La vida está llena de errores, unos pequeños otros más grandes. De eso se trata el rumbo de la naturaleza: de la prueba y el error para llegar a la perfección. Cualquier paso en falso tiene una solución, excepto uno que se dio el siglo pasado y por el cual sufrimos todos y lo seguiremos haciendo hasta la extinción de la raza humana. La peor acción que se pudo hacer en la historia fue la invención de la bomba atómica.

 

Su creación se debe al desarrollo intelectual más sorprendente que en su momento solo un pequeño grupo de personas lograron alcanzar. Uno de ellos fue el científico Oppenheimer, quien participó en la construcción de la primera bomba nuclear, la cual se detonó en Hiroshima. Cegado por la ambición, encontró la clave para nuestra destrucción y la puso en manos de los militares americanos, los más repulsivos seres sobre la faz de la Tierra.

 

Al entender, demasiado tarde, lo que había hecho, se conmocionó al punto de las lágrimas porque supo que había contribuido a la construcción del arma más feroz de todos los tiempos y el error era irreversible. El video que sigue es la declaración pública del “éxito” que tuvo la prueba de la primera bomba atómica en Nuevo México. Oppenheimer se muestra dudoso y hasta cierto punto angustiado.

 

En el video, cita un pasaje del texto hindú del Bhagavad Gita que describe perfectamente lo que sintió: “Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos”.

 

Cuando se dice “bomba atómica” llega a nuestra mente la enorme figura de un hongo de fuego, radiación y polvo, el cual alcanza altitudes inimaginables. Es natural pensar que ese poder destructivo está almacenado en un enorme explosivo, pero es todo lo contrario. El detonante que destruyó el poblado de Hiroshima fue del tamaño de una pelota de baseball. Sí, cuesta trabajo creer que lo que desató un infierno fuera tan pequeño. ¿Cómo puede ser esto posible? ¿De qué forma un combustible explosivo tan destructor puede estar en un objeto de 10 kg?

 

La respuesta a estas preguntas es simple. La materia está compuesta por unidades llamadas átomos que tienen en su centro un núcleo capaz de liberar, bajo ciertas condiciones, una cierta cantidad de energía. La energía que cada núcleo libera es muy pequeña a comparación de la que ocupamos en nuestra vida diaria. Por ejemplo, cada núcleo de uranio dentro de la bomba lanzada contra Hiroshima emitió una cantidad de energía equivalente a la que un foco necesita para funcionar durante una cien millonésima de segundo. Se prende y se apaga más rápido que un parpadeo.

 

Haciendo cuentas, se estima que para el funcionamiento del foco por un segundo, siguiendo el ejemplo, se necesitaría la energía de cien millones de núcleos de uranio. Si la energía que libera un núcleo es tan pequeña, ¿cómo puede resultar una bomba con semejante poder? Esto se debe a que lo átomos son tan pequeños que por cada gramo de materia hay millones de ellos. Para que quede claro, un gramo de uranio tiene tantos átomos que para escribirlo con números se requiere escribir un 3 seguido por 21 ceros. Ahora ya no parece tan descabellado, ¿verdad? Con la energía de un gramo de uranio se podría encender un foco durante un millón de años.

 

Ahora, sí nos podemos imaginar el poder destructivo que tiene una bomba atómica de 10 kg de uranio. Esta energía almacenada se llama energía nuclear y es la que da nombre a los reactores nucleares, cuyo único trabajo es liberar la energía de los átomos, almacenarla y después usarla para otros fines. El trabajo que se hace en los enormes reactores es minuciosamente cuidadoso y delicado para no ocasionar una explosión. En cambio, la bomba atómica libera la energía de una manera rápida y violenta. Los resultados ya los conocemos.

 

sí es el hombre, en vez de utilizar el conocimiento para mejorar la vida de la raza humana, la orienta para su propia destrucción. La sed de poder y venganza nos puede transformar en los más despiadados seres vivos, nos convierte casi en demonios. La bomba de Hiroshima se lanzó en paracaídas y explotó a 580 metros del suelo. Instantáneamente murieron entre 60 y 80 mil personas. Científicos imaginan que el calor —en parte por la detonación y la radiación— era tan intenso que algunas personas sólo desaparecieron sin dejar rastro de sus cuerpos. La cifra final fue de 135 mil humanos muertos.

 

El problema no termina aquí. La separación de lo núcleos es tan violenta y antinatural que las moléculas que se esparcen por el aire comienzan un proceso de estabilización. Este fenómeno es al que llamamos radiación. Como todo pasa a nivel molecular, no alcanzamos a distinguir el proceso, pero los daños son latentes y mortales. La intensidad de la radiación emitida disminuye a medida que transcurre el tiempo, dependiendo de la rapidez con que cada núcleo se estabilice.

 

nola Gay fue el nombre de la nave que cargó la bomba atómica, llamada “Little Boy”. Aquí puedes ver imágenes de los estragos causados cuando las personas que sobrevivieron se enfrentan a la radiación.

 

La consecuencia principal de este hecho es que, incluso mucho tiempo después de la explosión, algunos de los materiales que formaban parte de la bomba seguirán emitiendo radiación de modo espontáneo. La radiación emitida por los núcleos radiactivos es potencialmente dañina para los seres vivos, con efectos biológicos inmediatos y retardados, por lo que las consecuencias de una explosión para la población atacada y su ambiente se extienden durante un largo periodo.

 

Cada año, países como Estados Unidos, Rusia, Corea del Norte y Japón siguen experimentando con esta energía y detonan bombas nucleares como experimentación. Esta es una posible causa de la desestabilización de la Tierra. Los cambios en el clima, el cambio de las corrientes marítimos, la muerte inexplicable de millones de animales y otros suceso que están bajo un velo de misterio. Si se continúa por este camino, el deterioro se hará más notorio y poco a poco estaremos cavando la tumba de la raza humana.

 

(culturacolectiva.com)

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