Para empezar, no seremos tan osados como EEUU y sus medios de comunicación, al pretender prever cuáles serán los próximos movimientos del presidente ruso, pero tomando en cuenta que la primera tarea de Vladimir Putin dentro de la central de inteligencia de la URSS, la KGB, fue investigar todo lo que pudiese de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), se puede decir que Putin sabe lo que hace y hasta dónde puede llegar. 

En este capítulo de Entre Líneas la periodista Naile Manjarrés ofrece un recorrido por la vida del presidente ruso y algunos acontecimientos históricos en los que ha sido protagonista y que dejan en evidencia que su papel ha sido de todo, menos belicista. 

Ni actor ni solo un presidente: un soldado inteligente 

Putin fue soldado de comando especial durante la invasión nazi a la URSS y después se fue a construir vagones de metro. 

En 1975, Vladimir Putin comenzó su formación en una escuela del KGB, en Leningrado. Sus primeras misiones fueron de contraespionaje. 

En su autobiografía Putin asegura que allí estuvo realizando labores de inteligencia política «de rutina». Su misión principal era recopilar y analizar información sobre la OTAN, enemigo número uno de la Unión Soviética y del Bloque del Pacto de Varsovia. 

El 31 de diciembre de 1999 el presidente Borís Yeltsin nombró a Putin presidente interino del país y le entregó uno de los mayores símbolos del poder: el ‘maletín atómico’, enlace portátil con el mando de las fuerzas estratégicas misilísticas. 

«Cuide de Rusia», le dijo Yeltsin a Putin. 

Rusia sin Putin 

En el año 2000 Putin asumió su primer mandato al frente de la Federación de Rusia con una delicada situación económico social. El Estado se encontraba desintegrado por las políticas de privatización masiva. La economía era controlada por un pequeño grupo de empresarios cercanos al predecesor de Putin, Boris Yeltsin. 

Putin se propuso reubicar a Rusia como potencia mundial. Lo consolidó en 4 mandatos (el último no ha terminado) y desde hace 10 años el Banco Mundial tuvo que reconocer a Rusia como la sexta economía mundial en términos de paridad de poder adquisitivo, incremento de salarios reales, desaceleración de inflación y desendeudamiento. 

En el ámbito geopolítico, hoy los gasoductos que transportan fluido de Siberia a casi toda Europa son un aspecto central de las relaciones de Rusia con la comunidad europea. Así como, por supuesto, de los ataques de EEUU y su mecanismo de desintegración global y violación de Derechos Humanos: (OTAN). 

El primero en saber decir “no” 

La política exterior de Vladimir Putin se ha caracterizado por su pragmatismo. 

En los primeros dos años de gobierno comportándose como un recién llegado a la fiesta, tuvo cierto acercamiento a EEUU: tras el atentado del 11 de septiembre, en un primer momento Rusia no criticó la invasión a Afganistán y la entendió como el uso de la legítima defensa. Sin embargo, poco después el vínculo comenzó a resquebrajarse pues la doctrina de seguridad preventiva del entonces presidente de EEUU, George W. Bush, ya era un exceso, un despropósito que sufrirían y siguen sufriendo miles de personas en Oriente Medio. 

El rechazo ruso fue inminente y se mantiene desde entonces independientemente de quien ocupe la Casa Blanca. 

Posteriormente, en 2011, Rusia hizo lo propio frente a la destrucción de Libia y en cuanto a Siria desde un primer momento Rusia apoyó diplomáticamente al presidente Bashar Al Assad.  En 2015, este respaldo se convirtió en apoyo militar. 

Rusia actúa en dos bandas: con su ejército cuando se le solicita ayuda, y a lo interno del Consejo de Seguridad de la ONU, poniendo freno. 

En resumen, la labor de Putin en el escenario internacional durante 30 años ha sido de un reiterativo llamado a la contención y a la advertencia del surgimiento de grupos neonazis en Europa bien alineados a los sectores de derecha que han asumido el poder en distintos países los últimos años.  

En esta entrega de Entre Líneas presentamos sucesos que derriban cualquier cuento y que evidencian que Putin no necesita gritar para acentuar su negativa a participar en conflictos que se pueden evitar, pero que en esta oportunidad -bien sea por sus conocimientos de contrainteligencia o por su práctica de judo- practica el respeto hacia el adversario hasta el final, y esto también pasa por asumir y actuar.  

(LaIguana.TV)