego de recibir una llamada desde el Palacio de Nariño, donde el presidente colombiano, Juan Manuel Santos (el premio Nobel de la Paz) estaba reunido con el secretario de Estado de EE.UU., Rex Tillerson.

El acuerdo frustrado le habría dado viabilidad a las elecciones presidenciales de 2018 que luego terminaron realizándose con una participación solo parcial de la oposición. ¿Qué habría pasado si hubiese concurrido toda unida alrededor de un candidato único? Nunca se sabrá porque Washington ordenó cerrar esa posibilidad y la dirigencia opositora acató las instrucciones.

Las elecciones significaron la elección de Maduro para un segundo período. Luego de ganar, hizo un nuevo llamado a todos los sectores opositores a reanudar los esfuerzos para la reconciliación. La respuesta del sector ya dominante de la oposición fue el intento de magnicidio de agosto de 2018.

Conclusión del año: Fue la oposición la que canceló la posibilidad de un acuerdo que guiara al país hacia las elecciones presidenciales.

Desde 2019, Noruega, Barbados y la otra oposición

Es falso que el afán negociador del Gobierno se haya cortado a partir de la jugada imperial de autoproclamar a un diputado de la AN como presidente encargado de la República y reconocerlo internacionalmente como tal.

Por el contrario, desde ese momento se ha redoblado los esfuerzos. Incluso hubo un encuentro de Juan Guaidó con Diosdado Cabello con el propósito de conocer su planteamiento de fondo. Significativamente, Guaidó acudió a este encuentro disfrazado y luego pretendió negar que hubiese tenido lugar.

Entre 2019 y 2020 fue claro que la estrategia opositora era nuevamente la de tomar un atajo. Así, en 2019 se intentó una forma de “invasión humanitaria” en febrero; el sabotaje eléctrico a partir de marzo; el fallido golpe de los plátanos verdes, en abril; y ya en 2020, la invasión mercenaria de Macuto, en mayo. A pesar de todo eso, siguieron las tentativas de un diálogo que tuvo como escenarios Noruega y Barbados.

En septiembre de 2019, el Gobierno anunció formalmente la conformación de una Mesa de Diálogo con partidos opositores diferentes al llamado G-4 (Acción Democrática, Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo y Voluntad Popular). La maquinaria mediática descalificó la vocería llamándola “la Mesita”, pero lo cierto es que de entrada logró un nuevo paquete de liberaciones de personas  a los que la oposición considera “presos políticos” y que estaban privados de libertad por la violencia de 2017, el magnicidio frustrado de 2018 y los ya referidos sucesos de 2019.

Conclusiones de este tramo: Se mantuvieron los intentos del Gobierno por dialogar, a pesar de la ruta insurreccional asumida de nuevo por la oposición y del bloqueo y las medidas coercitivas unilaterales que fueron reforzadas hasta niveles insoportables por la Administración Trump y la Unión Europea.

Los esfuerzos de Noruega y Barbados fracasaron, una vez más, por decisión expresa de EE.UU., tal como lo confirmó el año pasado el senador Chris Murphy, quien expresó textualmente que “socavamos (EE.UU.) el diálogo de Noruega”.

2021, AN nueva CNE nuevo


Así como el arribo de Trump al Gobierno estadounidense empoderó y envalentonó a los del ala pirómana de la oposición, la llegada de Joe Biden parece haber activado a los “moderados” (es un decir), pues el año ha transcurrido con algunos de sus voceros asumiendo el rol de salvadores de una oposición en ruinas.

Aunque no se diga abiertamente, el ala “pacífica” (de nuevo, es un decir) de la derecha venezolana ha estado dialogando y negociando con el gobierno desde que Trump fue derrotado. Esas conversaciones, con la nueva Asamblea Nacional en rol estelar, han permitido la renovación de la directiva del Consejo Nacional Electoral y la consecuente convocatoria de elecciones regionales y locales para el 21 de noviembre.

Los entendimientos han forzado a los pirómanos a ir cambiando el discurso sobre los comicios de gobernadores, alcaldes, consejos legislativos y municipalidades, y han encaminado a la oposición hacia el encuentro de México que ahora está bajo los reflectores.

Conclusión parcial de 2021: Ha habido un viraje en los criterios de dirección del sector opositor, causado por el cambio de mando en la Casa Blanca. De momento, eso podría significar que, finalmente, se logre un acuerdo, aunque esta larguísima lista de antecedentes hace temer que en cualquier momento se decida de nuevo patear la mesa.

Amanecerá y veremos.

(Por Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)