Algunos dicen que se trata del pago del karma, pero otros, menos espirituales, aseguran que una de las leyes de la termopolítica es que casi todo opera por efecto bumerán: lo que haces se te devuelve tarde o temprano.

Inevitable pensar en eso en estos días, cuando abundan los ejemplos de pases de factura –sea karmática o de física pura- en el escenario interno y en el global.

Uno de los casos más recientes es el del respingado presidente francés Emmanuel Macron, quien salió haciendo dramáticos pucheros al declararse víctima de un vil intento de golpe de Estado, perpetrado por la ultraderecha más recalcitrante, terraplanista y antivacuna.

Me gustaría preguntarle a nuestros compañeros políglotas francoparlantes de LaIguana.TV (Miguel y Emilio) cómo se cantaría en francés el famoso estribillo salsero «Engáñame bien, chaleco, que te conocí sin mangas», para mandárselo traducido a monsieur Macron, a través de su embajador en Caracas, el excelentísimo y entremetidísimo Romain Nadal, un diplomático experto en eso de atizar y aplaudir golpes de Estado de ultraderecha recalcitrante.

Sucede que, como bien dice el tuitero Vladímir Sosa Sarabia, manda a decir Macron que eso de que la ultraderecha intente derrocar a un gobierno está bien que pase en Venezuela, pero no en Francia, porque allá está prohibido.

Y ya veremos, además otras diferencias, como la severidad con la que el Estado francés va a castigar a los golpistas, mientras los de acá son reconocidos como presidentes legítimos por los gobiernos europeos o declarados perseguidos políticos, razones por las cuales el embajador Nadal se complace en invitarlos a degustar ancas de rana y a tomar buenos vinos en la sede diplomática.

No es, por cierto, el único asunto de esta naturaleza que le está ocurriendo a Francia en estos días. Ya vimos que su querido socio gringo los dejó por fuera de un meganegocio bélico que la industria gala de la guerra creía tener en el bolsillo. Y, por si fuera poco, EE.UU. amenaza con sanciones a las empresas europeas que hayan participado en la construcción del gasoducto ruso Nord Steam 2, una obra que busca tener combustible para la calefacción, pero que a Washington “no le da la perra gana” de aceptar. ¿Cómo se sienten al respecto, señores franceses que han apoyado las sanciones contra Cuba y Venezuela?

Sí, es cosa de gente maluca complacerse con este tipo de eventos, pero uno no aguanta las ganas de decir “¡bien hecho, plátano jecho!”, pues esto que les pasa a las naciones de la vieja Europa es una consecuencia del debilitamiento de las normas que sus gobiernos han ejecutado o cohonestado (siempre a la zaga de Estados Unidos).

Si a estas alturas del desarrollo político del mundo es aceptable que un desconocido se autoproclame presidente en una plaza y enseguida salga un puñado de países poderosos a rendirle honores de jefe de Estado para luego dedicarse a robar activos del país afectado mediante la ficción del gobierno encargado, ¿quién dice que eso mismo, a la larga o a la corta, no puede pasar en esas norteñas latitudes?

Solo el supremacismo que los mueve les ha hecho creer que pueden perpetrar todo tipo de arbitrariedades en otras partes del globo y que nunca a nadie de sus propios pueblos se le va a ocurrir que esas barrabasadas son aplicables también para quitarlos del medio a ellos, los gobernantes del “primer mundo”.

En el caso de Francia, por lo demás, su respaldo a los intentos de derrocar al gobierno venezolano es una falta menor si se le compara con las tropelías que ha cometido a lo largo de la historia y hasta el sol de hoy en las que fueron sus colonias, sobre todo en África y Asia. Allí el karma se ha acumulado por siglos y, según demuestra una somera revisión, aún está pendiente de pago.

Volviendo al presente, Macron no es el único jefe de un gobierno de “primera clase” al que le ocurren contrariedades que parecen tomadas de sus propios manuales de desestabilización de países rebeldes. Ya vimos lo que le pasó a Trump, quien luego de tanto exigir elecciones libres, transparentes y creíbles en Venezuela y de aplaudir el golpe de Estado en Bolivia, terminó chillando sobre un fraude que le hicieron los pisapasito del Partido Demócrata y su candidato somnoliento.

Y en los últimos meses, ya bajo la administración del aludido Joe Biden, hemos visto como al poderoso imperio le ocurren calamidades parecidas a las que nos aplicaron a nosotros sádicamente, como escasez de gasolina y anaqueles vacíos.

De vuelta en Europa, aunque ya no en la UE, el Reino Unido (la pérfida Albión, le decían en sus tiempos de gran imperio) la potencia que nos está robando el oro que en mala hora depositamos en sus bancos, a sabiendas de que es un país filibustero, también está ahora enfrentando una crisis de combustible y de abastecimiento de otras mercancías, fenómenos que la mediática mundial siempre pinta como exclusivos de los países comunistas, socialistas o afines.

Si nos venimos para el vecindario, nos encontramos con ejemplos del efecto búmeran como para hacer una antología.

A los mandatarios de derecha y ultraderecha de Colombia, Chile, Ecuador, Paraguay y del mismísimo EEUU, que glorificaron a los guarimberos venezolanos de 2014 y 2017, los hemos visto, uno tras otro, invocando el derecho sagrado al libre tránsito para reprimir a sangre y fuego a los manifestantes, mediante figuras “legales” como los Estados de excepción y los toques de queda.

Y, por supuesto, a la maquinaria mediática al servicio de todos esos seres también le toca parte del karma. Por ejemplo, esos medios y periodistas que siempre han estado pendientes de cualquier frase que dijera el comandante Chávez o que diga el presidente Maduro para “sacarle punta” y presentarlos ante el mundo como ignorantes y trogloditas, han pasado los últimos años haciendo esfuerzos por ocultar o maquillar las idioteces de Duque y Piñera y las frases psicopáticas de Bolsonaro. Bien merecido se lo tienen. Paguen su karma, carrizo.

Reflexión dominguera

¿Motivos fútiles? Los sucesos violentos de 2017, que casi nos llevan a la guerra civil, siguen causando daño. Cuando se cierra una herida, se abre otra. Por ejemplo, un tribunal había absuelto al sargento de la Aviación Arli Méndez Terán del cargo de homicidio contra el manifestante David Vallenilla, lo que agudizó el dolor de los familiares del joven. El Ministerio Público apeló y otro juez cambió por completo la sentencia y condenó al militar a 23 años de prisión, lo que ha indignado a quienes opinan que este uniformado estaba cumpliendo con su deber al responder a un ataque contra la base de La Carlota, a la que tenía la orden de custodiar.

No conozco el expediente y no he estudiado Derecho (sería una de las últimas carreras que estudiaría, incluso si viviera 200 años, con perdón de los abogados), pero me parece realmente sorprendente que entre los agravantes del delito imputado se haya incluido el de haber actuado “por motivos fútiles”.

Si me preguntan qué entiendo por “motivos fútiles” diría que es, por ejemplo, cuando dos tipos están discutiendo sobre si se le debe poner o no mayonesa a la hallaca y uno de ellos se enfurece y, en medio de la bronca, saca una pistola y dispara contra el otro. Pero, ¿con qué argumento se puede considerar un motivo fútil que el centinela de una instalación militar estratégica (donde se resguardan armas y equipos de defensa de la nación) accione su arma contra alguien que pretende arrojar algo (presuntamente un artefacto explosivo o incendiario) hacia dicho recinto? ¿Qué suerte habría corrido alguien que, como Vallenilla, hubiese intentado lo propio en una guarnición similar o en un simple cuartel de policía de Washington, Londres, o París? ¿Qué tal si el caso hubiese ocurrido en la cerca perimetral de una de las bases militares de EE.UU. en Colombia?

Quienes han asumido la defensa pública de Méndez Terán dicen que a este sargento le están aplicando el ácido para demostrar ante los organismos internacionales de derechos humanos que Venezuela es severa con los funcionarios de la fuerza pública que comenten excesos. Me niego a creer que esa sea la razón. Sería demasiado inicua, para utilizar una palabra apropiada a esta reflexión dominguera, sobre todo porque los cabecillas de los actos terroristas de 2017, que –repito- casi nos llevan a la guerra civil, están libres, convertidos en candidatos a diversos cargos y, algunos de ellos, millonarios con fondos mal habidos.

Además, si ese fuera la intención, no serviría de nada porque a la hora de culpar al Estado de crímenes de lesa humanidad, las fuerzas que se mueven contra Venezuela lo van a hacer de un modo o de otro, no se van a parar porque hayan llevado a un sargento a la pira de los sacrificios.

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)