Aunque el próximo invierno boreal podría suponer un serio desafío para las economías de la Unión Europea (UE) que están sustituyendo las fuentes de energía de Rusia, el problema mayor será la reconstrucción de la competitividad de la región en los próximos 10 años, declaró a Sputnik el economista francés Jacques Sapir.
El boicot al gas barato de Rusia distribuido por gasoducto tras el inicio de la operación militar especial rusa tuvo un precio para Europa, dado que los gasoductos son la forma más rentable de transportar los hidrocarburos y son difíciles de sustituir rápidamente.
A pesar de que el continente logró superar este invierno boreal hasta con precios disparados a la electricidad, todavía quedan muchas dudas sobre la posibilidad de que la economía europea ya esté fuera de peligro.
«En cuanto a lo que ocurrió en el invierno [boreal] de 2022, es cierto que los países europeos no tenían capacidad para sustituir todo el gas ruso por gas natural licuado [GNL] porque el número de estaciones de GNL, también conocidas como estaciones de regasificación, en diferentes puertos de países europeos simplemente no era suficiente para sustituir todo el gas ruso», afirmó Sapir a este medio.
Pero el combustible ruso, continuó, no se detuvo de golpe, e incluso ahora sigue llegando a Europa. Así que, en opinión del analista, la necesidad de sustituir el gas por GNL y de construir nuevas estaciones de regasificación no fue un gran problema solo por una sola razón: este invierno boreal había sido especialmente suave.
«Pero si el próximo invierno [boreal] o el de 2024 será duro, entonces habrá un problema serio, porque la sustitución completa del gas ruso por el GNL llevará unos tres o cuatro años», apuntó Sapir.
Europa dependía cada vez más del gas ruso desde la década de 1960. En 1967, el gasoducto Bratstvo (la Hermandad), procedente de la Unión Soviética, se conectó con la infraestructura gasística de Checoslovaquia. En 1968, la URSS inició su suministro a Europa occidental tras la firma de un contrato con la compañía de producción y refinería de petróleo austriaca OMV.
Con el tiempo, la energía barata rusa se convirtió en un motor para las economías europeas, especialmente Alemania, que decidió cerrar sus centrales nucleares y sustituirlas mayoritariamente por gas.
Las sanciones energéticas occidentales contra Rusia sacudieron de raíz todo el modelo energético de los países europeos y el simple hecho de tener que sustituir el gas ruso por GNL hizo que los costes se dispararan entre un 20 y un 30%, según Sapir. Un informe del Instituto Bruegel indica que los países de la UE tuvieron que gastar unos 800.000 millones de euros en 2022 para proteger a hogares y consumidores de la subida de los precios de la energía derivada de las medidas antirrusas.
En este sentido, el experto cree que es crucial decir que no será un problema de costes. Si la UE tiene que volver a gastar tanto para los próximos dos inviernos, lo hará y «es probable que el Banco Central Europeo aporte ese dinero». Todo eso se convertirá, en palabras del economista, en un enorme problema para el gasto público y los presupuestos, además de que el nivel de deuda será alto.
Pero el desafío principal es cómo restaurar y reconstruir la competitividad europea en 10 años, porque los costes de entrada son mucho más altos ahora, especialmente para el petróleo y el gas, considera el analista. Sobre todo, con otros países, como China y la India, comprando petróleo a Rusia a un precio muy reducido, el problema de la competitividad «será muy serio».
Europa, como actor económico mundial, empezó a perder peso frente a EEUU, China y otros actores incluso antes de la crisis ucraniana: la cuota del continente en el Producto Interno Bruto (PIB) mundial alcanzaba el 36% en sus mejores tiempos, mientras que en 2020 se había reducido al 15%.
Según Sapir, el declive real de Europa comenzó en la década de 2010 y estuvo vinculado a las decisiones industriales tomadas por diferentes países, y también al hecho de que Alemania «bombeara el consumo» e «impusiera a estos países algunas medidas bastante radicales sobre el ajuste presupuestario», lo que llevó a una serie de crisis en Grecia, España e Italia.
Otro problema fue el impacto del COVID-19 en las economías europeas, que las perjudicó más que a EEUU o China. Ahora, incluso Alemania se encuentra entre la espada y la pared. El país entró en recesión técnica, con un PIB del -0,5% en el último trimestre de 2022 y del -0,3% en el primero de este año.
«Ahora los políticos europeos se enfrentan a unas decisiones muy difíciles: cómo restaurar la competitividad de sus países, cómo hacerlo sin sacudir considerablemente la estructura de la UE. No podemos conocer las soluciones a estos problemas, pero hay que encontrarlas en los próximos cinco o 10 años, o la UE desaparecerá progresivamente como actor principal en la economía mundial», concluyó el economista francés.
(Sputnik)