El referendo consultivo vinculante sobre la Guayana Esequiba tiene un significado que todavía no se ha calibrado debidamente. En el futuro tendrá que ser valorado como un acto que reivindicó, de manera simultánea, dos de las dimensiones fundamentales de la soberanía: el ánimo de dominio sobre el territorio y la autodeterminación ejercida a través de la voluntad mayoritaria.

Cuando se  busca el significado esencial de esta palabra (soberanía) se encuentran esas dos vertientes. Un Estado es soberano si puede disponer de su espacio material y de los recursos que este contenga; el pueblo de ese Estado es soberano si puede decidir por sí solo el rumbo que ha de seguir.

El referendo del 3D abarcó ambos conceptos y por eso ha dejado sumidos en el desconcierto a los factores del poder hegemónico capitalista que son enemigos, por naturaleza, de la soberanía de los países del Sur global, en ambas dimensiones del concepto: no reconocen los derechos territoriales de los Estados que esas potencias mantienen bajo su dominio, ni admiten el derecho de los pueblos de esas naciones a conducirse independientemente.

En suma, esto de activar una consulta popular sobre un reclamo territorial es un doble desafío que la modesta República Bolivariana de Venezuela le ha planteado al complejo de poder global. Con ese gesto político ha cuestionado el derecho omnímodo que las élites se han arrogado de disponer de territorios y riquezas de terceros y de imponerles las formas de gobierno o los líderes que se amolden a sus apetencias.

Estados Unidos, la Unión Europea, la corporatocracia planetaria y las subordinadas oligarquías locales saben que del ejercicio de esas atribuciones usurpadas (mediante una versión torcida de la democracia) depende en buena medida la preservación de su poder. En la medida en que los Estados sojuzgados se rebelen, exijan ejercer la soberanía sobre sus territorios y recursos naturales; y, en la medida también en que se resistan a aceptar imposiciones de presidentes peleles o falsos gobiernos, será más complicado para esas clases dominantes mantener sus privilegios.

Tomar conciencia de esto permite entender el rango desproporcionado de la respuesta que el poder imperial está dando a esa especie de jugada de dobleplay que fue el referendo.

No es de extrañar que apenas unos días después de la consulta popular, el Comando Sur esté mostrando sus músculos armamentistas en el territorio reclamado por Venezuela, en un típico gesto de quien se presenta como policía del mundo, pero que es en realidad la guardia pretoriana de las corporaciones globales.

Tampoco es de extrañar que el Reino Unido, causante histórico de esta y de muchas otras controversias territoriales, esté creando el clima para sumarse a una intervención violenta, con la excusa de defender a Guyana, la excolonia a la que dejaron, en 1966, con la triste herencia de ostentar el control sobre 159 mil 500 kilómetros cuadrados de territorio que no le pertenecen porque fueron robados a Venezuela.

Enemigos de la soberanía verdadera

El debate sustantivo que propicia el referendo sobre el territorio esequibano es, entonces, entre quienes defienden la soberanía en su doble y entreverada dimensión y quienes se oponen a ella, aunque por conveniencia política traten de presentarse como lo contrario.

 Es en este contexto donde se inscriben las ideas que exponen abiertamente o apenas dejan entrever figuras de la derecha como María Corina Machado, sintonizada al milímetro (por orígenes de clase social) con los enfoques de las élites imperiales y corporatocráticas. 

Ella estuvo en contra del referendo bajo el fariseo lema de que la soberanía no se consulta, sino se ejerce, una frase que podría ser considerada como de línea dura nacionalista, de no ser porque sirve a los intereses de la empresa trasnacional que ha pisoteado la soberanía venezolana, la compañía gringa ExxonMobil, que financia al gobierno guyanés y, según el Ministerio Público, también a sectores opositores venezolanos, incluyendo a la dama en cuestión.

Mal puede ejercer ella la soberanía venezolana si tiene esos lazos non sanctos con la petrolera que está saqueando nuestros recursos en aguas sin delimitar en el Atlántico venezolano.

En su slogan marketinero subyace también el resquemor que la oposición ultraderechista siente por el otro campo de la soberanía: el voto popular, que en el caso venezolano va más allá, y se expresa en el desiderátum constitucional de participación y protagonismo.

Para Machado (igual que para casi todo el antichavismo) la vía electoral solo ha sido válida en los casos en que ese sector ha ganado (referendo de 2007, parlamentarias de 2015, alcaldías, gobernaciones) o cuando la misma oposición ha organizado comicios internos. El resto de las elecciones y referendos que se han llevado a cabo en los últimos 25 años son considerados fraudulentos o artificiosos.

Esa vía electoral era válida en la vieja democracia puntofijista, pues estaba sostenida en un complejo tinglado de cúpulas políticas, empresariales y religiosas que se encargaba de las decisiones realmente trascendentales, mientras el colectivo era apenas un actor coral que avalaba el juego con un voto de alcances muy limitados y no pocas veces adulterado por las mismas organizaciones partidistas.

Es un hecho histórico verificable que fue a partir del ascenso al poder del comandante Hugo Chávez cuando en Venezuela comenzó a emplearse el recurso referendario para temas de interés nacional. Desde entonces ha habido siete procesos de consulta de ese nivel, lo que daría un promedio de uno cada tres años y medio, aproximadamente:

-Referendo sobre la propuesta de convocar una Asamblea Nacional Constituyente (1999).

-Referendo para aprobar el texto de la nueva Constitución (1999).

-Referendo sobre la renovación de las autoridades sindicales (2000).

-Referendo revocatorio del mandato presidencial (2004).

-Referendo sobre la reforma constitucional (2007).

-Referendo sobre la enmienda constitucional (2009).

-Referendo consultivo sobre el territorio de la Guayana Esequiba (2023).

La derecha se opuso, de entrada, al primero de ellos, con el argumento de que no existía la figura del referendo en la Carta Magna vigente, la de 1961. La derecha votó NO en la consulta sobre la nueva Constitución; en el referendo sindical y en el de la enmienda. Solo se aferró a la figura cuando pretendió revocar el mandato de Chávez y cuando logró evitar la reforma constitucional.
En la coyuntura actual, ese sector estuvo en desacuerdo con el referendo del Esequibo, pero una parte de las fuerzas políticas opositoras entendió que no podía llegar al extremo de llamar al voto negativo. A lo más que se atrevieron fue a lanzar la ladina línea del “libre albedrío”, mediante la cual la ajada dirigencia de la Plataforma Unitaria se lavó las manos.

Machado, en cambio, sí exigió la suspensión del referendo, coincidiendo totalmente con la posición que Guyana llevó a la Corte Internacional de Justicia y que esta rechazó, no sin dar primero unos cuantos giros salomónicos destinados a no disgustar demasiado a los dueños de ese tribunal mundial. Esa concordancia Machado-Guyana es el producto de una visión compartida del poder global y sus franquicias en cada país.

Cuando Machado expresa que el referendo fue “inútil y dañino” no hace otra cosa que exponer el punto de vista de las fuerzas que pugnan a escala geopolítica por seguir siendo hegemónicas. Y, adicionalmente, plantea cuál es la visión de un ancho espectro de la derecha acerca de la participación ciudadana en la toma de decisiones.

Para las élites, el populacho es un invitado indeseable cuando se trata de decidir sobre asuntos que implican jugosos negocios transnacionales.

La reacción: el mundo al revés

La impostura de los conceptos de democracia, libertad y derechos humanos en el actual orden mundial queda en evidencia a cada paso. Y la reacción ante el referendo consultivo venezolano es una muestra muy notable.

Los gobiernos de eso que se ha llamado últimamente “el occidente colectivo” han presentado una consulta popular como un acto de guerra, una provocación belicista, una violación flagrante al derecho internacional. ¿En qué universo eso tiene coherencia? Pues en el mismo que considera legal y pacífico que un país otorgue concesiones petroleras en un espacio marítimo que ni siquiera está cerca de ser delimitado, pues ello depende de que primero sea resuelto el litigio sobre el territorio continental en disputa.

Y una vez presentado el referendo como si fuese un bombardeo, el poderoso aparato armado de Estados Unidos se siente autorizado a protagonizar actos de exhibicionismo militarista en tierras que legítimamente pertenecen a Venezuela. Dos siglos después de la proclamación de la Doctrina Monroe, el ya decadente imperio gringo intenta, de forma arrogante, demostrar que sigue siendo el dueño del continente todo.

La hipócrita diplomacia estadounidense exige a Venezuela que deje de tomar acciones que agraven la confrontación, cuando es una empresa con casa matriz en Estados Unidos la que, a la vida de todos, ha atizado el conflicto. Es la misma nación que en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, veta una resolución de alto el fuego en Gaza.

Estados Unidos, el país que, para vergüenza histórica nuestra, fue el encargado de “representar” a Venezuela en el Laudo Arbitral de 1899, pretende reivindicar la vigencia de ese deplorable fraude y darle clases a Venezuela de respeto a la integridad territorial de sus vecinos y acerca de la preservación de los pueblos originarios. Es, por si alguien no lo sabe, el mismo país que se apoderó de 55 % de México, el mismo que exterminó a la población aborigen para apoderarse de sus territorios, un genocidio estimado en más de 12 millones de seres humanos.

La pelea por determinar quién es el más cínico se plantea muy fuerte entre los funcionarios estadounidenses y los británicos. El Reino Unido, cuya terrofagia y desmedida afición por el pillaje son la causa de tantos conflictos limítrofes en todas partes del mundo, tiene la desfachatez de erigirse en crítico de Venezuela porque hizo un referendo en torno al reclamo del Esequibo.

[Solamente en este lado del mundo, el imperio británico dejó otras dos disputas limítrofes: la de las islas Malvinas, que vulnera la soberanía de Argentina, y la de Belice, producto del despojo a Guatemala. Pero si de desarreglos graves causados por el colonialismo inglés hablamos, la herida abierta (hoy más que nunca) de Palestina, es una de ellas, Y si nos referimos a conflictos latentes, el de Cachemira, entre India y Pakistán es uno que tiene, incluso, perfiles nucleares. Pero esos son otros temas].

Los respingados funcionarios británicos, como David Cameron (ministro de Asuntos Exteriores, exprimer ministro), ni siquiera se consideran obligados a respetar una verdad histórica todavía fresca: que fue el Reino Unido el firmante principal, junto a Venezuela, del Acuerdo de Ginebra, en 1966 (Guyana estaba por nacer, y por eso también suscribió el documento, pero la contraparte principal de Caracas fue Londres). Ese acuerdo reconoce la pertinencia de negociar una solución aceptable para ambas partes, lo que fue una admisión implícita del carácter nefasto del Laudo de París.

Sea por ignorancia propia o por querer aprovechar la ignorancia ajena, lo cierto es que los voceros de Reino Unido pretenden dictar cátedra de respeto al derecho internacional, mientras arrastran una larguísima historia de saqueos, piratería y rapiña en toda la extensión del planeta.

La proclamación gringa de Maricori

Corolario de esta reflexión respecto a la soberanía y sus dos dimensiones fundamentales, viene a ser la noticia de que un grupo de congresistas estadounidenses ha proclamado formalmente a Machado como la candidata presidencial de la oposición.

De inmediato, con una sonrisa de oreja a oreja, la ungida agradeció la deferencia de los parlamentarios, en lo que parece ser para ella un acto que termina de otorgarle indiscutible legitimidad como la abanderada del oposicionismo  en Venezuela

Es una demostración de que el vasallaje, cuando no tiene contención, llega a unos niveles tan caricaturescos que provocaría reír a carcajadas, si no fuese también una reedición del peor pitiyanquismo, ese que antes fue subordinación al imperio británico y antes, fue apoyo al colonialismo español.

Es una nueva evidencia de la aversión de la derecha criolla por la soberanía nacional, tanto en su aspecto territorial como en el de la autodeterminación. Una aversión secular que ahora se nos vende como nueva, en nombre de la democracia y la libertad.

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)