miércoles, 9 / 10 / 2024

“Ya casi Venezuela”: Con la pesca del votante en dólares se diversifica la industria de la “resistencia a la dictadura” (+Clodovaldo)

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La industria de la “resistencia a la dictadura» sigue diversificándose. Cada día, en Miami, Madrid, Bogotá o cualquier otro lugar del mundo, los “gerentes” de este negocio ponen en práctica nuevas formas de hacerse millonarios velozmente.

Ya algunos de estos curiosos emprendedores lo han hecho mediante la ficción del gobierno interino; con el relato desgarrador de la crisis humanitaria; con la excusa de la ola migratoria que ellos mismos provocaron; y con el montaje de toda clase de ONG financiadas por Estados Unidos y países de la Unión Europea. En todos los casos, los fondos han ido a parar a cuentas corporativas y personales. 

Como ya esas minas están parcialmente agotadas y tienen sus dueños —que las cuidan como perros bravos— a una parte del «exilio» venezolano se le ha ocurrido un método de expoliación «nuevo», aunque basado en el viejísimo sistema de hacer una vaca, últimamente conocido con el anglicismo crowdfunding, que se traduce como micromecenazgo.

Los que no pudieron meterse en el festín del dinero saqueado a Citgo, las cuentas bancarias y el oro de la República (o se metieron y ya se lo gastaron); los que no encuentran más agencias oficiales gringas o europeas para succionar recursos en dólares o euros; los que ya quedaron al descubierto como vividores en las oficinas de los organismos internacionales quieren ahora que sus vidas en el exilio dorado sean financiadas por el votante opositor silvestre. Se cuenta y no se cree, decía un amigo.

Modus operandi de culto religioso

En rigor, la modalidad de «martillar» a públicos cautivos y crédulos es copiada del modus operandi de numerosas iglesias y sectas. A la feligresía opositora se le ofrece un tiempo futuro de paz, armonía y felicidad permanente, libre de chavismo (equivalente al cielo o la vida eterna de los cultos religiosos), y a cambio se le exige el diezmo voluntario, una contribución gozosa, pues. 

[Por cierto, en muchos de los casos de cultos religiosos, ese diezmo sólo sirve para que el pastor ostente un nivel de vida celestial. Pero ese es un tema aparte].

La estrategia está dirigida también a tranquilizar las conciencias de esos opositores que, en su fuero interno, sienten que no han hecho lo suficiente en contra del rrrrégimen. A estos les ofrecen una típica solución capitalista para aliviar la culpa: usted paga para que otros vengan a hacer el trabajo sucio. Genial.

Una estafa simple

Nadie vaya a creer que para montar esta operación de matraca trasnacional, los tipos se han gastado mucho dinero en armar un tinglado creíble, un parapeto más o menos sólido. No. Ni eso. Lo que ofrecen son los servicios de una típica empresa de mercenarios y sicarios (de las que pululan “legalmente” en la gran democracia estadounidense) y la reputación de héroes del escualidismo como Iván Simonovis, el hombre de las veinte enfermedades terminales que, pese a ello, huyó de su casa-cárcel descendiendo a rapel por el costado del edificio, y salió del país piloteando personalmente un avión (a baja altura para que no lo detectaran os radares) hasta el paraíso de la libertad, es decir, Miami.

Más o menos de ese mismo tenor es la operación que están anunciando para liberar a Venezuela de la tiranía. Para decirlo sin mucha prosopopeya, los personajes se han propuesto amasar fortuna a punta de mentiras frescas.

Las promociones para captar patrocinantes también cuentan con los servicios de un aviador militar que lanza proclamas insurreccionales para la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y, a renglón seguido, pide que los creyentes donen sus dólares, pasa raqueta, como aquel personaje de la televisión, el Hermano Cocó, cuyo lema era “La fe mueve montañas, pero hay que pagar”. En fin, este piloto se cree un avión.

Un articulista opositor bromeó en su cuenta X, diciendo que el referido oficial (que en los videos aparece semiuniformado, como para hacer creer que está a punto de subirse a un F-16 artillado) debería ponerse a trotar un poco porque, al menos en esta etapa inicial, no tiene esa pinta de Rambo listo para el combate que la gente quisiera ver. Si reúnen el dinero y se vienen con ese tipo de comandantes, son altas las probabilidades de que terminen como los de la Operación Gedeón, mordiendo el polvo en algún lugar de la costa de cuyo nombre no querrán luego acordarse.

A pesar de lo burdo del entramado, no son pocos los que se atreven a pronosticar que los promotores de esta red de pesca van a salir millonarios, al acumular los aportes de muchos contribuyentes en Venezuela y fuera de ella. Argumentan que a diario se cuentan por miles las personas que, de buena fe, caen en las garras de estafadores que utilizan toda clase de métodos, desde el antiquísimo paquete chileno hasta el célebre “Hola, soy María” (sin alusiones a ninguna María específica).

Más allá de estos aspectos relacionados con la credulidad y la candidez de gente que se considera muy avezada, este episodio de la picaresca geopolítica, hay quienes se preguntan cómo es que desde un país se lanza, impunemente, una campaña de recaudación de fondos para desestabilizar al gobierno de otro país.

En realidad no es nada insólito. Por el contrario, es coherente con las acciones de la élite política de la nación sede de la trácala, que lleva años diciendo que Venezuela es una amenaza inusual y extraordinaria para su seguridad nacional y por eso ofrecen recompensas nada menos que por el presidente y sus principales colaboradores.

¿Qué pasaría si un “Ya casi” similar se hiciera desde Venezuela y contra Estados Unidos o contra alguno de sus gobiernos consentidos de derecha o de izquierda tibia? La respuesta la encontraríamos en el Consejo de Seguridad de la ONU, en alguna desmelenada iniciativa del secretario Almagro y en un coro de la prensa global contra tan grande infamia.

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)


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