La oprobiosa política pública de discriminación racial aplicada en Suráfrica, durante la mayor parte de su existencia como Estado soberano, fue derogada el 17 de junio de 1991. Su eliminación se logró gracias a la constante lucha de Nelson Mandela, abogado y activista político que lideró las rebeliones y protestas contra el sistema del apartheid (separación).
Aquel 17 de junio no hubo gran oposición en el Parlamento tricameral de Sudáfrica. Solo 38 legisladores del ultraderechista Partido Conservador se opusieron a la abolición de la Ley de clasificación de la población sudafricana en función de la raza, que dio pie para el fortalecimiento de la hegemonía de la minoría blanca sobre las razas negra, mestiza e india.
El apartheid fue instaurado por colonizadores ingleses y holandeses en territorio surafricano, y consistía en la división o separación de los diferentes grupos raciales, con el fin de privilegiar a la raza blanca dominante sobre los distintos grupos étnicos nativos.
Debido a esta imposición, por el apartheid que significa «separación» en el dialecto afrikáans, la comunidad negra no tenía derecho al sufragio, le estaba prohibida la posibilidad de ocupar posiciones en altos cargos públicos, no podía emprender negocios o empresas reservadas para los blancos, y, en general, tenían un tratamiento de ciudadanos de segunda clase con poco acceso a la educación, a la salud y al transporte público.
El apartheid estuvo vigente durante más de 40 años, pese a la presión internacional que sancionaba a Suráfrica con su exclusión de competencias internacionales como los juegos olímpicos, así como la permanente crítica en foros internacionales y la prohibición a pertenecer a los organismos internacionales de integración o del sistema de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Por su férrea oposición al injusto sistema impuesto, Mandela fue condenado a prisión donde permaneció 27 años, hasta que fue liberado en 1990 por el gobierno de Frederik Willem de Klerk. Debido a sus largos años en privación de libertad este reconocido surafricano se convirtió en símbolo de la resistencia, al tiempo que gracias a su activismo político y al apoyo internacional, logró impulsar las reformas constitucionales que ponían fin al apartheid y permitían la igualdad de derechos civiles y políticos entre blancos y negros.
Abogados y víctimas de este despiadado sistema racista denunciaron a las corporaciones que apoyaron a los regímenes de este sistema, como bancos alemanes y suizos, compañías como IBM, British Petroleum (BP), Rolls-Royce, Chevron Texaco, Coca Cola, Colgate-Palmolive, Exxon Mobil, Ford, General Electric, General Motors, entre otros.
El abogado Ed Fagan, quien realizó investigaciones sobre el apartheid sudafricano, señaló que el apoyo también vino desde otros gobiernos, entre los que se encuentra la administración del presidente estadounidense Ronald Reagan (1981-1989) y Margaret Thatcher en Gran Bretaña.
Por su parte, el 13 de noviembre de 1993 las fuerzas políticas en el país africano alcanzaron un acuerdo en el que se acordó instituir un régimen democrático no racial ni sexista, basado en el principio enarbolado por los luchadores negros, de » una persona, un voto». Ese año, Mandela recibió el Premio Nobel de la Paz.
Posteriormente, el 27 de abril de 1994 tienen lugar las elecciones donde resultó electo con casi 63% de los votos.
(AVN)