Cada una de las crisis que estamos viviendo y viviremos en diversas partes del mundo fueron pre avisadas y alertadas por los científicos, por investigadores y por figuras y movimientos progresistas, nos guste o no, de izquierda y por supuesto, por los fondos de inversión desde su mirada de buitres durante los últimos 20 años.

Quienes decidieron hacer algo al respecto, pero no necesariamente a favor, empezaron especialmente durante la crisis de 2008: por un lado metieron la mano en el sistema mundial de los alimentos y por el otro se lanzaron al agua. 

El proyecto

En 2020 mientras estábamos bien confinados a causa de las medidas de bioseguridad ligadas a la pandemia de Covid-19, se supo: el derecho de uso del agua comenzó a cotizar en el mercado de futuros de Wall Street. Es decir, los inversionistas ya podían apostar sobre la escasez o abundancia del agua para un futuro cercano – tan cercano como 2021 y este 2022 que apenas va por la mitad -. 

Para ese momento se indicó que esto impactaba sólo directamente a EE.UU, específicamente al estado de California y permitiría regular el precio y cotización del agua en cuanto al uso industrial y agrícola. Primero sueltan el proyecto, el tanteo a la opinión pública y lo demás ya es parte de historia que se escribe justo ahora y cuyos datos son abordados en una nueva entrega de Entre Líneas.

No solo hambrientos, también sedientos 

Hoy el mundo está muy atento a la crisis energética y de alimentos que padecerá Europa producto de sus sanciones contra Rusia desde febrero pasado, pero los “Juegos del hambre” – no precisamente rusos – se celebran desde varios frentes: mientras los “líderes occidentales” hacen mucho ruido sancionando y fracasando, en silencio, la banca prácticamente compró el agua de todos.

Goldman Sachs, JP Morgan Chase, Citigroup y otros están consolidando su control sobre el agua de todo el planeta. Los datos los aportan muchos investigadores y medios de comunicación, pero destacaremos a la fundación Censat.org radicada en Colombia.

En el negocio también se encuentra la familia del ex presidente de EE.UU y genocida George W. Bush y un par de magnates estadounidenses, chinos y filipinos. Compran hectáreas de tierra con acuíferos, lagos, derechos y concesiones, y acciones en empresas hidroeléctricas. La familia de Bush compró 300.000 acres en el acuífero más grande de Sudamérica y del mundo: el acuífero Guaraní, y eso es grave.

En detalle, en 2006 – bajo la mampara de un viaje a Paraguay para el grupo infantil de la UNICEF – Jenna Bush habría comprado 98.840 acres de tierra en Chaco, Paraguay, cerca de la Triple Frontera  entre Bolivia, Brasil y Paraguay. Esta tierra está cerca de los 200,000 acres comprados por su abuelo y también ex presidente de EEUU, un año antes.

La banca en todo el mundo también hace lo propio y algunos gobiernos les facilitan el trabajo de limitar el acceso libre de los ciudadanos a reservorios de agua. ¿De qué se está apropiando? de todo: de los derechos de aprovechar las aguas subterráneas, acuíferos y los ríos; de proyectos de desalinización y purificación; de las tecnologías de tratamiento riego y perforación de pozos; de las empresas de servicios públicos de saneamiento del agua en países cuyos gobiernos oportunistas y cortoplacistas lo permiten; del mantenimiento y construcción de la infraestructura de suministro de agua y de las cadenas de producción y distribución de las botellas que compramos en cada esquina.

(LaIguana.TV)