Es una fantástica noticia comprobar que ciertas obras de la cultura popular – eso que algunos llaman la industria cultural- trascienden el tiempo y el espacio. Que no siempre los subproductos de la cultura “menor”, esos artículos industriales dirigidos al entretenimiento de las masas, están destinados a perderse en los rincones de la desmemoria. Que conservan dentro de sí el extraordinario poder de metaforizar la vida; de decirnos en el presente algo diferente de lo que decían ayer. O tal vez, de repetir el mismo grito del pasado.
Una original historieta argentina – auténtico boom a finales de los años 50- está generando un gran revuelo y un intenso debate dentro de los círculos audiovisuales y políticos en la Patria de El Diego y en otros lugares del mundo.
Se trata de “El Eternauta” un cómic albiceleste que circuló semanalmente desde 1957 hasta 1959, creado por el malogrado Héctor Germán Oesterheld (escritor y militante montonero desaparecido por la dictadura argentina) y dibujado por Francisco Solano López; la historieta ha regresado bajo la forma de una serie audiovisual que está batiendo récords de visionado en una conocida plataforma de stream, dirigida por Bruno Stagnaro y protagonizada por el eterno Ricardo Darín.
“El Eternauta” (alerta de spoiler) es un relato de ciencia ficción que -en medio de una situación distópica, extrema, reflexiona sobre la solidaridad y la resistencia frente a las adversidades extremas.
Un día cualquiera de verano una inédita y mortal nevada empieza a caer sobre Buenos Aires. La ciudad colapsa bajo el efecto de un electroshock ambiental; la gente muere en las calles al solo contacto con “la nieve”, ese extraño éter que invade el aire. Mientras el desolado paisaje urbano recuerda la lluvia ácida que aparece tras las explosiones nucleares. Juan Salvo, el protagonista -que en la versión de Stagnaro es un atormentado sobreviviente de la guerra de Las Malvinas- y varios amigos quedan atrapados en una casa y allí comienza la historia.
Qué hace un grupo de seres humanos, confundidos, atemorizados ante una tragedia que desconocen, que anuncia el aparente fin del mundo. Cómo manejarse frente al miedo y la incertidumbre. Osterheld lo plantea sin titubeos: salvar sus vidas y la de quienes se acercan en busca de ayuda; ir a buscar a los familares, acopiar comida, entender lo que pasa, prepararse para lo peor. Luchar. Sobrevivir… pero juntos.
“El Eternauta” teje una historia profunda y humana, la de un héroe anónimo, sin capa ni superpoderes, cuyo rostro anónimo es el colectivo que insurge en medio de la catástrofe ambiental y la invasión de monstruosas criaturas extraterrestres (los “ellos”).
Juan Salvo sale a la calle a buscar a su hija -atraviado precariamente, cuidándose del contacto mortal con la nieve- y pronto lo harán también sus amigos. Aquí la tragedia se convierte en aventura. En hazaña grupal. Una heroicidad que no nace de un recurso cinematógrafico para atrapar al público sino de la originalidad misma de la historia, que se ancla en la cultura, en la memoria histórica y urbana de Buenos Aires.
Pronto los protagonistas descubren que -para sobrevivir- deben hacer funcionar las cosas. Ante al colapso tecnológico moderno alguien comienza a reparar viejos aparatos analógicos y mecánicos. “Lo viejo funciona”, se oye decir a uno de los personajes en algún momento. Hacer de la necesidad, una oportunidad, un recurso, parece decirnos a cada momento la trama.
La serie -que ha replicado a nivel global el éxito del cómic hace 68 años- ha despertado también un agudo debate por las interpretaciones culturales y políticas que subyacen a la trama, y por el trágico destino de su creador. Años después de su éxito editorial, Osterheld abrazará la militancia revolucionaria y junto a sus hijas, dos yernos y dos nietos, correrá la suerte de 30 mil compatriotas más. Será desaparecido por los “ellos”, los tenebrosos monstruos de la dictadura argentina.
Pero ¿quiénes son, de dónde vienen esos seres monstruosos, cómo es posible enfrentarlos. La reflexión sobre la otredad amenazante, sobre la amenaza extranjera, tan vigente en el discurso antimigrante y en la justificación del genocidio en Gaza, se despliega con fina agudeza a través de la serie.
Esos monstruos que invaden la ciudad no sólo no son humanos, son antihumanos. Aprovechando el género ciencia ficción, la historia de Osterheld en la versión Stagnaro, parece deslizar una metáfora. En la vida real, los “ellos” no son esos que llegan repetinamente de otras partes, buscando una vida y que aveces parecen enemigos extranjeros. Esta idea se afirma a través de una subtrama en la que aparece una migrante venezolana, una laburante de un servicio de “delivery” que se une al grupo de argentinos en resistencia. Los “ellos”, pues, no son los que vienen de fuera, los que conviven y trabajan entre iguales. Los que también luchan y sufren como iguales.
La derecha argentina se ha sentido comprensiblemente aludida y ha reaccionado con virulencia, aunque “El Eternauta” no sea en absoluto una pieza de propaganda política. Y se entiende. Porque Argentina es hoy una nación sumida en una tragedia política, en una distopía extrema, absurda, infernal; una suerte de invasión desde adentro, de una monstruosidad instalada en el poder que arrasa con las estructuras del Estado, las pautas de la convivencia, que ha declarado la guerra a los trabajadores, a los jubilados, a las universidaes, a la cultura. Que quiere entregar las islas Malvinas a los colonizadores ocupantes y a nuevos poderes extranjeros. Una Argentina sobre la que cae una lluvia ácida de motosierras, fondo monetario y guerra cultural; de persecusión, odio y agresiones contra todo en nombre de no se sabé bien de qué. Un proyecto que no es de los argentinos si no de “otros”, de unos nuevos “ellos”.
La antropóloga y crítica de cine, Julieta Greco ha dicho que la versión audiovisual de “El Eternauta” -valiosa en sí misma por su tensión dramática, su calidad técnica y su eficacia como producto de entretenimiento- actualiza la potencia política de la obra de Osterheld y Solano López: “Si nadie se salva solo, ¿cómo nos salvamos juntos? ¿Cómo gestamos el héroe colectivo? ¿Cómo sostenemos la humanidad, la memoria y el amor cuando el mundo se vuelve inhabitable?”
Y así, una obra concebida para entretener, un producto de la cultura popular, cuyo autor siempre reivindicó con pasión la idea política que la atraviesa, -el poder de la heroicidad colectiva- viene a responder emocionada la vieja pregunta.
Sí, en un mundo que se derrumba, en el que se despoja a la gente de la esperanza, se le manipula a través de los algotirmos, se le coerciona por la violencia y el miedo; en un mundo donde aparecen aquellos monstruos de los que habló Gramsci cuando vio venir al fascismo en los años 30, la única salvación está en la extraordinaria fuerza de lo común. En la fuerza creativa de todos y todas. En la solidaridad, en la unión. En el cuerpo y la conciencia colectiva de esos viajeros del tiempo que son los pueblos.
(Laiguana.tv / William Castillo Bollé)
Más noticias y más análisis de LaIguana.TV en YouTube, X, Instagram, TikTok, Facebook y Threads.
También para estar informado síguenos en:
Telegram de Miguel Ángel Pérez Pirela https://t.me/mperezpirela
Telegram de Laiguana.tv https://t.me/LaIguanaTVWeb
WhatsApphttps://whatsapp.com/channel/0029VaHHo0JEKyZNdRC40H1I
El portal de Venezuela.