Cientos de personas que prestaron a Alemania servicios de traducción, información o que pusieron a disposición de las tropas enviadas por Berlín sus contactos en Afganistán están a la deriva, luego de que el gobierno de Angela Merkel fuera incapaz de evacuarlos antes de que los talibanes tomaran el control de Kabul, reporta Deutsche Welle (DW).

De acuerdo con la cadena alemana, el retiro de las fuerzas germanas de territorio afgano –que se llevó a cabo «a toda prisa y sin ninguna estrategia» para salvaguardar la integridad física de estas personas, que ahora «temen por sus vidas y aguardan todavía ser rescatadas»–, se debió, según la explicación oficial, a un error de cálculo basado en una información «errónea» de sus servicios de inteligencia, que habían previsto que el grupo fundamentalista tomaría la capital el 11 de septiembre.

Antes de abandonar el país centroasiático, «un grupo de soldados alemanes creó refugios especiales para estos colaboradores, pero tras la caída de Kabul tuvieron que escapar de esos refugios, porque esos lugares se habían convertido en trampas mortales«, refiere esta fuente.

Así las cosas, si bien «algunos colaboradores pudieron esconderse», «otros llevan días deambulando por las calles con sus familias» y muchos de ellos optaron por destruir «todo documento que les vincule con el extranjero para evitar ser ejecutados por los talibanes».

Esta decisión podría resultar a la postre trágica, pues esos documentos son la única prueba que permite comprobar que efectivamente prestaron servicios al gobierno alemán y, con ello, poder exigir «un acceso válido al aeropuerto de Kabul».

DW precisa que «en los últimos 20 años, Alemania entregó a Afganistán cerca de 3.500 millones de euros para proyectos de educación e infraestructura y de 2015 a 2019, Alemania estuvo con Estados Unidos, Japón y la OCEDE –Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos– entre las principales fuentes de ingresos de Afganistán».

Anualmente, Berlín destinaba 430 millones de euros al año a Kabul por concepto de «ayuda alemana al desarrollo». Este año, aún faltaban por ejecutar cerca de 200 millones, que no llegarán a manos talibanas, aseguró el ministro de Asuntos Exteriores de ese país, Heiko Mass, quien también admite que Afganistán «no puede vivir sin ayuda internacional».

El alegato de Mass para suspender el flujo de dinero es que el gobierno federal no dará dinero a un régimen que introduce la ‘sharía’ y convierte al país en un califato. » Los talibanes lo saben: para poder gobernar, dependerán del apoyo internacional», dijo en declaraciones recientes.

Otros analistas, como Thomas Rutting, indican que «hay que hablar con los talibanes sin presión y sin arrogancia, para obtener logros diplomáticos que al final ayuden a la gente».

Mientras tanto, el Ejecutivo alemán, en boca de Merkel, tuvo que admitir que tras 20 años de ocupación y de haber financiado parcialmente a un gobierno prooccidental, no se habían alcanzado los objetivos trazados.

Por más allá de las disculpas gubernamentales, que poco hacen para cambiar la situación de quienes aspirar salir de Afganistán antes de que el Talibán termine de consolidarse, DW destaca que un error como este, «sorprende», pues «era sabido que sin las tropas estadounidenses, la presencia de soldados de otros países no era factible».

Para ilustrar su punto, en el trabajo periodístico ejemplifican que las misiones alemanas «dependían de los aviones estadounidenses de reconocimiento y salvamento».

«Aún siendo consciente de su inferioridad militar, Alemania tardó en asumir que si quería sacar a sus colaboradores, debía hacerlo antes de que se fueran los estadounidenses. ¿Será que el gobierno alemán no quería?», se añade en el reportaje televisivo.

Pese a la precariedad de la situación de los así llamados «colaboradores afganos», con elecciones convocadas para el próximo mes, el foco de Alemania apunta hacia otro lugar: evitar que la ultraderecha capitalice el previsible flujo de refugiados que traerá consigo la vuelta al poder de los talibanes.

El gobierno de Merkel parece temer que se repita lo vivido en 2015, cuando su gestión acogió «cerca de un millón de sirios» y la decisión fue duramente atacada por sus adversarios políticos de extrema derecha.

Sin embargo, para los periodistas de DW, las dos situaciones no son comparables, comenzando porque Siria no había cerrado sus fronteras para sus connacionales, una medida que, según ellos, ya implementó el régimen talibán, a lo que ha sumado la implementación de «controles aleatorios por las calles», lo que ha servido para que aumenten los temores entre los «colaboradores» locales de gobiernos extranjeros.

Los informes de activistas como Alias Wardak, tampoco son alentadores.

«Recibimos mensajes muy tristes. Vemos a mujeres que lloran. Muchos hombres entran en pánico. Están muy nerviosos. Se ocultan y cambian de escondite constantemente. Sus familiares en Alemania llaman, también bajo una enorme presión», dijo en una entrevista exclusiva con la cadena.

No obstante, incluso si los últimos reportes de la inteligencia alemana antes de la toma de Kabul hubieren estado basados en información errónea, dentro de Alemania hubo quien se preocupó por el incierto destino que le esperaba a los colaboradores locales, tras el anuncio de la retirada definitiva de las tropas estadounidenses de suelo afgano.

En junio, Los Verdes propusieron al gobierno una estrategia para evacuarlos, pero esta fue denegada.

En una alocución, Annalena Baerbock, candidata de Los Verdes a la cancillería, dijo a la prensa que quienes trabajaron para la OTAN como traductores o ingenieros, o también como periodistas que informaban desde Afganistán, o mujeres que se encargaban de que las niñas asistieran a la escuela, temen por su vida» y demandó a la administración de Merkel «hacer todo lo posible para evacuarlos».

Por su lado la actual canciller parece haber abandonado cualquier tentativa de evacuación dirigida directamente por Berlín y, en su lugar, solicitó apoyo a Rusia para esos propósitos durante el encuentro oficial que sostuvo el pasado 20 de agosto con el presidente Vladimir Putin. Hasta el momento, no ha habido un pronunciamiento oficial por parte del Kremlin sobre este asunto.

«Mientras, la prensa menciona lo que el gobierno calla: que Alemania no reconoce como colaboradores a todos sus ayudantes de facto, que muchos no figuran en las listas oficiales, a pesar de haber garantizado la seguridad de los soldados alemanes con sus contratos a empresas afganas», acusa DW.

De otra parte, Organizaciones No Gubernamentales como la Alianza para Afganistán, grupo de germanoafganos que participó en proyectos de desarrollo en Afganistán financiados por Alemania, exige ayuda concreta al gobierno de Angela Merkel.

Específicamente, refiere la cadena, «solicitan visados para todos los empleados directos o indirectos que hayan trabajado en Afganistán para organizaciones alemanas, piden que se incluya a todos los que hayan trabajado al menos un año para una organización alemana y solicitan también la aceptación de las solicitudes que los colaboradores presenten desde países vecinos a Afganistán».

Por su lado, Pilar Requena, periodista experta en el tema consultada por DW para el reportaje, no duda en calificar lo ocurrido como «el reflejo de la decadencia de Occidente y de sus países».

En todo caso, a juzgar por el curso que han tomado los acontecimientos, a quienes cooperaron desde el terreno con los gobiernos occidentales y particularmente con el alemán, que hoy se ven imposibilitados de salir del país, solamente les queda esperar que los talibanes cumplan su palabra de no perseguir ni ajusticiar a opositores.

(LaIguana.TV)