Acto primero: La extracción. Varios analistas políticos declararon que la “extracción” de las cuatro personas que se habían escondido en la embajada de Argentina en Caracas era una dolorosa derrota simbólica para el chavismo.
Siempre dados a las hipérboles, algunos de esos expertos dijeron que tal revés era de proporciones históricas, entre otras razones porque reflejaba que el “rrrrégimen” no es invulnerable y que en materia de seguridad de Estado tiene grietas cada vez más notorias.
Esas versiones fueron reforzadas por una respuesta inusualmente neblinosa del ministro de Interior, Justicia y Paz, Diosdado Cabello, en su privilegiado escenario de Con el mazo dando. La gente se quedó esperando un video revelador de penosas capitulaciones, al estilo de la espantada de González Urrutia en 2024.
Los jefes políticos de la oposición extrema y sus cheerleaders mediáticos saltaron a celebrar, a reclamar su parte en el inmenso logro, a gritar hurras y tirar cohetes. Los temibles operarios del recontraespionaje, desde Miami y otros enclaves del antichavismo furibundo, se esponjaron como pavorreales para escribir nuevos capítulos en sus sagas de fugas prodigiosas.
Acto segundo: Quien puede esto, puede aquello. Los mismos fabuladores ya mencionados (políticos, animadores periodísticos y analistas) arribaron a la conclusión tan ansiada: si el inteligentísimo aparato de inteligencia de EEUU había logrado extraer a “los Cuatro fantásticos” de la embajada, más a la mamá de la jefa mayor, es cuestión de días para que extraigan a quien ellos les dé la imperial gana, todo muy limpiamente, sin derramar una gotita de sangre, como en ciertas películas y series en las que los gringos son buenos y bellos. [En otras son malotes, pero porque los enemigos, perversos y feos, se merecen ese trato. Pero ese no es el tema].
Reaparecieron las bravatas de otros tiempos: se va porque se va; le queda poco; tic-tac y así, por el estilo. Se instalaba así en las mentes oposicionistas, la idea de que el presidente Maduro y sus colaboradores andaban como el proverbial palo de gallinero, ante la inminente aparición —tras un exitoso ensayo— de los implacables extractores de gente.
Acto segundo: “…Y en eso llegó Maikelys”. En este punto de la crónica, cabe ponerle banda sonora. Y esta sería una adaptación de la canción de Carlos Puebla: Y en eso llegó Fidel (¡ande, cántela usted, tararéela o, al menos, búsquela en internet!).
En este caso, quien llegó y mandó a parar no fue un comandante barbudo, sino una pichurrita de dos años que no tiene ni la más remota idea de lo que ha significado su pequeña persona en la confrontación geopolítica. Pasará un tiempo antes de que pueda comprender su valor simbólico en este momento de nuestro acontecer. Pero, sea como sea, ella fue quien acabó con la diversión de los opositores radicales.
El retorno al país de esta nena obligó a cambiar un relato que había sido contado —¡qué raro!— de un modo bastante choreto. Lanzó por tierra la fantasía de una operación de alta precisión, realizada con tecnología de punta, ejecutada por militares y agentes secretos estadounidenses, apoyados en cooperantes locales. “¡Ah, no, chico, lo que hubo aquí fue un intercambio!”, concluyó al menos una parte de la gente, la que no está empeñada en creer otra cosa.
A muchos partidarios del gobierno les hizo entender por qué Diosdado y sus alter egos habían lucido tan comedidos la semana anterior.
Y visto así, como un trueque, la victoria simbólica da un giro de 180 grados. Cambiamos a cuatro personajes estorbosos por una niña de dos años… ¿Es posible imaginar una mejor transacción?
[Y, conste, cuando se les llama estorbosos no es por un mero afán de insultarlos. No. Es que ya le estorbaban tanto al gobierno como a la oposición; igual a Venezuela que a Argentina y Brasil; a la gente de la calle donde está la embajada; y, según parece, también se estorbaban unos a los otros. Pero esto último es puro chisme].
Lo cierto es que el hecho crudo del regreso de la niña al seno de su familia, a los brazos de su madre dejó un sabor a felicidad nacional, un espíritu de auténtica euforia que abarcó mucho más allá del chavismo, pues tocó la fibra maternal, que es constituyente del ser venezolano.
Acto tercero: La victoria simbólica. Más allá del hecho específico de la familia Espinoza Bernal, todo el mundo tiene claro que el retorno de la niña es una victoria simbólica para el gobierno.
Lo tienen claro, aunque no lo admitan, los opositores radicales y sus bailarines y acróbatas. Si la “extracción” de los cuatro estorbosos, como hecho aislado, había sido una derrota para Nicolás Maduro, por contraposición lógica, con la sospecha de que aquel acontecimiento fue a cambio de la devolución de Maikelys, esa derrota pasa a ser victoria. Por eso se observan los típicos síntomas de desconcierto y frustración en ciertos personajes.
Es una victoria simbólica que va más allá del caso particular, pues pone de relieve lo arbitrario, ilegal e inhumano del trato que se está dando, no sólo a los migrantes de Venezuela, sino también a todos los de otras nacionalidades. Maikelys es apenas una muestra de una política de Estado que separa a las niñas y los niños de sus progenitores, los mete en jaulas, los somete a juicios, los asigna a albergues y familias sustitutas; mientras envía a los adultos a campos de concentración.
No se debe olvidar que para justificar este tipo de acciones las autoridades de EEUU apelan, en el caso de los migrantes venezolanos, a expedientes falsos, como el de la vinculación a la banda Tren de Aragua, comodín para cometer toda clase de tropelías.
Tampoco se puede obviar el contexto. Personas como los muy jóvenes Yorely Bernal y Maiker Espinoza (los progenitores de Maikelys) fueron a parar a EEUU, igual que otros miles de venezolanos, como consecuencia de la terrible crisis económica que, deliberada y maliciosamente, ese país provocó en Venezuela mediante las medidas coercitivas unilaterales (las mal llamadas sanciones), el bloqueo y la política de máxima presión. Luego de que los indujeran a huir de su tierra, recorrer toda clase de parajes inhóspitos y caer en manos de coyotes, llegaron al “territorio de la libertad y la justicia” para ser tratados como delincuentes de alta peligrosidad y difamados por las autoridades, los medios de comunicación y unos connacionales de la más baja ralea moral, que viven allá.
Epílogo: Chavismo movilizado, extremismo paralizado. Los dos hechos concatenados han terminado por generar una nueva oleada de movilizaciones del chavismo, apenas unos días antes de las elecciones regionales y parlamentarias. Mientras tanto, los factores de la ultraderecha están paralizados porque mostrarse en desacuerdo con el retorno de Maikelys es exageradamente desalmado, incluso para ellos.
El gobierno se enfoca en el retorno de los secuestrados en El Salvador y en otros centros de reclusión de EUUU y aglutina así incluso a gente que no pertenece a sus filas, pero está a favor de una causa justa. Mientras tanto, ¿qué hace la extrema derecha? Sólo le queda seguir presentando a los cuatro estorbos como un trofeo de guerra. Y para esa obra ya bajó el telón.
(Clodovaldo Hernández / Laiguana.tv)
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