Este martes 24 de mayo, el filósofo y comunicador Miguel Ángel Pérez Pirela tuvo como invitado en su programa Desde Donde Sea al sociólogo descolonial Ramón Grosfoguel, catedrático de la Universidad de Berkley (Estados Unidos), quien ofreció una clase magistral acerca de los verdaderos motivos de la élite económica mundial para apostar a la destrucción de Europa en el marco de la guerra en Ucrania.

¿Cómo funciona el capitalismo financiero?

Para Grosfoguel, es importante tener en cuenta que el capitalismo financiero, que fusiona el capital bancario con el capital productivo, maneja grandes sumas de dinero que pone a circular siempre que sea rentable y en caso contrario, las destina a operaciones especulativas.

Esto contrasta con la ampliamente extendida noción de que los capitalistas son empresarios, pues en realidad se trata de conglomerados que controlan una cantidad enorme del mercado –lo que da cuenta de lo mucho que ha avanzado el proceso de concentración de capital– a través de las bolsas de valores.

Aunque es casi imposible darle nombres específicos a estas aglomeraciones, hay dos o tres conglomerados que cuando se examina su portafolio de inversiones, se descubre que están tras todas las grandes empresas del mundo: petróleo, industria farmacéutica, medios de comunicación, venta de armas, etcétera, apuntó el especialista.

Estos grupos, cuyos inversionistas permanecen convenientemente ocultos, son aquel 1 % que monopoliza y controla las inversiones, que maneja los hilos del Foro Económico de Davos y que decide programadamente cómo ha de ser el mundo en el que vivimos.

Los dilemas del capitalismo en su desarrollo histórico

Seguidamente, Grosfoguel presentó un recuento del desarrollo histórico del sistema-mundo capitalista, cuyos orígenes se remontan al siglo XVI, con el inicio de la expansión colonial hacia el actual continente americano, siguiendo las tesis del sociólogo estadounidense Immanuel Wallerstein.

En resumidas cuentas, desde la década de 1980, Wallerstein aseguraba que la hegemonía estadounidense caerá, que el sistema capitalista trocará su fin en el siglo XXI y que en la década del 2040 se produciría una bifurcación que acabaría con el reemplazo del capitalismo por otro sistema histórico.

Sus ideas empezaron a alcanzar notoriedad, no sin recelos, en el transcurso de la siguiente década, porque coincidieron con la expansión del imperialismo estadounidense y de la OTAN, así como de la entrada del capitalismo a Rusia tras la caída de la Unión Soviética.

En todo caso, Immanuel Wallerstein sostiene que al contrario de lo que establecen las narrativas clásicas marxistas y weberianas, si se mira con detenimiento, el feudalismo europeo entró en una crisis terminal en el siglo XV y la aristocracia feudal se expandió colonialmente hacia América y creó un nuevo sistema histórico para preservar sus privilegios.

En sus dichos, esto permitió que esas mismas familias se erigieran como los capitalistas en el orden histórico naciente, mucho más destructivo que su antecesor, con el agravante de que se hizo global a partir de la conquista y colonización de numerosos territorios.

Así las cosas, el sistema histórico global creado por la aristocracia feudal para salvarse a sí misma, fue dejando a su paso territorios periferializados con respecto a los centros de poder colonial-imperial de Europa occidental.

A modo ilustrativo, indicó que en un primer momento el lema era: «cristianízate o te mato», que se amparó en un supuesto discurso de salvación que sentó las bases para el racismo estructural-epistemológico y de los genocidios que caracterizaron a esos violentos procesos.

En el siglo XIX, comentó, esos discursos se secularizaron y el «cristianízate o te mato» se transformó en «civilízate o te mato». Este cambio de enunciado trajo aparejado un cambio en la lógica de dominación, pues mientras en el caso anterior regía la lógica espacial, en el discurso decimonónico que antagonizaba civilización frente a barbarie, se etiquetaba a los pueblos originarios de primitivos y se les imponía una dominación soportada en una lógica temporal.

En el siglo XX, el lema pasó a ser «desarróllate o te mato». Es decir, los pueblos empobrecidos fueron responsabilizados por las consecuencias del expolio histórico al que fueron sometidos y se les instruía un recetario de medidas para institucionalizar el despojo –esta vez, en manos de trasnacionales– que había que imponer a toda costa, so pena del uso de la fuerza, es decir, de golpes de Estado e invasiones armadas que acabaron en sangrientas dictaduras.

El sociólogo puntualizó que aparecido el siglo XXI se produjo otra transformación, pues el dilema se presenta actualmente entre el autoritarismo y la democracia occidental, al tiempo que el lema «democratízate o te mato» ha ocasionado la muerte directa de millones de personas en poco más de dos décadas.

El ecofascismo: plan de las élites para sobrevivir al capitalismo

De regreso a Wallerstein y al «momento de bifurcación» que proyecta en sus desarrollos teóricos, precisó que se presentarán dos salidas: la primera, similar a la que tomó la aristocracia feudal europea en el siglo XV que derivó en la construcción de un nuevo sistema histórico peor al capitalismo y la segunda, que los pueblos se organicen y den una respuesta política capaz de frenar esa agenda.

Desde el punto de vista de Grosfoguel, en el Foro de Davos y en otros conciliábulos donde convergen las élites globales se discuten los caminos que se han de transitar para sortear la crisis del capitalismo y consolidar un nuevo sistema histórico en el que ellos mantengan sus privilegios.

En favor de esta tesis recordó que estamos viendo en tiempo real la caída de la hegemonía estadounidense, porque se expresa en asuntos tan concretos como que la mayor parte de los países no ha acompañado a los Estados Unidos en su aventura guerrerista, en su respaldo al nazismo europeo y en la batería de sanciones impuestas a Rusia.

Del mismo modo, a su juicio, la hegemonía estadounidense acusa deficiencias en el ámbito tecnológico frente a China o Rusia, pues en las últimas décadas ha destinado trillones de dólares al financiamiento de guerras imperiales, en desmedro del desarrollo de tecnologías de punta.

Por ello, para Grosfoguel resulta transparente que la plutocracia mundial está al corriente de que en esta oportunidad, el capitalismo no será capaz de recomponerse eficazmente y debe encontrar una salida para sí misma.

En esto trabajan hace tiempo personajes como el millonario Bill Gates, quien ha dicho públicamente que el mundo atraviesa una crisis ecológica sin precedentes ocasionada por una supuesta superpoblación.

En su opinión, esta tesis, a la que denomina «ecofascismo», constituye una reedición de de las teorías malthusianas del siglo XIX, en las que se señalaba que las hambrunas y otras desgracias se debían al exceso de población, en lugar de apuntar hacia el sistema capitalista como causa última.

En consonancia con los planteamientos de Gates, señaló que la edición de 2020 del Foro de Davos se llamó «El nuevo comienzo» aborda los desafíos del cambio climático bajo este enfoque, como puede consultarse en los documentos disponibles.

Bill Gates ha hecho cálculos y estima que para que se alcance un balance ecológico debe haber, a lo sumo 2.000 millones de seres humanos, por lo que no es difícil concluir que el magnate es el vocero de ese 1 % que ya fragua planes para deshacerse de los más de 5.000 millones de seres humanos que, según ellos, sobra.

Sin embargo, para el catedrático, este movimiento biopolítico no parece haberse quedado solo en los planes y la pandemia de COVID-19 parece haber sido uno de los escalones necesarios para consolidar este plan de genocidio.

En ese orden destacó que con lo que ahora se sabe de la COVID-19, diversos analistas ya asumen que el virus fue una creación de los laboratorios del Pentágono, gracias a que se descubrió que los científicos estadounidenses asociados al Departamento de Defensa de Estados Unidos en Ucrania, experimentó con ese virus con fines bélicos.

Recordó, asimismo, que si bien en 2019 se inició una investigación en el Congreso estadounidense, Rusia mostró en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas las pruebas de los crímenes y los modus operandi que se usaron para esparcir la afección a través de aves.

De otro lado, refirió que científicos europeos advirtieron sobre los riesgos que entrañaba el hecho de que a partir de 2010, la Organización Mundial de la Salud dejó de ser financiada exclusivamente con fondos públicos y pasó a recibir dineros de millonarios como Bill Gates.

Este cambio trajo consigo que se alteraran los parámetros previamente utilizados para definir el alcance y los riesgos asociados a las pandemias y las epidemias, así como el tipo de respuesta que debía producirse en cada caso.

Según sus informes, en esta trama estaría implicado Anthony Fauci, considerado un experto en enfermedades infecciosas y cabeza de las políticas sanitarias de los Estados Unidos desde la década de 1980.

Concretamente, Fauci aseguró en 2017 en una conferencia pública que habría una pandemia antes de que Donald Trump terminara su período (2016-2020), a lo que se añade que en octubre de 2019 se realizó la simulación de una pandemia ocasionada por un coronavirus transmitido por un murciélago, del que participaron la Johns Hopkins University y la Fundación Bill Gates.

En criterio de Grosfoguel, vale la pena preguntarse qué sabían ellos, que el resto no, particularmente cuando son voceros del ecofascismo malthusiano, que experimentó abiertamente con ese y otros virus potencialmente letales en Ucrania.

En esta madeja, enfatizó, está implicado Hunter Biden, el hijo del actual presidente estadounidense, como demuestran los documentos que se encontraron en su computadora personal, que ya son del dominio público e inclusive han circulado en medios estadounidenses como The New York Times, que inicialmente prefirió decir que se trataba de «propaganda rusa».

Así las cosas, todo esto lleva a concluir que estas élites ya están advertidas de la magnitud de la crisis sistémica que atraviesa al sistema-mundo capitalista y por ello están procurando controlar a la población en una escala nunca antes experimentada por medio de métodos biotecnológicos.

Del ecofascismo a la guerra en Ucrania

En estas circunstancias, si se mira la guerra en Ucrania desde el lente ecofascista de las élites mundiales, el panorama comienza a despejarse, pues aunque había indicios de que la OTAN confrontaría a Rusia en el futuro cercano, la posición de Europa no tendría que ser la que es en este momento, apuntó Grosfoguel.

A su parecer, la destrucción de Europa fue la condición de posibilidad del capital financiero estadounidense para protegerse de la inevitable debacle del capitalismo y la guerra en Ucrania aparece como un pretexto para garantizar que Europa y Rusia desaparezcan del mapa geopolítico y solo sobrevivan como potencias Estados Unidos y China

Desde este ángulo, el objetivo de ese 1 % es que se destruya la base económica de una de las regiones más ricas del mundo, que además está densamente poblada, para cumplir con una parte del exterminio programado de una porción de la humanidad que defiende el ecofascismo.

Otra de las piezas fundamentales en esta transición hacia el nuevo sistema histórico son las plataformas virtuales controladas por las grandes compañías tecnológicas de Silicon Valley, que durante la pandemia lograron enriquecerse todavía más mientras el resto del mundo se hundía.

Este nuevo sistema histórico, según propone el exministro de economía griego Yanis Varoufakis, podría denominarse tecnofeudalismo, porque las plataformas de internet viven de rentas y reemplazan el concepto de mercado propio del capitalismo.

De otra parte, la la guerra en Ucrania ha ocasionado una elevación de la inflación en todo el mundo que promete efectos similares a los que produjo la crisis económica asociada a la COVID-19: hacer desaparecer negocios pequeños y medianos, al tiempo que las plataformas virtualizadas logran copar los espacios dejados por las empresas quebradas.

¿Se puede hacer algo para frenar al ecofascismo?

Para cerrar, Ramón Grosfoguel advirtió que este movimiento no es ni por mucho el último episodio, puesto que el capitalismo está en crisis terminal en tanto que sus mecanismos de reproducción que llegaron a sus límites, como agudamente señalara Wallerstein tres décadas atrás.

Así las cosas, el dilema único es si las élites logran consolidar su modelo histórico, que pinta mucho peor que el propio capitalismo, o los pueblos se movilizan para desmontar esa agenda y consolidar la suya.

Esta lectura, insistió, no puede hacerse desde los conceptos con los que se describió el capitalismo clásico, pues resultaría ilógico que la plutocracia atentara contra sus propios intereses y ello impediría advertir que quien maneja los hilos de este macabro juego del ecofascismo son las élites mundiales.

Del otro lado del tablero, frente a la irracionalidad suicida del sistema, los pueblos organizados pueden ofrecer una argumentos sólidos que permitan aglutinar a las grandes mayorías en torno a la construcción de un sistema planetario que reivindique la vida, pues la contradicción capital-vida en este momento subsume a la contradicción capital-trabajo.

Esos planes distópicos globales muestran la contradicción del imperio en decadencia, la disputa entre el mundo unipolar y el mundo multipolar y la apuesta de los plutócratas globales para crear un sistema histórico que reemplace al capitalismo en crisis, concluyó.

(LaIguana.TV)