La lengua de los gatos y su tacto rasposo son mundialmente conocidos por todos aquellos amantes de estos animales. Es una parte muy característica, además de fundamental, ya que no solo cumple una función gustativa, si no que forma parte del proceso de acicalado de estos felinos y otra relacionada con la alimentación. Pero, ¿te has preguntado alguna vez si tienen los mismos gustos que nosotros? 

“La parte superior está cubierta de papilas, en el caso de los gatos, las llamadas filiformes son las más conocidas, ya que son las que parecen ‘minipúas’, que le dan a la lengua del gato esa característica tan especial y rasposa”, explica Mireia Berenguer, especialista en conducta felina por la Sociedad Internacional de Medicina Felina (ISFM por sus siglas en inglés) y educadora canina en Kireba. 

La experta detalla que los gatos cuentan con 470 papilas gustativas, que comparando con los perros (unas 2.000) y con los humanos (9.000) no son muchas. Sin embargo, Berenguer señala que “su afinado sentido del olfato contribuye a la detección del sabor, compensando esta menor cantidad de papilas gustativas”. 

Nuestros pequeños felinos son capaces de distinguir sabores ácidos, salados, amargos y el unami. “Se cree que la detección del amargo es importante para detectar secreciones tóxicas de las presas (ya sea de los ácidos biliares o de anfibios), lo que también podría estar asociado al rechazo de alimentos amargos en general”, añade la especialista en conducta felina. 

“También pueden detectar aminoácidos (componente básico de las proteínas), lo que les ayuda a distinguir la calidad nutricional de los alimentos”, cuenta. “Además, tienen receptores sensibles al agua, pudiendo saborearla y notar sabores amargos o ácidos en ella, por ello puede ser que prefieran el agua fresca del grifo”. 

Sin embargo, estos mininos no son capaces de detectar el sabor dulce de los alimentos. Según la experta, al considerarse el gato como un carnívoro obligado, no tiene sentido para su dieta que posea ese tipo de receptores. “Si le ofreciéramos un cuenco con agua dulce y otro con agua normal, beberían indistintamente, mientras que humanos o perros preferiríamos la que tiene azúcar”, afirma. 

“La sensibilidad en la recepción de los sabores es mejor cuando los alimentos están a 30º, que es la temperatura de la lengua. Esto puede ayudar a gatos con poco apetito a comer mejor, por ejemplo”, aconseja Berenguer. 

Preferencias alimentarias antes de nacer 

La especialista también explica algo que le sonará nuevo a muchos: “Se considera que la alimentación de la madre, tanto durante el embarazo como durante la lactancia, puede influir en las preferencias de los sabores de los cachorros cuando crezcan”. 

“La información se transmite a través de la placenta y de la leche y se considera que es un mecanismo adaptativo para que los cachorros prefieran los alimentos conocidos como seguros”, añade. 

De hecho, el que crezcan alimentándose con un tipo de comida u otra hace que desarrollen preferencias por los alimentos conocidos, como Bradshaw detectó en un estudio en el que gatos callejeros rechazaban la comida seca mientras que gatos caseros rechazaban la cruda. 

“Obviamente, el aprendizaje juega un papel importante, pero esta exposición antes de nacer tiene un fuerte impacto del mismo modo que sucede en otros ámbitos como el estrés prenatal”, asegura la especialista en conducta felina. 

Pero entonces, ¿por qué los gatos prefieren una comida u otra? Según Berenguar, este hecho depende de las diferencias individuales de cada gato como la familiaridad, la costumbre e incluso se cree que podría haber un factor genético que influyera en estas preferencias individuales. 

“También depende de la palatabilidad de cada alimento, es decir, cuánto de rico sabe, lo que depende del olor, la temperatura, el contenido nutricional e incluso de la forma y textura”, concluye. 

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