Nancy López se hizo famosa sin buscarlo el domingo 5 de abril de 1998, cuando un joven de 18 años, identificado como Héctor Duarte, la secuestró después de haber sido herido por funcionarios policiales en el contexto de un atraco que salió mal.

Ese día, el canal de televisión privado Venevisión fue alertado telefónicamente por los vecinos de la localidad de Cúa (Miranda) acerca de una situación de rehenes que se sucedía en una de las calles del pueblo.

Una vez en el sitio, el equipo de prensa se topó con un fuerte despliegue de la Brigada de Acciones Especiales (BAE) de la Policía Científica –actual Cicpc–, liderado por expertos en situación de rehenes, así como con la víctima y su victimario, que para el tiempo en el que llegaron las cámaras, estaban en plena calle, rodeados de una muchedumbre de curiosos.

Según testimonios aportados por los testigos, poco después del mediodía, Duarte entró a una panadería con la intención de asaltarla, pero fue interceptado por funcionarios policiales, quienes alcanzaron a herirlo en un brazo y una pierna.

Acorralado y sangrante, el joven ingresó a un edificio residencial cercano y allí se cruzó su destino con el de Nancy López, que estaba con sus hijos en la planta baja del inmueble. Al verlo, la mujer le rogó para que dejara marchar a sus vástagos y decidió permanecer con él, con la expectativa de convencerlo para que se entregara pacíficamente a las autoridades.

En lugar de eso, el atracador decidió tomarla como rehén, con la falsa idea de que ella era su pasaporte para salir con vida de aquella situación. No sucedió. Tras horas de negociaciones infructuosas, Héctor Duarte fue ultimado de un tiro en la cabeza por un francotirador de la BAE.

Nancy López sobrevivió al secuestro sin heridas físicas y, según reportes del periodista Luis Olavarrieta, sigue viva.

En su momento, este secuestro tuvo una inmensa incidencia mediática, en buena medida porque el desenlace, aunque fatídico, no implicó el deceso de rehenes, como sí ocurrió en la llamada Tragedia de San Román (1995) y en el Secuestro de Terrazas del Ávila (1996).

En estos dos sucesos se cuestionó tanto el papel de los medios –que también transmitieron en vivo las incidencias– como la incapacidad de los cuerpos de seguridad para hacer frente a esta clase de situaciones, pues en las operaciones de rescate no solo fallecieron rehenes y secuestradores, sino agentes supuestamente especializados.

(LaIguana.TV)