Zabihullah Mujahid, uno de los líderes talibanes que encabezaron la operación con la que el grupo fundamentalista consiguió controlar plenamente Afganistán, conversó el 25 de agosto con The New York Times. El propósito de este intercambio, según dijo, es desmentir falsas especies que circulan en la prensa de Occidente y mostrar una imagen más realista de ellos.

A suerte de declaración de principios, Mujahid dijo: «Queremos construir el futuro y olvidar lo que sucedió en el pasado», tras lo cual desmereció las versiones que aseguran que los talibanes han emprendido una ‘razzia’ generalizada a sus opositores y han impuesto nuevamente su ortodoxa interpretación de la ‘sharia’, que es particularmente lesiva de los derechos de las mujeres.

Sin embargo, el diario neoyorquino recuerda que «la entrevista se produjo apenas un día después de que Mujahid advirtiera a las mujeres de Afganistán que podría ser más seguro para ellas quedarse en casa hasta que más combatientes talibanes de base hayan sido entrenados sobre cómo no maltratarlas».

Matthieu Aikins y Jim Huylebroek, corresponsales de El Times en Kabul y autores de la nota sobre la entrevista, subrayan que este comentario de Zabihullah Mujahid, quien según especulaciones debería debería convertirse en el ministro de Información y Cultura, da cuenta de que los talibanes no son impermeables a los cambios que se suscitaron en la sociedad afgana durante las casi dos décadas que estuvieron alejados del poder.

En particular, precisan que «muchos de esos cambios involucran a las mujeres», pues tras la caída del régimen talibán en 2001, paulatinamente comenzaron a hacer cosas que les habían estado vedadas, como vestirse siguiendo cánones occidentales o salir a la calle solas. Todavía más: regresaron a las aulas, engrosaron la fuerza de trabajo y la publicidad con rostro de mujer se hizo habitual. O al menos eso es lo que se insiste en decir.

Un trabajo realizado por el equipo de periodismo visual de BBC mundo pone en cuestión el contraste libertad-versus terror talibán para las mujeres. Según cifras del Banco Mundial de 2017, apenas el 39% de las niñas acuden a la escuela secundaria y solo el 5% de las mujeres asiste a la universidad.

De igual forma, datos procedentes del Banco Mundial, las Naciones Unidas y Amnistía Internacional indican que solamente el 22% de las mujeres tiene un empleo remunerado. El panorama es semejante si se consideran aquellas que son funcionarias (20%), forman parte del parlamento (27%) o poseen su propio negocio (1.000).

Las cifras no resultan del todo sorprendentes, si se considera que a fines de julio, BBC publicó un reporte en el que se admite que en 2005, «15 millones de personas, la mitad de la población, vivían en áreas controladas por los talibanes o donde estos estaban presentes abiertamente y lanzaban ataques contra las fuerzas gubernamentales regularmente».

Durante los años siguientes, el grupo consiguió todavía más control territorial, al punto que poco antes de la avanzada final que depuso al gobierno de Ashraf Ghani, habían conquistado más territorio que el que tenían en 2001, cuando comenzó la guerra.

En tono más realista, Mujahid sostuvo ante El Times que «a más largo plazo, las mujeres tendrían libertad para reanudar sus rutinas diarias», si bien reiteró que las «preocupaciones» relacionadas con obligar a las mujeres a mantenerse en sus casas o cubrirse la cara para salir, carecen de soporte.

A su parecer, tampoco ha ayudado que se haya malinterpretado la regulación que obligaría a las mujeres a estar acompañadas de un tutor, conocido con el nombre de ‘mahram’, pues esto solo es aplicable en el caso de viajes de más de tres días.

«Si van a la escuela, la oficina, la universidad o el hospital, no necesitan un ‘mahram'», aclaró.

A contrapelo de lo asegurado en la prensa tras una conferencia de prensa que ofreciera el pasado martes –24 de agosto–, Mujahid también enfatizó que los afganos que intentaran abandonar el país cuentan con todas las garantías para hacerlo, siempre y cuando dispongan de la documentación adecuada.

«Dijimos que las personas que no tienen los documentos adecuados no pueden ir», precisó. «Necesitan pasaportes y visas para los países a los que van, y luego pueden salir por vía aérea. Si sus documentos son válidos, entonces no vamos a preguntar qué estaban haciendo antes».

También aprovechó la ocasión para negar las acusaciones de persecución sobre exintérpretes y otros colaboradores del ejército estadounidenses, aseveró que estarán a salvo dentro de Afganistán y cuestionó las presuntas labores de evacuación que realizan los gobiernos occidentales, al considerar que se trata de un expolio de su mano de obra calificada.

«No deberían interferir en nuestro país y sacar nuestros recursos humanos: médicos, profesores y otras personas que necesitamos aquí», dijo al respecto y aventuró que «en Estados Unidos, podrían convertirse en lavaplatos o cocineros», posibilidad que valora como «inhumana».

De acuerdo con The New York Times, «durante la última década, Mujahid había sido un vínculo clave entre los militantes y los medios de comunicación, pero permaneció sin rostro. El miércoles, concedió la entrevista en el ministerio de Información y Cultura mientras los líderes talibanes y otros agentes del poder afganos participaban en prolongadas discusiones sobre la forma futura del país».

En una aproximación a su perfil, el medio apunta que «habla con fluidez pashto y dari, los idiomas principales del país». Además, destaca que «se describe a sí mismo como nativo de la provincia de Paktia y licenciado en jurisprudencia islámica de la conocida madrasa Darul Uloom Haqqania en Pakistán».

En todo caso, el vocero talibán dijo al medio estadounidense que aspira que el recién conformado gobierno logre establecer «buenas relaciones con la comunidad internacional», particularmente en cuanto a la cooperación para luchar contra el terrorismo, «la reducción de refugiados a Occidente» y la erradicación del tráfico de opio.

Mujahid evitó pronunciarse categóricamente sobre casi todos los puntos, pero sí fue enfático al confirmar un reporte: no estará permitida la música en público.

«La música está prohibida en el Islam», alegó. «Esperamos poder persuadir a la gente de que no haga esas cosas, en lugar de presionarlos».

(LaIguana.TV)