Con la muerte como gran angustia, tratando de escapar de ella, dilapidamos el tiempo finito que tenemos en un mundo al que hemos sido arrojados y por ello vivimos una vida inauténtica, como parte de una manada, guiados por el señorío de los otros.

Así de contundentes son las ideas que Martin Heidegger planteó hasta convertirse en uno de los filósofos más importantes del siglo XX, con notable influencia en otras grandes figuras del pensamiento de la centuria y aún de los tiempos que corren.

En sus Jueves de filosofía, del programa Desde donde sea, Miguel Ángel Pérez Pirela analizó los aspectos más resaltantes de este pensador alemán, polémico además por su cercanía con el nazismo.

“Después de remontarnos hasta Sócrates la semana pasada, nos venimos al mundo contemporáneo, al siglo XX, para hablar de quien para algunos acaso sea el filósofo más importante de su tiempo. Complejo, difícil de estudiar, Heidegger representa sin duda alguna el fundamento de la filosofía contemporánea. Es un autor hermético, no fácil de abordar. Para entrarle de lleno sería siempre bueno una ayuda por parte de libros de introducción escritos por sus estudiosos. Fue controversial por sus simpatías políticas, pero eso no define su obra, aunque sí coloca límites a muchos lectores para abordarla”, expresó en la introducción de la clase.

“Heidegger podría ser tildado como el filósofo del ser porque en un mundo contemporáneo, el de los años 20 del pasado siglo (Ser y tiempo, su obra mayor, es de 1927) no se estaba discutiendo sobre ese tema. Era una época en la que el interés por el tiempo, el ser, el ente, sobre una reflexión ontológica, metafísica no estaba en los aires de una sociedad más bien positivista, donde la discusión central era la ciencia, el progreso, la industria, la técnica. El debate político estaba centrado en el tema de la era industrial. En medio de ese clima positivista de facto, surge Heidegger, alumno de Husserl, padre de la fenomenología, y nos hace pensar en el ser, coloca el tema del ser como reflexión fundamental e incluso como deuda histórica de la filosofía hacia el ser humano. Rompe paradigmas al cambiar el cursus de los temas que se discutían y la forma como se discutían”, explicó.

Recalcó que la obra de Heidegger nos coloca la pregunta fundamental de la filosofía, sobre el ser, que los filósofos en vez de aclarar han oscurecido, porque han tratado el ser como un ente, como una cosa. Él se propone superar esa concepción cosificada.

“¿Qué tiene que ver esto con nosotros, con la cotidianidad del ser humano? Pues, el ser lo es absolutamente todo porque es ese elemento de la ecuación que nos está faltando para entendernos. Para Heidegger es el fundamento, es lo que está antes y lo que debería estar después, es lo que funda el todo, nuestra propia existencia”.

El problema de la muerte

¿Qué sentirían si les digo que van a morir? ¿Miedo, angustia? ¿Están preparados para la muerte?- interpeló Pérez Pirela a su audiencia-. Heidegger trata de responder a esta pregunta porque piensa que el ser humano es un ser de posibilidades. Somos pura posibilidad, una infinidad de posibilidades truncadas por una sola imposibilidad que es la muerte. Es la imposibilidad de todas las posibilidades que tiene el ser humano. Por ello, la muerte causa angustia y lleva al ser humano a tratar de escapar de ella. La filosofía de Heidegger es, entonces, existencialista. No trata al ser como un ente. Plantea un estudio ontológico (sobre el ser) y no óntico (sobre las cosas)”.

Prosiguió indicando que “Heidegger pretende llegar al ser a través del hombre porque es el hombre quien se pregunta sobre el ser. El hombre es el dasein, el ser que está aquí, el ser ahí. Dasein es una palabra alema compuesta por ser y ahí. Heidegger, para diferenciar el ser del ente; para diferenciar el fundamento de nuestra vida y nuestra muerte de los meros objetos; usa esta palabra dasein que significa ser eyectado sobre el mundo, vomitado sobre el mundo. No somos meros entes porque somos seres ahí. No podemos entender al mundo como algo separado de nosotros. De esta manera, rompe con toda la tradición de la epistemología (filosofía del conocimiento) que separaba al sujeto que conoce del objeto que es conocido”.

“Heidegger dice que no podemos separarnos del lugar, del ahí donde ya estamos destinados a estar y a ser porque somos dasein, somos seres ahí. El dasein es pura posibilidad, un ser que despliega todas las posibilidades en el aquí y ahora, que puede elegir lo que quiere ser. Aquí está el origen de la filosofía de Jean-Paul Sartre, dándole así fuerza a ese chiste que se dice en el mundo de la filosofía, según el cual detrás de todo filósofo francés hay un filósofo alemán”.

Recalcó que el ser, a diferencia del ente, es un proyecto. Surge de la eyección del hombre sobre el mundo. Pasar del eiecto (vomitar) al proiectum (proyecto), que es el proyecto de estructurar una existencia auténtica.

“Nos llama a aceptar nuestra condición de eyectados, de arrojados en el mundo, nuestra condición de libertad y de finitud para finalmente vivir una existencia auténtica, de la que siempre queremos escapar –continuó-. ¿Cuándo nos escapamos de la existencia auténtica? Cuando dejamos de ser nosotros, de afirmar nuestro parecer y nos perdemos en la multitud, decimos lo que todos dicen y repetimos lo que todos repiten”.

Destacó que con la angustia existencial que genera la muerte, terminamos por dilapidar la vida. “Entendemos que la nuestra, en términos de duración, es una vida ridícula, efímera que apenas puede durar si acaso cien años. ¿Qué es eso cuando lo comparamos con los tiempos históricos, con los tiempos del ser humano en el planeta o con los tiempos del universo y las galaxias? Estamos fundamentados sobre la nada. Podemos viajar, reír, tener sexo como locos, comer, pero nada de eso nos va a ahorrar de morirnos. La mayoría trata de escapar de esa angustia con la cotidianidad, la estupidez, la pareja, la familia, el trabajo, las diversiones, comenzamos a llenarnos de cuestiones efímeras que nos hacen olvidar el ser, la angustia y la muerte”.

Presentó el primer video, del canal cultural argentino Encuentro, donde José Pablo Feinmann  habla sobre el ser ahí:

“La importancia de Ser y tiempo, libro que aparece  en 1927 es que viene a romper con las filosofías basadas en una teoría del conocimiento, noseológica. En Ser y tiempo, el hombre, lo que Heidegger va a llamas dasein (ser ahí) es el ente humano que está ahí, arrojado, eyectado hacia el mundo. Con eso evita por completo el esquema de la teoría del conocimiento. En Kant, Hegel, Descartes, en las filosofías idealistas, siempre había un sujeto y un objeto. En Heidegger ya no están más, no hay sujeto y objeto. El dasein no es el sujeto kantiano, es el hombre existencial que se angustia, que muere; el ser para la muerte, el hombre que puede tener una vida auténtica o inauténtica. Va a encontrar en este dasein, en este ser ahí, todas las categorías fundamentales de su filosofía. Lo original de Ser y tiempo, que viene y rompe con todo, es que vuelve a poner la temática de la filosofía en el tema del ser. Una de las preguntas que Heidegger formula a la propósito de este problema es ¿por qué hay algo y no más bien, nada?”.

Pérez Pirela subrayó que en la filosofía de Heidegger esta es la pregunta clave, la que la ciencia está tratando de responder. “Por ejemplo, el límite del hoyo negro es el límite de la racionalidad humana, el límite de lo cognoscible y lo conocible. Es una pregunta que, en sí misma, es un salto al vacío, con una carga existencial muy grande, con un límite entre la razón y la fe; una pregunta cuya respuesta no hemos encontrado ni en la ciencia, ni en la razón ni tampoco en la filosofía”.

Al no separar al sujeto y el objeto, Heidegger hace que el ser humano sea al mismo tiempo sujeto y objeto. Sufre en el mundo y muere en el mundo y lo que queda por ver es si va a vivir una vida auténtica o no, remarcó.

La importancia de Ser y tiempo

Pérez Pirela señaló que sobre la obra cardinal de Heidegger, Ser y tiempo, muchos opinan que todo lo que hizo después, incluso al final de su vida, cuando ya rozaba la poesía, no fue otra cosa que un desarrollo de este primer libro.

También es frecuente oír que debido a que se ocupa del ser humano como ser capaz de tener conciencia de su ser (“Es un ser al cual le preocupa su ser”, citó textualmente a Heidegger), su obra filosófica deviene en antropología existencial.

“Recordemos que Descartes planteaba que el fundamento del hombre estaba dentro del hombre mismo, en su capacidad para pensar. Pero para Heidegger es un ser ahí, no es solo pensamiento o materialidad. Es un ser privilegiado porque se piensa a sí mismo en cuanto que ser. Heidegger piensa que el hombre es un ser para la muerte. No es una frase pesimista, sino de un ser consciente de su finitud y que sabe que tiene sus días contados. Allí está el origen de su propia libertad. Si nos supiéramos inmortales, ¿para que querría hacer algo, abrazar a un ser amado, aprender a tocar un saxofón, si es algo que puedo hacerlo en cualquier otro momento de la eternidad?”.

Otro aspecto de la obra de Heidegger es que el mundo está poblado de utensilios que en sí mismos no quieren decir absolutamente nada, pero es el dasein quien le da sentido. “Una taza y el agua que contiene no tiene sentido hasta que el ser humano la toma, le proporciona historicidad, una épica, una narrativa. Hace trágico el mundo, las alimenta de un sentido trágico”, puntualizó.

Puso al aire un segundo video, el que se habla del segundo Heidegger:

“El Heidegger de Ser y tiempo es el primer Heidegger. Luego hay un segundo Heidegger que se pregunta por qué el ente humano ha olvidado al ser. Este segundo Heidegger tiene sus primeras expresiones en ¿Qué es metafísica?, Kant y el problema de la metafísica e Introducción a la metafísica (de 1935), donde responde que el hombre olvida al ser para consagrarse al dominio de los entes, es decir, de las cosas. Eso lo vemos todos los días porque en nuestra sociedad de hoy nadie se pregunta por el ser. Si usted quiere ponerle otro nombre al ser, puede decirle dios, porque nadie le vio la cara al ser de Heidegger, como nadie le vio la cara a la divinidad que constituye este mundo. La sociedad de hoy ha olvidado lo trascendente y se concentra en el dominio de lo cósico. Vas al shopping y está lleno de cosas, de entes y el hombre se pierde ahí y olvida todo”.

Comentó Pérez Pirela que, ciertamente, el hombre busca tapar la angustia de su existencia con necedades. “Es lo que también resaltó Nietzsche sobre las estructuras que inventamos para tapar la nada que somos. Somos la muerte, el ser para la muerte, el que muere y está consciente de morir. La muerte es la única posibilidad que está en todas las posibilidades es la de la muerte y por eso determina toda la existencia del hombre”.

Apuntó que Heidegger tuvo como influencia a Kierkegaard, el filósofo danés que fue estudiado en una clase de filosofía anterior. Presentó un video al respecto:

“Heidegger tiene como poderoso antecedente la filosofía de Kierkegaard, danés del siglo XIX, cuyo libro El concepto de la angustia debe haber sido fundamental para Heidegger y que sostiene que el hombre es ese ser que se angustia y es más profundamente hombre cuanto más profundamente se angustia porque la angustia proviene de la experiencia de la nada, que es la de la muerte. Es la más difícil de todas mis posibilidades, la que no quiero afrontar, la que me da miedo, la que me angustia afrontar porque es la nada la que me revela mi finitud, esta posibilidad presente en todas mis posibilidades”.

Insistió el moderador de Jueves de filosofía en responder cómo es que los seres humanos intentamos escapar de esa angustia. “Nos hacemos los locos, nos perdemos en el océano de los superficial, de lo banal. Comienza la existencia inauténtica, concepto fundamental en Heidegger. ‘El ser inauténtico es el que se entrega al mundo del se dice’, plantea el filósofo germano. Para no preguntarnos sobre el ser que somos eyectados al mundo, sobre la muerte, aceptamos todo lo que venga de afuera: comentarios, ideologías, chismes, lo que diga la mayoría, para no pensar. Hacemos parte de lo que Nietzsche llamaba la manada. Preferimos perdernos en la masa, volvernos unos anónimos porque creemos que así podemos escapar de la muerte, pero nadie puede morir por uno. La mayoría de las personas vive una vida de negación del pensamiento del ser, como si la muerte no fuese parte de nosotros mismos”.

Mencionó que Christopher Lasch en La cultura del narcisismo habla de las cremas de la vida eterna, las pastillas para vivir más años, y toda una serie de objetos de los que nos vamos cargando para olvidar que somos seres mortales. Se incursiona en las modas (del pensamiento o de los productos) y creyéndonos originales no hacemos más que incurrir en el “se dice” del que habla Heidegger.

“En contraposición, Heidegger propone la existencia auténtica, que consiste en aceptar que somos seres finitos, tener consciencia de que vamos a morir, lo que le da profundidad, envergadura a nuestra existencia. Nos alejamos de una existencia anónima, repetitiva. Asumimos nuestra libertad, elegimos, enfrentamos la angustia de la propia muerte, la nada que somos y no aceptamos todo lo que se dice. Nos llama a escapar la tentación de mimetizarnos en el anonimato, en la manada, de hacernos uno más del montón. Es una vida de libertad porque cuando acepto vivir una vida inauténtica me someto al poderío de los otros. Los poderosos deciden por mí”, enfatizó.

Para ahondar en este punto, presentó otro fragmento del video de Encuentro:

“¿Qué es el señorío de los otros? Yo creo que hoy está dado por el poderío de los medios de comunicación porque a través de ellos, usando una frase de Foucault, ‘los sujetos son sujetados’, son sometidos al señorío de los otros, los poderosos señores otros. Ese señorío de los otros elimina toda posibilidad de vida auténtica. Yo soy ese tipo que vive repitiendo las ideas que le dicen, las cosas que tiene que comprar, los programas que tiene que ver. Está aniquilada toda posibilidad crítica de la conciencia. Esa persona que trabaja, que almuerza desordenadamente y mal, que debe viajar de vuelta a su casa y al llegar enciende una televisión que le entrega basura, no puede salir del señorío de los otros. Es muy triste porque pasarse la vida bajo el señorío de los otros y nunca decir una palabra propia es como haber vivido muerto”.

Pérez Pirela coincidió con la referencia a Foucault, padre del concepto de biopoder, subrayando que terminamos siendo sujetos sujetados. “Nacimos y fueron pasando los días, uno detrás del otro, y nosotros, como entes aferrados a los entes para escapar del ser”.

El paradigma de lo inauténtico, tiene, para Heidegger, tres aristas: la primera es la publicidad, a la que critica firmemente por ser un tercero que te susurra al oído lo que deber comprar, cómo debes vestir, etcétera. Otra arista es la avidez de novedad, el querer estar todo el tiempo enterado de todo, en la moda que cambia siempre, el último carro, la última canción, la obligación de actualizarse para no detenerse ni un segundo en la nada que somos y que seremos. La tercera arista son las habladurías porque pasamos toda la vida repitiendo lo que los otros dicen.

Frente a lo inauténtico, nace el concepto de la libertad como salida porque altera el orden y es subversiva.

Presentó otra parte del video en la que se destaca la referencia al maestro de Heidegger:

“Edmund Husserl (fue) el gran maestro de Heidegger (aunque en su etapa nazi, borró la dedicatoria que Ser y tiempo tenía a Husserl). El autor de Ideas para una fenomenología es el creador de la escuela fenomenológica, que busca salir del sujeto encerrado en sí mismo. Descartes decía ‘pienso luego existo’, con lo que el punto de partida estaba en la interioridad, en la subjetividad. Husserl no parte de ahí, dice que el hombre está arrojado hacia afuera, parte de una relación sujeto-mundo que es indisociable. Heidegger va a decir que el sujeto está eyectado. Es la concepción fenomenológica que él toma de su maestro, la que dice que la conciencia es intencional porque constantemente va más allá de sí misma, nunca reside en sí misma. Por eso Sartre, genialmente, va a decir, el hombre es nada, porque  no hay esa subjetividad constituyente que había en Descartes. Las cosas que están afuera no existen porque yo las piense. Hay cosas afuera, hay cosas afuera y hacia ellas, el hombre está arrojado. Y también está arrojado hacia sus posibles porque el hombre no es realidad, es posibilidad. Es hermoso, un pensamiento de una enorme belleza estética. Es una gran frase de las filosofías existencialistas que comienzan con Heidegger”.

Mariale, una de las consecuentes usuarias de Desde donde sea, resumió la idea señalando que “los seres terminamos siendo títeres del ente”.

La mancha del nazismo

Una de las grandes oscuridades en la trayectoria de Heidegger es su relación con los nazis. Un artículo de El País de España trata el tema de este nexo en un artículo de Luis Fernando Moreno Claros, publicado en 2017 bajo el título: Heidegger era nazi. ¿Lo es su filosofía? Pérez Pirela lo presentó en pantalla y leyó para su audiencia.

El texto es el siguiente:

“La  publicación de los cuadernos íntimos del pensador alemán ha desatado el debate sobre si su antisemitismo contaminó o no toda su filosofía.

El mundo académico de la filosofía tardó tiempo en asimilar que uno de los grandes filósofos del siglo XX, el alemán Martin Heidegger (1889-1976) —autor del rompedor Ser y tiempo (1927)—, simpatizó con el nazismo y aclamó a Hitler. Sólo fue un “error pasajero”, dijeron al principio, ya que el propio filósofo así lo dejó dicho en su célebre entrevista para Der Spiegel. Sus admiradores se tragaron el hueso: peccata minuta si fue nazi circunstancial y a medias; además, él mismo escribió: “Hay grandeza en el errar” y “el extravío es el regalo oculto de la verdad”.

Otro delicado asunto ha salido a la luz con la publicación en Alemania desde 2013 de las sucesivas entregas de los copiosos Cuadernos negros: Heidegger, además de nazi, también fue antisemita. Así parecen mostrarlo algunas anotaciones (pocas, pero relevantes) que salpican aquí y allá los pensamientos misceláneos de estos Cuadernos, y así lo ven estudiosos como Peter Trawny, Donatella di Cesare y Nicolás González Varela en sus interpretaciones. Es menester añadir que, en efecto, a Heidegger hay que “interpretarlo” sin descanso, pues la claridad de estilo no se contó entre sus cortesías (si es que tuvo alguna); escribía en una jerga particular, críptica y oscura hasta para los iniciados.

Trotta comenzó en 2015 la publicación de los Cuadernos negros en castellano, ahora ve la luz el segundo volumen de los cinco proyectados, con notas de 1938 y 1939. En Alemania van ya por la cuarta entrega. Con la aparición allí del tercer volumen (Schwarze Hefte, 1939-1941) comenzó el escándalo, pues incluye entradas filosóficas con referencias explícitas y poco laudatorias a “los judíos” y “el judaísmo”. Trawny fue el primero en airear estos pasajes y extrajo la conclusión de que Heidegger desarrolló un antisemitismo teórico y filosófico (“ontohistórico”) al comienzo de la II Guerra Mundial, que más adelante ocultó (¿por vergüenza?). Su antijudaísmo habría sido sólo de carácter metafísico, ni racial, ni biológico, y “secreto”, no interfirió en su filosofía esencial. Di Cesare y Varela van más allá: a la luz de las nuevas evidencias, sostienen que toda su filosofía admite una lectura antisemita.

Hasta hace poco tiempo era impensable un Heidegger antijudío; es más, sus numerosos alumnos y discípulos judíos lo liberaron de dicha culpa. ¿Cómo hubiera vuelto a tratarlo Hannah Arendt —examante judía del filósofo— después de la guerra, sin estar convencida de que él nunca los odió?, se pregunta Trawny. Tampoco Hans Jonas ni Paul Celan lo tacharon de antisemita; sin embargo, sólo ahora se ve que Heidegger profesó un antisemitismo que, aunque revestido de metafísica todo lo que se quiera, en el fondo nada se diferenciaba del que admitían gran parte de los alemanes que siguieron a Hitler en busca de una “gran Alemania” no sometida al “yugo” de otras potencias, insuflado por los tópicos antisemitas difundidos por la propaganda nazi.

Según explica la profesora Di Cesare en su demoledor libro, Heidegger pertenece a una “corriente histórica alemana” de aversión al judío en la que se inscriben Kant, Hegel, Schopenhauer y hasta Nietzsche con su postrer “anti-antisemitismo”. Estos grandes filósofos albergaron prejuicios contra la “raza maldita”: por ejemplo, que los judíos son hábiles mentirosos y se enmascaran para embaucar a los incautos. Heidegger elevó este prejuicio —entre otros— a escala metafísica; a su entender, los judíos eran culpables del “olvido del ser”; con sus patrañas y mentiras filosóficas serían los abanderados de esa “metafísica” que ha ensombrecido al ser verdadero en su historia. Los judíos son “calculadores”, escribe Heidegger en 1941 (en uno de los textos más polémicos), y ese “calcu­lar” estremece asimismo “la historia del ser” y es parte esencial de la Machenschaft o “maquinación” —una de las caras de “la técnica”— que “manipula la vida” y “conspira” para dominar el mundo y borrar del mapa a Alemania. Pero los judíos no están solos en su pisoteo del “ser” —Heidegger escribe en los Cuadernos negros una forma antigua de la palabra alemana Sein: “Seyn”, con ello da a entender que se ha perdido el sentido originario del término. Ciria lo traduce por “diferencia de ser”—. A los judíos los apoya “el bolchevismo” (“el judeobolchevismo internacional”) junto con “América”. Estas potencias causan la guerra mundial y la oscuridad que reina en un mundo del que “han huido los dioses” de Hölderlin, aniquilados por “el cristianismo” (otro conspirador). ¡En fin!

Un recorrido por los “pensamientos y reflexiones” de los Cuadernos negros estremece, y no sólo por la perspicacia sui géneris del gran filósofo al diagnosticar la política de su tiempo, ni por su antijudaísmo, más bien es a causa de su enrevesamiento y plúmbea gravedad; sin que nunca transmitan un sentimiento de alegre levedad, machacan al lector con redundancias infinitas sobre el olvido del Seyn. Los comentaristas se preguntan cómo es que Heidegger dio permiso para publicar estos cuadernos como corolario a sus obras completas (más de 100 volúmenes). ¿Había olvidado parte de lo que allí escribió?, ¿fue una manera taimada de revelar la verdad secreta de sí mismo? Lo cierto es que en esto del antisemitismo, engañó a todos, amigos y enemigos.

Dolió mucho en círculos intelectuales que, tras la guerra, y sometido también él a un proceso de “desnazificación” por los aliados, Heidegger no se pronunciara en contra del Holocausto. Manifestó que no veía necesidad de hacerlo porque mientras que los antiguos nazis clamaban sus disculpas, él no tenía nada que reprocharse. En sus libretas negras de 1945, sin embargo, sí dejó traslucir su dolor por la derrota de Alemania, convertida según él en “campo de concentración” a merced de “americanos y rusos”. Pero ningún lamento por los judíos. Si éstos murieron, también los alemanes: “La sangre joven más valiosa de la nación”. ¡Todos en paz! Su clamoroso silencio hirió entonces a la filosofía. Ahora es el propio Heidegger quien ha quedado herido de muerte para siempre. Sus lectores tendrán que apencar con su antisemitismo, con una filosofía unida al drama político de la historia y con un personaje mucho más mendaz de lo que pensábamos”.

Pérez Pirela comentó que es necesario “entender el contexto en el cual estaba Heidegger porque ahora hay mucho mundo occidental que se rasga las vestiduras. Es un despropósito cuestionar este inmenso monumento bibliográfico con estos argumentos”.

Consignó otro video de Encuentro, que demuestra la hipocresía del mundo sobre Hitler:

“La República de Weimar no era fuerte, poderosa ni en la cual cundiera el optimismo. Si quiere tener una buena visión de ella, vea la película Cabaret de Bob Fosse, que da una excelente muestra de lo que ocurría y, por supuesto, El ángel azul, la película interpretada por Marlene Dietrich y Emile Jannings. Esa república era conducida por la socialdemocracia, que era una clase débil, indecisa. El grupo espartaquista de Rosa Luxemburgo había intentado forjar un movimiento revolucionario, pero la mataron. Comienza entonces a surgir el nazismo y también el expresionismo, películas fundamentales, como M, el vampiro negro, de Fritz Lang, como Nosferatu, de Murnau, que es el primer Drácula que se filma, y El gabinete del doctor Caligari, en la que todos presienten la figura de Hitler, un ente horroroso y asesino llamado Nicolás, manejado por un siniestro doctor Caligari. Este clima es consecuencia de la humillación de Alemania con el Tratado de Versalles al final de la Primera Guerra Mundial. Los alemanes guerreros, como Oswald Spengler y la jerarquía del Ejército no entiende por qué la clase política se rindió cuando ya estaban a solo 50 kilómetros de París. Esto fue vivido por ese cabo que era entonces Adolf Hitler, que había peleado en esa guerra. El Tratado de Versalles, que en un tren le hacen firmar a Alemania, le impone condiciones humillantes. Esa humillación está en el corazón de la Alemania de la cual va a surgir Hitler. De hecho, cuando Hitler exige la rendición de Francia, lo hace en el mismo tren del Tratado de Versalles. El surgimiento de Hitler no es casual, no solo obedece a su talento y oratoria, sino también a los poderosos intereses del capitalismo alemán que estaban detrás de él. Necesitaban un líder de derecha para frenar lo que llamaban la ola roja. El terror era la revolución de la Unión Soviética. Incluso, hacen circular la versión de que Francia e Inglaterra habían acordado negociar la entrega de Alemania a la URSS para tener relaciones de paz. Se trata de aterrorizar al ciudadano medio. Hitler sigue teniendo apoyos internacionales de todos lados. En el juicio de Núremberg, el abogado de los jueces nacionalsocialistas dice que a Hitler no lo inventamos los alemanes, sino que tuvo el apoyo de los industriales norteamericanos, del Vaticano, de la Unión Soviética y de Churchill, quien en 1938 dijo que ojalá Inglaterra, en algún momento de peligro de su democracia, tenga en su frente a un hombre tan valeroso como Hitler. Es decir, que Hitler no es un fenómeno aislado, no hay que centrarse en sus frustraciones personales. Es un fenómeno que surge de las raíces profundas de la historia, con razones históricas poderosas, y surge (visto desde la óptica de la psicología de masas) por la humillación del Tratado de Versalles. Lo que tenemos que analizar es lo que hace Hitler con la imagen del judío. Lo señala como el otro maligno. Son los que se robaron la riqueza de Alemania porque son mercaderes muy inteligentes, son más inteligentes que el simple ciudadano ario. Por eso nos roban el país y por eso los va a matar”.

Para la reflexión

“En conclusión, Heidegger es el filósofo del ser por antonomasia, que da fundamentos estructurales y estructurantes, con gran precisión semántica, analítica y filosófica, crea los fundamentos para el existencialismo que ya venía de Kierkegaard. Es un filósofo de la libertad, que invita a la filosofía a pensar sobre el ser en un mundo de tecnología, de ciencia, donde el ser no es la preocupación fundamental”, recapituló Pérez Pirela.

Remató indicando que Heidegger tiene el mérito de haber colocado el ser en el tapete de las discusiones filosóficas que llegan hasta nuestro tiempo. “Su obra es una ontología, el estudio del ser, no una óntica, y crea los fundamentos para una filosofía de la libertad, del ser humano que decide sobre su existencia. Es una filosofía con una gran carga poética. Hace converger la filosofía y la literatura porque la filosofía no es una ciencia exacta, está más centrada en las buenas preguntas que en las respuestas y trata de señalar cuáles son las preguntas que hemos de hacer. Gran parte de las respuestas que no encontramos en nuestras vidas surgen de malas preguntas”.

(LaIguana.TV)