La captura de ‘Otoniel‘, el mayor narcotraficante de Colombia prendió las alertas sobre posibles represalias contra la Fuerza Pública y la sociedad civil en Urabá, noroccidente del país. Líderes de la región le contaron a Sputnik lo que se vive hoy y piden un diálogo urgente entre el Gobierno colombiano y los armados ilegales. 

El pasado 23 de octubre, luego de una larga operación militar, las Fuerzas Armadas del Estado colombiano capturaron al narcotraficante Dairo Antonio Úsuga David, alias Otoniel, quien estaba categorizado como el mayor traficante de drogas del país y quien, además, tenía bajo su mando al grupo armado ilegal conocido como Clan del Golfo. 

El día del anuncio, los medios en Colombia abrían sus portales con una imagen sonriente del capo, rodeado de soldados que habían participado del operativo que se desarrolló en una pequeña vereda del municipio de Necoclí (departamento de Antioquia), de donde era oriundo Otoniel. 

El efecto colateral inmediato que tuvo su captura en varios de los municipios del Urabá antioqueño (noroccidente), la principal zona de influencia del Clan del Golfo, incluso en el municipio de Montelíbano —departamento de Córdoba, en el norte— llegaron a correr audios y mensajes que intimidaban a comerciantes por grupos de Whatsapp o que anunciaban represalias contra la Fuerza Pública. 

Jhonys Berna, líder y comerciante en el municipio de Necoclí, donde sucedió la captura de Otoniel, le contó a Sputnik que sí hubo tensión en la zona porque el Clan del Golfo mantiene «mucho poder de territorio», pero asegura que las amenazas, advertencias e intimidaciones se han reducido. 

«Todo ha mermado un poco. Ya entró la población a moverse en sus horarios de trabajo normales. Por supuesto, con cierta precaución y tomando algunas medidas para no poner en riesgo la vida», señaló Berna. 

El anuncio de una venganza 

«El estado mayor de esta organización paramilitar se complace en darle a conocer a todos los ciudadanos de bien, madres, padres, hijos de bien, que se cuiden porque la guerra que se nos aproxima es mucha», advertía un presunto integrante del Clan del Golfo en un audio que se difundió a través de Whatsapp. En ese mismo audio, anunció enfrentamientos, atentados y recompensas en contra de miembros de la Policía. 

Otro mensaje difundido en grupos comunitarios era un testimonio de supuestas reuniones de miembros del Clan del Golfo en las que se hablaba abiertamente de tomar represalias en contra del Estado. 

Algunos mensajes enviados eran más precisos y daban más señales de lo que podía ocurrir si por algunas poblaciones había movimientos de la Policía o del Ejército. 

«En el municipio de Montelíbano, más exactamente en el sector de Los caracoles (…) se encuentran alrededor de 7 motos Yamaha 250 con, al parecer, de 10 a 12 hombres integrantes del Clan del Golfo, con armamento corto y radios de comunicación, que se encuentran al mando de alias Cachetes y alias 7. Están esperando movimientos de la fuerza pública sea ejército o policía con el fin de realizar atentado», quedó escrito en uno de los grupos. 

Días después de la captura Otoniel, el 28 de octubre, medios locales registraron un enfrentamiento a bala entre desconocidos y miembros de la Policía en el municipio San José de Uré (Córdoba), en donde resultaron heridos dos uniformados y murió uno de los presuntos atacantes. 

Las autoridades aún intentan establecer quiénes están detrás del ataque, pero la comunidad atribuyó lo ocurrido a una represalia por la captura de Otoniel. 

Pero quizá el hecho más puntual ocurrió el pasado 7 de noviembre en la vereda Santa Lucía, del municipio de Ituango, Antioquia. Ese día, miembros del Clan del Golfo emboscaron una unidad militar. De ese ataque resultaron asesinados cuatro uniformados, identificados como John Pedraza Ibáñez, capitán del Ejército; Carlos Cano Vélez, cabo segundo; y Luis Pérez Salgado y Dairo Ocampo, ambos soldados profesionales. 

Según el testimonio del brigadier general Juvenal Díaz Mateus, comandante de la Séptima División el Ejército, el ataque se realizó desde casas aledañas a la calle por donde pasaba la unidad militar, con disparos y granadas. 

Si bien, no se puede decir que el Urabá vive la zozobra tras la captura del capo, sí hay hechos puntuales que evidencian el poderío territorial de dicho grupo armado. Para varios de los habitantes de la región, tras dos semanas del operativo militar que dio fin a la carrera criminal de Otoniel y que lo tiene ad portas de una condena en Estados Unidos, también hay calma y se ha logrado volver a la normalidad en las actividades diarias. 

Peticiones de paz 

La principal tensión se vivía en Necoclí por posibles confrontaciones armadas entre el Ejército y el Clan del Golfo. La otra preocupación de la población es que, ante la captura del capo, entraran otros grupos armados ilegales a la zona para disputar el territorio, como ha pasado en varias regiones de las que, luego de la firma del Acuerdo de Paz en 2016, las FARC dejaran varias de las zonas en las que operaban. 

Para Berna, «el golpe de la captura se ha sentido en la economía». «Hay negocios con mayor capacidad para sostenerse, pero otros buscaron alternativas por varias semanas o buscar plazas diferentes porque los precios de varios productos aumentaron», anota Jhonys Berna. 

Por su parte, Ciro Abadía Hinestroza, quien presidente la Asociación de Víctimas de Antioquia (Asovima), una de las principales organizaciones de víctimas de la región y quien también dirige una emisora comunitaria, también manifiesta que la población ha regresado a la cotidianidad. 

«La población civil de Urabá está trabajando. No se puede asegurar que hay una retaguardia aquí. Tal vez en los sectores en donde ocurrieron los hechos la gente está muy prevenida y pendiente de cualquier cosa que pueda suceder, pero el Gobierno tiene que responder y guardar la integridad de los ciudadanos», dijo a Sputnik el líder comunitario. 

Abadía Hinestroza hace énfasis en que no se puede estigmatizar ni revictimizar a la región del Urabá, que ha sufrido durante años los embates de la guerra, no solo en cabeza del Clan del Golfo, sino con otros grupos armados como el Ejército de Liberación Popular (EPL) o las mismas FARC. 

«Urabá ha sido una región muy golpeada. La captura de Otoniel se veía venir. Aquí hubo muchas masacres muy duras, pero, hasta el momento, la situación no se ha agudizado como para decir que tenemos que acorralarnos», comenta. 

Por último, el líder de víctimas hace una petición al Gobierno colombiano para que busque el diálogo con el Clan del Golfo. 

«El Gobierno y ellos tienen que encontrar una alternativa, unos diálogos de paz, de tranquilidad. Nosotros creemos que la paz une a las personas. Hay que hablar con todo el mundo, Colombia no puede seguir con ese odio y ese rencor», manifiesta Abadía. 

Y asegura que lo ideal, antes de una acción militar, es que los grupos al margen de la ley asuman sus responsabilidades dentro del Estado, como ha ocurrido históricamente con otras organizaciones armadas ilegales. 

Otoniel fue pedido en extradición por Estados Unidos, país en donde podría enfrentar cadena perpetua por delitos relacionados con el tráfico de drogas. Sobre el futuro del Clan del Golfo, el presidente, Iván Duque, manifestó recientemente que la captura del capo es el inicio del fin del grupo armado, porque, a su juicio, aunque alguien más tome las riendas de la organización, no podrá unificar el poder que tenía el narcotraficante. 

(Sputnik)