Una investigación realizada por la periodista rusa Inna Afinogenova sobre la dolarización en América Latina, deja en evidencia que se trata de un fenómeno complejo, que ha sido implementado, permitido o sostenido por gobiernos de variado signo ideológico y que aunque entraña ciertas ventajas, también esconde sombras que a menudo escapan del ojo público.

Entre las ventajas que los expertos asocian a la dolarización están la reducción significativa de espirales inflacionarias, la atracción de inversión extranjera y la posibilidad de que la población planifique sus compras sin estar sometida abiertamente a los vaivenes de precios, pues potencialmente puede ahorrar dinero que no se devaluará fácilmente.

En Venezuela, el tema cobra especial interés porque aunque el gobierno del presidente Nicolás Maduro no ha decretado la dolarización, el uso del dólar estadounidense como moneda de intercambio en todas las esferas de la economía se ha impuesto de facto.

Caracas ha autorizado las transacciones, sin que ello implique la desaparición del bolívar, que sigue circulando y recientemente fue objeto de una nueva reexpresión, que implicó la eliminación de seis ceros.

Caso a caso: particularidades de las dolarizaciones en América Latina

  • Panamá

En su programa Ahí Les Va, Afinogenova refiere que en la región, Panamá fue pionero en implementar la dolarización, aunque en este caso, la decisión estuvo asociada a la masiva llegada de personal estadounidense al país por el inicio de la construcción del canal transoceánico, en 1904.

Desde entonces rige una paridad cambiaria entre el balboa (moneda local) y el dólar estadounidense, sin que eso se haya traducido en desarrollo de las fuerzas productivas durante todo el siglo XX y, antes bien, la economía panameña despegó luego de que Washington devolviera a la nación centroamericana el control sobre la zona del canal.

Sin embargo, la comunicadora puntualiza que este crecimiento económico de las últimas dos décadas se ha focalizado casi exclusivamente en el sector financiero, gracias a su cuestionable pertenencia al grupo de países que conforman los así llamados paraísos fiscales, como demostraron sobradamente los «Panama Papers» y los «Paradise Papers».

De otra parte, que el dólar sea la moneda utilizada para las transas cotidianas tampoco ha mejorado la desigualdad, pues esto no garantiza que el dinero circulante se distribuya equitativamente entre las personas.

  • El Salvador

Otro país latinoamericano que apostó a la dolarización completa fue El Salvador, cuyo gobierno, entonces encabezado por el presidente Francisco Flores, adoptó la medida debido a la creciente —e indetenible— proporción del PIB que representaban las remesas en dólares enviadas desde Estados Unidos.

Y aunque en principio se planteó la coexistencia de el colón con el dólar, a los pocos meses se modificó el decreto y el país adoptó la divisa estadounidense como moneda de curso legal.

«En El Salvador nunca llegó (…) la lluvia de inversiones internacionales y, de hecho, en la actualidad, el gobierno salvadoreño dio otro ‘salto al vacío'», al adoptar el bitcóin como moneda de curso legal, apunta el sociólogo y economista político Luis Salas, consultado por Afinogenova en ocasión de su investigación periodística.

Sin embargo, sobre la adopción de un criptoactivo como moneda de curso legal en un país que ya está dolarizado, los expertos son cautos.

Pablo Dávalos, Director del Foro de Economía Alternativa y Heterodoxa, calificó a El Salvador como «una especie de laboratorio a nivel mundial» y sugirió que habría que «estar muy atentos», porque se trata de una situación inédita cuyas particularidades aún son desconocidas.

  • Ecuador

El caso de Ecuador constituye, a no dudarlo, un caso paradigmático, que a menudo se invoca para describir las presuntas bondades de adoptar el dólar como moneda de curso, una decisión que tomara el expresidente Jamil Mahuad en 1999 en medio de una  grave crisis económica y social.

Aunque el empobrecimiento y la desigualdad aumentaron, los indicadores financieros y macroeconómicos acabaron por estabilizarse y la economía del país creció sin pausas por casi de década y media, destacando, en contraste con lo ocurrido en Panamá o El Salvador, el incremento de las exportaciones durante el mismo período.

Estos años de bonanza hicieron que el presupuesto público pasara de ser el 7% del PIB a representar el 32% en 2021, según cifras referidas por Dávalos en su conversación con Afinogenova.

Así las cosas, ni siquiera el expresidente Rafael Correa, economista de profesión y uno de los más duros críticos de la dolarización, se atrevió a desmontar el esquema y apostó por centrarse en sus ventajas y paliar los efectos de sus desventajas desde su gestión.

En 2009, cuando todavía era mandatario, Correa sostenía que la sustitución de la moneda local (sucre) en favor del dólar estadounidense «fue un absurdo técnico, económico, político», pues es de la opinión —aún fuera del gobierno, no la ha modificado— de que «el emblema de soberanía de un país es manejar su propia moneda».

«Ya está hecho y tenemos que actuar con base en esa restricción», alegó entonces, al tiempo que vaticinó que sería «imposible» abandonar la dolarización «en el corto y mediano plazo», pues «crearía graves problemas económicos y sociales».

Dolarizaciones parciales y de facto

En un sentido estricto, solamente los tres países antes mencionados han implementado el dólar estadounidense como moneda de curso legal en su economía, pero en otras naciones latinoamericanas se han sucedido procesos que o bien pueden calificarse como dolarizaciones parciales o de facto, que en alguna medida han contado con el auspicio del gobierno de turno.

  • Argentina

En 1991, durante el gobierno peronista de Carlos Saúl Menem, Argentina adoptó una política conocida como caja de conversión o convertibilidad, que en términos sencillos equivale a controlar la emisión monetaria y mantener un tipo de cambio deliberadamente bajo entre la moneda local y la divisa estadounidense, si posible, incluso paritario, como ocurrió en el país suramericano.

Durante casi una década, la clase media consiguió aumentar significativamente sus ingresos y su estándar de vida, al tiempo que el país padecía las consecuencias de un encarecimiento sostenido en el costo de la vida.

Asimismo, también se incrementaron los costos de producción también, por lo que las industrias locales se enfrentaron a la imposibilidad de competir con las mercancías importadas, cuyo precio era en buena parte de los casos, significativamente menor.

«En los 90, la convertibilidad (que no es una dolarización pero es un punto intermedio) funcionó mientras los dólares ingresaban. Funcionó a medias, porque el desempleo creció en toda la década (…). Mientras los dólares ingresaban, el sistema, la economía argentina, aguantó; cuando dejaron de entrar y empezaron a salir, colapsó», recuerda Nicolás Dvoskin, economista experto en Historia Económica.

El desenlace de este experimento fue el llamado «corralito financiero», que introdujo al país en una crisis política y lanzó a miles de argentinos a la miseria, el debate sobre la dolarización, asegura Dvoskin, no está cerrado y en fecha reciente hay voces que abogan en su favor, dado el relativamente alto nivel de inflación que registra el país.

«La experiencia argentina y la experiencia mundial en general muestra que para países como Argentina, para países grandes, países que tienen un tamaño importante y un sector industrial importante, países que tienen un mercado interno relevante, una dolarización implicaría que esos sectores pasen a estar completamente vulnerables ante los vaivenes externos», sentencia el experto.

A esto añade las «dificultades» que debe sortear el país para «conseguir esos dólares», por lo que la dolarización solamente se sostendría «a partir de una excesiva confianza en que los dólares no van a parar de ingresar» y, por lo contrario, si se apuesta por una dolarización en un momento de fuga de capitales, se generaría una situación «catastrófica».

  • Cuba

Afinogenova también consideró en su análisis el caso cubano, cuyo gobierno autorizó en 1994 la circulación paralela del peso con el llamado CUC (peso cubano convertible), que tenía paridad cambiaria con el dólar estadounidense.

Aunque inicialmente las autoridades estipularon que el CUC debería emplearse exclusivamente para el turismo internacional, el incremento sostenido de visitantes a la isla y la relajación de las medidas coercitivas unilaterales durante la administración Obama, que permitió el ingreso de mayor cantidad de remesas a la isla, el CUC pasó a ser moneda de uso corriente entre los cubanos.

Así las cosas, recordó la periodista, en diciembre de 2020 el gobierno de Miguel Díaz-Canel anunció el inicio de una reunificación monetaria, que signó el fin del CUC.

Empero, puntualizó que «en el caso cubano, el cuarto de siglo de parcial dolarización debe entenderse en el sentido de una economía de guerra. El CUC se adoptó a inicios del llamado período especial, en el que la isla se vio muy afectada por el derrumbe del campo soviético y la intensificación de las sanciones contra la economía».

  • Venezuela

La última dolarización parcial que consideró Afinogenova en su trabajo periodístico fue la de Venezuela, que aún cuando no fue decretada por las autoridades, se impuso de facto por la hiperinflación que azota al país desde hace varios años. 

«La gente fue perdiendo confianza. Era cada vez más difícil ahorrar en bolívares y lo que ocurrió es que buena parte de la población buscó refugiarse en el dólar», explica el sociólogo Luis Salas.

Agrega que «el dólar se fue imponiendo (…) como unidad de cuenta. Es decir, que aunque tú pagaras en bolívares, poco a poco lo que pasaba era que tú calculabas en dólares» y subrayó que «este proceso ha sido desigual». 

A este respecto, Afinogenova precisó que si bien la mayor parte de los pagos en efectivo se realizan en dólares, el bolívar sigue predominando en los pagos digitales, aunque también es cierto que en muchos establecimientos, las facturas se expresan en la moneda local, pero se añade manualmente el equivalente en divisas.

Desde su punto de vista, fueron precisamente los bloqueos y sanciones impuestos por Estados Unidos lo que ocasionó que se impusiera una dolarización de facto, que el gobierno del presidente Nicolás Maduro ha permitido bajo el argumento de que constituye una manera de frenar los ataques al bolívar impulsados desde Washington.

«Venezuela es un ejemplo de una guerra monetaria. A diferencia de otros países, donde teníamos un bloqueo del sector real, es decir, un bloqueo de bienes y servicios como el de Irán, Cuba, etcétera, en el caso de Venezuela tenemos una guerra monetaria orientada a destruir la moneda de ese país», sostiene en esa dirección el Director del Foro de Economía Alternativa y Heterodoxa, Pablo Dávalos.

Antes de se le excluyera de todos los sistemas de compensación internacional, Venezuela —que cuenta con las mayores reservas de crudo del mundo— estaba «muy integrado a los circuitos financieros mundiales», alega el especialista, quien asevera que el único resultado posible tras estos movimientos es la «quiebra». 

Al no vislumbrarse un fin próximo para las sanciones, la periodista especula que es muy probable que el dólar continúe circulando masivamente en Venezuela al menos durante unos cuantos «meses» más.

¿Vale la pena dolarizar un país?

Aunque la dolarización tiene efecto inmediato en dimensiones económicas importantes como la inflación, los expertos concuerdan que no resuelve las desigualdades estructurales presentes en los países.

Tampoco es un pasaporte seguro hacia el crecimiento económico, porque no trae aparejada la diversificación económica ni permite atacar flagelos como la evasión fiscal.

Analistas como Nicolás Dvoskin indican que si bien podría funcionar en países con economías pequeñas, basadas en el ingreso de divisas, pero no así en aquellos de mayor tamaño, cuyo mercado interno es más grande o tienen un aparato industrial relevante, como ocurre en su natal Argentina.

Otros, como Luis Salas, aseguran que la dolarización no es en sí misma una necesidad, pues los beneficios que podría entrañar su implementación, pueden obtenerse a través de otra clase de políticas.

Además, tampoco puede dejarse de lado que la adopción del dólar como moneda de curso legal en desmedro de una moneda nacional cualquiera, supone un conjunto de dificultades no menores, entre las que resalta la pérdida de soberanía monetaria, con las subsecuentes consecuencias que ello tiene para el desarrollo de las políticas nacionales.

Esto por no decir que aunque ponerla en marcha es sencillo, regresar a una moneda nacional es bastante más que cuesta arriba, que necesariamente trae consigo severos problemas sociales, políticos y económicos cuyos efectos pueden permanecer durante años, como demostró ya el desmontaje de la convertibilidad en Argentina.  

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(LaIguana.TV)