A Jesús Alberto Ramos nadie lo llama Jesús Alberto Ramos, todos le dicen Shaolín, y Shaolín es un caraqueño, que pasó toda su infancia y adolescencia saltando de ciudad en ciudad como un trotamundos.
Vivió en varias ciudades hasta que el año 2000 regresó a Caracas y se hizo profesor de historia y se ha dedicado a investigar y difundir conocimientos sobre manifestaciones culturales venezolanas, entre ellas: el juego del garrote.
—Jesús Alberto Ramos Rodríguez, casi nadie te llama así. ¿Por qué te llaman Shaolín?
—Bueno, del tiempo en que llegué a Lara, después de haber estado en unas partes ahí como nómada con mi familia. Llegué a Lara porque mi padre es de familia larense. Allá había un chico, un compañero, que decía que yo me parecía a Shaolín, que era un muñeco, una figura de un cocodrilo con una peluca anaranjada.
—¿Cocodrilo?
—Tenía el cabello largo, era muy común en algunas partes porque de allá es una cuna muy fuerte del rock en Venezuela.
—¿Y tenías qué edad cuando te pusieron ese apodo?
—Catorce años.
—¿Y para siempre se quedó?
—Tengo 51 y yo creo que soy más Shaolín que Jesús. Mira, ya se apoderó del personaje de Jesús, totalmente.
—¿Naciste en Caracas?
—Sí, en Caracas. Como dice Eduardo Sanoja, el que escribe el primer libro del juego. Según él, Bolívar decía soy ciudadano caraqueño.
—Tuviste una infancia de trotamundos, tú viviste en Caracas, naciste, te mudaste para el Tigre, luego volviste para Caracas, te fuiste para Maracaibo, regresaste a Caracas, después te fuiste para Cabudare…. ¿a qué se debió a esa cantidad de mudanzas, Jesús?
—Creo que tiene que ver con la historia del país, pero básicamente con eso que es propio de muchas personas de Caracas, que estamos constituidos por personas que vinieron de fuera, por todo el boom petrolero. Entonces, bueno, ese abandono del campo hizo que la familia de mi padre viniera para Caracas, la familia de mi madre de oriente, de allá del río Caribe. Mi papá tenía contrataciones en las industrias petroleras en el Tigre, después pasamos, recuerdo, por Caracas un momento como en el 70 o 79, y después llegamos, recuerdo que en un avión a Maracaibo, ya estando yo muy pequeño, 79, en el año 79.
—Con tantas mudanzas también tienes una colección de colegios, ¿no?
—Mira, el asunto de las escuelas es muy interesante, yo por lo menos en el Sabaneta, recuerdo un profesor de música, yo pertenecía a una coral desde pequeño, entonces ese profesor de música nos enseñó una gran cantidad de música venezolana que todavía tengo en mi memoria, y eso a mí me pareció genial. Siento que parte de esa formación, de eso que uno va recogiendo como persona, tiene que ver con estas personas emblemáticas, o de repente llegar y, bueno, comer mandoca en Zulia, o no sé, o huevos chimbos, hacer cosas que de repente tienen que ver con el espacio físico, o por lo menos en El Tigre, recuerdo una señora que me esperaba todas las tardes, yo tenía como cuatro años, y ella me esperaba todas las tardes y me servía un café, una señora muy mayor recuerdo, una casita de bahareque, me servía un café y un pedazo de cazabe, yo mojaba ese café y cuando yo lo volví a hacer de grande, pues vi una película. O de repente estar en Mérida, después de grande, adulto, o en Lara, recuerdo toda la cantidad de conciertos y cosas que pude ir y asistir, o sea, de esa ciudad que realmente es una ciudad bastante musical, pero yo creo que lo que realmente va trazando la vida de uno, por lo menos en mi caso, es la cerámica en Lara, que fui ceramista mucho tiempo, y el juego de garrote, que evidentemente formó parte de como ese hacer más profundo que yo tengo.
—¿Qué te trajo de vuelta a Caracas?
Mira, primero vinimos por un asunto bien peculiar, porque yo llegué a Caracas nuevamente como en 85. Cuando se produce una quiebra muy particular que hay en Venezuela en el 83, que es el Viernes Negro. El Viernes Negro trajo una quiebra también a la familia, entonces tuvimos que regresarnos, después de haber perdido todo lo que se había construido en Maracaibo, y vinimos nuevamente a Caracas, pero a mi padre no le gustaba Caracas para criar a los hijos. Entonces él empieza a trabajar en el Metro, trabaja en el tramo hacia las Adjuntas y de ahí compra la casa, se contacta con su familia en Lara y compra la casa en Cabudare. Siempre tuvo en mente como que esto era como una cosa transitoria para después volver. Pero él nunca pudo vivir en su casa. Fue allá y murió allá.
La entrevista con Shaolín puedes verla completa El Sofá de LaIguana.tv.
(Ernesto J. Navarro / Laiguana.tv)
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