Este jueves 21 de octubre, el filósofo y experto en comunicación política Miguel Ángel Pérez Pirela dictó una clase 2.0  sobre el que, en opinión de los entendidos, fue el filósofo más importante del siglo XX: el alemán Martin Heidegger. 
 
Pérez Pirela apuntó que se trata de un autor oscuro, cuya comprensión requiere a menudo del estudio de textos y tratados introductorios. 
 
A su parecer, se le podría definir como un «filósofo del ser», porque en el mundo contemporáneo –década de 1920, pues su ‘obra mayor’, Ser y Tiempo, se publicó en 1927– apuntó hacia la discusión del ser y el ente (tiempo), dos asuntos que no estaban en la agenda filosófica, entonces dominada por el Positivismo Lógico y tampoco en la discusión política, cuyo foco apuntaba hacia el industrialismo. 
 
De este modo, explicó, al poner en el centro de la discusión el ser, Heidegger rompe el paradigma vigente en su tiempo, pues recupera, cual si se tratara de una deuda histórica, la pregunta fundamental de la Filosofía, que es la cuestión del ser. 
 
Empero, el pensador alemán sostenía que la tradición filosófica abordó el asunto equiparando el ser con el ente (la cosa) y para romper con ella, defendió la idea que «el ser lo es absolutamente todo», el fundamento mismo de la existencia humana.  
 
El ‘dasein’ heideggeriano
 
Para entrar en la discusión, Pérez Pirela cuestionó sobre la pertinencia del estudio filosófico del ser en la cotidianidad y a modo ilustrativo, respondió con otra pregunta: ¿estamos preparados para la muerte?, pues a su juicio, es a esta clase de preguntas a las que quiere responder Martin Heidegger, porque piensa que el ser humano es un ser de posibilidades. 
 
Recordó, asimismo, que el francés Jean-Paul Sartre, influenciado por Heidegger, sostenía que el ser humano se recrea cada día, un postulado que se asemeja al heideggeriano que asume al Hombre como ser de posibilidades, atravesado por una única imposibilidad: la muerte, en tanto esta representa la negación de todas posibilidades, condición fundante de la angustia. 
 
De allí que esta reflexión ontológica, subraya el experto, sea existencialista, porque asume que el ser, en contraste con el ente, es todo posibilidades. Asimismo, es gracias a esta condición de posibilidad que el estudio de Martin Heidegger sobre el ser desplegado en Ser y Tiempo no sea óntico sino ontológico. 
 
Gracias a este puente, detalló, Heidegger pretende llegar al ser a través del Hombre, porque es este el que se pregunta por el ser. Así las cosas, el ser humano sería lo que él denomina ‘dasein’, que literalmente vendría a significar algo como el-ser-que-está-ahí. 
 
Esta definición implica que el ser humano es una especie de «ser vomitado en el mundo», con lo que además rompe la concepción epistemológica según la cual el ser que conoce está separado del objeto a conocer. 
 
De este modo, comentó el experto, para Heidegger el ‘dasein’ es pura posibilidad, pura elección. Este ‘ser-en-el-mundo’ que despliega todas las posibilidades en el aquí y el ahora, bebe de Nietzsche y será el punto de partida de la filosofía existencialista de Jean-Paul Sartre. 
 
En todo caso, dijo para redondear esta primera noción, Heidegger separa ‘ente’ (cosa) del ‘dasein’, puesto que este es «un proyecto que surge de la eyección del hombre sobre el mundo», con la salvedad de que pasar del ‘yecto’ al pro-yecto implica estructurar una «existencia auténtica», de la que el Hombre escapa cuando deja de afirmarse y se pierde en el anonimato que le ofrece la multitud. 
 
La muerte como negación de toda posibilidad
 
De otra parte, con relación al papel de la muerte en la angustia existencial que posibilita la pregunta sobre el ser, Pérez Pirela destacó que desde el punto de vista de Heidegger, la muerte convierte todas las posibilidades del ser humano en la nada. 
 
Por tal motivo, aseguró, para que podamos vivir una «existencia auténtica», Heidegger nos llama a aceptar nuestra condición de arrojados en el mundo, nuestra condición de libertad y nuestra condición de finitud.
 
Dicho de otro modo, explicó, la vida humana, antropocéntricamente podría considerarse en primera instancia como muy larga, palidece frente a otras medidas temporales como el origen del universo o de la vida. Así, aunque, poniendo por caso, una persona viviera 100 años y experimentara multitud de vivencias, eso no lo eximirá de morir.
 
De ahí que aún cuando la muerte crea angustia y hace pensar en el ser, la mayoría pretende hacer caso omiso de esa angustia existencial e intenta evadirla con la creación de una cotidianidad fundada en las cosas del mundo, en intrascendencias. 
 
¿Por qué es importante la pregunta sobre el ser?
 
En opinión de Pérez Pirela, la importancia de la manera como Martin Heidegger se pregunta sobre el ser en Ser y Tiempo, viene dada porque representa una ruptura con las filosofías basadas en la teoría del conocimiento, a la manera en que la concibieron, por ejemplo, filósofos de la talla de Kant, Hegel o Descartes. 
 
Asimismo, Heidegger sostenía que toda filosofía debe preguntarse por qué hay algo en lugar de nada, puesto que esta pregunta, que no ha podido ser contestada desde la Ciencia, ni desde la propia Filosofía, marca el límite en la racionalidad y la irracionalidad humanas, e incluso, de lo cognoscible. 
 
Así las cosas, señaló el comunicador, al no separar el sujeto del objeto, Heidegger hace que el ser humano sea sujeto y objeto situado; sujeto en en el tiempo porque puede morir y, a diferencia de otros seres vivos, puede pensar en el ser. Tal es la concepción del Hombre que aporta el filósofo alemán. 
 
Como asume que el ser humano es un ser existencial, proyectado en el tiempo, que sufre en el mundo y muere en el mundo, entonces la atención se desplaza al cuestionamiento de una existencia signada o no por la autenticidad, redondeó. 
 
Por esta razón, puntualizó, como al inicio de Ser y Tiempo, Heidegger afirma que su preocupación fundamental es sobre el ser entendido como ‘dasein’, toda su propuesta deviene en una Antropología existencial que puede resumirse en la expresión: «El Hombre es un ser al cual le preocupa su ser», lo que significa que el ser, que es el Hombre, le angustia el Hombre mismo, pues no está separado del mundo en el que está y de allí deriva su angustia. 
 
Esta postura, detalló Pérez Pirela, contrasta, por ejemplo, con la que sostuviera Descartes, para quien el fundamento existencial estaba dentro del Hombre mismo a través de su pensamiento. 
 
En palabras más simples, esto quiere decir que dentro de los seres, el Hombre es privilegiado porque se piensa a sí mismo y por ello Heidegger piensa que es «un ser para la muerte», consciente de su propia finitud, que lejos de representar un obstáculo, es el origen de su propia libertad, condición esta que es la que permite que se piense como ‘dasein’.
 
La «existencia auténtica» versus la «existencia inauténtica»
 
Otro de los aspectos centrales desarrollados por Heidegger en Ser y Tiempo es sobre el papel de las cosas –entes– en el mundo. Sobre esto dirá que el mundo está repleto de utensilios que, en sí mismos, no significan nada y es el ‘dasein’ el que los reviste de sentido de historicidad, al aportarle una narrativa, una épica particular.
 
Este «segundo Heidegger» que identifican los conocedores, se centra en el Hombre que se olvida del ‘ser’ para escapar de la angustia que le produce la certeza de la muerte. 
 
En ese orden, el filósofo venezolano refirió que el segundo Heidegger se pregunta por qué el ser Humano se ha olvidado del ser y responde, al menos en primera instancia es que olvida al ser para consagrarse al dominio de los entes. 
 
Más específicamente, afirma que el Hombre busca consuelo en cosas para «tapar» la angustia de su existencia, de manera similar como lo hiciera Nietzsche al referir las capas con las que el ser humano se recubría para escapar de la nada que es, es decir, de la muerte.
 
De este modo, reaparece la idea de que al ser la muerte la única posibilidad que está en todas las posibilidades, en razón de lo cual determina toda la existencia del Hombre, que ya fuera sugerida por el filósofo danés Soren Kierkegaard en su obra El Concepto de la Angustia.  
 
Por ello, cuando el ‘dasein’ evade la angustia de la muerte, se transforma en una existencia «inauténtica» que se fundamenta en el ‘sedice’ –’sagen’–, condición que implica la aceptación de los imperativos culturales de la manada, de la masa, en su esfuerzo por evitar pensar sobre el ser y olvidarse de la propia finitud, comentó Pérez Pirela.  
 
A esto Heidegger contrapone la «existencia auténtica», que consiste en aceptar que somos seres finitos, que somos seres para la muerte y que vamos a morir. Para el pensador alemán, esta condición de finitud le da profundidad, envergadura, a nuestra existencia porque nos afrontamos como seres finitos y evitamos la existencia anónima a la que conduce el ‘sedice’.
 
Sostiene, asimismo, que el ‘dasein’ auténtico acepta su finitud, cuestiona las modas y escapa del ‘sedice’, que no es otra cosa que una invitación a escapar de la tentación de mimetizarse en el anonimato que ofrece la manada y a vivir una vida de libertad, porque cuando se acepta vivir una vida «inauténtica», el Hombre se somete «al poderío de los otros» o, como diría el filósofo francés Michel Foucault, a convertirse en «sujeto-sujetado». 
 
Un buen ejemplo que como opera en el presente esa sujeción anestesiante del ‘sedice’, este «poder del señorío de los otros», la ofrecen los medios de comunicación, que aniquilan en millones toda posibilidad crítica de la conciencia y hacen que al final, las personas vivan una vida sin sentido, porque prefirieron asirse a los entes y nunca cuestionaron nada. 
 
El también director de LaIguana.TV refirió que este «paradigma de lo inauténtico» tiene al menos tres aristas: la publicidad (porque dice lo que el sujeto tiene que hacer), la avidez de novedad (falsa necesidad de estar «al día», que conduce a lo que Heidegger denomina ‘errancia’ y, por último las habladurías (repetir toda la vida lo que los otros dicen, sin cuestionar las fuentes de lo que se repite).
 
¿Hay resabios nazis en la obra de Martin Heidegger?
 
A modo de cierre, Miguel Ángel Pérez Pirela no eludió la pregunta sobre la relación de Martin Heidegger y el régimen nacionalsocialista de su natal Alemania, para lo que compartió fragmentos sintetizados de un artículo aparecido en el suplemento cultural del diario El País bajo el título»Heidegger era nazi: ¿Lo es su filosofía?»:
 
La reciente aparición de los cuadernos íntimos del filósofo alemán Martin Heidegger, considerado como uno de los más importantes del siglo XX, revelaron una verdad difícil de tragar: no solo había sido simpatizante del nazismo, sino que, según se mire, su antijudaísmo habría podido impregnar su filosofía. 
 
Luis Fernando Moreno, en reflexión para El País apunta que desde 2013, cuando comenzaron a publicarse «las sucesivas entregas de los copiosos Cuadernos negros» algunas «pocas, pero relevantes» anotaciones dejan claro su antisemitismo. O al menos así lo han dictaminado algunos estudiosos de la obra del pensador, cuyo estilo críptico y oscuro dificulta la comprensión directa y abona a la interpretación, aún entre iniciados.  
 
El escándalo, refiere Moreno, inició en 2015 con la aparición del segundo volumen, que contiene las notas de Heidegger entre 1939 y 1941. En él se incluyen «entradas filosóficas con referencias explícitas y poco laudatorias a ‘los judíos’ y ‘el judaísmo'».
 
Así, explica este autor, tras un concienzudo análisis de estos pasajes, Peter Trawny, reconocido experto en la obra heideggeriana, «extrajo la conclusión de que Heidegger desarrolló un antisemitismo teórico y filosófico (‘ontohistórico’) al comienzo de la II Guerra Mundial, que más adelante ocultó». 
 
Asimismo, sintetiza, el antijudaísmo del autor de Ser y Tiempo «habría sido sólo de carácter metafísico, ni racial, ni biológico, y ‘secreto’, no interfirió en su filosofía esencial. 
 
Sin embargo, otros intérpretes como Donatella di Cesare y Nicolás González Varela opinan que estas nuevas evidencias permiten que toda la filosofía heideggeriana admita una lectura antisemita. 
 
Considerando el tiempo en el que vivió, Heidegger tuvo que hacer esfuerzos para ‘disculpar’ su pasado nazi. En entrevistas, aseguró que se trató de un «error pasajero» y reivindicó el derecho a errar con aforismos como: «Hay grandeza en el errar» y «El extravío es el regalo oculto de la verdad».
 
También ayudaron a disipar las dudas acerca de su respaldo al nazismo sus numerosos alumnos y discípulos judíos, incluyendo Hannah Arendt, con quien mantuvo una relación sentimental. 
 
«Sin embargo, sólo ahora se ve que Heidegger profesó un antisemitismo que, aunque revestido de metafísica todo lo que se quiera, en el fondo nada se diferenciaba del que admitían gran parte de los alemanes que siguieron a Hitler en busca de una ‘gran Alemania’ no sometida al ‘yugo’ de otras potencias, insuflado por los tópicos antisemitas difundidos por la propaganda nazi», destaca Moreno.
 
Examinado en perspectiva histórica, el antisemitismo de Martin Heidegger no es novedoso dentro de la tradición filosófica de Alemania. La profesora Donatella Di Cesare identifica una «corriente histórica alemana de aversión al judío» en la que figuran nombres tan importantes como Kant, Hegel, Schopenhauer y Nietzsche. 
 
De este modo, en sus obras se encuentran alusiones prejuiciosas contra los judíos, en las que se les tacha, por ejemplo de mentirosos y embaucadores. Para Di Cesare, lo que distingue a Heidegger de sus antecesores es que «elevó este prejuicio —entre otros— a escala metafísica; a su entender, los judíos eran culpables del ‘olvido del ser’; con sus patrañas y mentiras filosóficas serían los abanderados de esa ‘metafísica’ que ha ensombrecido al ser verdadero en su historia».
 
En un texto de 1941, Heidegger los tilda de «calculadores». Achaca a ese cálculo la propiedad de estremecer «la historia del ser», al punto de que maquinan para manipular la vida, conspiran para dominar el mundo y pretenden «borrar del mapa a Alemania», para lo que contarían con el apoyo de «el judeobolchevismo internacional» y «América». 
 
Por ello, Moreno, siguiendo a comentaristas, se pregunta qué habrá motivado a Heidegger para autorizar la publicación de «estos cuadernos como corolario a sus obras completas (…). ¿Había olvidado parte de lo que allí escribió?, ¿fue una manera taimada de revelar la verdad secreta de sí mismo?» y advierte que cuando de antisemitismo se trata, «engañó a todos, amigos y enemigos».
 
Sin embargo, más allá de su desnazificación pública e intelectual, había motivos para atribuir a Heidegger simpatías con el nazismo. Nunca condenó el Holocausto y, antes bien, lamentó que Alemania se hubiera convertido «en un campo de concentración» tras el fin de la II Guerra Mundial y hubiera perdido «la sangre joven más valiosa» en las batallas.  
 
Aunque Moreno especula que con estas revelaciones «Heidegger ha quedado herido de muerte para siempre», probablemente sean sus lectores y estudiosos quienes tengan, en conjunto, la última palabra. 
 
Empero, a pesar de lo expuesto en esta reflexión, desde el punto de vista de Pérez Pirela «resulta un despropósito» el intentar reducir el gigantesco –e influyente– pensamiento de Martin Heidegger a meras simpatías con Hitler y el régimen nazi, muy particularmente si se deja de lado el contexto en el que surgió. 
 
En ese espíritu, relató que el oscuro clima que regía en la República de Weimar –actual Alemania– en las décadas de 1920 y 1930, fue consecuencia directa de la humillación que sufrió Alemania al fin de la I Guerra Mundial, a lo que se suma que el surgimiento de Adolf Hitler, más que debido a la casualidad o a sus cualidades personales, también obedeció a la convergencia de intereses del capitalismo alemán, que necesitaba a un líder de derecha que frenara un supuesto avance del comunismo soviético. 
 
De allí que no sorprenda que, antes de que estallara el conflicto bélico, Hitler tuviera tras de sí un ejército de industriales –incluso estadounidenses y británicos– y fuera alabado por líderes como el británico Winston Churchill, quien en 1938 lo calificó como un «hombre valeroso». 
 
En todo caso, para él, Heidegger es un filósofo del aquí y el ahora, del ser y del tiempo, donde el ser se hace temporal y al hacerse temporal, se hace finito, mortal, y con eso, se hace de una angustia existencial. Esto lo separa de la tradición filosófica que estudia y se pregunta por el ser, pero considerándolo un ente. 

 

(LaIguana.TV)