Aunque todavía se desconoce el impacto que puede causar en la evolución de la pandemia, esta subvariante, que debe su apodo a que las pruebas de diagnóstico PCR no siempre la pueden detectar, empieza a proliferar en países como Dinamarca, Reino Unido o India. En España comienzan a darse los primeros casos, consignados por secuenciación genética.

La sexta ola de COVID-19 cabalga en España a lomos de ómicron, la variante BA.1 del virus SARS-CoV-2. En la Comunidad de Madrid, hasta el 98% de los nuevos casos de infección por coronavirus responden a esta variante. Pero preocupa la incipiencia de su subvariante BA.2 en más de una treintena de países, aun cuando apenas se sabe nada de su virulencia.

Durante su comparecencia ante la Comisión de Sanidad y Consumo del Congreso de los Diputados, la ministra de Sanidad de España, Carolina Darias, ha señalado que a tenor de los datos disponibles, la subvariante BA.2 se comporta de manera similar a la BA.1. Al parecer podría presentar más mutaciones que ómicron e incluso ser más transmisible, pero no está claro que revista una mayor gravedad ni que tenga capacidad para escapar a la acción de las vacunas. Según la OMS, el sublinaje de la ómicron sigilosa difiere del de la BA.1 en algunas mutaciones, incluida la proteína espiga.

De acuerdo a los datos recabados en Dinamarca, no hay diferencias entre ómicron y ómicron sigilosa en lo que respecta a hospitalizaciones. Como la nueva variante es un sublinaje de ómicron, cabe esperar unos síntomas similares. A saber, fatiga, tos seca, dolor muscular leve, sudores nocturnos e irritación de garganta. En Reino Unido, sólo el 13% de los casos reportan pérdida de gusto y olfato, frente al 34% de los casos con la variante delta. En India, los primeros informes apuntan a una menor virulencia y un menor riesgo de hospitalización.

Menos detectable por PCR

En Dinamarca, donde la ómicron sigilosa representa ya el 35% de los casos, tampoco se constata de momento una menor eficacia de las vacunas frente a esta subvariante, que no cuenta con la mutación característica en el gen S que en la variante original BA.1 la hace detectable mediante un test de diagnóstico PCR o de antígenos. Por tanto puede evitar que estos dispositivos muestren los positivos, un aspecto que podría contribuir a su transmisibilidad.

En España aún es difícil cuantificar la relevancia de BA.2. Todo lo más, el Ministerio de Sanidad consigna la hegemonía de ómicron (BA.1) en el país, pues protagoniza entre el 79,6% y el 98,7% de los contagios de COVID-19, de acuerdo a los muestreos aleatorios mediante test PCR específicos realizados en 14 comunidades autónomas del 10 al 16 de enero.

Tres versiones distintas

Ómicron ya tiene tres subvariantes detectadas (BA.1, BA.2 y BA.3), lo cual no tiene por qué ser un motivo de alarma (BA.3 es insignificante). De hecho, la variante delta (india) contabiliza hasta la fecha más de 200 y solo una causó cierta alarma (la AY 4.2, conocida como delta plus).

Cada nueva versión acumula mutaciones aleatorias y no hay estudios concluyentes que determinen si la enfermedad que provocan es distinta o más transmisible. La ómicron sigilosa es distinta genéticamente a la subvariante dominante y el número de casos secuenciados es muy reducido: algo más de 5.000 confirmados en 35 países. En comparación, el número de casos secuenciados de ómicron desde que se detectara en Sudáfrica en noviembre rebasa los 360.000 en 117 países.

Teniendo en cuenta la dificultad de su identificación con pruebas PCR, los expertos defienden la secuenciación genética como la mejor herramienta de control para esta subvariante y, por ende, de la pandemia.

(Sputnik)