Este jueves 14 de octubre, el filósofo político Miguel Ángel Pérez Pirela centró su clase de filosofía en Sócrates, figura que parte la historia de la Filosofía al romper con la búsqueda de la virtud –areté– que caracterizó las reflexiones de los pensadores que le antecedieron (conocidos a posteriori como los presocráticos), y se centró en la enseñanza oral en Atenas, centrando su interés en asuntos como la verdad o la muerte.  
 
Pérez Pirela apuntó que al no dejar obra escrita, lo que ha trascendido de su pensamiento nos ha llegado a través de Platón, su discípulo, que relató sus reflexiones por medio de diálogos. 
 
Antes de entrar en materia, resaltó que Sócrates, Platón y Aristóteles, resaltó, cambiaron la historia del pensamiento occidental, porque sentaron las bases de lo que se entiende por conocer e inauguraron una tradición cuyos efectos se extienden hasta nuestros días. 
 
Estampa biográfica de Sócrates: su vida como obra filosófica
 
El experto refirió que Sócrates nació en Atenas en el 470 a.C. y fue hijo de un escultor y una partera. Este último dato resulta, a su juicio, decisivo para lo que habría de constituir su legado epistemológico: la mayéutica, que literalmente significa «parir».  
 
De orígenes humildes, continuó relatando, hizo carrera militar y se convirtió en maestro y filósofo ateniense, destacando el hecho que no cobraba por su enseñanza, en contraste con sus contemporáneos, conocidos como los sofistas, quienes ofrecían clases de retórica a las familias adineradas en razón del lucro. 
 
En opinión del comunicador, a Sócrates se le podría calificar como «un necio, un provocador, un irónico de profesión», porque no solo enseñaba a quien fuera gratuitamente, sino que provocaba a la gente. Por ello, detrás de la conocida sentencia «solo sé que no sé nada», estaba toda una pedagogía con la que cuestionaba a aquellos que se llamaban a sí mismos sabios. 
 
Esta posición, apuntó, contrasta con lo que practicaban los sofistas, para los cuales la verdad no era importante, sino que su foco estaba en la forma, en la manera en cómo se dicen las cosas, es decir, en la retórica, independientemente de la veracidad de lo dicho. 
 
Así las cosas, Sócrates era un necio de profesión porque trataba de extraer la verdad de sí mismo, valiéndose para ello de la mayéutica, que entendía como el método que permite «hacer parir la verdad que existe en cada ser humano» por medio de la interrogación de su interlocutor, a veces con preguntas incómodas. 
 
Más allá de sus diferencias, el experto destacó que Sócrates y los sofistas hicieron de la Filosofía una especie de servicio para el Hombre porque empezaron a hacer una Filosofía que partía de la enseñanza, lo que dio lugar a distintas escuelas de Atenas. 
 
Regresando a ideas filosóficas de Sócrates, indicó que para el ateniense, la Filosofía era una guía práctica de vida, es decir, un «como saber vivir», que se realiza en la capacidad de distinguir entre el bien y el mal por medio de la búsqueda de la verdad. 
 
Esta postura, precisó, inaugura una tradición ética según la cual el sabio no es quien maneja el conocimiento –la tecné– sino el que sabe vivir. De modo tal que bajo este punto de vista, la felicidad es sinónimo de saber vivir, por lo que el fin último del ser humano –la felicidad– guarda estrecha relación con el conocimiento y con la Filosofía, entendida esta como la búsqueda de la verdad. 
 
El papel de la palabra y del otro en la enseñanza socrática
 
Pérez Pirela reiteró que como Sócrates desconfiaba de la escritura, su saber fue recopilado a través de una recreación de la expresión oral, más concretamente, a través de diálogos escritos por su discípulo, Platón. 
 
Esto indica, a juicio del experto, que como Sócrates otorgaba un lugar especial al oyente, el interlocutor es el centro de su filosofía, la página en blanco de una filosofía que no puede realizarse sin el otro. 
 
De lo antes dicho se desprende que la filosofía de Sócrates es una filosofía de preguntas y respuestas, de idas y vueltas, que trata de hacer parir la verdad del otro a través del diálogo, que persigue que el otro caiga en contradicción y acceda a la verdad, sintetizó.
 
Es justamente de este punto, a su parecer, de donde deriva la máxima «yo solo sé que no sé nada», que antes de afirmar una duda en su conocimiento, constituye la aceptación de su propia ignorancia como punto de partida para conocer todo aquello que aún no conoce. 
 
A este respecto, detalló que para Sócrates (así como para Platón), la respuesta a la pregunta de cómo conocemos –a diferencia, por ejemplo de Aristóteles, que puede ser considerado padre del materialismo– supone asumir que existen ideas innatas inmanentes a un alma inmortal.
 
De este modo, explicó, ninguna persona conoce, sino que recuerda las cosas a través de un arma inmortal. Así cobra pleno sentido la labor pedagógica que avanzara el ateniense durante toda su vida. 
 
Esta labor pedagógica se vale de la mayéutica, también conocida como método socrático, que entraña dos procesos: la ironía –fingir ignorancia del tema para hacer que el otro hable y permanecer en silencio para dejar al descubierto la ignorancia del oyente– y la refutación, que consiste en demostrar la contradicción del interlocutor por medio de argumentos que anulen sus ideas falsas y muestren su ignorancia. 
 
La muerte como última lección filosófica 
 
Este método mayéutico implicaba que el filósofo ateniense entendía la docencia como una actividad subversiva, centrada en el diálogo, en el que veía el único camino posible para alcanzar el saber verdadero, mas a la postre, puntualizó Pérez Pirela, esta práctica le enfrentó a los gobernantes de turno y le granjeó poderosos enemigos, al punto tal que en 399 a.C fue condenado a muerte. 
 
En su criterio, su muerte, ocurrida tras beber cicuta, es una clara demostración de coherencia y un abierto desafío al poder establecido, como se representa el conocido cuadro del pintor francés Jacques-Louis David, elaborado en 1787. 
 
En la obra, explicó, se muestra a Sócrates rodeado de amigos y de Platón, su discípulo más cercano, erguido en su lecho de muerte y con el dedo índice levantado, gesto que representa su negativa a abandonar su propia ley, aún en las proximidades de la muerte, porque para el ateniense, la Filosofía es la defensa de la verdad, incluso a precio de la propia vida.
 
¿Democracia o aristocracia?  
 
En relación con la posición de Sócrates frente a la democracia, el analista venezolano refirió que cuestionó la democracia e incluso la tildó de «peligrosa» porque es un régimen político que entraña el peligro que las personas puedan ser engañadas por medio de la palabra –es decir, por medio de la retórica– y con ello, los gobernantes pueden acceder al poder a través de mentiras. 
 
En su lugar, defenderá el gobierno de los virtuosos (la aristocracia), conformado por aquellos que buscaban la verdad. Así, bajo su punto de vista, el gobernante debería tener conocimiento –técnica–, idea que luego Platón ampliará en La República, al asegurar que los filósofos son los más adecuados para gobernar. 
 
El juicio a Sócrates: cargos y defensa
 
El juicio a Sócrates se recoge en la Apología de Sócrates, escrito por Platón y en él se precisa que fue acusado –y finalmente condenado a muerte– por tres cargos: 1) Cuestionar que los astros fueran dioses, 2) Hacer pasar por fuerte el argumento más débil, es decir, por profanar la verdad y, 3) Corromper a la juventud, sintetizó Pérez Pirela. 
 
Con respecto a la sentencia, indicó que la mayoría –280– de los 500 jueces, muchos de los cuales habían sido sus estudiantes, lo condenaron a muerte.
 
Sobre la defensa que hiciera Sócrates de sí mismo, detalló que en principio alegó  que no se le acusa por lo que es, sino por los prejuicios que existen sobre él, pero luego, al entender que ese camino conduciría a un callejón sin salida, se empecinó en mostrar la ignorancia de los sabios que le cuestionaban, rechazó el destierro que le ofrecieron y acabó bebiendo cicuta. 
 
A modo ilustrativo, citó el capítulo 29a-b, de la Apología de Sócrates, en el que el filósofo ofrece una formidable explicación acerca de la razón real tras su condena: 
 
«Porque temer la muerte, atenienses, no es otra cosa que creerse sabio sin serlo, y creer conocer lo que no se sabe. En efecto, nadie conoce la muerte, ni sabe si es el mayor de los bienes para el hombre. Sin embargo, se la teme, como si se supiese con certeza que es el mayor de todos los males. ¡Ah! ¿No es una ignorancia vergonzante creer conocer una cosa que no se conoce?». 
 
Sócrates, ¿fundador de «la decadente moral occidental»? La crítica de Nietzsche
 
El especialista venezolano reiteró que si bien el peso de Sócrates dentro del pensamiento occidental es innegable, sus ideas fueron particularmente cuestionadas a finales del siglo XIX por el filósofo alemán Friedrich Nietzsche en su obra «El Ocaso del los Ídolos». 
 
En ese texto, explicó Nietzsche carga contra Sócrates y Platón y les acusa de ser «una especie de antigriegos», en tanto abandonaron la idea de la existencia de un sentimiento trágico –pathos–, que hacía que la vida se viviera intensamente, en favor de una ética basada en la razón, de la que derivó lo que denomina «la decadente moral occidental». 
 
De este modo, se pasó del pensamiento dionisíaco al apolíneo, basado, según Nietzsche, en la negación de la vida en general por el predominio de la razón, dando lugar al nacimiento del hombre teórico occidental y con él, a su propia decadencia. 

 

(LaIguana.TV)