“La humanidad está en una crisis en etapa terminal, ya el modelo civilizatorio basado en el dualismo cartesiano de la modernidad no se puede sostener. O nos descolonizamos y cambiamos es modelo o esto tiene los días contados”, advirtió el invitado especial de Jueves de Filosofía, Ramón Grosfoguel, durante una tertulia de más de hora y media con Miguel Ángel Pérez Pirela y con la audiencia de su programa. 

“En estas clases virtuales hemos recorrido diferentes etapas de la historia de la filosofía. En la recta final de 2021 queremos destruir todo lo que hemos construido en lo epistemológico, semántico y teórico porque gran parte del pensamiento filosófico es heredado de una tradición occidental que se ha querido vender como la única forma de conocimiento y la única filosofía posible, descartando y dejando a un lado gran parte del pensamiento que el eurocentrismo y la filosofía analítica considera menores: el pensamiento de los suburbios, el pensamiento del sur del mundo, de los afrodescendientes e indígenas”, dijo Pérez Pirela antes de presentar a su interlocutor. 

“Para hablar de esto tenemos con nosotros a Ramón Grosfoguel, sociólogo puertorriqueño, perteneciente al grupo Modernidad-Colonialidad, profesor de la Universidad de California Berkeley, quien define su pensamiento como perteneciente a la corriente decolonial superadora de la corriente poscolonial. Junto a pensadores como Enrique Dussel han hecho una deconstrucción de todos estos dogmas de la colonialidad y la modernidad occidental. Es posible hacer una filosofía del sur. No se trata solo de ideas abstractas, sino que procura ser un pensamiento cotidiano, activo, de resistencia y liberador”, explicó. 

Mencionó algunas de las obras de Grosfoguel: Descolonizar la modernidad, descolonizar Europa, El giro decolonial y Lugares descoloniales. 

A continuación, una versión de su diálogo: 

Miguel Ángel Pérez Pirela (MAPP): Bienvenido a tu casa en estos Jueves de Filosofía, en el programa Desde Donde Sea y en LaIguana.TV. 

Ramón Grosfoguel (RG): Para mí siempre es un orgullo estar con ustedes. Muy agradecido con esta invitación, pues formo parte de la audiencia cotidiana de este programa. 

MAPP: Ya a finales de los años 60 y principios de los 70, con Enrique Dussel se comenzó a forjar esta filosofía de la liberación, que le hacía cara al pensamiento dogmático occidental. Debíamos crear nuestra propia filosofía, y no cualquiera, sino una cuyo apellido es nada menos que la liberación. Aristóteles pensaba que el zoon politikon era el que vivía en Atenas, no era esclavo ni mujer ni niño y, por eso, al fin y al cabo, como lo planteaba el propio Dussel, era algo así como el 1% de la población y todo lo que no fuera ese 1% no existía, eran, citando a Diógenes, no seres. El único hombre posible era el occidental y luego, con Descartes, el único ser que podía pensar y, por tanto, existir, era el hombre occidental moderno. ¿Qué es entonces el pensamiento decolonial y cuál es su rol frente a este dogma que aún hoy habita nuestras sociedades porque seguimos, desgraciadamente, “celebrando” el 12 de octubre? 

RG: Si Heidegger decía que el problema de la filosofía occidental era su olvido del ser (ese era el giro ontológico que él hacía), desde la visión decolonial no es ese olvido del ser, sino el olvido del no-ser, es decir, de todos aquellos pueblos y sujetos que en la modernidad occidental están totalmente excluidos, inferiorizados, invisibilizados, supexplotados y dominados por este proyecto civilizatorio de muerte que en el giro colonial le llamamos la modernidad y otros le llaman la modernidad occidental, aunque es una redundancia porque no hay otras modernidades más allá de la occidental. La modernidad es el desastre en el que estamos. Por eso es que tenemos un distanciamiento crítico de nuestros hermanos poscoloniales, porque si bien hacen trabajos interesantes, como los de Edward Said o como (Gayatri) Spivak y otros y otras, siguen anclados en el pensamiento crítico de hombres occidentales y que no logran dar cuenta de la diversidad epistémica del mundo, y que además tienen una visión celebratoria de la modernidad porque la ven como un proyecto emancipatorio. En el giro decolonial vemos la modernidad como un proyecto civilizatorio destructivo, de muerte. No hablamos, como los poscoloniales, de diversificar las modernidades, que haya múltiples modernidades (una modernidad islámica, una modernidad indígena, etc.) Nosotros creemos que la modernidad es el problema central y que el capitalismo histórico, el realmente existente, es así de destructivo porque está organizado desde adentro no solamente por un afán de riqueza desmedido en el que la explotación del trabajo y de la naturaleza constituyen aspectos centrales, sino también porque está organizado desde adentro con las lógicas civilizatorias de la modernidad, que son racistas, de la cristiandad, patriarcales, epistemicidas, eurocéntricas, es decir, que tiene en su interior una serie de problemas de dominación occidentalocéntricas del mundo. Por eso, cuando miras la economía política capitalista global, está todo organizado de tal manera que las periferias son lugares de explotación de trabajo y recursos, mientras se acumula la riqueza en centros metropolitanos que en su mayoría son occidentales, donde el poder occidental está fuertemente anclado. Si el capitalismo es un sistema genocida es porque está organizado desde adentro con las lógicas civilizatorias modernas racistas; si el capitalismo es feminicida es porque está organizado desde adentro con las lógicas patriarcales de la modernidad, pero no con cualquier patriarcado, sino con la lógica patriarcal de la cristiandad; si es ecologicida es porque está organizado desde adentro con las lógicas civilizatorias del dualismo cartesiano (entre humanos y naturaleza). El capitalismo no es un sistema insulado del proceso civilizatorio de la modernidad, pues es un fenómeno que se da justo cuando se da la expansión colonial europea que destruyó a todas las civilizaciones que se encontraron de frente e impuso la dominación europea del mundo y la creación de un mercado mundial capitalista. Es el proyecto civilizatorio de la modernidad es el que organiza el sistema-mundo capitalista, y no al revés. Lo que estamos diciendo es contrario al paradigma de cierto marxismo eurocéntrico o del eurocentrismo que pone el acento de los problemas del mundo en un sistema económico, como los sostuvo el socialismo del siglo XX. 

MAPP: A eso quería ir: ¿podemos decir que el socialismo es moderno y modernizante? 

RG: El socialismo del siglo XX incurrió en los mismos problemas contra los cuales estaba luchando porque el paradigma del que partía era uno que celebraba la modernidad como proyecto emancipatorio, no civilizatorio. Si te organizas contra el capital, pero desde la reproducción las lógicas civilizatorias modernas racistas, sexistas, eurocéntricas, cristianocéntricas, dualistas cartesianas, pues los medios definen los fines y, por tanto, no vas a poder nunca destruir al capitalismo. Lo que pretendió el socialismo del siglo XX fue sustituir el sistema de explotación capitalista dejando intactas las lógicas civilizatorias, así las promesas de libertad, igualdad y fraternidad de la modernidad se iban a poder realizar, finalmente. Resulta que no, porque si empezamos a analizar desde el siglo XVI, nos damos cuenta de que la modernidad desde el principio es un sistema civilizatorio con una serie de jerarquías de dominación que no se agotan en la economía y que organizan la economía política, en este caso el sistema capitalista global, de una manera muy particular. Para una minoría del norte global, una pequeña porción de la población mundial, la modernidad fue un proyecto emancipatorio porque les permitió estar en la cima del mundo y explotar y superexplotar al resto del planeta a través de un sistema imperialista de centros y periferias que favoreció la acumulación de capital con una elevación de los niveles de vida en Europa, incluso para las clases campesinas y de trabajadores urbanos. Es lo que llamaba Lenin la aristocracia obrera que debido a sus privilegios tienen una enorme complicidad con el sistema capitalista mundial. Ese sistema global se montó sobre los hombros del 90% de la población del planeta a través de la hiperexplotación y la dominación colonial y neocolonial del mundo entero. Esa minoría sonríe con la idea de modernidad porque para ellos les trajo prosperidad, derechos ciudadanos y civiles, mejoramiento en las condiciones de trabajo, salarios más altos y niveles de vida. Eso se está cayendo ahora con el derrumbe de estos imperialismos occidentales que están ahora en decadencia, pero por muchos siglos se beneficiaron y por eso tienen una visión romántica de la modernidad. Desde el punto de vista del sur global, la modernidad es un proyecto civilizatorio de muerte porque donde quiera que se metió el proyecto de expansión colonial europea, destruyó a todas las otras civilizaciones y convirtieron a los otros pueblos en periferias, lugares de explotación de la naturaleza y mano de obra barata para transferir las materias primas y la riqueza a las industrias del norte global. Eso es lo que se ha llamado por los teóricos de la dependencia la división capitalista internacional del trabajo entre centros metropolitanos y periferias. Los colonizadores llegaron a imponer su modelo, esclavizaron a las poblaciones originarias, trajeron poblaciones africanas secuestradas y transportadas por la fuerza a América. Nos han destruido y empobrecido porque las civilizaciones que existían en las Américas eran muy ricas y más avanzadas en términos materiales, de tecnología, conocimiento, filosofía y ciencia que lo que era Europa en los siglos XV y XVI. Las civilizaciones maya e inca, igual que la islámica, la china, la bantú estaban, de lejos, mucho más avanzadas que las de Europa. En 1492, Europa era una aldea marginal y oscurantista en el planeta Tierra, mientras el resto del mundo estaba floreciendo. ¿Qué hizo la expansión colonial europea? Los levantó a ellos y aplastó al resto del mundo, que quedó convertida en una zona de no-ser, una zona de despojo y violencia. Es el despojo de los recursos y la superexplotación de los pueblos, que se hace a través de métodos violentos. El colonialismo nunca fue pacífico, siempre fue un proceso de violencia militar muy fuerte. 

MAPP: Y de violencia teórica también. ¿Entonces, qué hacemos nosotros con Sócrates, Platón, Aristóteles, Santo Tomás de Aquino, San Agustín, San Anselmo, Maquiavelo, Pascal, Leibniz, Cartesio?, porque, al fin y al cabo, ese modelo destruyó o trató de destruir todo pensamiento suburbial y así hoy en día, decir filosofía es sinónimo de decir filosofía occidental. ¿Qué hacemos con todo ese pensamiento occidental? ¿Cómo encontrar el equilibrio entre estos filósofos y crear un pensamiento alternativo, ir a buscar a nuestros pensadores y nuestras raíces? ¿Hacemos tabula rasa, partimos de ellos, hacemos investigación historiográfica? 

RG: Bueno, el caudal de pensamiento crítico que existe en el planeta desborda las fronteras de Europa. El problema que tenemos es que la epistemología moderna se monta sobre cuatro genocidios-epistemicidios en el período de 1450 a 1650. Fueron destrucciones de pueblos, matanzas, y de sus estructuras de conocimiento. El primero fue la expansión de la monarquía castellana cristina en la conquista de Al-Ándalus, donde sometieron a los pueblos musulmanes y judíos de la península ibérica. Los métodos de dominación que usaron allí los extrapolaron a las Américas. El segundo fue la invasión de América. El tercero fue el secuestro masivo de africanos para esclavizarlos en América. Y el cuarto es que quemaron vivas a cientos de miles de mujeres europeas acusadas de brujas. A los sobrevivientes de esos genocidios los incorporan a través de diferentes formas de trabajo forzado, desde el esclavismo hasta la encomienda. Luego de esos genocidios y epistemicidios surgen doctrinas como la de Descartes, que plantea el yo idolátrico, que es capaz de producir un pensamiento equivalente a dios. Es el yo imperial, como dice Dussel. Ese yo con atributos de dios no podía ser un musulmán o un judío, no podía ser un africano, no podía ser un indígena americano y tampoco podía ser una mujer, ni siquiera una europea. Por eso, cuando se crean las primeras universidades, su fundamento epistemólogico es racista, patriarcal, cristiano, eurocéntrico. Quedó borrado el resto del planeta. Ni siquiera las mujeres europeas entraban en el canon y es algo que se mantiene en muchas formas hasta el día de hoy. 

MAPP: En esos cuatro epistemicidios se impone una idea de dios… 

RG: Sí, en los cuatro. Esa idea es la de la cristiandad (no del cristianismo, sino este transformado en ideología de Estado) en la que dios es un hombre blanco europeo de edad avanzada, con una barba blanca, flotando en una nube, con un bastón para darte con él por la cabeza si te portas mal. Y si sigues portándote mal, te manda al infierno. Es el dios de los ricos, de los conquistadores y es con ese dios que van a hacer las masacres que hicieron, en nombre de civilizar o cristianizar. 

MAPP: Es el Jesucristo del Renacimiento de ojos claros y pelo rubio, que nada tiene que ver con un judío árabe sefardita. 

RG: Sí, a Cristo lo blanquearon para imponer la teología de la supremacía blanca, entrelazada e imbricada con el surgimiento de Estados imperialistas. Por eso en las universidades occidentalizadas esparcidas en todo el planeta estudiamos principalmente hombres blancos occidentales. 

MAPP: De hecho, la palabra universidad demuestra esa visión. 

RG: Exacto, ellos se piensan como seres universales y, por tanto, creen que su saber es superior a cualquier otro porque son los únicos que tienen capacidad universalista. El resto del mundo es particularista, según ellos. Por eso las universidades son aparatos del espistemicidio, porque al estar occidentalizadas anulan el caudal pensamiento crítico, científico, filosófico, sociológico que se ha producido en el resto del planeta. Por eso es que parte de la tarea es descolonizar las universidades occidentalizadas, producir pluriversidades, instituciones con diversidad epistémica. Eso me devuelve a tu pregunta de qué hacer con esa herencia cultural del pensamiento europeo. En primer lugar, hay que establecer que los griegos no son Europa. Ese es un gran invento de esta civilización de muerte. Cuando empiezan a imponer su tesis de que son superiores, miran para atrás y no tienen de dónde agarrarse. No tienen nada comparado con lo que tienen los pueblos musulmanes, los indígenas de América, China, la India, África. ¿Cómo argumentas que eres equivalente a dios en la tierra, sin poner una narrativa que lo justifique? Se tienen que inventar una versión falsa en la que asumen la civilización griega y romana como si fueran sus orígenes. Entonces hablan de la Edad Media como la etapa oscurantista que no pueden nombrar. Es un período de más de mil años y saltan al Renacimiento. Pero ese tiempo, si se le quisiera poner un nombre apropiado sería el Renacimiento de la civilización musulmana, porque fue el período de oro musulmán. A los europeos les llegan los filósofos griegos por la vía de las traducciones de los árabes. Si usted leía a Platón o Aristóteles en la Edad Media, lo echaban a la hoguera. Solo podían leerlo los teólogos autorizados. Si has prohibido a los griegos por más de mil años, ¿cuántas generaciones no han pasado? ¿Cómo luego vas a decir que tienes tus orígenes en la civilización griega, luego de haber prohibido a los griegos por un milenio? Es todo un invento, una narrativa conveniente. Si se lee con cuidado a los filósofos griegos, todos le atribuyen su conocimiento a los egipcios, que son africanos. Pero la modernidad borra ese reconocimiento a África. 

MAPP: Incluso algunos de los grandes filósofos de la Iglesia eran también africanos. 

RG: Sí, pero se ha borrado toda esa deuda que tienen con las civilizaciones africanas, musulmanas, indígenas, con todos los pueblos de los que se apropiaron de riquezas y saberes. Hacen ver que se trata de inventos de hombres blancos europeos. El mejor ejemplo es Copérnico, quien leyó los textos, o tal vez deba decirse que los plagió, a los astrónomos de Damasco que habían demostrado, 400 años antes, con cálculos y todo, que la Tierra no era el centro del universo. Entonces, se la atribuye el mérito a Copérnico. Incluso, hay errores matemáticos en la copia de Copérnico que no estaban en los originales. Se copiaron mal. Así hay muchas otras cosas que los europeos se han atribuido y que ya existían siglos antes, como la imprenta de Gutenberg, que los chinos tenían desde el siglo VIII o IX, así como tuvieron papel moneda mil años antes que los europeos. Nos han hecho una historia de supremacía blanca, quitándonos toda la memoria de dónde vienen las cosas. Nos han hecho creer que ellos se lo han inventado todo. Lo que hoy se llama fake news es lo que han estado haciendo con la historia de la ciencia desde hace ya varios siglos.  

MAPP: Y lo poco que queda lo terminan bombardeando… 

RG: Claro, la biblioteca histórica de Bagdad la saquearon los bárbaros del siglo XXI, como les dice Dussel. 

MAPP: ¿Es decir, que el proyecto histórico de la modernidad lo siguen aplicando ahora mismo? 

RG: Hasta el día de hoy y por eso decimos que es una civilización de muerte que va a por todos. Entonces, ¿qué hacer con los grandes autores de la filosofía? Yo no quiero hacerles a ellos lo que han hecho los europeos con nosotros: tirar a la basura a todos. Prefiero dialogar para tomar las aportaciones que puedan venir de allí. Pero no quiero dialogar haciéndolos a ellos el centro de la conversación, que es lo que ha pasado y está pasando: ellos son el centro exclusivo, único y posible de hacer filosofía o hacer ciencia o producir pensamiento, inclusive un pensamiento crítico y eso es fundamentalismo eurocéntrico, es racismo epistémico que inferioriza al resto del mundo. Yo lo que planteo es un conocimiento más universal, un diálogo epistémico, una ecología de saberes, es decir que podamos entrar en diálogo, pero con nuestro centro claro: América Latina. Bajo esa pluriversalidad puedes pensar desde el mundo indígena, desde el mundo afro, o desde el mundo mestizo, el pensamiento crítico de nuestras realidades. Con ese acervo podemos entrar en conversación y ver qué nos sirve y qué no nos sirve, pero esa decisión la hacemos a partir de nuestras preguntas, desde nuestras tradiciones y desde nuestras realidades, no como algo impuesto desde afuera. Si hay algo que nos puede servir de un pesador crítico o una pensadora crítica que venga de Europa o Estados Unidos, pues lo examinamos, pero no bajo la premisa de que todo lo que viene de allá es lo-que-es y lo otro es el no-ser, es inferior, ni siquiera se considera. Los pensadores críticos de Europa y Estados Unidos pueden entrar en la conversación, pero como uno más, no como el centro del universo. No podemos caer en un fundamentalismo antieuropeo porque eso sería estúpido, sino tomar en cuenta el pensamiento crítico (no cualquier pensamiento) que se haya producido allí y ver qué nos es útil y qué no nos es útil. El llamado es a descolonizar el pensamiento, a descentrar Europa, centrarnos en nuestras tradiciones y realidades, en nuestros pensadores y nuestras pensadoras y producir un pensamiento crítico propio. Desde allí podemos dialogar con el planeta entero, desde el centro epistémico en el que estamos localizados. Lo que no podemos es importar modas y quedarnos hipnotizados porque lo dijo un europeo o lo dijo un estadounidense. Eso es colonialismo de la peor calaña y es racismo epistémico porque estamos inferiorizando a nuestros propios pensadores y pensadoras. 

MAPP: En este pensamiento occidentalizado hay mujeres, indígenas, negros porque el norte está en sur y el sur está en el norte. El europeo es víctima de la propia modernidad que se le está cayendo encima. En Europa y en Estados Unidos también hay que resistir. ¿Cómo resistir desde dentro de las estructuras modernas, incluso en el sentido espacio-temporal? 

RG: He escrito sobre ese tema desde hace unos años porque pertenezco a una comunidad de sujetos coloniales dentro del imperio. Por eso tenemos un proyecto de lucha anticolonialista dentro del imperio, es decir, cómo descolonizamos al imperio por dentro. Hay movimientos decoloniales muy fuertes tanto de afrodescendientes, latinos, indígenas, asiáticos y blancos de izquierda, pero la información al respecto no trasciende. Un ejemplo que siempre doy es el de las enormes aportaciones que han hecho los marxistas negros porque le han dado giros decoloniales al marxismo mismo, desde su propia experiencia histórica de pueblos africanos, negros en las américas, el capitalismo racial, como le dicen ellos, que ha sido fundamental para tener una visión del capitalismo muy diferente a la que maneja el marxismo eurocéntrico. Desde dentro del imperio se puede ver con mucha claridad el rostro cruel, genocida, racista de las élites imperialista. Vivimos todos los días esa subjetividad racista. Está clarísimo para quienes estamos acá que no se puede entender el sistema imperialista mundial sin entender el racismo que lo organiza, y que no es meramente una ideología o una superestructura, sino que organiza la división internacional, decide quién hace qué y cuánto te ganas por lo que haces. El racismo no es algo periferal o una ideología superestructural. Es un principio organizador del capitalismo mundial. He tenido la oportunidad de vivir en los dos lugares y sé que desde afuera uno ve más que nada el aspecto económico y militar del imperio, pero se pierde de vista que no es meramente eso, sino que el imperio ve al resto del mundo como animales. 

MAPP: Como el no-ser 

RG: Exactamente. Por eso el bloqueo contra Cuba, el bloqueo contra Venezuela no se puede desvincular del todo. No es un tema meramente económico, sino parte de la ideología racista. Si no te sometes a su orden tienes que ser sometido a latigazos, como en el sistema esclavista. El latigazo de hoy son las sanciones, los bloqueos. 

MAPP: Y la educación de todos nuestros países es un latigazo epistemológico cotidiano. 

RG: Decía Malcolm X que la mejor arma que tiene el colonizador es la mente del colonizado. Por eso los sistemas de educación son estratégicos y tienen tanta importancia. Si en revolución no descolonizamos los sistemas educativos, estamos perdidos porque lo que estamos haciendo es abonar a la misma subjetividad que va a voltearse contra la revolución. Si no se genera otro sentido común, otra visión de la historia mundial, del conocimiento y de la filosofía, naturalmente, casi espontáneamente, la gente va a voltearse al otro lado, porque es muy poderoso en términos de medios de comunicación, de propaganda, de potencia militar y económica.  

MAPP: Y en términos de potencia cotidiana porque cuando un niño latinoamericano se levanta a cuestionar el 12 de octubre, le cae encima no solo la maestra, sino los otros alumnos y el sistema educativo. Eso lo vive el niño y el adolescente latinoamericano que tiene un pensamiento decolonial por influencia de su familia o por intuición propia. Es aplastado por la modernidad imperante. 

RG: A mí, en ese sentido, me parece genial la iniciativa del presidente Nicolás Maduro de crear una comisión presidencial para el estudio de 300 años de colonialismo en Venezuela. Es fundamental hacerlo para generar de allí los insumos para descolonizar el sistema educativo, para desmontar las narrativas dominantes y que no pase eso que tú estás diciendo. Para generar un sentido común descolonizador. De lo contrario no vas a avanzar en revolución porque siempre tendrás la rémora de una subjetividad contrarrevolucionaria que va a impedir echar el proceso adelante. Lamentablemente de la IV República se ha heredado un sistema educativo con unos contenidos y unos mensajes totalmente neocoloniales. Eso está plasmado en el famoso libro de Luis Antonio Bigott, El educador neocolonizado, donde él llama la atención sobre cómo el sistema educativo de la IV República era totalmente neocolonial y, en consecuencia, generaba ideología y subjetividad proimperial, donde tú te menosprecias y estás todo el tiempo anhelando lo que el sistema imperial te impone como prioridad y deseo. Debemos tener en consideración que no todo lo antiimperialista es decolonial, pero todo lo decolonial debe ser primero y, antes que nada, antiimperialista. No podemos desarrollar luchas antirracistas, feministas, anticapitalistas si no eres antiimperialista. Eso le pasa mucho no solo a la izquierda europea y estadounidense, sino incluso a la latinoamericana: se olvidaron del imperialismo.  

MAPP: Es que en Venezuela tenemos pensadores calificados como decoloniales que cuando uno le pone la lupa observa que defienden intereses coloniales e imperialistas, pero con la bandera decolonial. 

RG: En ese tipo de proyectos se olvidan del imperialismo. ¿De que decolonialidad se puede estar hablando si tú no eres antiimperialista, si a la hora de los conflictos vitales de los pueblos contra el imperio, tú estás del lado del imperio, atacando a los pueblos que intentan liberarse del yugo imperial? No se sostiene.  

MAPP: Cuando se habla de pensamiento decolonial, se imagina algo abstracto, etéreo, metafísico, un grupo de intelectuales de izquierda reunidos, pero la verdad es que no hay nada más práctico y fundamentado en la realidad que el pensamiento decolonial. ¿Es así? 

RG: Exactamente. Estamos llamando la atención de cosas muy prácticas, como esta del sistema educativo que debe ser descolonizado. En las formas de autoridad política debemos modernos hacia modelos más plurinacionales, salirnos de ese esquema excluyente que asume que hay una sola identidad, un Estado y una población, cuando sabemos que en nuestros países hay multiplicidad de pueblos, de identidades y eso debe tener cabida en el proceso revolucionario y para eso debemos descolonizar la autoridad política heredada que se fundamenta en la idea de un Estado, una nación y una población.  

MAPP: El racismo, la xenofobia, el racismo, son prácticas cotidianas 

RG: Exacto. Y es bueno explicar por qué decimos que son expresiones coloniales. Pues, porque todo eso nos llegó a las Américas vía el proceso de expansión colonial de las potencias europeas. En las civilizaciones indígenas de las Américas no existía patriarcado, eso llegó con la colonización, a través de la cristiandad. Destruyeron las civilizaciones que existían e impusieron sus lógicas civilizatorias, incluyendo el racismo y el patriarcado. No pretendo idealizar la situación previa a la colonización. No digo que no hubiera conflicto e, incluso, guerra entre pueblos indígenas, pero las lógicas que organizaban esas civilizaciones eran otras. El tema del buen vivir que ha puesto en la mesa el proceso boliviano viene de largo de las civilizaciones originarias, son saberes y conocimientos que nos nutren hoy, cuando vivimos una situación de desastre ecológico y necesitamos un nuevo modelo civilizatorio que afirme la vida y que tenga otros principios fundacionales y organizativos. Es lo que llama Dussel la transmodernidad. Son ideas muy importantes, concretas y prácticas para enfrentar las crisis civilizatorias que están en curso. El problema que tiene esta civilización, como dijo Aimé Césaire en la primera línea de su discurso: una civilización que no puede encontrar solución a los problemas que crea es una civilización en decadencia, tiene los días contados. Nos enfrentamos en el siglo XXI a la oportunidad histórica de avanzar hacia un nuevo sistema civilizatorio porque los desastres ecológicos, la crisis que se nos viene encima, la decadencia de estos sistemas imperialistas nos plantea la necesidad y la urgencia de un nuevo proyecto civilizatorio porque, de lo contrario, desaparecerá la humanidad. Tengo la esperanza de que ese nuevo proyecto sea positivo 

MAPP: Dos temas fundamentales para definir el pensamiento decolonial: los marxismos negros, empezando por los marxismos negros del Caribe; y el feminismo decolonial, que se diferencian del marxismo y el feminismo que reproducen el modelo moderno. ¿Cómo se encuentra esa diferencia? 

RG: El marxismo decolonial y el feminismo decolonial son respuestas a la crisis de ese marxismo y ese feminismo eurocéntrico. El feminismo imperialista llega niveles increíbles, como justificar la invasión imperialista a Afganistán a nombre de la liberación de las mujeres. El mismo Bush se hizo eco de eso cuando invadió Irak y Afganistán. Iban y que, a salvar a las mujeres de los hombres musulmanes, una idea totalmente corrupta. Ese es el enfoque del feminismo liberal, el de unas mujeres que quieren sentarse en la silla de la presidencia de sus países, quieren ser Margaret Thacher o Hillary Clinton, es decir, ser iguales al hombre imperialista blanco occidental, ser parte del imperio. Quieren estar la Casa Blanca (recordemos que la casa es blanca, no es un detalle menor) y que se les reconozca como parte de la élite imperialista. ¿Recuerdas como Hillary Clinton reía de júbilo cuando mataron a Gadafi? Hay un feminismo, que para mí es corrupto imperialista, toma a esas mujeres como ejemplo. Por eso surge el feminismo decolonial que pone al imperialismo en el centro de la ecuación y plantea la liberación de las mujeres del sur global en el contexto de un proyecto antiimperialista, no en función de un proyecto proimperialista. ¿Cuántas mujeres y niños mataron en esas invasiones? Ahora los sacaron a patadas de Afganistán y aparecen las feministas imperialistas poniendo el dedo en ese país, luego de guardar silencio durante todo este tiempo de invasión. Estaban calladitas, no decían nada. Para ese feminismo, la modernidad es un proyecto celebratorio porque ellas se benefician de ese sistema imperialista. El feminismo decolonial es una respuesta desde los pueblos del sur a ese feminismo blanco, racista, imperialista, opresor y corrupto. Hay feminismo islámico, negro, indígena. Lo mismo pasa con el marxismo: tenemos uno eurocéntrico y así vimos a movimientos de izquierda y hasta comunistas celebrando la invasión de Libia o defendiendo a sus estados imperiales en los conflictos álgidos del mundo. ¿Qué marxismo es ese? En respuesta a eso, los marxismos decoloniales del sur global estamos pensando el marxismo en función del enfrentamiento al proyecto moderno occidental y sus consecuencias destructivas a escala planetaria. Los marxistas eurocéntricos brincan de la silla cuando los científicos les dicen que esto tiene los días contados, pero en sus privilegios les cuesta asumir las luchas que requiere el momento histórico, están demasiado embriagados de beneficios capitalistas como para dar un salto epistémico. La humanidad está en crisis terminal. Esto ya no se recupera, vamos a enfrentar en los próximos años muchos desastres por el lado del sistema imperialista moderno y por los daños ecológicos que nos van a obligar a pasar a otro mundo. Esto no se sostiene.  

MAPP: Este proyecto moderno es de progreso, que ve al hombre como centro del universo, y está acabando con el planeta. ¿Cómo abordar esa contradicción desde el pensamiento decolonial, sobre todo en una coyuntura como la de la actual pandemia? 

RG: Por todos lados estamos viendo los efectos de la destrucción, incluyendo el Covid. La idea cartesiana del dualismo, que pone a los seres humanos en un lado y a la naturaleza del otro. Según esa concepción, la vida humana se produce insulada del medio ambiente y la naturaleza. Bajo esa premisa estúpida, toda la tecnología que produce el sistema capitalista está producida bajo la cosmología dualista cartesiana y esa es la racionalidad de la destrucción de la vida, pues se ha asumido que puedes destruir todo lo que tienes alrededor y la vida humana seguirá. El proyecto decolonial nos invita a ir hacia visiones políticas diferentes sobre las relaciones entre la vida humana y otras formas de vida, y así poder producir tecnología que tenga la racionalidad de la reproducción de la vida. Las civilizaciones que la modernidad destruyó tenían una visión holística de la relación humanos-naturaleza. Sabían que no hay un dualismo, que todos existimos dentro del mismo cosmos y que cualquier especie que destruye a otras especies, se destruye a sí misma. Era sentido común. Había cosmovisiones como la Pachamama en el mundo andino y otras en el islam, en las civilizaciones africanas, que tenían en común esa visión holística de la vida. Por eso lo que está destruyendo la vida en el planeta Tierra no somos los humanos, que hemos vivido acá por miles de año, sin destruirlo. Lo que sí lo ha destruido es esta civilización de muerte que ha sido dominante en los últimos 450 años. Por eso la descolonización no es una opción, es una necesidad. O nos liberamos de este modelo o tenemos los días contados en el planeta Tierra. 

MAPP: ¿Cuál es el rol del pensamiento decolonial en medio de una pandemia? 

RG: Ese tema pone en la mesa las limitaciones de este modelo civilizatorio, cuyo sistema de salud no se da abasto porque está neoliberalizado, se ha hecho de la salud pública un negocio. El modelo civilizatorio ha respondido según su lógica, tratando de hacer un negocio de las vacunas y de la pandemia en general. Quieren virtualizarlo todo, ir hacia un capitalismo digital y parte de esto es un proyecto genocida: dejar morir a una parte grande del planeta para salvar a una parte pequeña. En lugar de cambiar el sistema para que todos podamos vivir, prefieren sacrificar una gran porción de la humanidad con tal de que unos pocos puedan seguir viviendo bajo ese sistema destructivo de la vida. Hay un neomalthusianismo reciclado con un lenguaje ecologista falso donde te dicen que la crisis ecológica se debe a que hay muchos seres humanos, que son las mismas teorías de Malthus en el siglo XIX. Hay que acabar con las poblaciones, reducir la demografía para que el sistema pueda seguir funcionando. 

MAPP: O destruir el planeta Tierra y confiar en que el desarrollo de la ciencia y la tecnología podrá llevarnos a otro, como proyecto civilizatorio. 

RG: Sí, que se muera todo el mundo y nos vamos a otro planeta. Jeff Bezos fue al espacio y volvió diciendo que hay que mudarse de planeta. Su postura es que, si esto se cayera porque ya no da para más, tenemos un cohete para mudarnos a una ciudad en Marte. Y no lo dicen como ciencia ficción, sino que son proyectos en serio. Esta gente es genocida: con tal de salvarse ellos van a hacer cualquier cosa menos dar su brazo a torcer. 

MAPP: Esta pandemia, dolorosamente, le ha dado la razón a muchas de las intuiciones, propósitos, reflexiones y conclusiones a las que ha llegado el pensamiento decolonial. 

RG: Definitivamente. Cada día estoy más convencido de que la decolonialidad no es una opción. O nos movemos hacia allá o esto tiene los días contados.  

(LaIguana.TV)