Desde sus primeras conversaciones con los que en ese momento se encontraban a la cabeza del poder revolucionario (Jerôme Pétion, Alcalde de Paris; Joseph Servan, Ministro de la Guerra; Armand Gensonné y Jacques Brissot, Diputados en la Asamblea), Miranda les hace conocer su proyecto de emancipación para las colonias españolas en América. Más aún, llega a establecer con ellos un compromiso según el cual, llegado el momento de extender la revolución a dichas colonias, a él le quedaba reservada la prioridad en toda tentativa revolucionaria hacia las mismas. He aquí, la propuesta de Miranda:
“Al Señor Servan, Ministro de Guerra: Siendo la Libertad de los Pueblos un objeto igualmente interesante para la nación francesa – y principalmente la de los Pueblos que habitan la América del Sur (o Colonias HispanoAmericanas) – los cuales, debido a su comercio con Francia consumen una gran cantidad de sus mercancías; y quienes desean igualmente sacudir el yugo de la opresión para unirse a ella (…) se hace necesario que su causa sea protegida eficazmente por Francia, en tanto que es la causa de la Libertad; y que se me conceda el permiso (en el momento en que la ocasión se presente) de ocuparme principalmente de su bienestar, estableciendo la Libertad y la Independencia del País (…) de la cual me he encargado voluntariamente, y por cuyo objeto los Estados Unidos de América, así como Inglaterra han prometido su apoyo en la primera coyuntura favorable. En París, el 24 de agosto de 1792.
Es expresamente bajo estas condiciones y en este espíritu, que me he incorporado al servicio de la Francia Libre – y cuya garantía (por parte del gobierno representativo) me ha sido asegurada por los ministros (…) Servan, Roland, Le Brun y Clavière, así como por el patriota alcalde de París, Pétion – quienes me han prometido todos, afirmarlo siempre ante el mundo entero en caso de necesidad, &c.” (Es Miranda quien subraya).
Las condiciones establecidas por Miranda son aceptadas por el Consejo Ejecutivo Provisional y algunos días más tarde, el 4 de septiembre, Miranda es nombrado Mariscal de Campo y asignado al Ejército del Norte; comandado por el General Charles Dumouriez. Al siguiente mes, se le asciende a Teniente General.
Este acuerdo renueva sus esperanzas y, en consecuencia, comienza a preparar un “Manifiesto para nuestra Independencia”; dirigido a sus compatriotas y cuyo borrador envía al diputado Gensonné el 10 de octubre de 1792. Tal vez Miranda nunca imaginó, en el momento de establecer las condiciones referidas, la celeridad con la cual el gobierno revolucionario iba a tratar de poner en ejecución un plan militar dirigido a las colonias hispanoamericanas. Y menos aún, que se vería obligado a rechazar el ofrecimiento de ponerse a la cabeza de una expedición armada contra el poder colonial español en América.
En efecto, apenas un mes después de su incorporación al ejército, Miranda se entera de que el gobierno revolucionario ha diseñado un plan que contempla la ocupación de España y la de sus posesiones coloniales. Empero, los objetivos de este plan eran completamente diferentes a los suyos. Por tal razón, el 26 de octubre, acantonado en Valenciennes, escribe una carta a Pétion, Alcalde de París, reivindicando su condición de “agente de la América del Sur para su Independencia y Libertad” y reclamando su derecho a participar en la elaboración de todo proyecto concerniente a América.
Si Pétion conservaba algunas dudas sobre la determinación de Miranda de subordinar su servicio en el ejército revolucionario al cumplimiento del apoyo de Francia a su proyecto, esta carta viene a disiparlas: “La Independencia de América – le recuerda Miranda – es aún la causa principal (…) por la que yo preferí establecerme en Francia y convertirme en ciudadano francés”.
Más que cualquier otro privilegio, Miranda prefiere aquel que le permita servir ciertamente a la República y, al mismo tiempo, lograr el bienestar de su patria, “que es la cúspide de la felicidad humana”: “Yo no conozco sino dos deberes en mi situación actual, primero con Francia, como miembro legítimo de la nación y servidor fiel de la República, ante la cual he hecho un juramento inviolable. Segundo, con mi pobre patria accidental (sic), quien desde lejos me tiende la mano y me hace ver los hierros por los cuales gime, desgraciadamente, bajo el Despotismo más cruel y más infame”.
A fines de noviembre, el diputado Jacques Pierre Brissot comunica, primero a Dumouriez y luego a Miranda, que ya está tomada la decisión de actuar inmediatamente contra España; tanto en Europa como en América. Poco después, el 15 de diciembre, el decreto es ampliado: la República impondrá el reino de la libertad trasladando sus leyes a los países ocupados:
“España (está madura) para la Libertad … Es necesario por tanto aprestarse a naturalizar allí la libertad. Es necesario hacer esta revolución tanto en la España europea como en la España americana, todo debe coincidir. La suerte de esta última revolución depende de un hombre. Usted lo conoce, usted lo estima, usted lo ama, es Miranda (…) El nombre de Miranda le reportará por un ejército, y sus talentos, su valor, su genio, todo nos garantiza el éxito; pero para obtenerlo, no hay un solo momento que perder”. (Cartade Brissot a Dumouriez).
Pero el plan propuesto no se corresponde con el que Miranda había venido alimentando durante años. Se le exige, como tarea prioritaria, poner fin a las revueltas de esclavos que sacuden a Santo Domingo, isla antillana compartida entre Francia y España, y de la cual Miranda sería nombrado gobernador de la parte francesa.
Luego, una vez pacificada la parte francesa de la isla, Miranda procedería contra las posesiones españolas, a la cabeza de un ejército de doce mil hombres de tropa y de quince mil mulatos; reclutados en las colonias francesas. Sin embargo, Miranda rechazará radicalmente este plan; pues no sólo desconoce la situación real de la vida en dichas islas, sino que su salida de Francia hacia Sto. Domingo “sería como una señal de alarma para las cortes de Madrid y de St. James, y los efectos se harían sentir muy pronto en Cádiz y en Portmouth; lo que crearía nuevos obstáculos a la empresa que por otra parte es demasiado grande, demasiado bella y demasiado interesante para estropearla o para hacerla fracasar por una falta de inadvertencia en la combinación”.
Y, sobre todo, porque en nombre de una pretendida libertad para las colonias españolas, lo que realmente se estaba buscando era controlar y reforzar el sometimiento de los esclavos de las colonias francesas. Prueba de ello es la nota que Miranda agrega al final de su carta, recordándole a Brissot la existencia del proyecto que “sobre la independencia de la América del Sur” presentara en 1790 al ministerio inglés, y que – recalca – se encuentra ahora en París, en manos de Jerôme Pétion; por lo que le sugiere examinarlo bien antes de proyectar cualquier cosa respecto a las colonias americanas.
La negativa de Miranda, así como los acelerados acontecimientos generados por la propia revolución, obligaron a dejar de lado el plan que el Consejo Ejecutivo se había trazado de extender la revolución a dichas colonias.
(Correo del Orinoco / Carmen Bohórquez)
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