La conciencia de que aún somos países colonizados debería ser el punto de partida de un debate permanente de los gobiernos y los pueblos latinoamericanos, pues solo así se logrará avanzar hacia la liberación, según el prominente intelectual venezolano Vladimir Acosta, quien conversó durante aproximadamente hora y media con Miguel Ángel Pérez Pirela en el programa Desde Donde Sea. 

A continuación, una versión de este diálogo en el que se abordó el tema de la avanzada crisis que sufre el imperio de Estados Unidos cuando se encamina hacia la decadencia y también se habló acerca de la importancia de la reflexión decolonial. 

Miguel Ángel Pérez Pirela (MAPP): Vladimir Acosta es uno de los intelectuales más importantes de la contemporaneidad venezolana y nuestroamericana. Libros como El continente prodigioso (Mitos e imaginario medieval de la conquista americana), El monstruo y sus entrañas y Salir de la colonia y Lo de arriba y lo de abajo (ensayo sobre la risa y la comicidad antigua, medieval y renacentista) son parte de su densa obra. Es historiador, estudió en La Sorbona, ha sido profesor titular de la Universidad Central de Venezuela, jefe del Departamento de Historia y director de la Escuela de Antropología y Sociología. Comienzo por preguntarle sobre dos conceptos fundamentales: ¿Por qué en este estudio crítico de la sociedad estadounidense, define a este país como un monstruo?; y segundo, ¿cómo salir del monstruo? 

Vladimir Acosta (VA): Quien llama monstruo a Estados Unidos no fui yo, sino José Martí: “conozco al monstruo porque viví en sus entrañas”. Conocía a fondo del país y sus monstruosidades que apenas estaban comenzando, se perdió las del siglo XX, cuando las tropelías de EE.UU. alcanzaron la cima de la criminalidad. El libro tiene un subtítulo: Estudio crítico de la sociedad estadounidense. Es decir, no es un panfleto, no trata de descalificar a EE.UU. sin base, es el producto de una larga investigación que pasó por clases, foros, lecturas críticas de libros, revisión de muchos materiales, que tomó entre diez y quince años y terminó en 2017, cuando fue editado por Galac y en 2019 por Monte Ávila. Hay una revisión de la historia estadounidense pues se trata de mostrar la continuidad de las arbitrariedades, los atropellos y los abusos de EE.UU., una continuidad que le da la razón a la frase de Martí y que, conociendo lo ocurrido en el siglo XX, se justifica mucho más. El libro está basado en fuentes estadounidenses, fuentes de la historia de EE.UU., en críticas de estadounidenses, aunque advierto que los latinoamericanos y los no estadounidenses en general tenemos una cierta ventaja: no fuimos formados por EE.UU. como si les pasa a la mayoría de los investigadores estadounidenses. Al ser formados por los patrones, los valores de esa sociedad, sus críticas son muy fuertes cuando se trata de juzgar el imperialismo y los modelos económicos, pero cuando se trata de meterse en el meollo, es decir, en la realidad social, sociopolítica, histórica, religiosa y cultural de EE.UU. se les forma una mezcla tremenda y no llegan, no se atreven, quizá por temor a que los descalifiquen, a que los estigmaticen como no estadounidenses. No abordan esta parte del problema y cuando lo hacen es de manera muy parcial. La ventaja nuestra es que, como víctimas de EE.UU., que hemos sufrido más de un siglo de atropellos, invasiones, golpes de Estado, etcétera, nosotros tenemos la posibilidad de explorar a fondo esto. Esa ventaja se puede utilizar porque además el libro llena un vacío sustancial para los latinoamericanos. Nosotros conocemos la actividad exterior del monstruo, su rol como imperialista, agresor de nuestros países, pero el latinoamericano tiende a ignorar cómo es EE.UU. por dentro. Algunos tienen una visión rápida porque pasaron unos días en Miami –cosa que no le envidio a nadie-, pero ese no es el estudio serio, profundo, sociológico, antropológico, histórico y cultural que EE.UU. necesita. Eso fue lo que me propuse hacer en ese libro y creo que he logrado en buena parte. Como todo libro, tiene limitaciones y fallas, pero es riguroso, sin panfleto ni descalificaciones fáciles, sino un examen de situaciones y de esa realidad. Se revisa el papel que juega la religión en EE.UU., las manipulaciones que se hacen con ese factor, las características del macartismo, que no fue un período ni un exceso que podría haber pasado en cualquier otro país, sino que EE.UU. ha sido macartista toda la vida, antes y después de McCarty, porque las élites han sido intolerantes, persecutores de las opiniones diferentes y han tratado siempre de manipular y embrutecer a su pueblo, que podría ser el más culto del planeta y es uno de los más ignorantes debido al poder de los medios de comunicación y de las estructuras que dominan a las personas desde el nacimiento y hasta el final de sus vidas y hacen muy difícil que los estadounidenses se atrevan a escribir libros como este. Para los latinoamericanos es crucial conocer cómo son las entrañas del monstruo, saber por qué ha tenido tanto poder; cómo manipula, embrutece y utiliza a su pueblo, inventándole siempre un enemigo exterior para que la lucha de clases interna no se desarrolle. Y ese fenómeno se extiende al mundo entero porque cualquier cosa que ocurra en EE.UU. se vuelve global debido a su control mundial de los medios. Adicionalmente, como lo señalo en este libro y también en Salir de la colonia, EE.UU. ha entrado en decadencia y ese proceso que es lento pero continuo y ya imparable conduce a que en la medida en que vayan perdiendo apoyo en otros continentes, particularmente en Asia, y se debilite cada vez más en Europa, van a encontrar que su principal base de apoyo es su patio trasero, como llaman a América Latina, y la visión de que nuestros países, que fueron los primeros explotados y saqueados por ellos, ahora tendrían que ser los últimos en liberarse de esa hegemonía. Tenemos la necesidad de enfrentar, con los recursos disponibles, esa idea de EE.UU. de fortalecer su dominio sobre nosotros. Tenemos que hacer que la lucha contra los yugos coloniales sea parte de nuestras luchas cotidianas para que comiencen a dar frutos.  

MAPP: Desgraciadamente, en Nuestra América hay una crítica, sobre todo de los cubanos acerca de la poca profundidad del análisis respecto a EE.UU. Se le cuestiona desde la consigna, desde las ideas generales, consistente en demonizar a EE.UU., mientras los gobiernos progresistas y movimientos de izquierda desconocen la realidad de ese país. No hay fundamento teórico, histórico, sociológico. 

VA: Realmente se podría decir que la excepción en esta superficialidad son justamente los cubanos porque su lucha por mantener su independencia y soberanía es prácticamente de toda la vida, desde los primeros presidentes estadounidenses hasta el triunfo de Fidel Castro y la Revolución Cubana en 1959. Se ha mantenido a lo largo de todas estas décadas como respuesta al bloqueo y las agresiones estadounidenses. En el resto de Latinoamérica hay varios historiadores muy valiosos que investigaron con mucha seriedad en el siglo XIX, pero a lo largo del siglo XX, el trabajo se centró en el estudio de las agresiones, de las invasiones, del imperialismo como tal, de su actitud neocolonialista y sus crímenes. Es muy poco lo que se ha hecho para penetrar en las estructuras íntimas de la sociedad estadounidense. Hay muchos libros que no ayudan porque son muy panfletarios, resuelven todo con una gran simpleza y son parte de la producción latinoamericana, pero no aportan en el sentido que lo hace mi libro. 

MAPP: Usted ha señalado que la religión cumple un papel fundamental en la sociedad estadounidense. ¿Por qué? 

VA: Porque la religión es inseparable del poder de EE.UU. Son un país religioso, que manipula la religión y la utiliza incluso para cometer crímenes. Eso está detallado en un largo capítulo. Además, está la visión expansionista de EE.UU. partiendo de lo que en la colonia llamaron “la ciudad en la colina”. Desde esos primeros tiempos se dijo que eran unas colonias especiales porque había en ellas un pueblo elegido. A raíz de la guerra contra México, en 1846, lanzaron a la publicidad, a través de los medios de entonces, la idea del Destino manifiesto, es decir, que la Providencia le había dado a EE.UU. el modelo de democracia, de libertad inalcanzable. Por eso ellos tenían que dominar primero a toda América y luego al resto del mundo para llevarle la libertad, la justicia y todos los valores humanos que ellos supuestamente encarnaban, cuando lo que hacen es violarlos día tras día, año tras año y siglo tras siglo. EE.UU. es, en realidad, una sociedad pseudodemocrática, una idea que puede sonar panfletaria, pero no lo es. Le dedico un extenso capítulo a demostrar esto, a desmontar el pacto del Mayflower, precursor de la independencia; a desmontar la Constitución eterna y única, que no es democrática, sino republicana, elitesca, en la que domina la trata y el esclavismo. En las siguientes décadas luego de su probación, y solo con algunas enmiendas, generalizó el dominio de los esclavistas a todo el país, lo que fue una de las causas de la Guerra de Secesión entre 1861 y 1865, que, por cierto, quien encabezó esa guerra, el presidente Lincoln, declaró en forma absolutamente clara que el motivo del conflicto no era superar la esclavitud, sino salvar la unidad de EE.UU. Lincoln era un supremacista blanco, y así lo evidenció en muchas reuniones y actividades. Su postura antiesclavista es otro de tantos mitos que existen en la historia de EE.UU. Otro, por ejemplo, es el Día de Acción de Gracias, que lo inventó justamente Lincoln en 1863 y luego se convirtió en una costumbre nacional. En 2003, cuando acababan de invadir Irak, George W. Bush cumplió la ceremonia de indultar un pavo, que es parte de este festejo, pero EE.UU. había matado medio millón de iraquíes. Entonces, lo que supuestamente era una fiesta entre estadounidenses blancos y originarios, es en realidad otra de esas fiestas en los que ellos asesinan, saquean, violan y luego… le perdonan la vida a un pavo.  

MAPP: Este año, en la Feria Internacional del Libro de Venezuela se le rindió un merecido homenaje a usted. Hace algunos años, recuerdo que otra feria tuvo como título algo así como ¿Se dará la revolución en EE.UU.? Me pareció entonces algo alocado, pero luego llegó la pandemia y causó los estragos que ha tenido allá y ahora hemos visto que China lo ha desplazado como primera superpotencia. ¿Está en marcha entonces la debacle imperial de EE.UU. o es solo una apariencia, una ilusión, una proyección de quienes queremos acabar con el yugo colonial? 

VA: Tiene una base bastante real, mucho más que aquellas hipótesis que formulaban los soviéticos de que el capitalismo estaba en la décima cuarta fase de su etapa final, y resulta quien terminó aplastada y disuelta fue la Unión Soviética. Esta vez es verdad. EE.UU., un país que se hizo robando territorio, uniendo culturas a la fuerza, ahora empieza a colapsar. Su crisis es económica, política, religiosa, racial, ideológica, sociológica, cultural… se han combinado todas estas cosas. El desempleo, la droga, el alcohol, la miseria, las rivalidades entre distintos grupos, el conflicto de partidos, etcétera, ciudades enteras convertidas en antros colmados de carpas donde sobreviven miles de familias estadounidenses. En el centro del país domina una población blanca, de pobres, pero muy reaccionarios que odian la unidad nacional; estados que quieren separarse. Ese coctel se une con el crecimiento de China, con el poderío militar de Rusia. Se completa con la personalidad de Biden, que se dedica a amenazar a todos, es un Trump desinflado, una caricatura de Trump, el país está viviendo una crisis profunda. Pero no es hasta ahora una crisis revolucionaria. 

MAPP: ¿Cuál es la diferencia? 

VA: Porque una crisis revolucionaria supone la existencia de una fuerza revolucionaria con una organización, programa, propuestas y capacidad de lucha. Nada de eso pasa en EE.UU. Lo que hay es un enorme caos, un desorden, odios recíprocos y limitaciones de todo tipo. Lo que puede ocurrir, antes que una revolución, es un nuevo intento de secesión. Hay estados que están llamando a la secesión o imponiendo políticas que casi conducen a ella. El sistema electoral estadounidense no es democrático. Esa es otra de las grandes mentiras. Allí se gana por colegios, no por votos populares. Ganando los 16 estados más grandes, un candidato puede ser presidente en contra del voto popular del resto del país. EE.UU. es una sociedad, si se quiere, democrática en las bases, en las cosas pequeñas, abajo, porque la gente se acostumbró a discutir, a compartir sobre los asuntos públicos, pero el aparato político no tiene nada que ver con la democracia. De hecho, esa palabra no se menciona ni una sola vez en la Constitución. Ese sistema político es republicano, no democrático. La democracia nació en Grecia como sistema de la minoría masculina que participaba. Luego, los romanos crearon el concepto de república, que intentaba combinar las virtudes, basada en Aristóteles, con algunas modificaciones, de los tres modelos clásicos de gobierno, para evitar que degeneraran hacia sus formas malas. Sobre eso fue que se montó el sistema estadounidense. Yo en el libro analicé a fondo la Constitución y sus enmiendas y demostré que está más magullada que un boxeador peso ligero peleando con un peso pesado. El poder norteamericano pasa sobre esa Constitución constantemente. Ellos cometen actos terroristas y cuando el terrorismo se vuelve en su contra, aprovechan para chantajear a su pueblo: para protegerlo del terrorismo es necesario quitarles sus derechos. Eso fue lo que hizo Bush con sus dos planes Patriota, que se mantuvieron con Obama, uno de los hipócritas más grandes que han pasado por el poder en EE.UU. En su gobierno mataron más negros que en el segundo período de Bush y, por otro lado, se dedicó, con los drones, que le parecieron el invento del siglo, a bombardear bodas y matrimonios civiles en Afganistán. Los presidentes de EE.UU. todos son genocidas y no puede ser de otra manera porque están allí para administrar el poder secreto que maneja EE.UU. Lo que cambia es el estilo: unos son más liberales, unos más simpáticos, otros más antipáticos, pero todos son asesinos. Si uno agarra la lista empezando por Truman, que le lanzó dos bombas atómicas a Japón cuando ya estaba rendido, hasta este personaje actual desteñido que vive amenazando a China y a Rusia juntas, porque cree que estamos aún en la época en que EE.UU. podía darse ese lujo. En realidad, esa época nunca existió porque la Segunda Guerra Mundial la ganaron los soviéticos, los comunistas rusos que tuvieron 28 millones de muertos, la mitad de las bajas de la guerra, y enfrentaron a los nazis. EE.UU. peleó contra los japoneses, que era su propósito desde un principio. Cuando montaron la provocación de Pearl Harbor para tener el pretexto de declararle la guerra a Japón, los nazis se solidarizaron con Japón y le declararon la guerra a EE.UU., complicándoles la vida. Con los alemanes solo pelearon por unos días, luego del desembarco en la costa francesa en 1944. Y ya en esos días, las tropas nazis se rendían sin pelear porque les tenían pavor a los rusos, a quienes les habían cometido toda clase de tropelías. Los rusos fueron los primeros en llegar a Berlín y clavaron la bandera roja en el Reichstag. Por eso, mientras en la Primera Guerra Mundial hubo un único armisticio firmado por todos, en la Segunda hubo tres: uno con los británicos, uno con los estadounidenses y uno con los soviéticos. Volviendo al tema, los presidentes de EE.UU. están obligados a asesinar, pero además lo hacen con gusto. 

MAPP: Hablemos de Salir de la colonia, comenzando por el concepto mismo de colonia, que es el centro de un gran movimiento de pensadores de nuestra región. 

VA: Ese libro también tiene una larga investigación de respaldo, pero se escribió fundamentalmente entre septiembre de 2019 y enero de 2020. Me sorprende que se diga que es un tema discutido. Lo que veo es que hay un grupo de intelectuales brillantes, que revuelven y revisan a fondo, pero no tienen la repercusión que deberían tener, ni siquiera en el poder, en los gobiernos progresistas latinoamericanos. No se habla casi nunca de ese tema. Tampoco lo hace el común de la gente, que serían la base de la lucha decolonial. Más bien hablar de colonia suena raro. Cualquiera puede decir que salimos de la colonia con la batalla de Carabobo o con la de Ayacucho, pero resulta que eso no nos liberó del todo porque la Gran Bretaña, que nos había ayudado interesadamente cuando vio que la Independencia iba a tener resultados favorables, nos cobró por adelantado su ayuda. Para 1824 ya nuestros países estaban comprometidos con Gran Bretaña. Todo el siglo XIX estuvimos pagando deudas y adquiriendo nuevos préstamos. Nos saquearon, nos invadieron con bancos y casas comerciales. El primer banco del país fue de capital inglés, fundado por un hijo de Francisco de Miranda en la época de Páez. Durante todo el siglo estuvimos sometidos a la hegemonía británica. En principio no nos conquistó territorialmente porque no le interesaba eso, sino explotarnos en lo comercial y que le siguiéramos vendiendo nuestras materias primas agrícolas. No fue sino hacia finales del siglo cuando dieron también sus zarpazos territoriales. A Honduras y Nicaragua les arrancaron la costa de Mosquitia y a los indígenas de allí los convirtieron en ciudadanos británicos y los convirtieron al anglicanismo; a Guatemala le robaron parte de lo que hoy es Belice; le robaron las Malvinas a Argentina; y finalmente se metieron en Venezuela para robarle el territorio Esequibo, que ya ellos mismos habían reconocido como venezolano. Empezaron con la corredera de los límites hacia 1840; pusieron retratos de la reina Victoria en las desembocaduras del Orinoco y llegó al punto de que hubo que romper relaciones en la época de Guzmán Blanco. Finalmente la agresión y el racismo británico era tan grande que nuestros gobiernos les pedían una reunión y no aceptaban porque ellos no discutían con indios, con mestizos, con negros, con mulatos, con seres inferiores y Venezuela se vio obligada, en 1895 cuando ya prácticamente querían cogerse las bocas del Orinoco a pedirle a EE.UU. que nos ayudara, que nos representara, lo que derivó en el famoso Laudo de París, que fue un fraude descarado, donde los representantes ingleses, conectados con el juez, que era supuestamente ruso, pero que era más inglés y amigo de la reina Victoria que ruso, fueron tres para dos y por eso querían apoderarse de las bocas del Orinoco y la zona minera de El Callao, además del Esequibo. EE.UU. tuvo que calársela de alguna manera, pero logró salvar las bocas del Orinoco y las minas de El Callao. Por eso, en Venezuela EE.UU. tenía mucho prestigio a fines del siglo XIX. Es necesario decir que EE.UU. en el siglo XIX se metió menos en Venezuela de lo que uno sospecha. Es verdad que uno de sus embajadores fue enemigo de Bolívar y un provocador, pero no tenían todavía la fuerza suficiente para intervenir. Estaban haciendo una cosa inteligentísima, que ojalá nosotros, que nos la pasamos copiándolos, hubiésemos copiado eso: mientras el mundo se orientaba hacia el librecambismo, y los europeos nos lo impusieron para que no nos desarrolláramos nunca, los estadounidenses decidieron que ellos no lo aceptarían y fueron proteccionistas de verdad verdad durante el siglo XIX. Nuestros países pretendieron serlo poniéndoles aranceles a los productos, pero esa es una grandísima tontería que no produce ningún resultado porque no genera desarrollo industrial ni reforma agraria. EE.UU., al menos en el norte, sí creó su industria, mientras el sur se parecía más a nuestros países pues vendían productos agrícolas e importaban bienes manufacturados. El norte aplastó al sur en la guerra de Secesión (que fue casi una primera guerra mundial restringida si se le considera por el armamento utilizado y el número de muertos), desapareció la esclavitud pero surgió la segregación racial, que para los negros fue peor que la esclavitud; se inventó el Ku Klux Klan, se aplicaron las leyes Jim Crow, se les hicieron las cosas más horrendas a la población negra tanto del norte como del sur, pero esos EE.UU. ahora sí unidos, decidieron que se iban a convertir en una potencia industrial de primer rango y dedicaron 30 años, de 1865, al terminar la guerra, a 1895 a convertirse en eso y estuvieron en condiciones de enfrentar a Gran Bretaña y discutirle sus “derechos”. Fu en esa época cuando resucitaron la Doctrina Monroe, que databa de 1823, cuando fue solo un gesto prepotente, sin ninguna base, que pretendía disuadir a Francia de ayudar a España a recuperar las provincias que estaba perdiendo en América. En ese tiempo, Europa le tiró tres trompetillas a esa doctrina porque EE.UU. no tenía capacidad para pelear con Europa, pero en 1895 era otra la situación, ya EE.UU. era una potencia mundial. A partir de 1898 se declaran imperio y empiezan entonces a convocar a los países latinoamericanos, casi todos quebrados y arruinados (salvo un poco Argentina y México) y resucitaron el panamericanismo, inventaron que era lo mismo que la patria grande de Bolívar. Querían que los países arruinados agrícolas se unieran a la potencia industrial para que les compráramos los productos elaborados no a Gran Bretaña, sino a ellos. Nuestros países fueron poco a poco cediendo, y por eso el siglo XX fue de dominio, de tratados muy injustos, de golpes de Estado e invasiones. Desde ese entonces, estamos bajo la hegemonía de EE.UU., que es de corte neocolonial y tiende a parecerse a la española en el uso de mecanismos para evitar la unidad regional. Ese proceso tuvo un momento cumbre en 1947 cuando nos clavaron la Organización de Estados Americanos y luego el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, nos convirtieron en países sometidos a la hegemonía de EE.UU. y así estamos, aunque muchos países luchan contra eso. La única excepción es Cuba que se independizó de esa hegemonía y sufre las consecuencias del bloqueo. Por eso el tema decolonial es fundamental. Hay que empezar por hacerles ver a nuestros gobiernos y pueblos que seguimos en la colonia, que esta no terminó en Carabobo ni en Ayacucho, sino que continuó con otros nombres, con otros mecanismos y procedimientos. La tarea fundamental es enfrentar la penetración colonial que se está metiendo con nuestro idioma, con la religión de la mayoría y con la cultura. Eso debe ser parte cotidiana de las luchas de nuestros pueblos por la soberanía y la independencia. Esa es la idea del libro Salir de la colonia. Las grandes ideas solo adquieren fuerza cuando los pueblos las asumen. 

MAPP: En el caso de Venezuela, el tema bisagra entre la hegemonía de Gran Bretaña y la de EE.UU. fue el petróleo, que abrió un boquete en lo económico y también en lo cultural y hasta en lo deportivo. ¿Cómo lo analiza usted?  

VA: Le dedico un largo capítulo a ese tema. EE.UU. en el siglo XIX no tuvo interés en este país, que era medio español, atrasado, primitivo, con una clase rica culta, pero que ni siquiera se propuso hablar inglés. Comenzaron a interesarse en el país cuando se descubrió el petróleo, pero incluso a eso llegaron tarde porque los primeros en interesarse fueron los anglo-holandeses. Meterse de lleno les costó casi toda la década de los 20 y lo logran ya para los años 30, cuando el café queda ya desplazado por el petróleo y a partir de allí ejercen un dominio absoluto de la industria. Las nacionalizaciones de Carlos Andrés Pérez fueron una farsa verdaderamente indigna en las que EE.UU. obtuvo la mejor parte. En todo caso, a lo largo del siglo XX y gracias al petróleo, Venezuela tuvo una cierta prosperidad, y mientras otros países tenían conflictos con EE.UU., en Venezuela hubo solo dos momentos. El primero fue el de Cipriano Castro, que se peleó con todo el mundo, incluyendo EE.UU. por el asfalto, y terminó derrocado. El otro momento duró apenas unos quince días, durante la presidencia interina de Edgard Sanabria en 1958, luego de la caída de Pérez Jiménez. Este profesor de la Escuela de Derecho de la Universidad Central, quien decretó el cambio del acuerdo llamado fifty-fifty (50-50), que había firmado Rómulo Betancourt (durante la Junta de Gobierno de 1946) con las petroleras. Lo cambió por 60-40. Eso provocó que el jefe de la empresa Creole viniera indignado a reclamarle a Sanabria, quien merece un huequito en la historia de Venezuela porque le respondió que él era el presidente y no iba a discutir ese tema con él. El hombre tuvo que irse rumiando su arrechera.  

MAPP: La hegemonía cultural de EE.UU. fue total entre los años 50 y 90 y eso derivó en unos partidos políticos que más que ser de derecha son representantes de los intereses de EE.UU. Incluso en las marchas opositoras ya en este siglo, hemos visto a gente con banderas de EE.UU., pidiendo más colonialismo. 

VA: Cierto, así es. Es un tema que me interesa mucho. Siempre han pretendido robarnos el gentilicio. EE.UU. es América y los latinoamericanos, que fuimos americanos antes de que existiera EE.UU. siempre tenemos que explicar qué clase de americanos somos. Un ejemplo es ese organismo que se llama Centro Venezolano-Americano. Eso está clavado en la mentalidad venezolana, esos organismos jugaron un enorme papel en ese fenómeno de los venezolanos que se convierten en estadounidenses y adoran a EE.UU. Con el triunfo de Chávez, las cosas se pusieron conflictivas. Por primera vez, Venezuela se enfrentó a EE.UU. Ningún gobierno, salvo os dos momentos referidos, había discutido con EE.UU. El primero en pelear con EE.UU. por los derechos de Venezuela fue el de Hugo Chávez. Eso afectó mucho a los adoradores de EE.UU. porque aparte de que Chávez era un tipo de la chusma, tenía la osadía de criticar a EE.UU. El colonialismo gringo se les exacerbó. Llegaron a golpear a mujeres venezolanas por usar batas guajiras y salieron a aupar a sus candidatos con banderas norteamericanas. Llevó a una virulencia proestadounidense que no se había visto a ese nivel en Venezuela. Eso duró todo el tiempo de Chávez. Después, con el bloqueo y la situación de crisis que se ha generado, se redujo ese tipo de manifestaciones a los grupos ultraderechistas, a los payasos partidarios de la intervención, vendidos a EE.UU. Se hizo fuerte en ese sector porque quienes defendían esas ideas recibían toneladas de dólares previamente robados al tesoro nacional. Se ha vuelto una cosa cada vez más grotesca y caricaturesca y se ha agravado con la decadencia de EE.UU. Muchos de los que se han ido hacia allá para vivir su ilusión, están llegando tarde porque EE.UU. lo que hay es desempleo, violencia, pobreza, droga y represión. La presencia estadounidense se ha debilitado porque EE.UU. hoy no emociona a nadie. Los países que están detrás de ellos son realmente gobiernos serviles y saben que EE.UU. les controla la economía, los créditos, todo. Hay ya unos 110 países dispuestos a apoyar cualquier barbaridad que les diga EE.UU., que pretenden ser jueces de los derechos humanos cuando son los principales violadores de estos en el planeta. Los grandes culpables de esa arrogancia norteamericana son estos gobiernos arrastrados y serviles, sin dignidad, de espaldas a sus pueblos.  

MAPP: En pleno siglo XXI se llegó a un nivel apoteósico de colonialismo cuando el presidente de EE.UU., Donald Trump, se dio el tupé de elegir a dedo al supuesto presidente de Venezuela. Sin embargo, hace pocos días quedó en evidencia que solo 16 de aquellos 60 países que se hacían llamar la comunidad internacional, siguen respaldando a Juan Guaidó.  

VA: Así es exactamente. EE.UU. no hace otra cosa que recibir cachetadas chinas y rusas, con toda la elegancia y la sutileza que los caracteriza. Recuerdo un funcionario de la cancillería china al que le preguntaron por el bloqueo que intentaba Trump, y respondió: “Hemos tenido algunos problemas parecidos en los últimos cinco mil años y creo que vamos a resolver también este”. Esta imbecilidad que hicieron por su prepotencia va a pagar un alto precio porque es claro el colapso de esa banda de ladrones, asaltantes, mercenario, cipayos y todo lo que queramos decirles, con toda razón. El hecho de que solo 16 de 193 países respalden esa payasada es muy demostrativo. Y ni siquiera es que respalden al candidato. Resucitaron al bigotudo Bolton, quien habla como si él fuera parte de la oposición venezolana, dice cosas como “nos interesa la unidad” … Por favor, no seas ridículo, pana. Pero este personaje dijo que EE.UU. está observando cómo evoluciona la situación a ver si se mantiene la candidatura (el interinato de Guaidó) o qué se hace. Sacar a Guaidó sería el colmo del ridículo de un país que está haciendo el ridículo a diario, a pesar de toda su prepotencia. Nunca pensaron que podían perder apoyo porque antes daban órdenes y los arrodillados acudían prestos a obedecerlas. Ahora la cosa se les está poniendo complicada. Esta es una cosa tan grotesca, caricaturesca y estúpida que no se va a olvidar con facilidad. No sé cómo EE.UU. saldrá de este enredo. Menos mal que es problema de ellos y podemos celebrarlo. 

MAPP: Lo malo es que ha traído muerte, hambre y tristeza al pueblo venezolano. 

VA: Claro, para ellos es una payasada porque a la élite de EE.UU. no le afecta causar hambre o matar medio millón de personas. Como dijo Colin Powel: “Nosotros no contamos los muertos iraquíes, solo los nuestros”, le faltó decir “porque solo ellos son humanos”. EE.UU. ha matado más gente que nadie. El nazismo, con todo lo horrendamente criminal que fue, duró 13 años, de 1933 a 1945, mientras EE.UU. tienen dos siglos y medio violando derechos humanos, invadiendo, matando, saqueando, torturando. Ya los crímenes han traspasado los niveles concebibles y lo peor es que una mayoría de pueblos de este planeta les siguen permitiendo presentarse como líder en libertad y democracia y el modelo de defensa de derechos humanos. Es una vergüenza para la humanidad entera, una tristeza profunda. 

MAPP: Dice Diógenes que solo en Vietnam causaron tres millones de muertes, pero fueron humillados por ese pueblo heroico. Pero, para concluir, viendo la ruta de estos dos libros suyo, de El monstruo y sus entrañas al tema del colonialismo, la pregunta de las diez mil lochas es ¿cómo salir de la colonia en pleno siglo XXI, en medio de una pandemia que nos ha mantenido encerrados en nuestras casas y en medio de un atentado global contra los derechos humanos? 

VA: Te doy una respuesta: yo no sé. No doy una respuesta, mi planteamiento es que esa temática tiene que convertirse en parte sustancial de nuestras luchas, para que esas luchas se fortalezcan. Esos temas, que los he trabajado yo y gente muy seria como Enrique Dussel, Ramón Grosfoguel, Walter Mignolo, Aníbal Quijano, no trascienden como deberían porque los gobiernos no les otorgan la debida importancia y porque los pueblos sumergidos en la pandemia y en su situación económica, salarios miserables y dificultades de todo tipo, tampoco manejan o actualizan esos temas. Me satisface mucho que hayamos podido hablar de esto en la Filven, que haya sido el libro más vendido. 

MAPP: Es importante destacar que para salir de la colonia se necesita estudiar, formarse, investigar. 

VA: Los medios difunden una cantidad de disparates y locuras, no por casualidad. Hay ignorancia entre los periodistas y también mucho espíritu mercenario. Eso hace difícil que estas ideas prendan y que haya razonamientos coherentes. En los nuevos formatos de internet uno empieza a leer una noticia y de pronto sale una invitación a saber quiénes son las diez mujeres que están más buenas en el planeta, que deriva en un concurso en el que tienes que votar; o luego hay un aviso de una tienda que vende bluyines baratos. Al final, no te queda nada de la lectura. ¿Cómo puedes razonar en medio de un sistema que tiene el propósito de embrutecerte? Ese es uno de los grandes problemas que enfrentan quienes quieren cambiar este mundo. 

MAPP: La gran conclusión es que, sin un estudio crítico, sin reflexión, sin investigación, todo lo que pueda decirse sobre EE.UU. es mero panfleto y consigna de estadio. El continente prodigioso, mitos e imaginario medieval de la conquista americana y Lo de arriba y lo de abajo, ensayo sobre la risa y la comicidad antigua, medieval y renacentista 

(Laiguana.TV)