Diez días han necesitado los talibanes para tomar el control de todo Afganistán, y sin apenas combates. No se ha tratado de un avance militar, ha sido un traspaso de poder pactado entre un país ocupado por Estados Unidos y las tropas talibanes. Atrás quedan casi veinte años de muertes y mentiras. Mentiras que han mantenido hasta el último momento.

El 15 de agosto los talibanes han entrado en Kabul completando así su control en todo Afganistán. Y lo han hecho 15 días antes de la fecha anunciada por Biden de retirada de todas sus tropas del país, una retirada que comenzó a principios de mayo y que involucra a 9.600 soldados, 2.500 de ellos estadounidenses, aunque los medios estadounidenses aseguran que la cifra real es de unos 1.000 efectivos más, y alrededor de 7.000 miembros de las fuerzas internacionales de la coalición, la mayoría de ellos, de la Otan.

En realidad, el avance de las tropas talibanes hasta controlar todo el país no ha sido una guerra, ha durado menos de diez días, y ha sido un mero trasvase del poder de los ocupantes estadounidenses a los talibanes.

Si se repasa la cronología se comprueba que cada provincia, cada capital, cada base militar que han ido abandonando los estadounidenses era tomada por los talibanes quedándose con las correspondientes armas, municiones, víveres y vehículos militares dejados por los estadounidenses.

Blackhawk y Super Tucanos

El propio responsable de prensa del Pentágono, John F. Kirby, informaba en rueda de prensa en el mes de julio que estaban entregando dos helicópteros Blackhawk a los afganos de un total previsto de 37, más tres Super Tucanos (avión de ataque ligero).

EEUU llegó a un acuerdo con los talibanes el año pasado y, a cambio de la retirada, los insurgentes se comprometían a no dar cobijo a terroristas que amenacen la seguridad de EEUU y de sus aliados y a negociar un acuerdo de paz con el Gobierno de Afganistán.

The New York Times recordaba en el mes de julio que el Gobierno afgano dependía de la ayuda internacional para cubrir el 80% de sus gastos y sus fuerzas armadas eran cada vez más débiles, pierden cada vez más territorio y sufren hasta 3.000 bajas mensuales. Es evidente que tanto Estados Unidos como la OTAN conocían este desenlace como la forma en que se desarrollaría el «acuerdo de paz» entre los talibanes y el Gobierno de Afganistán.

Desde el 7 de octubre de 2001 en que Estados Unidos inició la invasión de Afganistán todo lo que allí hizo, junto con sus socios de la OTAN, España incluida, ha sido una estafa.

Salen a la luz 20 años de mentiras

Ya en diciembre de 2019 una investigación de The Washington Post destapó 18 años de mentiras sobre la guerra de Afganistán. Después de una batalla legal de tres años con el Gobierno estadounidense, el diario logró acceder a miles de páginas de documentos sobre este conflicto. Se trataba de 2.000 páginas de transcripciones y notas de las entrevistas con más de 600 personas con conocimiento de lo ocurrido, que tenían un papel directo en el desarrollo de esta contienda y que, amparadas en el anonimato contaron la verdad de lo que estaba sucediendo.

Durante cada uno de esos 18 años, gobernantes, diplomáticos y militares contaban al mundo que se estaba progresando en la guerra y que había que continuar «liberando» Afganistán.

John Sopko, la persona que dirigió el proyecto de revisión de la guerra a través de un organismo llamado Oficina del Inspector General para la Reconstrucción de Afganistán, conocido por las siglas SIGAR, y que el Post sacaba a la luz se mostraba contundente en palabras dirigidas al diario: «Se ha mentido de forma constante al pueblo norteamericano».

Los militares reconocen la estafa

Observemos algunas declaraciones de las personas que sí sabían lo que estaba sucediendo y que se mantuvieron en secreto:

«Cada dato fue alterado para presentar el mejor cuadro posible». «Las encuestas, por ejemplo, eran totalmente poco fiables pero reforzaban la idea de que todo lo que hacíamos era lo correcto»: Bob Crowley, coronel que ejerció de consejero de contrainsurgencia entre 2013 y 2014.

«Carecíamos de un conocimiento fundamental de Afganistán, no sabíamos qué estábamos haciendo. ¿Qué tratamos de hacer aquí? No teníamos la más remota noción de lo que estábamos acometiendo». «Si el pueblo estadounidense conociera la magnitud de la disfunción… 2.400 vidas perdidas. ¿Quién va a decir que eso fue en vano?»: General de tres estrellas Douglas Lute, ejerció de alto mando de la Casa Blanca en la guerra durante las Administraciones de George W. Bush y Barack Obama

«No tengo ningún tipo de visibilidad sobre quiénes son los malos»: Donald Rumsfeld, exsecretario de Defensa.

«Después de la muerte de Osama bin Laden, dije que Osama estaba probablemente riéndose en su tumba submarina al ver cuánto dinero nos estábamos gastando en Afganistán». «¿Por qué convertimos a los talibanes en el enemigo cuando habíamos sido atacados por Al Qaeda?» (organización terrorista, proscrita en Rusia): Jeffrey Eggers, exmilitar y asesor en la Casa Blanca con Bush y Obama.

«Los datos fueron siempre manipulados durante toda la duración de la guerra»: Un alto cargo del Consejo de Seguridad Nacional no identificado.

La documentación difundida por el Post la consiguió al amparo de la ley de libertad de información estadounidense. Desde agosto de 2016 el periódico estaba reclamando a través de los tribunales federales a Sigar para obligarle a publicar los documentos.

Todas las diferentes administraciones estadounidenses, sin diferencia entre sí, fueran republicanas o demócratas, han ido engañando al mundo sobre una guerra absurda y condenada al fracaso y que, como suele ocurrir en las acciones estadounidenses, se ha cobrado la vida de miles de personas.

La misma farsa que en Vietnam

La publicación del conjunto de documentos recuerda inevitablemente a los Papeles del Pentágono, la gran filtración que contaba la historia secreta del Departamento de Defensa sobre la guerra de Vietnam.

Publicados en 1971, causaron un enorme revuelo al desvelar cómo el Gobierno había engañado al público durante años, ocultando que las autoridades, mientras enviaban soldados al país asiático, sabían que el conflicto se había convertido en una encrucijada de la que no podrían salir victoriosos.

La penúltima mentira fue en abril, cuando funcionarios de la Administración Biden decían que Estados Unidos tenía la intención de permanecer estrechamente involucrado en el proceso de paz y que continuaría brindando ayuda humanitaria y asistencia al gobierno y a las fuerzas de seguridad afganas, que seguían dependiendo casi totalmente del apoyo extranjero.

Mentiras del secretario de prensa del Pentágono

Pero hace solo un mes el secretario de prensa del Pentágono, John Kirby, en relación a la capacidad militar del Ejército aéreo afgano decía: «Es una Fuerza Aérea capaz y la hemos ayudado a lograrlo durante los últimos 20 años. Y estamos tratando de que esté más capacitada en el futuro. Sabemos que tienen las competencias necesarias para ayudar a sus tropas en la batalla desde el aire».

Y añadía: «Los líderes afganos saben defender su país y conocen las ventajas que tienen. Saben lo que necesitan hacer, y saben que les vamos a apoyar en ese proceso».

El 8 de julio el presidente estadounidense, Joe Biden, decía lo siguiente en rueda de prensa sobre la retirada de Afganistán:

«Juntos, con nuestros aliados y socios de la Otan, hemos capacitado y equipado a casi 300.000 miembros del Ejército en servicio actual, y muchos más que ya no están en servicio. Agregue a eso cientos de miles más de las Fuerzas de Seguridad y Defensa Nacional afganas capacitadas durante las últimas dos décadas».

«Brindamos a nuestros socios afganos todas las herramientas, permítanme enfatizar: Todas las herramientas, entrenamiento y equipo de cualquier ejército moderno. Proporcionamos armamento avanzado. Y seguiremos proporcionando financiación y equipamiento. Y nos aseguraremos de que tengan la capacidad de mantener su fuerza aérea», agregó.

«(…) Continuaremos brindando asistencia civil y humanitaria, incluso defendiendo los derechos de las mujeres y las niñas».

«Tengo la intención de mantener la presencia de nuestro cuerpo diplomático en Afganistán, y estamos coordinando estrechamente con nuestros socios internacionales con el fin de continuar asegurando el aeropuerto internacional».

Biden: «Confío en el Ejército afgano»

A Biden le hicieron la siguiente pregunta:

«¿Es ahora inevitable la toma de Afganistán por los talibanes?»

EL PRESIDENTE: «No, no lo es».

Periodista: «¿Por qué?»

EL PRESIDENTE: «Porque las tropas afganas tienen 300.000 soldados bien equipados, tan bien equipados como cualquier ejército del mundo, y una fuerza aérea contra unos 75.000 talibanes. No es inevitable. (…) confío en la capacidad del Ejército afgano, que está mejor entrenado, mejor equipado y más competente en términos de conducción de la guerra».

Al final de la rueda de prensa sus palabras fueron estas:

«Los talibanes no son el Ejército de Vietnam del Norte. No son ni remotamente comparables en términos de capacidad. No habrá ninguna circunstancia en la que veas a gente ser levantada del techo de una embajada en Estados Unidos desde Afganistán. No es en absoluto comparable».

Pero hoy la realidad es otra. Ante la entrada de los talibanes en Kabul, Estados Unidos está evacuando su embajada en Kabul.

Se plantea el cierre total de su embajada en la capital de Afganistán, y ya han comenzado a destruir documentos clasificados y equipos electrónicos.

También se prevé la destrucción de cualquier documento con banderas estadounidenses que podría ser utilizado indebidamente en los esfuerzos de propaganda.

Muertos y mentiras

Afganistán volverá a la Edad Media, suponiendo que alguna vez hubiera salido de ella desde que salieron los soviéticos en 1989 y cayó el gobierno laico en 1992.

Atrás quedarán los cadáveres de más de 60.000 soldados del Ejército afgano, más de 70.000 civiles víctimas del fuego de ambos lados, más de 2.300 soldados de Estados Unidos y 102 soldados españoles.

Y junto a ellos, mentiras, muchas mentiras. Y también 83.000 millones de dólares utilizados por EEUU en formar y armar al Ejército afgano (aunque el total de gasto estadounidense entre todos los departamentos, según estimaciones ajustadas a la inflación calculadas en un proyecto de la Universidad Brown, estaría entre 840.000 y 885.000 millones de euros). Lo que haya quedado después de enriquecer a traficantes y gobernantes corruptos de ambos países ahora estará en manos de los talibanes.

(Sputnik / Pascual Serrano)