El Jueves de filosofía estuvo dedicado a analizar la película Joker (Guasón), un filme de 2019 dirigido por Todd Phillips. El filósofo y comunicador Miguel Ángel Pérez Pirela se propuso  reflexionar acerca de si se trata de un héroe, un villano, un enfermo mental o un hombre de buenos sentimientos que fue forzado al crimen y la crueldad por la sociedad excluyente en la que se desarrolló su vida.

Para este ejercicio, la cinta fue vista bajo los cristales de varios importantes pensadores de la historia de la Filosofía, como Jean-Jacques Rousseau, Thomas Hobbes, Immanuel Kant, Friedrich Nietzsche, Jean-Paul Sartre, Hannah Arendt y Michel Foucault.

“Es una película sin desperdicio, en actuaciones, fotografía, paleta de colores, en todo –opinó Pérez Pirela al inicio de su disertación-. Fue un éxito a nivel mundial por la extraordinaria actuación de Joaquin Phoenix y por el asombroso guion. Al verla, uno se pregunta si el Joker es un criminal, un loco, un superhombre de Nietzsche o un filósofo”.

La película introduce al espectador en la sombría vida de Arthur Fleck, un hombre de mediana edad residenciado en la ficticia Ciudad Gótica, con un trastorno  de incontinencia afectiva que le genera accesos involuntarios de risa en los momentos más inoportunos. Intenta ganarse la vida de forma honrada y trata inútilmente de ajustarse a las demandas sociales, trabajando como payaso, pero es objeto de abusos y burlas.

Presentó un análisis  en video, en el cual se plantea que “esto nos hace revisar el tema abordado por Rousseau en Emilio o de la educación, el cual se sintetiza en la idea de que el hombre es bueno por naturaleza, pero la sociedad lo corrompe. Esta frase puede considerarse el hilo conductor película. Él solo quería hacer reír y ser reconocido, pero para su desgracia está inserto en sociedad descomposición que lo conduce a espiral decadencia y autodestrucción. La sociedad lo relega sistemáticamente desde la infancia hasta una institución de salud mental”.

Pérez Pirela desarrolló el punto de Rousseau. “El tema de la meritocracia está en el tapete. Hay quién nace con más, con menos, con oportunidades, con contextos de violencia. ¿Cómo juzgar a una persona cuyos orígenes son tan difíciles? En los primeros momentos de la película, el personaje es bueno, tranquilo, trabajador, pero la sociedad no le da las oportunidades para desarrollar esa bondad natural”.

En la trama se encuentran también referencias existencialistas: “Decía Sartre que ‘el hombre es lo que hace con lo que hicieron de él’. ¡Qué frase tan dura! Pudimos nacer en una urbanización millonaria o en un lugar pobre, en un país del norte del mundo o en el sur, pero en todo caso, en condiciones no escogidas por nosotros. Lo que nos queda es hacer algo con lo que otros hicieron de nosotros”.

Otro video presentado como apoyo señala que Joker se convierte en un personaje público a raíz de sus crímenes y de un particular enfoque de las normas morales. “Cuando haya dificultades, todas estas personas civilizadas se comerán entre sí, Yo no soy un monstruo”, dice.

Se señala que los criminales y personajes negativos reciben más atención de la sociedad. El interés parece ser más intenso por un placer implícito y perverso en la transgresión, en lo prohibido. El Joker ha representado en más de 70 años no solo la transgresión de lo bueno, sino también la transgresión de la maldad, a través de la risa y el humor.

En cualquier estudio acerca de esta película y del personaje, destaca  la importancia de su contraparte: Batman, otro sujeto traumatizado que se disfraza de murciélago, pero que encarna la noción del bien y es, además, un hombre adinerado. La dupla es clave por ser la danza del bien y el mal.

Pérez Pirela insiste en sus preguntas: ¿es un enfermo mental, un anarquista, un nihilista, existencialista, revolucionario? Lo cierto es que inspira protestas sociales aunque sin proponérselo porque no pretende ser un líder. “Emerge de él una visión de la realidad diferentes y con ello una concepción moral diferente. Es un individuo cuestiona y rompe las normas morales impuestas”.

Otro componente importante de la película es el relativo a la postura de la sociedad  ante la enfermedad mental. Joker es dependiente de las ayudas sociales y por eso se le considera un fracasado: vive con su madre enferma, a la que cuida, es incapaz de ganar suficiente dinero y no destaca positivamente en ningún ámbito.

La apuesta del director Phillips muestra a un hombre que es al mismo tiempo víctima y victimario en un sistema social profundamente injusto. “Hay una transvaloración como diría Nietzsche. Acaso sea las dos cosas, igual que nosotros mismos”, acota el moderador.

Un día, tras cometer un crimen y sin buscarlo, adquiere el estatuto de héroe de unas masas que se levantan contra el orden establecido, en el que la mayoría pobre y oprimida ha de tolerar los dictámenes de la minoría rica y privilegiada, que justifica todos sus procederes bajo el cuestionable estamento de la meritocracia.

Sin embargo, según la óptica de Pérez Pirela, no puede afirmarse que sea una película de corte marxista, entre otras razones porque Joker no quiere se líder de nadie.

Fleck deriva en el antihéroe Joker tras ser golpeado por una pandilla de adolescentes, despedido de su trabajo por un malentendido, privado de sus medicamentos por causa de los recortes sociales y menospreciado y engañado por figuras que idolatraba.

Estos infortunados eventos pueden asumirse como detonantes, pero el mensaje parece ser otro: de algún modo su deriva vital lo condujo a la senda de la villanía, sin que él sea el único villano.

En el aire siempre quedan cuestionamientos. ¿Realmente no tenía otra opción?, ¿su criminalidad es también una responsabilidad social? y, de ser el caso, ¿todo crimen es prevenible si la sociedad –el Estado– interviene oportunamente?

Mostró un fragmento que es detonante: el personaje habla con su psicóloga,  se queja de que ella en realidad no lo escucha porque repite las mismas preguntas en todas las sesiones. La doctora anuncia que hay un recorte presupuestario por lo que esa es la última vez que se verán, dice que a los gobernantes  y a las élites no les importan los enfermos ni tampoco los trabajadores de la salud.

“Él le plantea a la doctora algo fundamental en la historia de la filosofía: la afirmación del propio yo, de su propia existencia. Llega con un discurso existencialista. La respuesta de la psicóloga es otra: lo lleva al plano social y le dice que es la última vez que nos vamos a ver. Surge la injusticia social.  Es abandonado por el Estado, como a todos los desposeídos. Qué le queda. Su trabajo mal pagado del que termina siendo despedido. ¿Toma la justicia pos sus propias manos o crea una nueva categoría de lo justo y lo injusto?”, expresó el conductor del programa.

Otra escena muestra el despido del Joker. Al comienzo, baila con un letrero en la calle. Unos muchachos le roban el letrero y luego lo golpean entre todos y le rompen el letrero. Aparece ya sin maquillaje, riendo a carcajadas. El jefe dice que el dueño de la tienda se quejó por la pérdida del letrero, y así pierde su trabajo de payaso.

“Esto coloca las condiciones iniciales para entender la situación de la que fue víctima. El primer mal gesto de violencia no viene de unos mercenarios, militares o paramilitares, sino de niños y jóvenes, lo que nos remite a otra filósofa que hemos tratado acá, Hannah Arendt, cuando dice que la maldad puede ser banal. En este caso, los niños la encarnan. Cualquier persona puede cometer los más horribles crímenes, no hace falta ser malvado para eso, solo dejarse llevar. Si les quitamos la responsabilidad de sus actos, todos los seres humanos son capaces de los peores desmanes”.

“A partir del incidente con los muchachos, comienzan los desvaríos de violencia que, si los contextualizamos, no son más que defensa personal –añade-. Unos hombres acosan a una chica que viaja sola en el metro. Joker ríe a carcajadas. Los hombres se molestan y lo fastidian y agreden. Son tipos ricos. Él se defiende y se inicia su rol de asesino”.

Es desde ese papel que recibe reconocimiento social. Los payasos, entendidos como el pueblo, entran en escena.

En otro de los videos presentados, se plantea el análisis de la necesidad de aceptación. Joker vive ensoñaciones con un programa de televisión. Es la metáfora de un hombre que hace lo posible por encajar en la sociedad de la que es discriminado por payaso y por enfermo mental. Quedan en evidencia los modelos que invisibilizan a grupos sociales menores, que provocan un autodesprecio en los afectados. Son las llamadas “desigualdades de reconocimiento” que han tomado preponderancia en estos tiempos.

Al cierre de la clase, Pérez Pirela expresó que se trata de una  película existencial que se revela así en algunas de las frases del protagonista, como cuando confiesa que nunca, ni un solo día de su vida, ha sido feliz. En el diario que lleva, escribe: “Espero que mi muerte tenga más significado de mi vida”.

“Esto no lleva a Albert Camus, en El mito de Sísifo, cuando expone su tesis de que el gran problema del sentido de la vida es el suicidio. Joker solo quiere afianzar su existencia y la gente lo convierte en un referente político, pero él, como muchos otros, siempre se está preguntando si realmente la vida vale la pena”, subrayó.

Nota: la transmisión del programa a través de YouTube se vio interrumpida por una supuesta transgresión de normas de la plataforma. Pérez Pirela enfatizó que todos los videos mostrados fueron tomados de otras cuentas de YouTube que se encuentran activas.

(LaIguana.TV)