Desde Moscú han advertido en varias ocasiones sobre las consecuencias del tope de precios del gas natural, situación que aumentaría la inestabilidad del mercado. Como destacó el presidente ruso, Vladímir Putin, «el gas no es una mercancía, como los relojes, la ropa interior o las corbatas, que se puede construir o bombear y luego almacenarse en cualquier parte». 

Un límite al precio del gas «llevará a la degradación de los mercados» 

Un tope de los precios del gas natural no puede sino conducir a la desestabilización del mercado y provocar una mayor incertidumbre, manifestó el embajador para misiones especiales del Ministerio de Exteriores de Rusia y secretario general del Foro de Países Exportadores de Gas (FPEG), Yuri Sentiurin

«Puede existir una variedad de ideas locas sobre este asunto, estas definitivamente no son medidas que puedan clasificarse como medidas de mercado», declaró a Sputnik. 

«Se trata de instrumentos contrarios al mercado. En mi opinión, todo esto llevará a la desagradable consecuencia de la degradación de los mercados«, destacó. 

Mientras tanto, el pasado 19 de diciembre, los ministros de Energía de la UE ya acordaron un mecanismo de corrección del mercado que introduce un tope al precio del gas de 180 euros por megavatio hora (MWh). El mecanismo se activará si el precio del mes en el mercado holandés de futuros (TTF) supera los 180 euros por MWh durante tres días hábiles o si el precio TTF del mes siguiente es 35 euros superior al precio de referencia del GNL en los mercados globales para los mismos tres días hábiles. 

¿Cómo se determinan los precios del gas natural?  

En circunstancias habituales y en condiciones de mercado, los precios del gas natural están aproximadamente vinculados a los del petróleo y otras fuentes de energía y calefacción, como el carbón. Normalmente, cuando el precio del petróleo sube o baja, el del gas natural le sigue, aunque a menudo con un desfase de entre uno y seis meses. La correlación es mayor en algunos mercados, por ejemplo, como Europa, en comparación de otros, como Estados Unidos. 

La demanda de gas también se ve afectada por otros factores, entre los que se incluyen: 

El clima. Cuanto más bajas y frías son las temperaturas estacionales, más gas natural se utiliza, lo que significa una mayor demanda.  

La actividad económica. Por ejemplo, el consumo mundial de gas cayó de 3,9 billones de metros cúbicos en 2019 a 3,84 billones de metros cúbicos en 2020 por la desaceleración económica causada por las restricciones del coronavirus, esto antes de aumentar en 2021 a más de 4,03 billones de metros cúbicos a medida que las economías se abrieron de nuevo y tanto Europa como Asia aumentaron la competencia por los suministros limitados. 

Fuentes alternativas de energía. En Europa, el gas natural se utiliza para generar electricidad (26%), producir energía para la industria (23%) y calentar edificios (la mayor parte del resto). A medida que vayan apareciendo alternativas al gas (solar, eólica, hidráulica, biomasa, geotérmica), la proporción de este hidrocarburo en el balance energético global podría disminuir, aunque los valores absolutos no suelen hacerlo porque el consumo global de energía tiende a aumentar año tras año y década tras década. Los peores resultados de lo esperado de las fuentes de energía alternativas en 2021, a causa del tiempo nublado y los vientos débiles, demostraron que no son la panacea de la energía verde que algunos funcionarios esperaban y que los hidrocarburos tradicionales probablemente seguirán siendo un pilar de la humanidad hasta bien entrado el siglo XXII, a menos que se desarrolle rápidamente y se adopte de forma generalizada alguna tecnología de generación de energía de vanguardia, como la energía de fusión. 

Capacidad de almacenamiento. Almacenar gas natural es mucho más difícil que almacenar otros hidrocarburos, como el petróleo y el carbón. Entre el 80% y el 90% del gas natural de la UE se almacena en instalaciones subterráneas especiales y presurizadas como yacimientos agotados de petróleo y gas, acuíferos o cavernas de sal. La UE cuenta con más de 250 instalaciones de almacenamiento de gas y, en circunstancias normales, la mayoría de los miembros del bloque exigen que al menos el 15% de las necesidades energéticas del país estén disponibles en forma de reservas. Es así que cuanto menor sea la capacidad de almacenamiento de un país o cuanto más tiempo espere para rellenar las reservas agotadas mientras los precios bajan, normalmente en los meses de primavera y verano, mayor será el precio que se vea obligado a pagar en invierno y se dispare la demanda. 

La oferta y la demanda. Como la mayoría de las demás fuentes de energía, el gas natural es un recurso agotable, lo que significa que su oferta no es ilimitada. A medida que se descubren, explotan o agotan nuevos yacimientos de gas natural, los mercados reaccionan y los precios fluctúan al alza o a la baja. 

Intervención artificial. La geopolítica también puede desempeñar un papel importante, como han demostrado los acontecimientos de este año. Si un importante proveedor de gas natural deja de estar disponible por algún motivo —si, por ejemplo, la UE impone restricciones a las entregas de gas ruso—, los precios suben. Si se ocupan los yacimientos de gas de un país y se destruyen o dañan las infraestructuras de producción —por ejemplo, la ocupación estadounidense del noreste de Siria—, los precios suben. 

Rusia es el segundo productor mundial de gas natural, produce más de 700.000 millones de metros cúbicos de gas al año y exportó más de 200.000 millones de metros cúbicos en 2021. Cuando una intervención artificial y politizada provoque un descenso significativo de las exportaciones de gas ruso, los precios subirán y los proveedores alternativos, como EEUU, se abrirán paso en el mercado y venderán a los europeos su gas natural licuado derivado de la fracturación hidráulica por «tres o cuatro veces» más de lo que se obliga a pagar a los consumidores estadounidenses, denunció el presidente de Francia, Emmanuel Macron.  

Los precios al contado del gas vs. los contratos a largo plazo 

Hay dos métodos principales para fijar los precios del gas natural: depender de los precios del mercado al contado, que pueden fluctuar mucho según el mes, la semana, el día o incluso la hora, o depender de los contratos a largo plazo, que se negocian entre países y pueden firmarse durante años o incluso décadas. 

Hasta la década del 2000, los precios del gas en Europa se fijaban en gran medida mediante contratos a largo plazo vinculados a los precios del petróleo. A medida que la demanda y los precios de las materias primas cambiaba, y se disponía de más y más fuentes alternativas de suministro, también lo hizo la perspectiva de algunos países sobre los contratos a largo plazo con compradores que esperaban aprovechar un exceso de oferta en el mercado para comprar gas barato. En 2021, estas esperanzas se desvanecieron y la AIE (Agencia Internacional de la Energía) calculó que la UE pagó unos 30.000 millones de dólares demás gracias a la dependencia de los precios al contado de lo que habría pagado utilizando contratos a largo plazo. 

El gigante ruso Gazprom, que hasta la escalada de la crisis en Ucrania había suministrado a la UE hasta el 40% de su gas natural, tiene una conocida inclinación por los contratos a largo plazo, ya que ello significa más estabilidad y posibilidad de planificar con antelación la realización de inversiones costosas como el desarrollo de nuevos yacimientos de gas, infraestructuras de gasoductos y almacenamiento. Por ejemplo, la construcción de la red Nord Stream, que aumentó la energía rusa disponible para Europa en unos 110.000 millones de metros cúbicos, le costó a Gazprom y sus socios más de 20.000 millones de dólares, un gasto más fácil de asumir cuando se cuenta con socios dispuestos a firmar contratos a largo plazo. 

¿Por qué es valioso el gas natural?  

El gas natural es el más limpio de los combustibles fósiles y, junto con la energía nuclear, una de las fuentes tradicionales de energía más limpias que dispone hoy la humanidad. El carbón de antracita produce unas 228 libras de CO2 por millón de unidades térmicas británicas (Btus), el gasóleo 161 libras, la gasolina 157 libras y el propano 139 libras. El gas natural, por su parte, genera solo 117 libras de CO2 por millón de Btus. Esta fuente de energía puede ser más contaminante, sobre todo si se obtiene mediante técnicas como la fracturación hidráulica. Sin embargo, si se utiliza la perforación de pozos convencional, es por mucho el menos contaminante de todos los combustibles fósiles. 

Hasta el recrudecimiento de la crisis ucraniana en febrero, el gas natural era una de las fuentes de energía más fiables para Europa porque la enorme red de gasoductos, tanto marítimos como terrestres junto con las terminales de GNL, representaban casi 13.700 petajulios (1 petajulio = 278 gigavatios hora) de energía, o el 24% de la energía bruta disponible total de la región, en 2020. 

La actual situación en el mercado energético ya ha provocado una contracción de los precios y el suministro de energía en Europa que no se veía desde el embargo petrolero árabe de los años 70. Esto tuvo diversas consecuencias desagradables para los europeos de a pie y se refleja en los costos escandalosamente altos de la calefacción y el agua caliente, así como el encarecimiento del combustible para vehículos, pasando por un aumento de los precios de los alimentos y una inflación acelerada. 

Mucho más graves pueden ser las consecuencias a largo plazo del acuerdo sobre el límite del precio del gas, que podrían incluir la desindustrialización de la UE a medida que los fabricantes acudan a regiones donde la energía es más barata. El mandatario ruso, Vladímir Putin, ya advirtió en mayo que un rechazo politizado del petróleo y el gas natural ruso por parte de los europeos constituiría un suicidio económico. 

(Sputnik)